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La primera redacción me sirvió para hacer una especie de sermón en la celebración eucarística de los 50 años de vida consagrada de Mª Teresa Almandoz (a la derecha) y Teresa Ollé, dos IMS (Instituto de Misioneras Seculares), con la primera de las cuales compartimos, desde hace años, eucarístia y reflexiones cristianas en una misma "comunidad de base".
Unas semanas más tarde, y ya más ampliado, me volvió a servir para una charla a las AUS, otro grupo de mujeres de vida consagrada, en uno de sus encuentros mensuales de reflexión
Si me lo permitís, una recomendación: haced una lectura seguida del texto principal. Después, en una segunda lectura, ya podréis aventuraros por lo diversos caminos indicados. (Es una recomendación que sirve para todos mis temas, y que ya he indicado más de una vez)
Como estamos celebrando una "fiesta de familia", no os estrañaréis si, más que hacer un sermón, os enseño unas cuantas fotos, o, si alguna lo prefiere, unas diapositivas, o, incluso, un video. Os pido lo que San Ignacio pedía en sus Ejercicios: "Ver con la vista de la imaginación". Esto es todo lo que os pido: que veáis con la vist de la imaginación, que pongáis imaginación, pues sin ella os quedaréis sin fotos, sin diapositivas y sin video
La primera fotografía tiene ya aquel color amarillento de las fotos antiguas. Es una foto muy antigua y ha sido sacada muy lejos de aquí. Pongamos imaginación. Al fondo se recortan unas montañas muy altas, todas ellas nevadas. Aunque sea una foto vieja, llegamos a adivinar un edificio, un gran edificio... Es un monasterio budista, en uno de los valles de la vertiente sur del Himalaya, tres o cuatro siglos antes de Cristo
La segunda foto que os quiero enseñar ya no es tan antigua. Es una gran sala, bien iluminada por la luz del sol. A un lado están los hombres; al otro, separadas por unas celosías que no llegan hasta el techo, las mujeres. Si nos fijamos un poco más, parece que en los primeros bancos están sentados los más ancianos, como si estuviesen colocados por orden de edad. Delante de todos, un hombre, ya mayor, les dirige la palabra. Es la gran reunión semanal del monasterio egipcio del lago de Mareotis, muy cerca de Alejandría. Filón, un judío de Alejandría, nacido unos quince años antes que Jesús y muerto, también, otros quince años después de él, nos describe esta comunidad monástica
Una tercera foto. Puede ser, más o menos, de la misma época. Aquí sólo vemos hombres, vestidos de blanco con el aspecto de quien acaba de tomar un baño. Sentados a lo largo de unas mesas, cada uno tiene, frente a él, un pan y la escudilla. Quien preside, parece que hace con la mano un gesto de bendición. Las que con "la vista de la imaginación" seguís viendo el video, veréis que comienzan a comer...Si no oís voces, no es que el sonido del video no funciona, sino que comen en silencio... Por la luz que entra a la sala, diríamos que el sol está en sus primera horas del día. Es la hora de la primera comida de una de las comunidades esenias de Palestina. El historiador judío Flavio Josefo nos la ha hecho llegar hasta nosotros.
Tres fotos para poder decir una sola cosa: que la vida monástica ya existía antes de Jesús. Esto es: antes de Jesús, había hombres y mujeres que, apartados del mundo, viviendo en común y compartiendo lo que tenían, se dedicaban a las "cosas divinas"
¿Me permitís un paréntesis?
Antes de Jesús, a más a más de los monasterios había otras muchas cosas...
Y otras muchas cosas que, a veces, pensamos que son "cristianas"
Pero Jesús de Nazaret, por todo aquello que de él podemos llegar a saber, no se decidió por vivir en uno de estos grupos -que no podemos pensar que desconocía- de "vida consagrada". Jesús fue, aunque la palabra no existiera en aquel tiempo, un "laico", esto es, un hombre del pueblo
Sería mejor no hablar sólo de "Jesús"; es mejor hablar de "Jesús y los suyos". Y no dejándonos engañar por una lectura rápida (o "dirigida") de los Evangelios, no hablaremos de "Jesús y sus discípulos", sino de Jesús y de aquel grupo de hombres y mujeres que, todos juntos, rcorrían las comarcas de la Galilea hasta subir a Jerusalén.
