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Figuras
CÓMO PINTAR FIGURAS (XII)
LOS EFECTOS DEL ENTORNO
Una figura debe adecuarse a la situación en la que aparece.
Un oficial en un desfile aparecerá muy elegante, con las partes de metal y cuero bien pulidas. Pero si la figura es un soldado en una batalla, la ropa debe resentirse de la situación.
Se repite.
En el apartado de Pintura y acabado hay una serie
de artículos dedicados al Efecto «realidad»
(envejecimiento) que pueden aplicarse a las figuras.
Una figura en un ambiente seco tendrá las botas polvorientas. Aplicaremos con pincel seco muy poca cantidad de un color claro mientras se pinta el terreno o base donde situaremos la figura. Fundiremos gradualmente el efecto hasta las botas.
Si la figura camina
detrás de una columna de caballería, el polvo estará en la parte anterior
de su cuerpo.
Raspando un «pastel» con una cuchilla (encontrareis más información en el artículo Pintura y acabado > Envejecimiento (VI): Los pasteles), cogeremos un poco con un algodón y frotaremos ligeramente la figura; el polvo se pegará a las superficies más expuestas como si fuese natural.
La pintura debe estar perfectamente seca, no debemos excedernos en el efecto y protegeremos bien la cara.
Para una figura en un paisaje embarrado, pincelaremos en seco el color adecuado a las botas. Pueden extenderse algunas salpicaduras muy finas a los bajos del pantalón. Puntearemos el barro con mucha mesura.
La lluvia oscurece los hombros, los gorros y los pantalones salpicados. Fundiremos un tono más oscuro muy rápido por los bordes. Usaremos también este efecto para imitar el sudor si la figura está entregada a un trabajo duro, sobre todo en un clima cálido.
No olvidaremos tampoco el efecto del tiempo sobre la ropa; así, en la mayor parte de los casos el uniforme de un soldado estará desgastado y descolorido.
Heridas de guerra
En las escenas militares antes o
después aparecerán situaciones en que la presencia de sangre es necesaria.
El modo en que se aplica este pequeño detalle puede realzar o estropear la
escena, y hay muchos aficionados que lo exageran en exceso.
A menos que lo que se pretenda sea impactar al espectador, basta una discreta cantidad de sangre. Las manchas sangrientas de un color rojo vivo son propias de un aficionado. Unas cuantas gotas en puntos clave no son sólo más discretas, sino también mucho más eficaces. La sangre fluye de las heridas en hilos delgados, no como amplias franjas de rojo, y casi nunca es de un rojo intenso.
La mejor manera de pintar la sangre es utilizar primero un color carmesí y después aplicar zonas de luces con color rojo. Finalmente, añadir barniz muy brillante para que la pintura parezca mojada.
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