La Batalla de Ideas, nuestra arma política más poderosa, proseguirá sin tregua
GRANMA ,CUBA 070303
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel
Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, sobre la actual crisis mundial, al
tomar posesión de su cargo en la sesión constitutiva de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, en su Sexta Legislatura. La Habana, 6 de marzo del 2003, "Año de Gloriosos
Aniversarios de Martí y del Moncada".
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Compañeros diputados;
Distinguidos invitados;
Queridos compatriotas:
Acabamos de dar la vuelta al mundo en un viaje que no
conoció un minuto de tregua ni descanso. Era necesario hacerlo. Los días 24 y 25 estaba
convocada en Kuala Lumpur, Malasia, una importante reunión cumbre en medio de los riesgos
de una casi segura guerra en Iraq, la agravación de la crisis económica internacional,
la necesidad de realizar visitas a entrañables amigos como Viet Nam y China concertadas
para los días previos y posteriores a la Cumbre, la necesidad de hacer inevitable escala
en Japón, de donde había recibido invitaciones de importantes y apreciados amigos.
Lo más fundamental: para el 5 de marzo había sido
convocado un acto de trascendente importancia, la constitución de la nueva Asamblea
Nacional, la elección de su presidencia y la del Consejo de Estado, su Presidente y
Vicepresidentes.
Por complicaciones del clima, no pudimos salir de
Hiroshima hacia nuestro país el día 3. La delegación, previendo algún retraso, tuvo
que rogar a los compañeros en Cuba que aplazaran la reunión para el día 6.
Durante el vuelo de regreso tuve que redactar estas
líneas.
En estos tiempos viajar por el mundo no es fácil.
Hacerlo con discreción esperando el máximo de tiempo para informar y solicitar permisos
de vuelo, etc., es más difícil todavía. Viajar en IL-62, sus años, sus equipos de
vuelo, su gasto en combustible y su ruido, todo lo complican con o sin razón. Hace ruido
mientras rueda por la pista, que necesita bien larga, y también al despegar, pero siempre
despega, y siempre que despega llega.
Volé por primera vez en uno de ellos hace 32 años
para visitar al Presidente Salvador Allende en Chile, y desde entonces nunca he dejado de
hacerlo. El equipo es fuerte como los tractores agrícolas soviéticos de su tiempo,
construidos a prueba de tractoristas cubanos. Sus pilotos son campeones olímpicos. Los
técnicos y mecánicos que lo reparan, los mejores del mundo. Por segunda vez acabamos de
darle la vuelta al mundo en él. Eso espero, aunque todavía nos faltan algunas horas.
Hablando con toda seriedad, aprecio estos magníficos equipos de la vieja URSS, les
agradezco mucho y los recomiendo a compatriotas y turistas. Es lo más seguro que hay en
el mundo. Yo soy una prueba.
No todo debe tomarse con excesiva seriedad en los
asuntos de este mundo. Se correría riesgo de infarto o de locura.
· Crónica obligada de un viaje
Nuestra delegación salió el 19 de febrero, minutos
antes de medianoche. Breve escala en París, no había otro lugar. Se suponía descansar
unas horas en un hotel de la ciudad. Inútil intento. No había sueño. Desde un elevado
piso me dediqué a observar parte de la bella y famosa ciudad. Miraba los techos de
edificios de tres a seis plantas que parecían obras de arte. Quise saber de qué estaban
hechos hacía 150 años.
Recordaba La Habana y sus problemas. Eran de color
ceniza plateada. Nadie supo responderme.
A pocos kilómetros, una enorme mole que rompía la
armonía. Más a la derecha altos edificios de oficinas o residencias que afeaban también
el panorama. Recordé el helipuerto que hicieron en La Habana Vieja, detrás del que fuera
Palacio del Gobierno colonial, meses antes de la Revolución. Por primera vez la Torre
Eiffel y el Arco de Triunfo, tan admirados por todos, me parecieron dos objetos humillados
y empequeñecidos. Me había convertido de repente en un frustrado urbanista. En París no
molesté ni hablé con nadie. Me marché guardando el recuerdo de todo cuanto leí, y
soñé en mis años juveniles sobre su gloriosa revolución y la heroica y grandiosa
historia de Francia. Admiré la valiente actitud que asume hoy frente al humillante
hegemonismo unilateral del gobierno de Estados Unidos.
