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¿HA SIDO JESÚS DE NAZARET
UN "OBJETO" DE LOS HISTORIADORES?

EL TESTIMONIUM FLAVIANUM

Algunas veces, y ya desde hace tiempo, he planteado la siguiente pregunta:

¿Cómo es que el Nuevo Testamento
habla de fariseos, saduceos, zelotes
y nunca de los esenios?

¿Cómo es que Flavio Josefo, al describir los diversos grupos (o sectes o filosofías) existentes en el judaisme de su tiempo,
habla de fariseos, saduceos, celotes, esenios
y nunca de los cristianos?

Pero un día me quedé sin poder dormir. Así se lo explicaba a Rafa Yuste al comentarle las lectures que sobre Manuel Fraijó (amigo suyo desde la adolescència) había hecho en su casa de Nador:

He citado a Flavio Josefo y navegando por Internet he visto que Manuel Fraijó en uno de sus artículos en EL PAÍS (Elogio de la Navidad, 25 diciembre 2015) también lo cita, pero su cita me ha dejado sin dormir toda una noche.

Es cierto que inicialmente, según informaba allá por el año 90 el historiador judío Flavio Josefo, la "tribu" de los cristianos estaba formada de "esclavos y desarrapados del mundo mediterráneo".

Y seguía diciéndole a Rafa:

Aquí firmaré por un empate. Por mi parte, reconocería que en el famoso Testimonium Flavianum, sobre el cual ahora no vamos a discutir, se habla de la "tribu de los cristianos", aunque S.G.F. Brandon (el cual me cae a mí más simpático que a tu amigo) lo ponga un poco en duda, remitiéndonos a la obra de Robert Eisler, que yo ahora no tengo medios de consultar. En una disputa escolàstica diría: "Concedo"

Pero lo de "esclavos y desarrapados del mundo mediterráneo" no se encuentra en la versión hoy día más aceptada.

Εἰς ἔτι τε νῦν τῶν Χριστιανῶν ἀπὸ τοῦδε ὠνομασμένον οὐκ ἐπέλιπε τὸ φῦλον.]

Y hasta ahora la tribu de los cristianos, llamados así por su causa, no ha desaparecido.

Si quieres ver toda esta carta
a Rafa Yuste

Quizás me ha llegado el momento de hablar sobre "el famoso Testimoniun Flavianum".

Supongo suficientemente conocido por mis lectores quién es Flavio Josefo.

Si queréis recordar:

Una autodescripción (Autobiografía)
Según Étienne Nodet
Robert Eisler
S.G.F. Brandon
John D. Crossan
John P. Meier
Earl Doherty

Es el momento de ir, en primer lugar, a los supuestos textos de Flavio Josefo sobre Jesús.

Antigëdades judaicas
Libre XVIII, 3, 3 (63-64)

[63] Por aquel tiempo vivió Jesús, un hombre sabio,
si es lícito llamarlo hombre,
porque realizaba obras maravillosas
y fué maestro de aquellos hombres que reciben con placer la verdad.
Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles.


Era el Mesías.


[64] Y a él,
     habiéndolo Pilato,
          por la acusación de hombres
          de la más alta categoria entre nosotros,
     condenado a la cruz,
no lo abandonaron aquellos que primero lo habían amado.


Pues se les apareció vivo de nuevo al tercer día;
como los profetas habían anunciado éstas
y mil otros hechos maravillosos acerca de él.


Y hasta hoy la tribu de los cristianos, nombrados así por él, continua.

[63] Γίνεται δὲ κατὰ τοῦτον τὸν χρόνον Ἰησοῦς σοφὸς ἀνήρ, εἴγε ἄνδρα αὐτὸν λέγειν χρή· ἦν γὰρ παραδόξων ἔργων ποιητής, διδάσκαλος ἀνθρώπων τῶν ἡδονῇ τἀληθῆ δεχομένων, καὶ πολλοὺς μὲν Ἰουδαίους, πολλοὺς δὲ καὶ τοῦ Ἑλληνικοῦ ἐπηγάγετο·

ὁ χριστὸς οὗτος ἦν.

[64] Καὶ αὐτὸν ἐνδείξει τῶν πρώτων ἀνδρῶν παρ' ἡμῖν σταυρῷ ἐπιτετιμηκότος Πιλάτου οὐκ ἐπαύσαντο οἱ τὸ πρῶτον ἀγαπήσαντες·

ἐφάνη γὰρ αὐτοῖς τρίτην ἔχων ἡμέραν πάλιν ζῶν τῶν θείων προφητῶν ταῦτά τε καὶ ἄλλα μυρία περὶ αὐτοῦ θαυμάσια εἰρηκότων.

Εἰς ἔτι τε νῦν τῶν Χριστιανῶν ἀπὸ τοῦδε ὠνομασμένον οὐκ ἐπέλιπε τὸ φῦλον.

Ver sinópticamente las traducciones inglesas
de John P. Meier y Earl Doherty.

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Libro XX, 9, 1 (197-203)

[197] Pero el César, informado de la muerte de Festo, envió a Albino como procurador de Judea.


[199] El joven Anán que, como dijimos, había recibido el pontificado, era hombre de carácter extremadamente audaz y temerario


[200] Siendo Anán de este carácter, suponiendo que tenia una oportunidad favorable, pues Festo había fallecido y Albino todavía estaba en camino, reunió el sanedrín.
Llamó a juicio al hermano de Jesús, el llamado Cristo, por nombre Jacobo, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores a la ley y los condenó a ser apedreados.


[201] Pero los habitantes de la ciudad, que parecían más moderados y afectos a la ley, se indignaron. A escondidas enviaron mensajeros al rey, pidiéndole que ordenara a Anán a que, en adelante, no hiciera tales cosas, pues ya antes se había comportado injustamente.
[202] Algunos de ellos fueron a encontrar a Albino, que venía de Alejandría; y le pidieron que no permitiera que Anán, sin su consentimiento, convocara al sanedrín. Albino, convencido, envió una carta a Anán, en la cual lleno de indignación le anunciaba que tomaría venganza con él.
Luego el rey Agripa, habiéndole quitado el pontificado, que ejerció durante tres meses, puso en su lugar a Jesús hijo de Damneo. IX

[197] Πέμπει δὲ Καῖσαρ Ἀλβῖνον εἰς τὴν Ἰουδαίαν ἔπαρχον Φήστου τὴν τελευτὴν πυθόμενος.

