NAVAJA DE AFEITAR:  (hace 20.000 años, Asia y África)

 

Aunque nos imaginemos al hombre primitivo como un ser barbudo, los arqueólogos tienen pruebas de que nuestros antepasados se afeitaban ya la cara hace veinte mil años. Las pinturas de las cuevas representan claramente a hombres barbudos y a hombres lampiños, y en las sepulturas se han encontrado pedernales y conchas afiladas que fueron las primeras navajas. Y tan pronto como el hombre dominó las técnicas del hierro y del bronce, se fabricaron navajas con estos metales.                                                        

 

A través de la historia, la pilosidad facial del hombre y su manea de tratarla fueron factores importantes en las vidas de reyes y labradorres. soldados y comerciantes. Entre los antiguos egipcios, una cara bien rasurada era símbolo de categoría, y los miembros de la realeza se llevaban consigo a la tumba sus colecciones de navajas de bronce. Los griegos se afeitaban diariamente, y aunque los romanos juzgaban afeminada esta costumbre, utilizaban navajas en el campo de batalla, puesto que en el combate cuerpo a cuerpo una barba crecida representaba un inconveniente.

 

En las Américas, los indios eliminaban estoicamente sus barbas arrancándola pelo a pelo, empleando conchas de molusco como pinzas.

 

En el siglo XIX, pese a ser un instrumento de uso corriente, la navaja de afeitar poco había ido cambiando su apariencia desde los tiempos del antiguo Egipto. Sin embargo, se habían realizado ya varios intentos para crear una navaja de seguridad.

 

 

MAQUINILLA DE AFEITAR: (1762, Francia)

 

Durante siglos, los hombres jóvenes (e incluso las mujeres) aprendieron dolorosamente, a fuerza de cortarse e irritarse la piel, cómo afeitarse bien utilizando una navaja afilada y recta. El primer instrumento específicamente diseñado como navaja de seguridad apareció en Francia en 1762, inventado por un barbero profesional llamado Jean-Jacques Perret. Empleaba una guarda metálica, situada a lo largo de un filo de la hoja, para impedir que ésta se deslizara accidentalmente y cortase la piel del usuario. Unos setenta años más tarde, surgió en Sheffield, Inglaterra, un modelo mejorado, más ligero y más cómodo de utilizar. La moderna navaja en forma de D fue un invento norteamericano de la década de 1880, pero su hoja, insustituible, había de ser afilada con regularidad.

 

La primera gran revolución en el afeitado la inició, prácticamente en solitario, un inventor y vendedor ambulante llamado King Gillette. Nacido en Fond du Lac, Wisconsin, en 1855, Gillette era un hombre alto y robusto, de aspecto aristocrático y totalmente decidido a triunfar en la vida. En realidad, su idea no era crear una navaja de afeitar que ofreciera mejores resultados, sino la de dar al mundo un orden social totalmente nuevo.

 

Una amigo suyo, William Painter, inventor del tapón de botella desechable, sugirió que el viajante y autor fracasado ideara un artículo que, al igual que su tapón, fuera utilizado una sola vez, desechado e inmediatamente sustituido. La idea intrigó a Gillette, y durante un año, en su casa de Brooklinc, Massachusetts, se dedicó a anotar una y otra vez por orden alfabético artículos del hogar y comerciales de uso frecuente.

 

No se le ocurrió nada hasta que una mañana de 1895 Gillete empezó a afeitarse y descubrió que su navaja ya no cortaba. Tendría que entregar el instrumento a un barbero o un afilador profesional, un servicio rutinario y familiar en aquellos tiempos. Más tarde escribiría: “Mientras me encontraba con la navaja en la mano, posando mis ojos en ella tan ligeramente como el pájaro que se dispone a instalarse en su nido, nacieron la maquinilla de afeitar Gillette y su hoja intercambiable.”

 

El concepto era sencillo, pero la parte tecnológica exigió más de seis años para su perfeccionamiento. Los fabricantes de herramientas con los que Gillette se puso en contacto le dijeron que era imposible fabricar unas cuchillas de acero pequeñas, baratas y delgadas como el papel. Los ingenieros del Massachusetts Instituto of Technology le recomendaron que abandonase el proyecto, pero un profesor de ese organismo, William Nickerson, inventor de un sistema de pulsadores para los ascensores, en 1901 decidió colaborar con Gillette.