En Ürümqi, extremo occidental de China, hicimos
escala. Aeropuerto de bella arquitectura. Actitud amistosa y hospitalaria. Cultura
refinada. Diez horas después, ya de noche, aterrizamos en Hanoi, capital de nuestra
querida y heroica Viet Nam, pero otra muy distinta de la que visitara por última vez en
1995, hacía ocho años. Sus calles, llenas de actividad y luz. No se veía una bicicleta
de pedales, todas eran de motor. Los autos inundaban las calles. Pensando en el futuro, el
combustible, la contaminación y otras tragedias, fue lo único que me causó cierta
inquietud.
Lujosos hoteles se erigían por doquier. Las fábricas
se habían multiplicado. Sus dueños, extranjeros como regla y de rígidas normas de
administración capitalista, pero en un país comunista, que cobra impuestos, distribuye
ingresos, crea empleos, desarrolla la educación y la salud, mantiene incólumes glorias y
tradiciones. Petróleo, termoeléctricas, hidroeléctricas, industrias básicas en manos
del Estado. Una revolución humana por excelencia. Todos los que han sido y son forjadores
de la revolución reciben esmerado respeto y trato. Ho Chi Minh fue, es y será eterno
ejemplo.
Con Nguyen Giap, el genial estratega, conversé mucho
rato. Memoria excelente. Recordé con tristeza y a la vez con cariño entrañable, a
muchos, como Pham Van Dong y otros que ya murieron. Son personas que siembran eterno
cariño. Los antiguos y nuevos dirigentes expresaron afecto y amistad sin límites. Los
lazos en todos los sentidos se multiplicaron. Las diferencias de situaciones con Cuba son
grandes. Nosotros estamos rodeados de un conjunto de vecinos que no tienen nada que
invertir y el más rico del mundo nos bloquea con rigor. A esto se une nuestro especial
celo por preservar el máximo de riquezas y beneficios para las presentes y futuras
generaciones, lo cual no empañan en absoluto nuestra gloriosa y eterna amistad.
De Viet Nam a Malasia. Este es un país maravilloso.
Sus grandiosos recursos naturales y un líder extraordinario, de especial lucidez, que no
propició el desarrollo de un capitalismo salvaje, explican su progreso. Unió las tres
etnias principales: malaya, india y china. Atrajo inversiones, que desde el Japón
industrializado y otras áreas del mundo llovieron. Estableció normas y reglas estrictas.
Distribuyó riquezas con la mayor equidad posible. Creció el país a buen ritmo durante
30 años. La educación y la salud fueron atendidas. Disfrutó de larga paz, al revés de
Viet Nam, Lao y Cambodia, agredidas por el colonialismo primero y el imperialismo
después, y cuando llegó la gran crisis que asoló el sudeste asiático, desacató normas
del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y otros organismos similares, hizo
intervenir al Estado, estableció control de cambio, impidió la fuga de capitales y
salvó al país y sus riquezas. A mil leguas de lo que ocurre en nuestro sufrido
hemisferio, allí se desarrolló un verdadero capitalismo nacional que, pese a grandes
diferencias de ingresos, llevó bienestar a las masas. Goza de gran prestigio y respeto.
Para los occidentales y el nuevo orden económico, es un dolor de cabeza y un mal ejemplo.
China. A ella llegamos en horas del mediodía. Al
igual que en Viet Nam, jamás una delegación cubana recibió tantas atenciones y honores.
Cena oficial de bienvenida el día 26. Las reuniones con los anteriores y nuevos
dirigentes del Partido y del Estado, algunos de ellos todavía en funciones Jiang Zemin,
Hu Jintao, Li Peng, Zhu Rongji, Wen Jiabao, cada uno con sus respectivos equipos se
sucedieron unas tras otras desde la primera tarde hasta el día 27. El 28 en la mañana,
visita al Parque Tecnológico de Beijing y salida con el Presidente Jiang Zemin hacia
Nanjing para visitar la fábrica de televisores Panda. Por primera vez en la vida viajé
en un Jumbo. Cena y encuentro con el Primer Secretario de la provincia de Jiangsu, junto
al ilustre Presidente de China. Salida con él hacia Shanghai y sus colosales obras.
Despedida de inseparables hermanos.
Las atenciones recibidas en Viet Nam y China por la
delegación cubana no tienen precedente en toda la historia de la Revolución. Fue la
oportunidad de conversar con amplitud y profundidad con hombres realmente excepcionales,
verdaderos amigos que han sellado para siempre la amistad entre nuestros pueblos. Ellos,
China y Viet Nam, fueron los mejores amigos en los días increíblemente difíciles del
período especial, cuando nadie en absoluto creía que la Revolución Cubana podría
sobrevivir. Hoy sus pueblos y gobiernos respetan y admiran a un país pequeño que supo
resistir en las vecindades de la única superpotencia que con su inmenso poderío
hegemonizó al mundo.
