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Comer mi carne...
...beber mi sangre

La eucaristía en el evangelio de Juan
¿un ritual prehistórico?

Ya hemos visto cómo el evangelio de Juan no tiene, en su narración de la Última Cena, el relato de la institución de la eucaristía existente en los otros evangelios (los sinópticos) y en Pablo (1Cor 11, 23-25)

Al hablar de Las comidas abiertas de Jesús tampoco hacíamos mención del evangelio de Juan. La verdad es que en este evangelio el tema de "las comidas abiertas" no aparece (excepción hecha de la del cap. 6).

No podemos considerar una "comida abierta" las bodas de Caná: Jesús y sus discípulos participan como "invitados" de la familia (también está su madre) y no encontramos en la narración ningún indicio de ruptura de las normas sociales vigentes.

El evangelio de Juan narra otra comida (una cena) de Jesús: es una cena festiva dentro del marco familiar. La familia de Lázaro organiza una cena de agradecimiento. Y en este evangelio el perfume derramado sobre el cuerpo de Jesús no supone la ruptura de ninguna norma, pues es María, una de las hijas de la casa, la hermana de Lázaro, quien lo derrama sobre los pies de Jesús

Recordemos que en las narraciones paralelas de Mateo y de Marcos de esta cena en Betania es una mujer quien irrumpe, saltándose en este caso las normas, para ungir la cabeza de Jesús. Y, seguramente, que tenemos más en la imaginación la escena del evangelio de Lucas (7, 36-50), evangelio de que no tiene la narración de la cena de Betania, pero que sí que nos cuenta una comida de Jesús en casa de un fariseo, en la cual quien baña los pies de Jesús con sus lágrimas, los seca con sus cabellos, los besa y los unge con perfume es una mujer pecadora. (Lc 7, 38)

En el evangelio de Juan no hay comidas de Jesús con pecadores y recaptadores de impuestos, no hay comidas que le puedan valer un "comilón y bebedor de vino", no hay "comidas abiertas", no hay -en el lenguaje de hoy- "comidas alternativas".

¿No hay, pues, "eucaristía" en el evangelio de Juan?

Las tradiciones recogidas por los evangelios sinópticos y por Pablo "institucionalizaban" (inventaban?) la eucaristía en una misma y única escena, uniendo -poniéndolas seguidas- las acciones y las palabras institucionales

El evangelio de Juan separará las acciones de las palabras: un día para los hechos, otro día para las palabras.

El autor del evangelio de Juan es muy consciente de que no está escribiendo un texto de consenso, pues ya sabe que muchos de los seguidores de Jesús, muchas de aquellas primeras comunidades, no puede estar de acuerdo con lo que él dice, con el lenguaje que está utilizando

No nos es necesario repetir que el evangelista sitúa en el tiempo de Jesús las disputas entre comunidades que tuvieron lugar en su tiempo, ya un poco alejado de los tiempos de la vida de Jesús.

Según el mismo evangelista las protestas surgen del propio núcleo de los seguidores de Jesús.

En los versículos 26-58 (del capítulo 6) podemos distingir tres cosas:

Una pregunta: ¿no os parece curioso que la gente le pregunte: "Y tú, ¿qué señal haces?", al día siguiente de haber alimentado a "unos cinco mil hombres"?

El evangelista marca ahora un cambio de escenario: Jesús deja la sinagoga y la escena queda ocupada por el grupo formado por Jesús y sus discípulos (evk tw/n maqhtw/n auvtou/).

Doble reacción entre los seguidores de Jesús:

Muchos de sus discípulos (Polloi. ou=n evk tw/n maqhtw/n auvtou/):
...que sus discípulos murmuraban de todo eso
o[ti goggu,zousin peri. tou,tou oi` maqhtai. auvtou/
Este lenguaje es muy duro. ¿Quién es capaz de aceptarlo?
Sklhro,j evstin o` lo,goj ou-toj\ ti,j du,natai auvtou/ avkou,einÈ
Desde aquel momento, muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no iban con él
VEk tou,tou polloi. ÎevkÐ tw/n maqhtw/n auvtou/ avph/lqon eivj ta. ovpi,sw kai. ouvke,ti metV auvtou/ periepa,toun