[199] Ὁ δὲ νεώτερος Ἄνανος, ὃν τὴν ἀρχιερωσύνην ἔφαμεν εἰληφέναι, θρασὺς ἦν τὸν τρόπον καὶ τολμητὴς

[200] Ἅτε δὴ οὖν τοιοῦτος ὢν ὁ Ἄνανος, νομίσας ἔχειν καιρὸν ἐπιτήδειον διὰ τὸ τεθνάναι μὲν Φῆστον, Ἀλβῖνον δ' ἔτι κατὰ τὴν ὁδὸν ὑπάρχειν, καθίζει συνέδριον κριτῶν καὶ παραγαγὼν εἰς αὐτὸ τὸν ἀδελφὸν Ἰησοῦ τοῦ λεγομένου Χριστοῦ, Ἰάκωβος ὄνομα αὐτῷ, καί τινας ἑτέρους, ὡς παρανομησάντων κατηγορίαν ποιησάμενος παρέδωκε λευσθησομένους.

[201] Ὅσοι δὲ ἐδόκουν ἐπιεικέστατοι τῶν κατὰ τὴν πόλιν εἶναι καὶ περὶ τοὺς νόμους ἀκριβεῖς βαρέως ἤνεγκαν ἐπὶ τούτῳ καὶ πέμπουσιν πρὸς τὸν βασιλέα κρύφα παρακαλοῦντες αὐτὸν ἐπιστεῖλαι τῷ Ἀνάνῳ μηκέτι τοιαῦτα πράσσειν· μηδὲ γὰρ τὸ πρῶτον ὀρθῶς αὐτὸν πεποιηκέναι.

[202] Τινὲς δ' αὐτῶν καὶ τὸν Ἀλβῖνον ὑπαντιάζουσιν ἀπὸ τῆς Ἀλεξανδρείας ὁδοιποροῦντα καὶ διδάσκουσιν, ὡς οὐκ ἐξὸν ἦν Ἀνάνῳ χωρὶς τῆς ἐκείνου γνώμης καθίσαι συνέδριον.

[203] Ἀλβῖνος δὲ πεισθεὶς τοῖς λεγομένοις γράφει μετ' ὀργῆς τῷ Ἀνάνῳ λήψεσθαι παρ' αὐτοῦ δίκας ἀπειλῶν. Καὶ ὁ βασιλεὺς Ἀγρίππας διὰ τοῦτο τὴν Ἀρχιερωσύνην ἀφελόμενος αὐτὸν ἄρξαντα μῆνας τρεῖς Ἰησοῦν τὸν τοῦ Δαμναίου κατέστησεν.

Guerra de los Judíos

...he decidido relatar con detalle, en lengua griega, a los habitantes del Imperio romano lo que antes había escrito en mi lengua materna para los bárbaros de las regiones superiores; yo, Josefo, hijo de Matías, sacerdote de Jerusalén, de raza hebrea, que en un principio he luchado en persona conra los romanos y que por necesidad me he visto obligado a intervenir en los acontecimientos posteriores.

Del Prólogo

En las versiones griegas de la Guerra de los Judíos no encontramos ningún comentario sobre Jesús, aunque salgan mencionados muchos personajes del Nuevo Testamento, como sería Judas, el galileo [VIou,daj o` Galilai/oj] (citado en Act 5, 37), pero existe una versión eslava...

La inserción correspondiente al Testimonium (nº 4) se encuentra precisamente en el punto de la Guerra de los Judíos (II, 9 / 169s) en el que Josefo habla de los mismos acontecimientos relativos a Pilatos que luego relataría en Antigüedades XVIII, donde se encuentra el Testimonium.

En aquel tiempo apareció un cierto hombre, si es que cabe llamarlo hombre. Su naturaleza y forma era humana, pero su apariencia más que (la de) un (ser) humano: sin embargo, sus obras (eran) divinas, hacía milagros maravillosos y portentosos: Por tanto, me es imposible llamarlo (ser) humano. Pero, por otra parte, si miro a (su) naturaleza ordinaria, no lo llamaré ángel. Y todo lo que hizo por medio de un poder invisible, lo hizo por medio de una palabra y una orden.


Algunos decían de él: "Nuestro primer legislador ha resucitado de entre los muertos y ha concedido muchas curaciones y portentos". Y otros pensaban que había sido enviado por Dios. Pero en muchas cosas se opuso a la ley y no guardó el sábado según la costumbre de (nuestros) antepasados. Sin embargo, no hizo nada vergonzoso ni ningún acto atrevido, sino que simplemente con (su) palabra lo preparaba todo. Y muchos de la multitud le siguieron y escucharon su enseñanza. Y muchas almas fueron despertadas, pensando que así las tribus judías podrían liberarse de las manos romanas.


Pero él acostumbraba más bien a quedarse fuera de la ciudad, en el Monte de los Olivos. Allí también concedía curaciones al pueblo. Y allí se reunían con él 150 ayudantes, y de la plebe una multitud.


Pero cuando vieron su poder, que realizaba con una palabra todo lo que quería, le manifestaron su voluntad de que entrara en la ciudad y abatiera a las tropas romanas y a Pilato y gobernara sobre ellos. Pero él no les hizo caso.


Y cuando después se dio noticia de ello a los dirigentes judíos, se reunieron con el sumo sacerdote y dijeron: "Somos impotentes y (demasiado) débiles para resistir a los romanos. Sin embargo, como 'el arco está inclinado', iremos a comunicar a Pilato lo que hemos oído, y nos libraremos de problemes. Que no se entere por otros y nos roben (nuestros) bienes y nos maten a nosotros mismos y dispersen a (nuestros) hijos".


Y fueron y lo comunicaron (a) Pilato. Y él envió y mandó matar a muchos de la multitud. Hizo que trajeran a ese taumaturgo, y después de hacer una investigación sobre él, pronunció (este) juicio: Es un benefactor, pero no un malhechor ni un rebelde ni un codicioso del rey(inado). Y le dejó ir, porque había curado a su mujer moribunda.


Y cuando se fue a su lugar, hizo sus obras habituales. Y se reunió de nuevo más gente a su alrededor y se glorificó a sí mismo por sus acciones más que nada.


Los escribas, picados por la envidia, dieron a Pilato treinta talentos para que lo matara. Y él los tomó y les dio libertad para que hicieran su voluntad. Y lo tomaron y lo crucificaron en contra de la ley de (sus) padres.