Este mérito no corresponde a ninguno de nosotros que
recibimos aquellos honores, sino al pueblo heroico y glorioso que supo cumplir con
dignidad su deber.
No se limitaron nuestras conversaciones a temas
bilaterales y al desarrollo ulterior de nuestros vínculos económicos, científicos y
culturales. Fueron abordados con sumo interés, confianza y comprensión mutua los más
importantes temas internacionales.
De China volamos a Japón. Allí fuimos recibidos con
hospitalidad y respeto. Aunque el vuelo era solo de tránsito, viejos y firmes amigos nos
recibieron. Celebramos amplias reuniones con Tomoyoshi Kondo, Presidente de la Conferencia
Económica Cuba-Japón; con Watanuki, Presidente de la Dieta japonesa; con Mitsuzuka,
Presidente de la Liga Parlamentaria de Amistad; encuentro de cortesía con el ex premier
R. Hashimoto; encuentro con el premier Junishiro Koizumi.
A iniciativa japonesa, abordamos temas relacionados
con la tensa situación en la península coreana que a todos interesa, sobre lo cual
informaremos detalladamente al gobierno de la República Popular Democrática de Corea,
con la cual hemos mantenido amistosas relaciones diplomáticas desde el triunfo de la
Revolución.
Viajamos a Hiroshima el día 2 de marzo. Realizamos
allí una visita al Museo Memorial de la Paz de dicha ciudad, donde colocamos una ofrenda
floral. Participamos en un almuerzo privado con el Gobernador de esa ciudad.
No alcanzarían las palabras y el tiempo para expresar
cuán profunda impresión nos causó el genocidio cometido con la población civil de
Hiroshima. La fuerza de la imaginación no puede concebir lo allí ocurrido.
Aquel ataque no era en absoluto necesario, ni será
jamás moralmente justificable. Japón estaba militarmente derrotado. Todo el territorio
ocupado en la parte de Oceanía, en el sudeste asiático e incluso posesiones soberanas
japonesas estaban recuperadas. En Manchuria avanzaba incontenible el Ejército Rojo. La
guerra podría finalizar en cuestión de días sin una sola pérdida adicional de vidas
norteamericanas. Bastaba un ultimátum y en último lugar el empleo de aquel arma en un
campo de batalla o en una o dos bases japonesas estrictamente militares y la guerra
habría concluido de inmediato, cualquiera que fuese la presión e intransigencia de los
jefes más extremistas.
Desde mi punto de vista, y aunque Japón inició la
guerra con un ataque sorpresivo e injustificable sobre Pearl Harbor, no existía excusa
alguna para aquella terrible matanza de niños, mujeres, ancianos y ciudadanos inocentes
de cualquier edad.
El pueblo japonés, noble y generoso, no expresó una
sola palabra de odio contra los autores. Por el contrario, han levantado allí un
monumento a la paz para que jamás se repita un hecho semejante.
Millones de personas debieran visitar aquel punto para
tratar de que la humanidad conozca realmente lo que allí ocurrió.
En aquel lugar tuve la emoción de ver una foto del
Che, cuando depositó una corona de flores ante el modesto, pero inmortal recuerdo de uno
de los mayores crímenes cometidos contra la humanidad.
A esta generación de nuestra especie le correspondió
vivir situaciones enteramente inéditas, nada ideales ni deseables. Esperamos que la
humanidad pueda vencer. Si antes dentro de nuestra propia época los hombres parecían ser
dueños de los acontecimientos, hoy los acontecimientos parecen ser dueños de los
hombres.
Este viaje nuestro ha estado asociado a un conjunto de
sucesos que siembran por doquier incertidumbre e inseguridad. Los pilares y valores de
toda una civilización están en crisis. Ideas como soberanía e independencia son ya
apenas una ficción. La verdad, la ética, que debieran ser el primer derecho o atributo
del ser humano, tienen cada vez menos espacio. Los cables, los medios de prensa, la radio
y la televisión, los teléfonos celulares y las páginas webs aportan un torrente de
noticias que llegan de todas partes cada minuto. Seguir el curso de los acontecimientos no
es nada fácil.
En el maremagnum de noticias, la inteligencia humana
apenas puede orientarse. Muchas veces por fortuna el instinto de supervivencia la hace
reaccionar.
