SANTA CLAUS  (después del siglo IV, Europa, Asia y América)

 

El Santa Claus original, san Nicolás, nació en la antigua ciudad de Licia, en la región sudeste de la actual Turquía, a principios del siglo IV. Ya en su infancia, demostró su piedad observando voluntariamente dos días de ayuno a la semana (miércoles y viernes). Tras morir tempranamente sus padres, dedicó por completo su vida a Cristo e ingresó en un seminario de su ciudad. Se dice que, en un viaje por mar a Palestina, extendió los brazos y calmó una mar embravecida, y que éste fue el primero de sus muchos milagros. Más tarde, se convirtió en el santo patrono de los marinos.

 

Todavía muy joven, Nicolás fue nombrado obispo de Myra, en Asia Menor, pero su éxito en ganarse conversos y su generosidad con los pobres enfurecieron a los Funcionarios romanos. Durante una violenta persecución contra los cristianos, fue encarcelado y torturada por orden del despótico emperador Gayo Diocleciano, pero éste, después de un reinado de terror y abusos, abdicó de repente a la edad de sesenta años para llevar una vida sencilla, dedicada a la agricultura. Esto complació a muchos romanos y fue una gran suerte para Nicolás, ya que el nuevo emperador, Constantino (que más tarde se convertiría al cristianismo), puso en libertad al obispo. Y cuando Constantino convocó el primer Concilio de la Iglesia en Nicea, el año 325, Nicolás asistió como personaje destacado. Se cree que murió el 6 de diciembre de 342, y con el tiempo fue adoptado como santo patrono de Rusia, Grecia y Sicilia. Dos aspectos de la vida de san Nicolás le llevaron a convertirse en Santa Claus. Su generosidad era legendaria, y además se mostraba particularmente afectuoso con los niños, como sabemos por relatos romanos acerca de la protección que dispensaba a la infancia. Durante toda la Edad Media, e incluso mucho más tarde, se conoció a este santo patrono de los niños bajo diversos nombres, ninguno de los cuales era Santa Claus.

 

Durante la Reforma protestante, en el siglo XVI, san Nicolás desapareció en muchos países europeos y lo sustituyeron otras figuras de significado más secular, como Father Christmas en Gran Bretaña y Papa Noel en Francia. Ni uno ni otro eran entonces muy generosos con sus regalos a los niños, pero en ese momento de la historia los pequeños no ocupaban un lugar muy destacado en la sociedad. Father Christmas, por ejemplo, era más bien e! supuesto patrocinador de fiestas de adultos en las que el tema central eran los amoríos. Los holandeses mantuvieron viva la tradición de san Nicolás, y siguieron colocando sus zuecos junto a la chimenea la noche de la llegada del santo. Los zuecos los rellenaban con paja, que había de servir para alimentar al asno de san Nicolás, que cargaba con los regalos. A su vez, Nicolás metía un pequeño obsequio en cada zueco.

 

 

REYES MAGOS (siglo IV, Europa)

 

“Y he aquí que la estrella que los Magos hablan visto en Oriente les precedía, hasta que, al llegar sobre el lugar donde estaba el Niño, se detuvo. A la vista de la estrella, los Magos se regocijaron en extremo y, entrando en la casa, encontraron al Niño con María, su madre, y, postrándose, te adoraron, y tras abrir sus cofres le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra.” Tal es el texto del Evangelio de san Mateo, que no indica ni el número de los Magos, ni sus nombres, ni su procedencia, ni si eran de tal o cual raza o color. Todo indica, sin embargo, que, precisamente por ser Magos de Oriente, su origen era persa, muy probablemente seguidores de las doctrinas de Zoroastro, comentaristas de las doctrinas y de la literatura religiosa medopersa con sus teorías de fondo metafísico y carácter ético y social. En resumen, los Magos eran, entre los persas, una clase de intelectuales dedicados al cultivo de la filosofía religiosa de Zoroastro y que gozaban de gran influencia social como consejeros públicos, llegando a ocupar en ocasiones cargos políticos. Algunos escritores cristianos de la Antigüedad hablarían de Zoroastro como de un profeta del Mesías, y también hubo seguidores del mazdeísmo que identificaron a su maestro con Abraham. Tales eran, pues, probablemente, los personajes que rindieron tributo al Niño en su cueva.

 

Posteriormente, la tradición, la leyenda y la fantasía adornarían profusamente a estos visitantes, y en el siglo IV se habla ya de ellos como reyes. En el VII, su número, que había oscilado hasta entonces entre dos y quince, se fija definitivamente en tres, y comienzan ya a sonar sus nombres: Gaspar, Melchor y Baltasar. La misma magnificencia de sus regalos (oro, incienso y mirra) induce a creer en unos augustos personajes ricamente ataviados y acompañados por un lucido séquito, y su homenaje se interpreta como una manifestación de Dios ante todo el mundo. De ahí que la tradición les confiera incluso razas distintas: Melchor, blanco y barba rubia, representaría a Europa y la raza de Jafet; Gaspar, moreno y de negra barba, serla mensajero de Asia y los semitas; y Baltasar, el popular rey negro, personificaría África y a los descendientes de Cam. O sea, todo el mundo entonces conocido, puesto que América aún no había sido descubierta.

 

Con el transcurso de los tiempos, pero ya en épocas relativamente recientes, este homenaje de los Reyes Magos al Niño pasó a convertirse, sobre todo en España y Francia, en una festividad en la que los niños eran agasajados con juguetes y golosinas durante la noche, verdaderamente mágica, del 5 al 6 de enero. Es una tradición que felizmente continúa, sobre todo en España, pese a que con los buenos Reyes compiten otras figuras generosas de talla, como Papá Noel, el árbol de Navidad e incluso Santa Claus, aunque este último pertenece a latitudes más septentrionales. De todos es conocido el espectáculo que cada año ofrecen en numerosas ciudades y pueblos las cabalgatas de los Reyes Magos, y las largas colas ante los grandes almacenes para entregar la carta a los pajes y carteros de Sus Majestades. También persiste la costumbre de consumir en familia, el 6 de enero, el clásico roscón de Reyes, en el que aparecen pequeños regalos que completan dignamente esta simpática jornada.