Ver sinópticamente las traducciones
francesa (A. Pascal) e inglesa (R. Eisler)
y, a partir de estas, la catalana y castellana

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PRÓXIMO CAPÍTULO

¿QUÉ PENSAR DE ESTOS SUPUESTOS TEXTOS
DE FLAVIO JOSEFO?
Material consultado
L'antiquité grecque et latine du moyen âge
Flavius Josèphe
Guerre des Juifs
Antiquités Judaïques
Robert Eisler
The Messiah Jesus and John the Baptist: According to Flavius Josephus' recently rediscovered 'Capture of Jerusalem' and the other Jewish and Christian sources (1931)
S.G.F. Brandon
Jesus and the Zealots (1967)
Jésus et les zélotes (1976)
John P. Meier
A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus Vol. 1: The Roots of the Problem and the Person (1991)
Un judío marginal. Nueva visión del Jeús histórico. Tomo I: Las raíces del problema y la persona (1997)
John Dominic Crossan
The Historical Jesus: The Life of a Mediterranean Jewish Peasant (1991)
The birth of Christianity: discovering what happened in the years immediately after the execution of Jesus (1998)
Jesús. Vida de un campesino judío (1994)
El Nacimiento del Cristianismo. Qué sucedió en los años inmediatamente posteriores a la ejecución de Jesús (2002)
Etienne Nodet
Josephus_Jewish_War_and_Its_Slavonic_Version_A_Synoptic_Comparison (2004)
Earl Doherty
The Jesus puzzle
No. 10: Josephus Unbound: Reopening the Josephus Question
No. 16: Josephus on the Rocks (a revised and expanded study of Josephus' references to Jesus)
The Flavius Josephus Home Page
Pàgina mantinguda per Gary J. Goldberg
Josephus on Jesus
María Victoria Escribano Pano
La quema de libros heréticos en el Codex Thedosianus XVI,5
Gracias por la visita
Miquel Sunyol

sscu@tinet.cat
17 diciembre 2021
Para decir algo Página principal de la web
De la Autobiografía
josephus (20K)
Mi familia no sólo era de raza sacerdotal, sino que era la primera de las veinticuatro clases. Soy, además, por mi madre, de estirpe real y sus antepasados fueron durante un período muy largo sumos sacerdotes y reyes... Nací de Matías, durante el primer año del reinado de Caius Cesar [Calígula, año 37/38].
Mis grandes progresos en los estudios me granjearon una fama de memoria y de inteligencia superiores. Todavía de catorce años todos me felicitaban por mi amor al estudio, y continuamente los sacerdotes y los notables de la ciudad venían a verme para aprender de mí algún que otro punto especial de nuestras leyes.
A los dieciséis años, quise tener experiencia de las diversas sectas de nuestro pueblo (fariseos, saduceos, esenios). Y, habiendo oído hablar de un tal Bannus que vivía en el desierto, contentándose para vestir con lo que le proporcionaban los árboles y para comer con lo que la tierra produce espontáneamente, usando de frecu8entes abluciones de día y de noche por amor a la pureza, me convertí en discípulo suyo.
Pasados tres años, volví a la ciudad y seguí los principios de la secta de los fariseos.
Siendo Félix procurador de la Judea, pasados los veintiséis años, tuve que ir a Roma para liberar a unos sacerdotes amigos míos, obteniendo este favor gracias a Popea, la esposa del emperador...
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Flavio Josefo
según Étienne Nodet
Sin embargo, presume de ser un adolescente superdotado, ya que a los 14 años recibía a los doctores que venían a consultarle. Su inalterable vanidad no es poca, pero hay que admitir que en las obras definitivas (Antigüedades, Contra Apión) conoce muy bien su religión y que sabe inspirarse en el estilo de numerosas lecturas de autores griegos, en particular Tucídides.

Nacido en el año 37, tenía unos 40 años cuando se publicó la Guerra judía. No es probable que, habiendo partido de la nada a esa edad, hubiera alcanzado la maestría que muestra en las Antigüedades 16 años después, sobre todo porque afirma que sus compatriotas reconocen su superioridad en materia de doctrina. Incluso permitiéndole esta vanidad, su afirmación no es gratuita, pues hay muchos indicios de que quería proponer al judaísmo de Roma un futuro bajo el paraguas romano; actuaba como sacerdote, mientras quería ser reconocido como fariseo. Su fibra religiosa era, sin embargo, muy banal y convencional, y no tuvo posteridad, mientras que la empresa paralela dirigida en Judea por los sabios de Yabne-Iamnia -bajo el paraguas romano, pero con fuertes conexiones babilónicas- dio lugar al judaísmo rabínico.

volver2 (1K)
Flavio Josefo
según Robert Eisler
Si es posible escribir un relato coherente de la época y de la lucha política que se libraba entre judíos y romanos, tenemos que agradecer las peculiares circunstancias que indujeron a un tal Joseph bar Mattathia Kahana de Jerusalén a relatar, en varios libros consecutivos, la historia de los orígenes y antecedentes de ese conflicto, acontecimientos en los que él mismo había desempeñado un papel poco glorioso.

Este José, más tarde llamado Flavio Josefo, afirmaba pertenecer a una antigua familia sacerdotal y descender, a través de su madre, de la estirpe real de los asmoneos. Si esto fuera cierto, la sangre de los Macabeos habría corrido por las venas de este indigno vástago de una raza heroica. Él mismo se refiere a documentos genealógicos en los archivos de Jerusalén que, en el momento de su escritura, ya habían sido enviados a las llamas. En cualquier caso, sus adversarios tenían una opinión menos exaltada de sus antepasados. Nacido en Jerusalén en el año 37-38 d.C., en el reinado de Calígula -es decir, justo un año después de que Poncio Pilato fuera retirado de Judea-, presume de sus precoces dotes. Había recibido, por supuesto, la educación religiosa y secular de los judíos de ese período, y es muy posible que el muchacho mostrara signos inequívocos de inteligencia a una edad temprana, como lo hicieron muchos otros de su nación en tiempos antiguos y recientes. Podemos creer que, como él mismo dice, de vez en cuando era sometido a pruebas en forma de preguntas sutiles sobre puntos de la Ley por parte de sumos sacerdotes y escribas eruditos que venían como invitados a la casa de su padre.