Este primer grupo de "Jesús y los suyos" era un grupo de laicos y laicas, un grupo de hombres y mujeres del pueblo.
Miremos rápidamente unas cuantas fotos, o, mejor, "con la vista de la imaginación", el video
Un grupo, el de "Jesús y los suyos", un grupo de hombres y mujeres, crítico con el Templo y con todo aquello que el templo representa, que saben que para "adorar a Dios" no son necesarios ni el templo de Jerusalén ni el templo de Garizim (Jn 4, 21), y que la verdadera oración no se hace delante de la gente ni con largas recitaciones (Mt 6,5)
Quedémonos aquí, paremos ahora ya el video en este momento en que sólo podemos hablar de "Jesús y los suyos". Quedémonos en estos momentos en los cuales todavía no existe una primitiva comunidad de Jerusalén, cuando todavía no se han originado las comunidades establecidas en las ciudades de Palestina y de Siria, cuando las comunidades urbanas mediterráneas suscitadas por los misioneros todavía no han nacido...
En estos momentos tenemos, por un lado, una "vida monástica" que ya lleva, en diversas culturas, una larga tradición, de siglos, y que tiene sus normas, sus reglas, su dinámica...
Por otro lado, tenemos este grupo, entre otros muchos, de "Jesús y los suyos", como algo nuevo que comienza, del cual todavía no podemos hablar de normas, pero sí de un cierto talante, de una cierta manera de ser y de hacer...
Ahora es el momento de recordar aquella frase, que "Jesús y los suyos" se verían obligados a repetir muchas veces:
El vestido viejo, los odres viejos son -entre otras formas religiosas- las diversas formas de vida monástica que existían desde hacía siglos; el paño nuevo, el vino nuevo es esta manera de vivir de "Jesús y los suyos".
Pongamos otra vez en marcha el video. Dejemos que pasen, rápidos, los años y también unos cuantos siglos... hasta que nos encontremos con una imagen bien conocida por todos nosotros: la de un monasterio, ya sea de hombres o de mujeres, la de un monasterio cristiano, en donde, no sólo apartados del mundo, sino que muchas veces encerrados por altos muros y rejas, cristianos y cristianas pretenden vivir la radicalidad del Evangelio.
¿Han olvidado la doble advertencia del Evangelio? "Nadie cose a un vestido viejo... nadie pone vino nuevo..."
"Vida monástica" y "Evangelio", ¿pueden llegar a encajar? En estas bodas entre la vida monástica y la vida evangélica, ¿quién ha llevado las de ganar?
Podemos decir que la dinámica más antigua de la vida monástica ganó al talante más novedoso del Evangelio. Unos pocos ejemplos:
Si buscáramos en la Regla de San Benito una descripción de "Jesús y los suyos", de aquel grupo de hombres y de mujeres, de aquel grupo de carismáticos ambulantes, bien pronto la encontraríamos, nada más empezar el primer capítulo de su Regla. Pero quizás, después de leer lo que san Benito dice, nos preguntaríamos sorprendidos:
Esto es lo que dice la Regla:
La cuarta clase de monjes es la de los "itinerantes", que se pasan toda la vida rondando por diversos lugares, hospedándose tres o cuatro días en las casas de otros, siempre arriba y abajo, nunca quietos, esclavos de sus propios quereres y de los atractivos de la gula
¿No resuena aquí aquel "comilones y borrachos"?
Y prosigue San Benito:
Y en todo peor que los sarabaítas -a los que ha descrito en tercer lugar-, los cuales "de dos en dos, de tres en tres, y a veces solos, se cierran sin pastor, no en el redil del Señor, sino en el suyo propio, teniendo por ley la voluntad de sus deseos
Acaba Benito la descripción de los "itinerantes" con esta frase:
De la miserable vida de estos es mejor callar que hablar
Pero, gracias a Dios, no todo el mundo, entre cristianos y cristianas, fueron de la misma opinión. Aquí tres o cuatro fotos nos servirán como muestra.
