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Odila Gou Suñol en el Balcón del Mediteráneo (Tarragona)
La Palabra de Dios,
¿palabra viva? o ¿palabra muerta?
Un reto para la vida religiosa

Sermón en la celebración eucarística de los 60 años de vida religiosa de Odila Gou Suñol (Religiosa de Jesús y Maria), la cual, desde hace unos cuantos años, trabajaa en Colombia


Hoy sí que podríamos empezar diciendo aquello de que "el hábito no hace al monje". Creo que todos entendemos que, vestida casi como antes del concilio, has hecho un largo recorrido siguiendo aquellos vientos que un buen papa, abriendo puertas y ventanas, dejó que soplasen por las cuatro esquinas de nuestra iglesia.

Ahora quieres, con todos nosotros, recordar -dando gracias a Dios- los inicios de este recorrido que empezó -como empezó para Abram, el padre de nuestras tres religiones hermanas- con una palabra surgida desde las profundidades de tu espíritu:

Sal de tu país, de tu familia y de la casa de tus padres hacia el país que yo te indicaré. (Gen 12, 1)

No estará de más no olvidar que en otras culturas, en otras religiones, hombres y mujeres iniciaban caminos similares.

Dejar la casa de tus padres para ir a buscar otro lugar...

Parece que, pasados los primeros siglos de expansión del cristianismo, una vez ya consolidado, oficializado y burocratizado en las estructuras de la sociedad del imperio romano, algunos cristianos, hombres y mujeres, abandonaban su lugar familiar, su situación social, y caminaban hacia el desierto.

Algunos han dicho que era una "huida del mundo", y así han visto la vida religiosa como un escaparse de los auténticos problemas de los hombres y mujeres de cada tiempo.

Pero este irse al desierto -el primer balbuceo de lo que siglos más tarde llegaría a ser la "vida religiosa"- tenía una intuición profunda: la "Palabra de Dios" no tiene fuerza por sí misma; puede ser una palabra viva; pero también puede ser una palabra muerta.

La "Palabra de Dios" para nosotros, cristianos, es toda acción o palabra, o gesto, o silencio de los que quieren hacer presente y eficaz el recuerdo de Jesús en nuestro mundo. (El Apocalipsis (19, 10) hablaría de los hombres que mantienen el testimonio de Jesús). Hacer presente el recuerdo de Jesús aquí y ahora para transformar y cambiar nuestro mundo de hoy.

Aquellos hombres y aquellas mujeres del desierto tuvieron la intuición de que en una Iglesia ya totalmente asimilada por la sociedad bienestante del imperio romano, (hoy diríamos aburguesada), no tenía ningún sentido intentar repetir ninguna "Palabra de Dios". Eran palabras muertas: ya podían predicar, que el mundo no se transformaría ni cambiaría. Era necesario buscar otro lugar, desde el cual hacer presente -con eficacia- el recuerdo de Jesús.

¿Y no es ésta la misma intuición que, a lo largo de la historia, han tenido muchos de los fundadores y de las fundadoras? La vuestra, ¿no dejó una noche de octubre la casa de sus padres para ir a vivir pobremente a una casa casi sin muebles?

¿Y no es esta intuición -que nuestra "Palabra de Dios" es una palabra viva o es una palabra muerta según el lugar desde donde es dicha o realizada- la que te ha ido conduciendo durante estos sesenta años? Desde dónde y con quién. ¿Me equivoco mucho si imagino que tus últimos años han sido la búsqueda de aquellas dos pequeñas huérfanas que, de alguna manera, os engendraron?

El Magnificat, el cántico que el evangelista Lucas pone en boca de María cuando visitó a Isabel, el que hoy, gracias a uno de los profetas de nuestro tiempo, hemos podido escuchar con toda su fuerza, ¿puede llegar a ser una palabra muerta?

El Magnificat
de Dom Helder Camara

¿Habéis tenido alguna vez la experiencia de cómo un cántico de fuerza, de liberación y de vida, se convierte en palabras vacías, muertas?

Yo la tuve hace años, leyendo en los diarios los funerales del general De Gaulle. La misa de funeral acabó, creo que por deseo de él mismo, con el canto en latín del Magnificat. El lugar es la catedral de París. Los primeros bancos están ocupados por reyes, jefes de estado, presidentes: todos los poderosos de la tierra. Ya podéis suponer qué gente seguiría llenando los otros bancos. En el altar, el cardenal de París y muchísimos obispos.

Nadie se inmutó. Ninguno de los numerosos miembros de la seguridad de todos aquellos poderosos se levantó para ir a defender a su amo.

Nadie tuvo miedo ni de ser destronado, ni de ser despedido con las manos vacías.