Otra pieza de jactancia es su declaración de que en algún momento de su juventud (durante lo que ahora serían los años de universidad) estudió los principios peculiares de lo que él llama las tres escuelas filosóficas judías, los fariseos, los saduceos y los esenios. Dado que las dos primeras no eran ciertamente escuelas filosóficas comparables a los estoicos y epicúreos del mundo romano y griego, como él quiere hacernos creer, sino partidos rivales de los sacerdotes y escribas, cada uno con su propio programa político-religioso, parece como si en su carrera temprana hubiera vacilado entre las dos facciones opuestas o abandonado la una para unirse a la otra. En cuanto a la tercera "escuela", los famosos esenios, se trataba en realidad de una hermandad ascética que vivía bajo un sistema de comunismo, de obediencia silenciosa y de sumisión absoluta a su superior, no muy diferente de ciertas órdenes medievales de caballería, y tal vez algo parecido a la moderna orden mahometana de los Saniisi en el norte de África; en todo caso, probablemente una organización mucho menos pacifista y mística de lo que Filón de Alejandría y el propio Josefo quieren hacer creer a sus lectores. No es en absoluto improbable que Justo de Tiberíades, de cuyos ataques se defendió Josefo cuando escribió su Vida, hubiera dejado caer algunos comentarios bastante despectivos sobre la efímera afiliación de este último a esta hermandad, cuyo juramento de iniciación puede haber estado destinado a guardar secretos más peligrosos que los poderosos nombres de ciertos ángeles. Habiendo adquirido así un conocimiento de primera mano de los saduceos, fariseos y esenios, Josefo admite que se fue al desierto, lugar de reunión de todos los espíritus revoltosos y forajidos en armas contra los romanos y la dinastía herodiana.

Allí vivía con un tal "Banous" -no es un nombre propio, sino una palabra que significa "bautizador", "bañista" o "baptista"-, otro misterioso personaje al que se esfuerza por engalanar con los inocentes colores de un inofensivo ermitaño que lleva hojas y come frutas, pero que puede haber mostrado un aspecto mucho menos pacífico en el panfleto perdido de Justus de Tiberias, diseñado para denigrar a su antiguo compañero de armas. En cualquier caso, sus antepasados macabeos, cuando estaban en el camino de la guerra contra los seléucidas, parecen haber vivido esta misma vida ascética vegetariana "entre las bestias" en las colinas y en el desierto,1 la vida, es decir, de los zelotes hemerobaptistas.

Josefo se afilió después a los fariseos. A la edad de veintiséis años viajó a Roma para obtener por medios directos o tortuosos la liberación de algunos sacerdotes que habían sido arrestados por el gobernador Félix y enviados a Roma para ser juzgados ante el Emperador, hombres muy distinguidos (kalokagaqoi,) y piadosos que "vivían de higos y nueces" en su viaje por mar y durante todo el tiempo de su cautiverio, difícilmente para evitar comer la carne impura de los paganos -el pan, el pescado y los huevos habrían sido permisibles en este caso-, sino porque seguían la dieta vegetariana del maestro bautista de Josefo en el desierto. Sin embargo, a pesar de esta piedad ejemplar, o tal vez a causa de ella, es obvio que estaban bajo sospecha de desafección política a los ojos de Félix, a quien, por supuesto, no le importaban una paja sus creencias o descreencias religiosas. Después de haber sufrido un naufragio, Josefo "superó, gracias a la providencia de Dios" y a su propia temeridad, a todas las demás víctimas en una carrera a nado hacia un barco cirenaico de rescate, y fue desembarcado en Puteoli. Con la ayuda de Haliturus, un famoso actor de ascendencia judía, se introdujo en la presencia de Popea, la esposa de Nerón, una dama judía o al menos judaizante de gran influencia con su marido imperial. De ella obtuvo no sólo la liberación de sus amigos vegetarianos encarcelados, sino también "grandes regalos", un hecho que sugiere que el joven judío no carecía de buena apariencia y modales cortesanos y estaba bien familiarizado con el gran arte de halagar a aquellos que podrían serle útiles. A su regreso a Palestina, en el año 66 d.C., se encontró con que la revolución contra Roma estaba en pleno desarrollo y que sus compatriotas no estaban dispuestos a dejarse retener por sus impresionantes relatos de viajero sobre el poder y la riqueza de los romanos. Sin embargo, sus puntos de vista pesimistas sobre las posibles posibilidades de la guerra por la libertad lo recomendaron al partido moderado de los sumos sacerdotes, amantes de la paz, de modo que éstos consideraron oportuno adjuntarlo a una misión diplomática que enviaron a Galilea bajo la dirección de dos distinguidos sacerdotes, para mantener tranquila esa provincia rebelde.

Con la ayuda de considerables sumas tomadas del tesoro del templo se encargó además de reunir tropas para apoyar a la jerarquía frente a los rebeldes, que estaban bien armados, gracias al botín que obtuvieron en la derrota inicial de Cestio. Esta confianza depositada en él por la jerarquía jerosolimitana y por los dos embajadores la utilizó de forma muy vergonzosa. Al darse cuenta de que en Galilea la opinión pública era abrumadoramente hostil a los romanos y a la jerarquía, y de que los embajadores nunca conseguirían cumplir sus órdenes, negoció rápidamente con los revolucionarios, tomó parte activa en el establecimiento de un contrasanedrín galileo, e incluso procedió a la recogida de tropas como una especie de guardaespaldas para sí mismo. No es cierto que, como afirma, él mismo fuera el comandante en jefe de toda la fuerza galilea y que hubiera "elegido" el sanedrín en cuestión.

Sin embargo, lo que sí es cierto es que este joven ambicioso hizo todo lo posible para fomentar la rebelión, en parte con la cooperación, en parte contra la voluntad, de numerosos rivales locales; que abusó de su posición para enriquecerse dedicándose a la guerra de carácter más dudoso -por ejemplo, especulaciones escandalosas con aceite galileo, ritualmente puro- y, lo peor de todo, que, según todas las apariencias, permaneció en contacto con los romanos. Intentó contrarrestar las justas sospechas que tenían contra él las autoridades de Jerusalén enviándoles un informe sobre la situación política, informe que iba a constituir el núcleo de sus obras posteriores.

En los primeros encuentros de sus tropas con los romanos, los primeros fueron miserablemente derrotados, gracias en gran parte a la incompetencia militar y a la cobardía de este ambicioso burócrata. Aunque siempre se representa a sí mismo como comandante de sus tropas, la comparación de los primeros borradores de su historia con las ediciones posteriores ha puesto de manifiesto que su posición estaba a medio camino entre la de un capellán del ejército y la de un empleado del mismo, asemejándose en cierto modo al papel de los comisarios revolucionarios de los ejércitos franceses durante la Gran Revolución. A la llegada de Vespasiano y su ejército, se retiró con la fuerza principal galilea a Tiberíades, y luego a Jotapata, una fortaleza de montaña que se defendió, o -según nuestro "héroe"- fue defendida por él, durante seis semanas contra los romanos sitiadores. Al tomar la ciudad, a través de una brecha en la muralla, Josefo y algunos otros líderes se escondieron en una cisterna. A sus valientes compañeros, que habían decidido matarse entre ellos antes que sobrevivir a la caída de su nación, los engañó en el sorteo, y luego se rindió a un oficial romano, un viejo conocido suyo, como él mismo dice. Se guarda de contar cómo llegó a conocer a alguien tan útil en el campamento enemigo, pero evidentemente quiere que sus lectores deduzcan que lo había hecho durante su estancia en Roma.

