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PAPEL DE ALUMINIO (1947, Louisville, Kentucky)
La necesidad de proteger los cigarrillos y los bombones contra la humedad
condujo a la creación del envoltorio de aluminio para la cocina.
En el año 1919, Richard
Reynolds estableció su propio negocio, la U.S. Foil Co., en Louisville, en el
estado norteamericano de Kentucky, para suministrar hojas de papel de estaño a
la industria tabaquera y a los fabricantes de confitería. Unos y otros estaban
convencidos de los conocimientos técnicos que él había adquirido en más de
dos décadas de fabricación de envoltorios protectores.
Ligero, inoxidable, inofensivo
y delgado como el papel, el producto era un excelente conductor del calor e
impedía el paso de la humedad. Si se envolvían en él los alimentos
conservados en el refrigerador, los protegía totalmente de olores y de los
efectos de la luz. Aseguran los entendidos que pocos productos de este siglo
fueron introducidos en los hogares con mayor rapidez y acogidos con más
satisfacción. Es más: este «papel de aluminio», gracias a sus notables
propiedades, abrió las puertas de los hogares a otros muchos productos
fabricados con el mismo metal.
Hoy el aluminio tiene un número
casi inimaginable de aplicaciones: desde los programas espaciales a campos tan
dispares como la medicina, la construcción, las comunicaciones y las industrias
del envasado y de las bebidas refrescantes.
Siguiendo la costumbre de caracterizar las eras del desarrollo tecnológico dándoles el nombre del metal predominante en cada una de ellas, como la Edad del Hierro y la del Bronce, los arqueólogos del futuro podían llamar a la nuestra Edad del Aluminio. Se inició en torno al año 1950, gracias, sobre todo, al uso generalizado de una lámina destinada a proteger los alimentos.
ROBOT DE COCINA (1947, Inglaterra)
Diseñado por el inventor británico Kenneth Wood, y lanzado al mercado
en el año 1947 como Robot Kenwood Chef, la primera de estas poderosas máquinas
se presentaba con toda una variedad de accesorios intercambiables como
exprimidor, rueda para amasar, molinillo, abrelatas, cortador, desmenuzador,
mezclador y centrifugadora.
En el año 1963, el francés
Fierre Verdun, chef de cocina e inventor, presentó su propio aparato, el Robot-coup.
Consistía en un depósito cilíndrico, provisto de una cuchilla interior que
giraba muy cerca del fondo y de las paredes. Este aparato había alcanzado
popularidad entre los chefs profesionales y, para atender al mercado nacional,
Verdun creó el Magimix, más compacto y aerodinámico.
En el año 1971, Cari
Sontheimer, de Connecticut, un ingeniero electrónico ya retirado, muy
aficionado a la cocina, impresionado por aquella máquina de reducidas
dimensiones, capaz de moler, triturar, desmenuzar, cortar, reducir a puré,
pulverizar, mezclar y licuar, se hizo con los derechos de distribución en
Estados Unidos y envió a Connecticut una docena de estos robots.
En su casa, analizó las
virtudes y los puntos flacos de la máquina, le incorporó mejoras y entregó a
su esposa cada aparato, ya modificado, para que lo probara en la cocina. Puso el
nombre de Cuisinart a su mejor logro y lo preparó para la Exposición de
Chicago en el año 1973.
Al incrementarse continuamente
las ventas, los fabricantes competidores empezaron a ofrecer robots de este
tipo, con perfeccionamientos y nuevos dispositivos, lo que no dejó de recordar
la época de la “batalla de los botones”. A fines de los años setenta, el
Cuisinart se vendía por sí solo al ritmo de medio millón de unidades anuales.
TUPPERWARE (1948, Estados Unidos)
Suponer que el Tupperware, debido a un inventor de Massachusetts llamado
Tupper, es uno más entre los muchos tipos de recipientes de plástico, equivale
a subestimar a la vez el fervor dionisiaco de una reunión Tupperware, y la
adaptabilidad del polietileno. Blando, flexible y extremadamente duradero, es
uno de los plásticos hogareños más útiles.
Entre los primeros moldeadores
del polietileno se contaba Eari Tupper, un químico de la Du Pont, que desde los
años treinta había alimentado el sueño de dar forma a los plásticos para
fabricar con ellos cualquier objeto, desde recipientes de medio litro hasta
cubos de basura con una capacidad de ochenta litros. Tupper captó de inmediato
el importante y lucrativo futuro del polietileno.