Pero no llegaríamos a entender la figura de san Francisco si no habláramos también de "Francisco y los suyos": todos aquellos grupos de hombres y de mujeres, antes y después de él, sobre todo de las clases populares, que bajo diversos nombres (desde "hermanos apóstoles" hasta "fraticelli" o "hermanos de vida pobre") pululan por los pueblos y ciudades de Italia, Francia y Alemania...
Querían recuperar las formas del Evangelio, que para ellos y ellas será la pobreza real y total, la vida itinerante, la predicación, el rechazo de la jerarquía y del sacerdocio, el comunismo en los bienes materiales, la prohibición del matrimonio... Para muchos de ellos, este querer hacer el "recuerdo de Jesús y los suyos" será peligroso, pues acabarán su vida en la hoguera. Francisco, por esta sabiduría política de la iglesia romana, será canonizado.
"Francesco", el hijo de un rico comerciante de Asís, no fue un caso aislado...
Unos cuantos años antes, en Lyon de Francia, un rico comerciante, Pedro Valdo...
¿Ya sabes quién fue Pedro Valdo?
Ahora esta foto es de París, principios del siglo XIV, año 1310. Una plaza llena de gente, por encima de sus cabezas podemos distinguir el humo y las puntas altas de las llamas de una hoguera.
Ya en el año 1250 un cronista de París nos habla de "una innumerable multitud de mujeres solteras conocidas como las "beguinas". ¿Quiénes son estas beguinas? Un movimiento de mujeres, ni fundado ni apoyado en ningún fundador masculino, ni habían buscado ninguna autorización del santo padre ni vivían bajo una regla definida, sin organización ni constitución, sin votos, sólo una declaración de intenciones. Y podían seguir con su trabajo normal. El papa Clemente V (1305-1314) nos las describe de esta manera:
Mujeres atacadas por una cierta locura, que se ponen a discutir sobre la Santísima Trinidad y sobre la esencia divina, y que sobre otras cuestiones de fe y de sacramentos, opinan en contra de lo que enseña la fe católica. Viven sin prometer obediencia a nadie, no renuncian a sus propiedades, no siguen una regla aprobada.
Conclusión papal aprobada por el Concilio Ecuménico XV, celebrado en Vienne en 1311-1312:
Su modo de vida debe ser prohibido y excluido de la Iglesia de Dios
Un par de años antes, en una plaza de París, la beguina Marguerite de Porete, ya había quemado -ella y su libro- en la hoguera
Sabe -así lo ha leído en la Vita Christi del cartujo Ludolfo de Sajonia- que Jesús, a los doce años, al quedarse en Jerusalén, se había hospedado en un hospital de pobres y que, con otros mendigos, había pedido limosna de puerta en puerta. De la misma manera sabía que el camino de Nazaret al Jordán lo hizo "solo y a pie descalzo". Pero en este mismo libro había podido leer cosas más serias:
Los bienes de la Iglesia son patrimonio de Cristo. Lo que no necesitamos para comer o para vestir pertenece a los pobres... Es por eso que no nos podemos aprovechar del ministerio pastoral para convertirnos en orgullos, opulentos, ricos. No es lícito construirse grandes palacios con los bienes de la Iglesia malgastarlos en vanidades y en cosas superfluas. Tampoco sería lícito utilizarlos para que prosperaran con ellos parientes y sobrinos ni, mucho menos, para que sirvieran como dote para casar a las hijas. Robar el patrimonio a los pobres es un sacrilegio...
A primera hora de la mañana ("en amaneciendo"), el día de la fiesta de Nuestra Señora de marzo, habiendo dejado la mula en el monasterio y sus vestidos a un pobre, empieza su peregrinaje "solo y a pie" y -utilizando ahora la expresión de san Jerónimo- "desnudo siguiendo a Cristo desnudo": seguir a Cristo en la forma específica de la vida apostólica, de la pobreza de los apóstoles. La pobreza que
..., "tomando nuestro común Señor Jesús para sí, mostró la misma a los apóstoles y discípulos queridos, inviándolos a predicar".