A partir de este momento su progreso fue rápido. Se ganó el favor del comandante en jefe romano, Flavio Vespasiano, fingiendo haber tenido un sueño profético inspirado que predecía el inminente ascenso del general al trono imperial y proclamaba a Vespasiano como el gobernante mundial divinamente elegido del que hablaban los profetas judíos. En realidad, la "inspiración divina" de este "sueño" procedía probablemente de fuentes más terrenales. Porque un número de hombres en el cuartel general, entre ellos un judío alejandrino rico y ambicioso, Tiberio Alejandro, sobrino del filósofo Filón y él mismo completamente romanizado, estaban ansiosos por empujar al indeciso y cauteloso Vespasiano por el camino de la aventura política y por urdir su futura gloria. Sea como fuere, Vespasiano aceptó la profecía como uno de los "omina imperii" de su casa, y para siempre mantuvo al hombre al que consideraba un instrumento divino cerca de él y de su hijo Tito durante toda la campaña judía, y más tarde en su casa privada de Roma, como uno de sus clientes y propagandistas a sueldo.

Durante la guerra Josefo no se avergonzó de servir como intérprete y de asumir la odiosa tarea de interrogar a los prisioneros judíos para el departamento de inteligencia romano. Tampoco se negó a traducir a su lengua materna y a leer a los defensores de la ciudad sitiada las proclamas del cuartel general. En el desempeño de este noble oficio, el traidor estuvo a punto de morir por una piedra bien dirigida que le lanzaron a la cabeza. Nuestro sincero agradecimiento se debe a un destino bondadoso que lo perdonó para un propósito mayor.

Ya sea por iniciativa propia o por sugerencia del aliado romano del rey judío Agripa II, o por la de Tiberio Alejandro, el jefe judío del estado mayor de Tito, Josefo concibió el plan de escribir una historia de la rebelión judía sobre la base de sus propias notas y de las Acta del cuartel general. Consiguió convencer a Vespasiano y a Tito de la utilidad de tal obra, si intentaba describir la rebelión no como un asunto de todo el pueblo judío, sino como un levantamiento de los extremistas, de los fanáticos, o como deberíamos decir hoy en día de los desposeídos, contra la élite romanófila, los nobles y los ricos de su propio pueblo. Tal presentación de los acontecimientos no podía sino tener efectos tranquilizadores sobre los judíos prominentes de la diáspora y de Mesopotamia.

Para llegar a estas poblaciones, debía escribir su obra primero en arameo y luego hacerla traducir al griego por los hombres adecuados, que se encontraban entre los servi litterati del personal imperial o entre los Graeculi esurientes siempre a la búsqueda de trabajos de este tipo. Para facilitarlo, el Emperador puso a su disposición todo el material oficial que existía sobre el tema.

Para el tratamiento de los acontecimientos que condujeron a la rebelión utilizó la historia de Nicolás de Damasco, que lo llevó hasta la muerte de Herodes el Grande. Sin embargo, no parece haberse basado en el original griego de la obra, sino -según ciertos indicios- en una traducción semítica, o más bien en una reelaboración farisea desde un punto de vista hostil a los romanos y a la dinastía herodiana, más fácil de leer para su escasa erudición griega que el texto original.

Para el período siguiente utilizó los informes de los gobernadores, que probablemente encontró en los commentarii de los emperadores Juliano y Claudio en el tabularium principis del palacio imperial. Sin embargo, es igualmente posible que incluso antes de su segundo viaje a Roma tuviera acceso a los archivos de los gobernadores de Judea, en Cesarea.

Para la historia de Juan el Bautista se basó en material autóctono de Judea, que se remonta, sin duda, al período de su juventud, cuando él mismo había vivido en el desierto como seguidor de un "Bautista". De la misma procedencia es otra fuente suya, una compilación sobre la interpretación de los sueños por parte de los diversos profetas y videntes de su nación.

Del prefacio de la obra de Josefo puede deducirse que estaba destinada originalmente al triunfo de Tito, acontecimiento con el que se cierra el índice del procemio. Los ejemplares destinados al público romano y presentados a Vespasiano, Tito y sus generales llevaban un título que delataba completamente el punto de vista romano del autor y de su obra, a saber, La guerra judía. En cambio, los ejemplares destinados a la venta entre sus correligionarios llevaban el título De la toma de Jerusalén, menos apto para ofender las susceptibilidades nacionales judías. Su primer borrador, completado en el año 72 d.C., de cuyas debilidades debía ser consciente, lo mejoró constantemente corrigiendo errores, suprimiendo pasajes que habían resultado desagradables para los lectores influyentes y añadiendo nuevo material.

Finalmente, en cierto momento del reinado de Domiciano, hizo reescribir toda la obra en un griego mejor por un colaborador más competente. A lo largo de su actividad literaria, se esforzó por blanquearse a sí mismo y atribuir la culpa de todo a los insurgentes, a los que, según la costumbre oficial romana, denomina "bandidos" o "ladrones", y a cuyos líderes designa como "impostores" (go,htej) y "demagogos" (pla,noi o sofistai). Tales medidas por su parte eran tanto más necesarias cuanto que parece haber sido acusado repetidamente por su anterior actividad entre los rebeldes. El tejedor Jonatán, uno de los líderes de la sublevación de los judíos de Cirene, y más tarde el pedagogo de su propio hijo -que puede haber sido uno de sus colaboradores literarios- son dos de sus acusadores de los que tenemos un cierto conocimiento, gracias a su propia referencia a ellos. Sin embargo, más perjudicial debió parecerle la obra de su antiguo oponente y rival, Justo de Tiberíades. Para refutar las acusaciones que se le hacían, recopiló una autobiografía muy poco sincera y poco fiable.

Su último esfuerzo literario -6o,ooo sti.coi de penique, como tiene el cuidado de señalar en la dedicatoria a su editor- fue las Antigüedades judías, una vasta compilación sobre la historia de los judíos desde Adán hasta el estallido de la guerra contra el imperio romano, completada en el año trece de Domiciano (93-94 d. C.). Por cierto, la obra contiene mucho material a modo de adiciones y correcciones a la Guerra judía, es decir, datos que habían sido puestos a su disposición por los lectores de su primera obra. Entre los más generosos de estos colaboradores hay que contar con el rey Agripa II, que tuvo la costumbre de enviarle cartas con adiciones y correcciones a cada una de las siguientes entregas, más de cinco docenas de ellas en total.