Nunca todas las naciones del mundo se vieron sometidas
al poder y los caprichos de quienes dirigen una superpotencia con un poder al parecer sin
límites, de cuya filosofía e ideas políticas y nociones de ética nadie tiene la más
mínima idea. Sus decisiones son prácticamente impredecibles e inapelables. La fuerza y
la capacidad de destruir y matar parecen estar presentes en cada uno de sus
pronunciamientos. Esto lógicamente trae temor e intranquilidad a muchos hombres de
Estado, de modo especial si se tiene en cuenta que al inmenso poder militar se unen el
poder político, económico y tecnológico de los que no desean ser desobedecidos.
El sueño de un mundo regido por normas y de una
organización que expresara la voluntad y el deseo de todos los pueblos se esfuma.
A muchos metros de altura leía un cable cuyo
contenido decía textualmente: "El Presidente Bush en su alocución radial semanal
expresó su irrespeto por la ONU y reveló que consultó a esa organización más `por
compromiso con nuestros aliados y amigos que porque le importe el resultado de sus
deliberaciones".
· Rebelión contra la idea de la globalización de
una tiranía universal
Un número creciente de personas en el mundo se
rebelan cada vez más contra la idea de la globalización de una tiranía universal.
Las Naciones Unidas, organización surgida de una
guerra que costó 50 millones de vidas, entre ellas las de cientos de miles de jóvenes
norteamericanos, tiene que importarle mucho a todos los pueblos y gobiernos del mundo.
Padece grandes defectos, es anacrónica en muchos aspectos; su Asamblea General, donde
están presentes todos los estados del mundo es una simple asamblea deliberativa sin
ningún poder, donde solo se emiten opiniones; el Consejo de Seguridad, un supuesto
órgano ejecutivo, donde sólo cuenta el voto de cinco estados privilegiados, uno solo de
los cuales puede echar por tierra la voluntad del resto de las naciones del mundo, y uno
de ellos, el más poderoso, lo ha usado a su antojo infinidad de veces. Pero aún así, no
se dispone de otra cosa.
Su no existencia conduciría a la peor época que
precedió al nazismo y nos llevaría a la catástrofe. Algunos de nosotros hemos sido
testigos de lo que ha ocurrido durante los últimos dos tercios del siglo XX. Hemos visto
en toda su pujanza el nacimiento de una nueva forma de imperialismo, abarcador y total,
mil veces más poderoso que el famoso imperio romano y cien veces el de su actual aliado
incondicional, la sombra del que fuera el imperio británico. Sólo el miedo, la ceguera o
la ignorancia impedirían verlo con toda claridad.
Este es el lado oscuro del problema. Pero la realidad
puede ser otra. Jamás en tan breve tiempo se han desarrollado tan gigantescas
manifestaciones en todas partes del mundo y en tiempo verdaderamente récord, como ha
ocurrido con la anunciada guerra contra Iraq.
Los gobiernos de los dos más importantes aliados de
Estados Unidos, Gran Bretaña y España, han sido puestos en crisis; sus respectivas
opiniones públicas, en abrumadora mayoría, están contra esa guerra. Si bien es cierto
que Iraq cometió dos graves e injustificables hechos, como la invasión de Irán y la
ocupación de Kuwait, también lo es que ese país fue sometido a durísimas acciones;
cientos de miles de sus niños han muerto de hambre y enfermedades, durante años han sido
sometidos a constantes bombardeos, y no está en capacidad militar de constituir el menor
riesgo para la seguridad de Estados Unidos y sus aliados en la zona. Se trataría de una
guerra absolutamente innecesaria, de oscuros propósitos, a la que el mundo se opone,
incluida una parte importante del propio pueblo de Estados Unidos si no se realiza con la
aprobación de la ONU.
La economía mundial, sometida a profunda crisis de la
cual no ha podido recuperarse, sufrirá inevitables consecuencias y no habrá después
seguridad ni tranquilidad para ningún país del planeta.
La opinión mundial protesta también y hasta puede
afirmarse que por su propia seguridad y la de los demás pueblos del mundo. Estados Unidos
no puede hacer la guerra para amedrentar al mundo con su poderío, probar nuevas armas y
entrenar a sus tropas. Esa atmósfera se palpa en todas partes. De modo especial pude
apreciarla en la reunión cumbre del Movimiento de Países No Alineados celebrada en
Malasia.
Fue un evento serio, donde los jefes de Estado y
Gobierno expresaron sus criterios con respeto en el lenguaje, sinceridad en sus
señalamientos y gran sentido de responsabilidad. Mahathir dirigió los debates con orden,
profundidad y eficiencia.
Y como es natural, con toda la prudencia que exige la
dependencia casi total de los países del Tercer Mundo con relación a Estados Unidos y
sus organismos financieros, ya que un disgusto suyo puede ser el fin de un gobierno o la
desestabilización de su economía.