En febrero de 1536, desde Venecia, escribe al arcediano de Barcelona, Jaume Cassador, quien más tarde sería el obispo, que no descarta, una vez haya acabado sus estudios, volver a Barcelona
...porque me parece, y no dudo, que más cargo y deuda tengo a esa población de Barcelona, que a ningún otro pueblo de esta vida
según los deseos del arcediano
...mas siempre en estado de predicar en pobreza
El "trabajo apostólico" no sería retribuido, pero era el que justificaba poderse dedicar a la mendicidad. Francisco dedicaba tiempo al trabajo manual.
Las formas de la "vida monástica", en la cual había pensado cuando comenzó a querer vivir la radicalidad del Evangelio y que en un primer momento le complacieron, las encontró más tarde inadecuadas. Un solo punto para no alargarme: la supresión del coro nos recuerda aquello de
No seáis como los hipócritas... cuando quieras rezar, métete en tu cuarto, echa la llave y reza a tu Padre que está escondido... (Mt 6, 6).
Suprimir el coro a la "vida monástica" era como pegarle una puñalada en su propio corazón. Así lo entendieron todos aquellos, papas incluidos, que intentaron suprimir esta supresión del coro.
También nos equivocaríamos si habláramos sólo de san Ignacio, aunque aquí ya no me atrevo a referirme a "san Ignacio y los suyos", sino que sería mucho más acertado hablar de "san Ignacio y su tiempo". En su tiempo, unos cristianos, buscando también la reforma de la Iglesia según el evangelio, suprimieron toda forma de "vida monástica". Me refiero, como ya podéis suponer a los cristianos protestantes.
En una Francia, devastada por la religión, primero por la llamada "Guerras de religión" (1562-1598) y, más tarde, por la también religiosa "Guerra de los Treinta años" (1618-1648), este sacerdote encarga a sus Hijas de la Caridad, fundadas por él mismo, mantener la memoria de "Jesús y los suyos", yendo vestidas como "mujeres del pueblo", sin llevar ningún velo en la cabeza. Escuchemos sus recomendaciones:
Tendrán por monasterio las casas de los enfermos..., por celda, una habitación de alquiler; por capilla, la iglesia parroquial; por claustro, las calles de la ciudad; por clausura, la obediencia; por rejas, el temor de Dios; por velo, la santa modestia; por profesión, la continua confianza en la Providencia y la ofrenda de todo su ser
Hay más fotos, pero éstas nos bastan para ver cómo siempre, en la historia de la iglesia, ha pervivido -muchas veces como corriente subterránea de un río-, el sueño de un retorno a las formas de vida (quizás más idealizadas que reales) de "Jesús y los suyos", de aquel grupo de laicos y laicas, de aquel grupo de hombres y mujeres del pueblo
Es posible que nuestra generación haya vivido este sueño: recuperar el aspecto laical, secular, de "Jesús y los suyos". Pienso, naturalmente, en el nacimiento y multiplicidad de Institutos seculares; pienso, también, en el movimiento de "curas obreros", el cual -para lo que a los religiosos toca- no fue sólo una manera de "ganarse la vida", sino una auténtica reformulación de la vida religiosa. Y me atrevería a decir que este sueño ha tenido la fuerza de penetrar, incluso, dentro de los muros y rejas de la "vida monástica".
Y que nadie me pregunte ahora: ¿Y de las IMS, ¿qué dices?
En primer lugar, Maite ya ha hablado de ellas, y, sobre todo, sería, por mi parte, una pretensión imperdonable si quisiera, con fotos y con la vista de la imaginación hablar de aquello que personas aquí presentes llevan viviendo, vestidas como mujeres del pueblo, desde hace muchos años
Gracias por la visita
Miquel Sunyol sscu@tinet.cat Marzo 2003 |
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