Además, mientras que en la Guerra no hay rastro de su conocimiento de las fuentes cristianas, en las Antigüedades parece que observamos una polémica alusión a una obra conocida ya por el Tallus Samaritano, que era una recopilación de pasajes de los Profetas que se suponía habían encontrado su cumplimiento en la vida de Jesús. Estos testimonios -que han sido ampliamente discutidos por el Dr. Rendel Harris- son atribuidos por Papías, probablemente de forma correcta, al recaudador de impuestos Mateo, el seguidor del Mesías nazareno.

No cabe duda de que la actividad literaria de Josefo, en la que sus servi litterati hicieron la mayor parte del trabajo real, debió de serle pagada razonablemente bien, ya que en el año 14 del reinado de Domiciano publicó una nueva edición de la Guerra, precedida por las Antigüedades y provista de una continuación que llevaba los acontecimientos hasta el momento de su escritura, en total en veinticuatro libros. Incluso hizo publicar ediciones más cortas en un griego aticista muy elegante por un sunergo,j especialmente bueno; de las cuales sólo nos queda el llamado "epítome" de las Antigüedades.

Posterior a la primera edición de las Antigüedades hay un pequeño tratado llamado Contra Apionem desde la época de San Jerónimo. Si alguna vez llevó a cabo su proyecto de elucidar las razones filosóficas en las que se basaba la ley mosaica para los gentiles escépticos, no lo sabemos. Es muy posible que tal obra haya servido de base a la Mosaicarum et Romanorum legum collatio de Isaac Hilarius-Gaudentius, el traductor al latín del libro de Josefo sobre la Guerra judía.

Se casó al menos tres veces. Se divorció de su primera esposa, madre de tres hijos, que le había seguido al exilio, y se desposó con una muchacha judía perteneciente a una de las familias más ricas de la diáspora cretense. Como cliente y parásito del Emperador, Josefo disfrutó de las rentas de las fincas de Palestina arrebatadas despiadadamente a sus legítimos propietarios en virtud de la ley marcial y la costumbre romana. Su nombre fue inscrito en la lista de pensiones del fondo de limosnas, dotado por los emperadores Flavios para escritores y oradores venales. Siguiendo la conocida costumbre, adoptó el apellido de su protector. Sus escritos fueron aprobados oficialmente por la firma imperial de Tito y colocados en las bibliotecas públicas.

Según Eusebio y San Jerónimo, fue honrado con una estatua erigida en algún lugar de Roma. Si esta afirmación fuera exacta, Josefo no habría dejado de mencionar el hecho en su autobiografía. La estatua podría haber sido dedicada a su memoria después de su muerte. Dado que para entonces el último de sus mecenas imperiales le había precedido al Elíseo, podríamos suponer que su editor Epafrodito, en interés de la venta de las obras recopiladas de Josefo, encabezó una suscripción de sus agradecidos lectores para la erección de este merecido monumento. Sin embargo, lo más probable es que el retrato-estatua mencionado por Eusebio y San Jerónimo fuera ordenado por el propio historiador engreído durante su vida, desafiando las leyes de sus piadosos antepasados que prohibían esas "imágenes esculpidas" que permitían a los paganos inmortalizar la forma transitoria de sus cuerpos perecederos.

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Flavio Josefo
según S.G.F. Brandon
De ascendencia sacerdotal y de una familia de fariseos, los líderes de la insurrección del 66 le habían asignado un papel en la defensa de Galilea, cuando sólo era un joven; pues se esperaba que los romanos lanzaran una expedición punitiva. Y su conducta en este asunto fue sospechosa, como atestigua elocuentemente su última disculpa. En esta ocasión, en efecto, había tenido una disputa con los que él llama "bandidos" (lhstai,), pero que en realidad eran, como veremos, zelotes, es decir, miembros de la "cuarta secta filosófica", como él dice. Evidentemente, estos patriotas sospechaban que era un tibio, por no decir un traidor a la causa judía, sospechas que se vieron más que confirmadas cuando, tras el asedio de Jotapata, se dirigió a los romanos, a cuyos ojos se entregó como profeta, prediciendo la ascensión de Vespasiano a la dignidad de emperador. Como consejero, en fin, de los asuntos judíos y como oficial de enlace con Tito, el hijo del emperador, fue testigo de la agonía de su pueblo y de la destrucción de Jerusalén y de su Templo.

Como su destino estaba ahora ligado al de sus protectores imperiales, vivió en Roma como su protegido y cronista de sus victorias. Sobre su Guerra judía, cuenta, no sin orgullo, que "el emperador Tito estaba tan ansioso de que mis libros fueran la única autoridad sobre esta guerra que los firmó y se preocupó de que se publicaran". Sin embargo, Josefo no era del todo un renegado: personalidad compleja, se mantuvo fiel a la fe de sus antepasados y preocupado por los intereses de su pueblo.

Sin duda, el juicio más indulgente que puede hacerse de él es también el más acertado. Era demasiado inteligente para dejarse llevar por el fanatismo religioso que precipitó a sus compatriotas en la revuelta. Había estado en Roma y había sido capaz de calibrar el poder romano con cierta perspicacia. Incluso tras la inesperada derrota del ejército de Cestio Galo en el 66, estaba seguro de que los romanos, dotados de un poder invencible, volverían para aplastar a la desdichada nación que se había atrevido a desafiar su imperium.

Además, estaba dispuesto a dar una explicación racional a las esperanzas religiosas de su pueblo manifestadas en el mesianismo, pues a sus ojos Vespasiano, que accedió al trono imperial durante su estancia en Palestina, cumplía así la profecía de Jacob en Gn 49,10 sobre un rey de la tierra que saldría de Judá (BJ VI, 313-315).

Dada la visión que Josefo tenía de los desastres que había sufrido su pueblo, es lógico que no simpatizara con quienes, con la palabra y el ejemplo, habían arrastrado a los judíos a una lucha fatal contra el poder invencible de Roma. Por otra parte, si la principal preocupación de Josefo en sus libros era complacer a sus mecenas, también muestra un deseo de justificar al pueblo judío ante sus lectores gentiles, cuya antipatía instintiva se había incrementado enormemente por la ferocidad de los judíos en la batalla. De este modo, se esfuerza por hacer que sus compatriotas parezcan los desafortunados incautos de fanáticos malintencionados, que explotaron sus sentimientos religiosos y causaron así su desaparición.