Y este grupo,
¿quiénes son?
Un texto de
Raymond E. Brown

Los Doce (toi/j dw,deka):
¿También vosotros queréis dejarme?
Mh. kai. u`mei/j qe,lete u`pa,geinÈ
Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios
h`mei/j pepisteu,kamen kai. evgnw,kamen o[ti su. ei= o` a[gioj tou/ qeou/

Y este grupo,
¿quiénes son?
Un texto de
Raymond E. Brown

El evangelista (la comunidad "del discípulo amado") no puede -aunque ganas no le faltarían- oponerse frontalmente al grupo de los Doce (y a las comunidades surgidas de este grupo), representado por Pedro, pero de una manera muy sutil introduce -a través de una pregunta- un punto de desconfianza entre Jesús y ellos. De manera parecida, al final de su evangelio, Jesús pondrá por tres veces a Pedro la pregunta de si le ama. Nunca había sido necesario hacer estas preguntas ni al "discípulo a quien Jesús amaba" ni a su comunidad. Y, además, al grupo de los Doce pertenecía el que "lo había de entregar", Judas, hijo de Simón Iscariote

Muy posiblemente, hoy día,muchos cristianos y cristianas, nos quedaríamos más tranquilos si no tuviéramos que confrontarnos con esas palabras:

No creo equivocarme si pienso que a muchos de nosotros nos gustaría más explicar lo que es una de nuestras celebraciones eucarísticas, no a través de estas palabras de comer su carne, de beber su sangre, sino recordando aquellas comidas -que la mayoría de los exegetas creen con fundamento histórico- de Jesús con sus seguidores.

Las comidas abiertas de Jesús

El origen de la eucaristía en el evangelio de Juan -comer su carne, beber su sangre como condición indispensable de tener vida eterna- lo hemos de ir a buscar, más allá de la tradición bíblica del pueblo judío y, por consiguiente, del pensamiento de Jesús, en una de las más primitivas experiencias de la humanidad.

Cuando todavía no existía lo que hemos llamado "historia", ya había hombres y mujeres que participaban en un banquete real (y no en uno de ficticio como son nuestras actuales celebraciones eucarísticas, de las que nos atrevemos a decir que son símbolo de la presencia del Dios que da vida). Aquellos hombres y mujeres participaban de un banquete real en el cual la comida era la carne y la bebida la sangre del animal cazado y muerto (fruto del trabajo de toda la tribu), que para ellos era su divinidad. Esta es la teología, no escrita ciertamente, pero sí pintada en las cuevas -para nosotros "prehistóricas"- de Altamira Una pintura ruprestre de la cova d'Altamira

Esta teología de Altamira nos dice que la vida de la tribu procede de la vida de la divinidad, para ellos representada en un animal más "poderoso" que ellos, que había de ser sacrificada (cazada y matada) por el rito de la caza, y que, al consumirla, en el rito del banquete, como alimento (comer su carne, beber su sangre) uno se apropiaba de su poder, de su vida (tener vida eterna)

Esta teología de Altamira, arcaica, originada ya en nuestra más primitiva historia de la humanidad, es la que sigue sustentando nuestra teología de la eucaristía y de la redención: la idea de que el Hijo de Dios ha de ser matado y consumido para la redención del mundo.

Recordar ahora esta teología de Altamira no es, y ni puede ser, ni quiere ser, una proclama a abandonar esta arcaica teología de Altamira de nuestra eucaristía y de nuestra redención. Todo al contrario, me gustaría que sirviera para reconocer que se trata de una idea absolutamente arcaica, que se trata de un ritual de la Edad de Piedra, que se trata de un arquetipo humano, de algo existente en lo más íntimo y profundo del ser humano, y que no puede ser expresado con palabras de dogma, sino a través de la pintura y del mito.

Algo, pues, que debe ser tomado con mucha seriedad. Y así, ninguna extrañeza nos causará el saber que en las ciudades mediterráneas de los primeros siglos de nuestra era, no eran sóilo los grupos cristianos los únicos que, en sus reuniones, comían la carne y bebían la sangre de la divinidad.

Próximo capítulo

Eugen Drewermann
nos habla de esta
teología prehistórica

Gracias por la visita
Miquel Sunyol

sscu@tinet.cat/a>
11 marzo 2007
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