En el año 1945 produjo su
primer artículo de esa sustancia: un recipiente para baño de sólo doscientos
gramos de peso. La belleza de su diseño sin rebordes, su bajo costo y su
aparente indestructibilidad impresionaron a los compradores de los grandes
almacenes.
A continuación, Tupper produjo
cuencos de polietileno, en muy diversos tamaños y con un nuevo dispositivo
revolucionario: la ligera flexión del ajustado cierre de la tapadera permitía
la expulsión del aire interior, creando vacío, mientras el aire exterior
reforzaba el cierre hermético. Con anterioridad, los recipientes de plástico
para cocina eran rígidos, en tanto los de Tupper eran considerablemente
flexibles.
Tan hábil negociante como
moldeador de plásticos, Eari Tupper supo aprovechar la fama que la publicidad
nacional adjudicaba al Tupperware, e ideó un plan para comercializar sus
recipientes a través de reuniones de ventas celebradas en los hogares. En el año
1951, esta operación se había convertido ya en negocio multimillonario.
Satisfecho con la industria gigantesca que había creado, en el año 1958 Barí Tupper vendió su negocio a la Rexall Drugs por una suma que se estima en nueve millones de dólares, y desapareció de la vista del público. Con el tiempo, adquirió carta de ciudadanía en Costa Rica, donde falleció en el año 1983.
HORNO DE MICROONDAS (1952, Estados Unidos)
La cocción por microondas puede considerarse, sin duda alguna, como el método
más revolucionario de preparar los alimentos, desde que el HOMO ERECTUS
descubrió el fuego, hace un millón y medio de años. Esta aseveración la
justifica el hecho de que en la cocción por microondas no interviene el fuego
ni elemento térmico alguno, directa o indirectamente. Una energía electromagnética
pura agita las moléculas de agua de los alimentos, generando calor suficiente
para lograr la cocción.
El tubo electrónico que
produce energía de microondas, el magnetrón, ya se utilizaba una década antes
del nacimiento de este horno. Era la ingeniosa invención de sir John Randall y
del doctor Boot, perfeccionada en la Universidad de Birmingham, en Inglaterra.
Pero el esfuerzo de estos dos científicos no se concentraba en cómo asar un
pavo, sino en cómo frustrar los planes de los nazis. Y es que el magnetrón fue
un elemento esencial en la construcción del radar, que tan decisivamente
contribuyó a la defensa de Gran Bretaña durante la segunda guerra mundial.
La idea de cocinar mediante el
calor interno de las microondas no surgió hasta la posguerra, de forma
totalmente fortuita.
Un día del año 1946, el
doctor Percy Spencer, ingeniero de la Raytheon Company, probaba un tubo magnetrón
cuando metió la mano en el bolsillo donde guardaba una tableta de chocolate, y
descubrió que éste se había derretido hasta convertirse en una masa pegajosa.
Sabiendo que las microondas generan calor, se preguntó si la tableta había
estado críticamente cerca de la radiación despedida por el tubo. Él
no había notado ningún calor. Demasiado intrigado para que le preocupara
haberse manchado los pantalones, envió a buscar una bolsa de granos de maíz,
los puso cerca del tubo, y a los pocos minutos obtuvo palomitas en el suelo del
laboratorio.
A la mañana siguiente, Spencer
llegó al laboratorio con una docena de huevos frescos. Practicó un orificio en
un recipiente, metió un huevo dentro y alineó el orificio con el magnetrón.
Un colega curioso, que se acercó demasiado, se encontró con la cara salpicada
de huevo. Spencer comprendió inmediatamente que el huevo se había cocido de
dentro afuera, y que la presión había hecho estallar la cáscara.
La Raytheon empezó a estudiar la comercialización de un horno de microondas, y a los pocos años anunciaba
el Radar Range, cuyo tamaño lo asemejaba a un refrigerador, aunque su espacio
de cocción fuera bastante reducido. El Radar Range presentaba el inconveniente
característico de los aparatos electrónicos anteriores al advenimiento de la
microminiaturización: la mayor parte de su volumen servía para albergar tubos
de vacío, ventiladores y una cabellera de Medusa formada por los cables. Aunque
se vendieron algunos Radar Range a restaurantes, el nuevo producto carecía de
interés para uso doméstico.
Hasta el año 1952 las amas de casa no dispusieron de horno de microondas para su hogar. Producido por la Tappan Company, este dispositivo tenía dos velocidades de cocción, un mando y un temporizador de veintiún minutos, y podía adquirirse por 1.295 dólares. A pesar de su elevado precio, el horno Tappan, y más tarde el modelo Hotpoint, suscitó un entusiasmo sin precedentes en las exposiciones de artículos para el hogar durante los años cincuenta. Los fabricantes aún no contaban con una numerosa clientela para sus microondas, pero de año en año las ventas seguían la firme tendencia ascendente que todavía hoy continúa.