¿Os imagináis qué hubiera pasado si, cuando escuchaban sin inmutarse el "deposuit potentes de sede sua"

Derriba del trono a los poderosos
exalta a los humildes
a los hambrientos los colma de bienes
a los ricos los despide vacíos

se hubiera empezado a escuchar, viniendo de la calle, un griterío que cada vez se oía más próximo y más claro, que, a medida que avanzaba, se veía más claramente que se dirigía a la catedral, que era una mezcla de mil acentos diferentes (toda la población inmigrante de París) cantando en mal francés algo parecido a Todos juntos venceremos, o La Internacional, o A las barricadas?

¿Nos imaginamos qué hubiera pasado?

¿Pensamos, tal vez, que el Magnificat, el cántico de María, tiene menos fuerza revolucionaria que cualquiera de estos otros cánticos?

¿Quién canta el Magnificat?

¿Quién canta las maravillas de Dios?, ¿quién se alegra por la fuerza de su brazo?, ¿quién danza en honor del Dios que ha destronado a los poderosos?, ¿quién grita que los ricos se han quedado sin ni cinco?, ¿quién celebra que los pobres han invadido los "supermercados"?

¿A quién representa María? ¿A quién mira nuestro Dios bíblico?

¿A una monja muy humilde ante sus superioras? ¿O a su pueblo humillado y oprimido?

Tal vez no pega aquí, en la parte alta de Barcelona, hablar de "su pueblo humillado y oprimido", pero este pueblo -humillado y oprimido- estaba bien presente, en una Francia convulsionada por la Revolución, en vuestros años fundacionales. Este pueblo se os hizo bien presente no sólo a través de aquellas dos pequeñas huérfanas, sino también por medio de todas aquellas jóvenes que pronto llenarían vuestras casas "Providencia", donde, mediante la formación y el trabajo, queríais convertirlas en "hijas de Dios" (hoy diríamos, en "mujeres liberadas"). Más tarde, en Lyon, este pueblo -humillado y oprimido- fueron los obreros de la seda en huelga, que, haciéndose fuertes en la colina de Fourvière, fueron vuestros vecinos.. Y parece que supisteis ser buenas vecinas. Tú también has sabido encontrar a este pueblo humillado y oprimido...

La "vida religiosa" hoy (y repito hoy, cuando la oficialidad de la iglesia parece que va tomando, a diversos niveles, todos los caminos demasiado tradicionales) continúa teniendo el reto (no el único, naturalmente) de buscar el lugar donde el Magnificat recupere su fuerza de Dios, donde el cántico de María suene y siga siendo revolucionario.

Buscar el lugar en nuestra sociedad europea del bienestar, donde podamos ser alcanzados por la mirada de Dios, esta mirada única de Dios sobre su siempre existente pueblo humillado y oprimido.

Buscar el lugar (y no sólo el lugar, sino la manera de estar allí y de cómo actuar allí, y cuáles son nuestras relaciones sociales y nuestras conexiones personales) donde nuestra "Palabra de Dios" (nuestro hacer presente el recuerdo de Jesús) no sea una palabra muerta, sino una palabra viva: una acción, una palabra, un gesto o un silencio capaz de transformar nuestro mundo, el mundo que viven cada día los hombres y mujeres de hoy.

Buscar el lugar y la manera de estar allí y de cómo actuar...

Buscar el lugar donde empezásemos a tener miedo (un miedo que actualmente no tenemos) de nuestra "Palabra de Dios", donde no tuviésemos más remedio que exclamar con Helder Camara, el "obispo rojo" de Brasil, en su cántico a María, cántico final de una misa de los negros de Brasil, en la cual el amigo Pere Casaldáliga también participaba:

Dom Helder Cámara

Mariama, nuestra Señora, Madre querida,
no hay que ir tan lejos como en tu himno:
No es preciso que los ricos se vayan con las manos vacías
y los pobres con las manos llenas:
ni pobre ni rico.
Nada de que el esclavo de hoy sea señor de esclavos mañana.
Basta de esclavos:
un mundo sin señores y sin esclavos

Buscar el lugar en que la "vida religiosa", nuestra "Palabra de Dios", el evangelio vivido con profundidad y radicalidad, comenzase a darnos miedo: el miedo de Jesús ante su "viernes santo", el miedo de las mujeres la "mañana de Pascua".

Buscar el lugar... Es tal vez esto lo que nos enseñan tus sesenta años de "vida religiosa".

San Gervasio (Barcelona)
7 de enero 2004


 
 
 
Gracias por la visita
Miquel Sunyol
sscu@tinet.fut.es 
Febrero 2004
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