Así pues, el conocimiento que Josefo tenía de los zelotes le llevó a odiarlos y a acusarlos de haber conducido a Israel al desastre; pero era consciente, y no sin incomodidad, al parecer, de la naturaleza intransigente de su fe y de la fuerza de sus convicciones religiosas. Tal vez el ejemplo de estos hombres que sacrificaron sus vidas por su fe le impresionó tanto más cuanto que él era, por su parte, naturalmente cauto y poco inclinado a comprometerse... En cualquier caso, su actitud parece extrañamente ambigua: Porque la secuencia lógica de los acontecimientos, pero también su necesidad de justificarse, le llevaron a considerar a los zelotes como fanáticos peligrosos y a tratarlos con desprecio como "bandidos"; mientras que como judío no podía dejar de mostrar aprecio por estos hombres que se habían entregado en cuerpo y alma a su causa. Si él, por su parte, había apreciado hábilmente el poder de la Roma pagana, ellos, los zelotes, habían puesto su confianza en el Dios de sus padres, que también era el suyo.

De ahí que, a pesar de ser el protegido de los Césares, no pudiera evitar sugerir que el zelotismo estaba motivado por motivos religiosos, y esto es bueno, ya que nos permite corregir la imagen que ha dibujado de los zelotes y formarnos una idea más exacta de ellos; sin esta sugerencia, nos habríamos equivocado con respecto a ellos y, en consecuencia, no podríamos comprender realmente el ambiente que dio origen al cristianismo y que, sin duda, influyó en él.

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Flavio Josefo
según S.G.F. Crossan
El historiador judío Flavio Josefo, perteneciente a la aristocracia sacerdotal, nació en 37 e.v. Tras hacer su aparición en Roma para defender ante Nerón a ciertos sacerdotes, colegas suyos, en 64 regresó a Palestina para convertirse en "general" de la rebelión judía en Galilea, y finalmente rendirse a Vespasiano en 67. Habiendo vaticinado que su vencedor acabaría convirtiéndose en emperador de Roma, fue puesto en libertad cuando su profecía se cumplió en 69. Asistió al asedio y caída de Jerusalén al lado de Tito, para quien realizaba las funciones de intérprete, y al fin regresó a Roma, bajo la protección de la nueva dinastía de los Flavios, inaugurada por Vespasiano, emperador del 69 al 79, a quien heredó Tito (79-81), y por último Domiciano, que reinó del 81 al 96. Su muerte debió tener lugar en las postrimerías del siglo I. [...]

Nunca puede dardse por segura la exactitud de sus informaciones [...] cuya relación de los hechos oscila entre paráfrasis completamente acríticas y el agnosticismo más corrosivo.

La cuestión no está en si Josefo fuera prorromano y se volviera antirromano, o en si fuera antijudío y luego se hiciera projudío. A su manera, siempre fue prorromano y projudío a un tiempo, sin que su actitud cambiara en ningún momento. Pero lo que sí es cierto es que empezó siendo defensor de los romanos ante los judíos, y acabó como defensor de los judíos ante los romanos. Por consiguiente, al leer sus obras, hemos de estar atentos y examinr cuidadosamente en qué punto de esta línea de cambio o de evolución se sitúa cada obra en concreto. (pag. 130 ss)

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Flavio Josefo
según John P. Meier
El primer y mas importante "testigo" potencial de la vida y actividad de Jesús es el judío aristócrata, político, militar, renegado e historiador José ben Matías (37/38 d.C. - algo después del 100). Conocido como Flavio Josefo por el nombre de sus protectores, los emperadores Flavios (Vespasiano y sus hijos Tito y Do0miciano). La Guerra judía, comenzada en los años inmediatamente posteriores a la caída de Jerusalén en el año 70 d.C., y la mucho más exensa Antigüedades judaicas, escrita ca. 93-94. Ambas, al menos en algunas versiones, contienen pasajes en los que se menciona a Jesús. El problema está en que al menos un pasaje es, con seguridad, de creación cristiana posterior. Y surge la pregunta: ¿son también espurios los otros pasajes? (pág. 79)

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Flavio Josefo
según Earl Doherty
Un joven José ben Matías (nacido en el año 37 de la era cristiana) luchó en la guerra judía del 66-70 como comandante en Galilea, pero fue obligado a rendirse ante el general romano Vespasiano. Reconociendo la inevitabilidad del dominio de Roma, se unió al enemigo. Predijo -con acierto- que Vespasiano se convertiría en emperador, e incluso declaró que era el cumplimiento de las antiguas profecías judías sobre la llegada de un futuro gobernante y un salvador. Pasó el resto de su vida en Roma como cliente de la familia Flavia (de Vespasiano). Allí, bajo el nombre de Flavio Josefo, escribió sus dos grandes historias, la Guerra de los Judíos y las Antigüedades judaicas. Aunque sus compatriotas judíos desconfiaban de él e incluso lo consideraban un traidor, en sus escritos trató de hacer apología del pueblo judío ante un público romano y griego. Murió poco después del año 100 de la era cristiana.

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La versión eslava
según Etienne Nodet
A. Popov identificó en 1866 una versión eslava (en ruso antiguo) de la Guerra. Tiene omisiones distribuidas irregularmente, por lo que es un 15% más corto que el texto griego habitual, pero también tiene una serie de añadidos, que van desde unas pocas palabras hasta varias páginas. Descubierto en Occidente hace un siglo, ha suscitado un gran debate, ya que los añadidos más importantes se refieren a personajes del Nuevo Testamento (Herodes, Juan el Bautista, Jesús), pero tienen un aspecto tan extraño que no se ve inmediatamente que sean interpolaciones cristianas posteriores a Josefo.

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La versión eslava
según Robert Eisler
El primer erudito occidental que mencionó la versión eslava de la Guerra fue N. Bonwetsch ya en 1893. El importante hecho de que esta traducción al ruso antiguo contenga afirmaciones sobre Juan el Bautista y Jesús, que faltan en el texto estándar griego de Josefo, fue señalado por primera vez por Andrej N. Popov (1866), el descubridor y editor del Libro de Enoc en eslavo, quien también publicó una parte de los pasajes en cuestión. Otras muestras, procedentes de otro manuscrito, fueron publicadas por Ismail Sreznjevski. Ambas publicaciones fueron sólo en ruso. Europa occidental conoció estos materiales a través del trabajo de Alexander Berendts, profesor de historia eclesiástica en la Universidad Báltica de Dorpat.

Sin embargo, su revelación de los trascendentales capítulos sobre Juan el Bautista y Jesús en un texto eslavo de Josefo no fue en absoluto aclamada con el entusiasmo que el autor podría haber esperado despertar. Aparte de la inevitable reacción ante cualquier novedad, los teólogos liberales alemanes se sentirían naturalmente inclinados a adoptar una actitud severamente crítica contra cualquier publicación procedente de Dorpat, entonces un bastión del fundamentalismo luterano… Hay que admitir que la nueva fuente es, en efecto, muy apta para suscitar el escepticismo de cualquier historiador serio.