UTENSILIOS DE TEFLÓN (1954, Francia)
Aunque el teflón fuese el descubrimiento de un químico norteamericano,
se necesitó el ingenio gastronómico de los franceses para producir la primera
sartén antiadhesiva. Cuando este artículo entusiasmó a los parisienses, los
fabricantes norteamericanos, que hasta entonces no habían creído en la
posibilidad de una superficie no adhesiva para cocinar, se pelearon para colocar
sus pedidos.
En el año 1958, Thomas Hardie,
corresponsal en el extranjero de la United Press International, aceptó una
invitación de un amigo, que acababa de regresar de París. La cena fue
preparada en una sorprendente sartén francesa en la que no se adhería ni una
partícula de la comida, a pesar de que el anfitrión se había abstenido de
utilizar mantequilla o aceite.
Hardie quedó maravillado por
el revestimiento de esa sartén, y supo que los franceses lo llamaban tefal,
aunque el producto era un “plástico” americano fabricado por la Du Pont,
con fines industriales, bajo el nombre de Teflón.
Hardie se trasladó a Francia
y, en la fábrica Tefal, en las afueras de París, conoció al presidente de la
compañía. Marc Gregoire. Un amigo de éste había ideado un sistema para
aplicar una fina capa de plástico, de la Du Pont, al aluminio con fines
industriales. Gregoire, pescador entusiasta, empezó por recubrir su aparejo de
pesca con esa sustancia, a fin de reducir al mínimo las adherencias y los
embrollos del sedal, pero su esposa concibió la idea de utilizarla en los
utensilios dé cocina. A petición de ella, Gregoire recubrió con teflón una
sartén y después otra, varios años antes de que llegara Hardie. Éste ya pudo
comprobar que los almacenes franceses vendían cada año más de un millón de
sartenes revestidas con teflón.
Hardie regresó a los Estados
Unidos con varias sartenes. Durante los 2 años siguientes, visitó a los
principales fabricantes del ramo, pero ninguno de ellos expresó el menor interés.
Finalmente, persuadió al jefe de compras del departamento de cocina en los
almacenes Macy's de Nueva York, para que aceptara doscientas sartenes. Al precio
de 6,94 dólares, se pusieron a la venta el 15 de diciembre de 1960, durante una
de las nevadas más intensas que haya padecido la ciudad. Casi medio metro de
nieve recubría las calles, y el termómetro no pasaba de los trece grados bajo
cero. Sin embargo, los neoyorquinos desafiaron los elementos meteorológicos en
tal número, que la provisión de Macy's se vendió en dos días.
El doctor Roy Plunkett, el
discreto químico de la Du Pont, había descubierto casualmente el teflón
mientras experimentaba con gases refrigerantes.
En la mañana del 6 de abril de 1938, en el laboratorio de la Du Pont en
Nueva Jersey, Plunkett había examinado un recipiente almacenado durante toda la
noche. Hubiera debido contener un gas muy frío, pero, en cambio, descubrió que
el nuevo gas se había congelado para formar una sólida cera que se había
pegado a las paredes del recipiente. Plunkett quedó asombrado ante la suavidad
de su tacto y su total impermeabilidad a todos los productos químicos
corrosivos a los que lo expuso. Dio a este compuesto el nombre de teflón,
abreviatura de su denominación química: tetrafluoroetileno. El Libro Guinnes
reseñaría más tarde el teflón como la sustancia más resbaladiza del mundo,
por poseer el menor coeficiente de fricción estática y dinámica en cualquier
sólido conocido.
Después de otros 10 años de
investigación, este producto químico de la Du Pont fue introducido en el año
1948 para aplicaciones industriales. Sin embargo, nunca se habló en aquel
entonces de utilizarlo para sartenes.
Hoy en día, se utiliza el teflón en los trajes espaciales y en los microchips de ordenador, sustituye arterias del corazón humano y sirve como pantalla contra el calor cuando un cohete vuelve a entrar en la atmósfera terrestre. Y también se ha aplicado el teflón en 15.000 puntos de la Estatua de la Libertad, para reducir su envejecimiento. En el hogar, el revestimiento de teflón en las bombillas eléctricas reduce al mínimo su rotura, y en los frenos de un coche mengua su desgaste por fricción. |