LOS
LAMENTOS Aquel bravo compañero
En mis brazos espiró;
Hombre que tanto sirvió,
3250 Varón que fue tan prudente,
Por humano Y por valiente
En el desierto murió.
Y yo, con
mis propias Manos,
Yo mesmo lo sepulté.
3255 A Dios Por su alma rogué,
De dolor el pecho lleno;
Y humedeció aquel terreno
El llanto que redamé.
Cumplí
con mi obligación;
3260 No hay falta de que me acuse,
Ni deber de que me escuse,
Aunque de dolor sucumba:
Allá señala su tumba
Una cruz que yo le puse.
3265
Andaba de toldo en toldo
Y todo me fastidiaba;
El pesar me dominaba,
Y entregao al sentimiento,
Se me hacia cada momento
3270 Oír a Cruz que me llamaba.
Cuál más,
cuál menos, los criollos
Saben lo que es amargura.
En mi triste desventura
No encontraba otro consuelo
3275 Que ir a tirarme en el suelo
Al lao de su sepoltura.
Allí
pasaba las horas
Sin haber naides conrnigo,
Teniendo a Dios por testigo,
3280 Y mis pensamientos fijos
En mi muger y mis hijos,
En nú pago y en mi amigo.
Privado de
tantos bienes
Y perdido en tierra agena,
3285 Parece que se encadena
El tiempo y que no pasara,
Como si el sol se parara
A contemplar tanta pena.
Sin saber
qué hacer de mí
3290 Y entregado a mi aflición,
Estando allí una ocasión,
Del lado que venía el viento
Oí unos tristes lamentos
Que llamaron mi atención.
3295 No
son raros los quejidos
En los toldos del salvage,
Pues aquél es vandalage,
Donde no se arregla nada
Sino a lanza y puñalada,
3300 A bolazos y a corage.
No preciso
juramento,
Deben crerle a Martín Fierro:
Ha visto en ese destierro
A un salvage que se irrita
3305 Degollar una chinita
Y tirársela a los perros.
He
presenciado martirios,
He visto muchas crueldades,
Crímenes y atrocidades
3310 Que el cristiano no imagina,
Pues ni el indio ni la china
Sabe lo que son piedades.
Quise
curiosiar los llantos
Que llegaban hasta mí;
3315 Al punto me dirigí
Al lugar de ande venían.
¡Me horrorisa todavía
El cuadro que descubrí!
Era una
infeliz muger
3320 Que estaba de sangre llena,
Y como una Madalena
Lloraba con toda gana.
Conocí que era cristiana
Y esto me dio mayor pena.
3325
Cauteloso me acerqué
A un indio que estaba al lao,
Porque el pampa es desconfiao
Siempre de todo cristiano,
Y vi que tenía en la mano
3330 El rebenque ensangrentao.
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