El material utilizado en las siguientes páginas consiste, además de la traducción de Berendts y Grass (a quien debemos la publicación póstuma de la la obra magna de Berendts), de una investigación realizada por el Prof. Vasilij N. Istrin sobre la versión en ruso antiguo de Josefo. Este ensayo del profesor Istrin ha confirmado sobre una base mucho más amplia la observación de Berendts sobre la utilización de un modelo griego por parte del traductor eslavo.

Los críticos de Berendts se contentaron para demostrar la espuria de sus textos con señalar las numerosas contradicciones entre estos y el original griego, pero olvidaron que Josefo fue un compilador tan superficial y poco profundo que incluso los textos griegos que poseemos de su pluma están llenos de contradicciones.

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La versión eslava
según S.G.F. Brandon
Esta famosa "Prise de Jérusalem", descubierta recientemente, era en realidad una versión en ruso antiguo diferente del texto griego conocido. En 1934 apareció una traducción al francés del texto de Josefo en ruso antiguo: La prise de Jérusalem de Josèphe le Juif (Texte Vieux-russe publié intégralement), ed. V. Istrin y A. Vaillant, traducción P. Pascal, 2 volúmenes (París). (página 36, nota 2).

El origen de esta versión sigue siendo un misterio. Robert Eisler, en su monumental obra titulada IHSOUS BASILEUS OU BASILEUSAS, publicada en 1929-1930, sugirió que esta versión eslava derivaba de un prototipo arameo o griego de la Guerra Judía de Josefo, en su versión griega tal y como ha llegado hasta nosotros. Eisler llamó a este hipotético original la Caída de Jerusalén (Halôsis). En su momento, muchos estudiosos refutaron enérgicamente su interpretación. Gran parte de la oposición a su interpretación se debió a que Eisler se basó en el verso eslavo para contar la vida de Jesús y los orígenes cristianos, para escándalo de los ortodoxos. Sin embargo, unos pocos estudiosos prominentes admiraban sus puntos de vista, o al menos les daban cierta importancia, especialmente el Sr. St. John Thackeray.

El estudio más importante que se ha hecho hasta ahora sobre este tema es un artículo de M.A. Rubinstein, cuya conclusión es la siguiente: "Si bien no hay nada en la versión en ruso antiguo de la Guerra que permita concluir que se trata de una traducción de la versión semítica original de Josefo o de una versión griega corta intermedia entre la semítica y la versión estándar, hay algunos indicios en la versión en ruso antiguo de su dependencia última de un texto griego más completo".

En nuestra opinión, la versión eslava no puede ser considerada ni como una obra anónima de algún judaizante que desea controvertir el cristianismo, ni como una creación de la Iglesia ortodoxa para combatir la herejía, y, además, estas teorías rivales, al anularse mutuamente, atestiguan el carácter extraordinariamente ambivalente del pasaje relativo al Hacedor de Milagros, es decir, a Jesús (pag. 406s).

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La versión eslava
según John P. Meier
El texto claramente no auténtico es una larga interpolación que sólo se encuentra en la antigua versión rusa (popularmente conocida como "eslava") de la Guerra judía, que ha sobrevivido en manuscritos rusos y rumanos. Este pasaje es un resumen torpemente amañado de varios acontecimientos del evangelio, sazonados con esas curiosas ampliaciones legendarias como las que contienen los Evangelios apócrifos y Hecho de los siglos II y III. A pesar del enérgico e ingenioso esfuerzo de Robert Eisler por defender la autenticidad de buena parte del material sobre Jesús que hay en la Guerra judía eslava, hoy casi todos los críticos rchazan su teoría. En décadas más recientes, G. A. Williamsonn quedó en absoluta minoría al tratar de mantener la autenticidad de esta y otras interpolaciones similares, ue obviamente proceden de mano cristiana (aunque no necesariamente de un mano ortodoxa). (pág. 80)

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La versión eslava
según Earl Doherty
En algún momento del siglo XIII se tradujo un texto griego de la Guerra de los Judíos de Josefo al idioma ruso antiguo, incorporando muchas modificaciones, supresiones y adiciones. Desde su "redescubrimiento" a finales del siglo XIX, los estudiosos han analizado gran parte de esos cambios como productos del traductor en consonancia con los intereses de la actual Iglesia ortodoxa eslava y la política de la Rusia antigua. Pero entre los añadidos hay ocho pasajes relativos a Jesús y Juan el Bautista que se considera que no son obra del traductor, sino que están presentes en alguna fuente o fuentes griegas que el autor eslavo utilizó, ya sea de Josefo o de otros. No existe nada parecido en ningún otro manuscrito griego existente de Josefo. La inserción correspondiente al Testimonium (nº 4) se encuentra precisamente en el punto de la Guerra de los Judíos (II, 9 / 169s) en el que Josefo habla de los mismos acontecimientos relativos a Pilatos que luego relataría en Antigüedades XVIII, donde se encuentra el Testimonium.

El cuarto pasaje, sobre Jesús, podría ser una expansión muy libre de alguna forma del Testimonium -comiena de forma bastante similar- complementada por un conocimiento de los fundamentos evangélicos; pero no se menciona la resurrección, aunque ésta aparece en un pasaje posterior, con referencias a la cortina rasgada del Templo, la tumba vacía y los guardias colocados alrededor de la tumba.

Sea cual sea la respuesta a todos estos enigmas, tenemos aquí un ejemplo más de la amplia e imaginativa industria dedicada a lo largo de los siglos a casar a Josefo con la tradición cristiana.

Tal vez debido a la naturaleza dispersa y heterogénea de las interpolaciones "cristianas" en Josefo representadas por estos pasajes en el texto eslavo, los estudiosos modernos han hecho pocos esfuerzos para utilizar ese texto para ayudar a formular su Testimonium reconstruido y la supuesta imagen del Jesús de Josefo.

Con una notable excepción. Eisler afirma proporcionar una descripción "recuperada" de Jesús a partir de la versión original (aún perdida) de la Guerra de los judíos de Josefo , derivada, decía, "directamente del informe oficial de Pilato, el gobernador, al emperador Tiberio", al que cree que tuvo acceso Flavio Josefo.

Si así fuera, Eisler habría realizado toda una proeza, una revelación que habría arrasado el mundo cristiano, tanto laico como erudito, desde que salió a la luz por primera vez en 1929. ¿Pero es así?

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