 

Los primeros frutos de su esfuerzo conjunto se pusieron a la venta en 1903: una serie de cincuenta y una maquinillas de afeitar (a cinco dólares cada una) y 168 hojas cambiables. No tardaron en propagarse las virtudes de seguridad y comodidad que ofrecía la maquinilla, hasta el punto de que la producción no pudo satisfacer la gran demanda.

 

En 1906, los norteamericanos compraron 300.000 maquinillas y medio millón de hojas, cuyos paquetes ostentaban el retrato y la firma de Gillette. Cuando los Estados Unidos entraron en la primera guerra mundial, el gobierno pasó un pedido de 3,5 millones de maquinillas y 36 millones de hojas...: lo suficiente para mantener afeitadas a todas la fuerzas armadas del país. La guerra propagó el invento de Gillette entre hombres de todos los rincones del mundo, que al regresar a sus casas del campo de batalla, quisieron disponer de maquinillas Gillette, así como de un suministro regular de hojas de afeitar.

 

King Gillette se retiró en 1951, multimillonario, y aquel mismo año la maquinilla de afeitar se encontró con el primer rival importante en su larga y peculiar historia: la afeitadora eléctrica.

 

 

AFEITADORA ELÉCTRICA: (1931, Estados Unidos)

 

Cuando prestaba servicio en el ejército de los Estados Unidos, Jacob Schick recibió una maquinilla de afeitar Gillette, con un suministro de hojas. Este producto no le inspiró ninguna queja. Garantizaba siempre un afeitado puro y cómodo, excepto cuando no se disponía de agua, jabón o de crema de afeitar, o bien cuando en invierno no era posible calentar el agua. En cierta ocasión, encontrándose en una base de Alaska con un tobillo fracturado, tuvo que romper una capa de hielo cada mañana para mojar con agua su maquinilla de afeitar. Después de la guerra, Schick se dispuso a inventar lo que él llamaba una “navaja seca”, accionada por un motor eléctrico.

 

El principal inconveniente consistía en que los motores más potentes y fiables tenían un tamaño excesivo. Durante cinco años, Schick trabajó para perfeccionar su pequeño motor eléctrico, que patentó en 1923. Sin embargo, una serie de obstáculos seguía anulando sus mejores esfuerzos. Aquellos financieros cuya ayuda buscaba se afeitaban satisfactoriamente con maquinillas y hojas Gillette, tal como hacían millones de personas en todo el mundo. Así pues, ¿era realmente necesaria una afeitadora eléctrica? Schick asi lo creía. Hipotecó su casa, contrajo deudas y produjo su primera afeitardora eléctrica comercial a un precio sumamente elevado (25 dólares la unidad) en 1931, o sea en plena depresión.  El primer año, Jacob Schick sólo vendió tres mil máquinas.

 

El año siguiente consiguió un discreto beneficio, que reinvirtió en una publicidad de ámbito nacional. Repitiendo esta política año tras año, en 1937 vendió casi dos millones de afeitadoras eléctricas en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra. La máquina de afeitar eléctrica tal vez no fuera una de las cosas necesarias en la vida, pero sí se presentaba como una de las novedades eléctricas del siglo XX, y Jacob Schick había demostrado que existía un mercado para ella.

 

Tal como Schick había competido con el nombre Gillette en los años treinta, nombres como los de Remington y Sunbcam compitieron en los cuarenta con el suyo. En 1940, Remington hizo historia industrial cuando presentó la máquina de afeitar con dos cabezales. Llamada Dual, fue la pionera de la moderna tendencia a las afeitadoras de cabezales múltiples. Y aquel mismo año, Remington. causó sensación cuando anunció una afeitadora eléctrica diseñada expresamente para las mujeres, que durante siglos se habían librado del vello indeseable de su cuerpo mediante pinzas, ceras, depilatoríos y abrasivos, sin que apenas se hubiera hecho mención de estas torturas en la historia del afeitado.