Varias cosas fueron casi unánimes en los discursos de
la conferencia.
Uno: no debía desatarse una guerra contra Iraq, mucho
menos sin la aprobación de las Naciones Unidas.
Dos: Iraq debía cumplir estrictamente las
regulaciones aprobadas por el Consejo de Seguridad.
Tres: prácticamente nadie tenía esperanza de que la
guerra podía evitarse.
Cuatro: como es de suponer, el subdesarrollo, la
pobreza, el hambre, la ignorancia, las enfermedades, la impagable deuda externa acumulada,
la funesta labor desestabilizadora de los organismos financieros internacionales y otras
incontables calamidades que azotan al Tercer Mundo, fueron objeto de análisis y denuncia.
Nuestra delegación asistió a las sesiones de la
Cumbre y sostuvo además decenas de encuentros con otras delegaciones. Se nos solicitaba
información, intercambios de experiencias, y en ocasiones colaboración en determinados
campos.
Allí pudimos observar que personalidades de las más
variadas culturas, creencias religiosas e ideas políticas nos trataban con familiaridad y
confianza. Pudimos constatar que a nuestro pueblo se le admira y reconoce por su
solidaridad y su firme adhesión a los principios.
A muchos de ellos les explicamos y ofrecimos
información documentada del golpe fascista en Venezuela, el daño ocasionado al mundo con
el sabotaje a la producción de tres millones de barriles diarios de petróleo,
virtualmente paralizada, y que ya se recupera gracias a la aplastante victoria del pueblo
bolivariano. Les explicamos también los riesgos de una guerra en la zona crítica del
Medio Oriente, tanto para países ricos como pobres. Nuestro criterio de que aún no era
imposible evitar esa guerra si Iraq lograba demostrar no sólo en el Consejo de Seguridad
sino también ante los parlamentarios del mundo, sin excluir a los de Estados Unidos
donde muchos tienen duda, Gran Bretaña, España e Italia, que son los aliados
más incondicionales y donde muchos están en contra; demostrar ante los parlamentos y
líderes de los países no alineados y los dirigentes de las organizaciones sociales que
se han cumplido y se están cumpliendo todos y cada uno de los requisitos, incluidos en la
Resolución de la ONU.
· La batalla por la paz y la integridad de Iraq es
una batalla política y no militar
La batalla por la paz y la integridad de Iraq es una
batalla política y no militar. Si la verdad puede ser asegurada, si la mentira puede ser
vencida, la paz en la región aún puede salvarse, con beneficio incluso para el propio
pueblo de Estados Unidos. En esa guerra sólo ganarían los productores de armas o los que
albergan el imposible sueño de que 6 300 millones de seres humanos, hambrientos y pobres
en su inmensa mayoría, puedan gobernarse por la fuerza.
Apoyamos la decisión del gobierno iraquí de destruir
los cohetes Al Samoud, y exhortamos a Iraq a destruir hasta un centímetro cúbico de
cualquier arma química o biológica que pueda quedar, si es que todavía existen o puedan
haberse producido.
El gobierno de Estados Unidos no tendría pretexto
legal o moral alguno para atacar a Iraq, mucho menos si a la luz del mundo se está
cometiendo un verdadero genocidio contra el pueblo palestino, y el estado de Israel posee
un arsenal de cientos de armas nucleares y los medios con que transportarlas suministrados
por Estados Unidos.
Sólo la plena verdad demostrada irrefutablemente ante
el mundo, daría al pueblo iraquí la fuerza moral y un apoyo internacional total para
defender su patria y su integridad hasta la última gota de su sangre.
Sin una visión clara de la época que estamos
viviendo, este gran evento político que nos reúne hoy tendría solo una relativa
importancia. Cuba ostenta el honor de ser en la actualidad uno de los pocos países que
gozan de privilegios excepcionales. Corremos, desde luego, los mismos riesgos globales que
el resto de la humanidad, pero ninguno está mejor preparado políticamente para enfrentar
problemas que hoy azotan a gran parte del mundo y forjar planes y sueños que nos
convertirán, sin dudas, en una de las sociedades más humanas y justas de la Tierra,
mientras nuestra especie sea capaz de sobrevivir. Ninguno está más unido ni es más
firme y fuerte para enfrentar peligros externos e internos.
Al referirme a peligros de carácter interno, no estoy
pensando en riesgos políticos. Tal es la fuerza y la conciencia acumulada en estos 44
años de heroica lucha que todos los intrigantes y pérfidos teóricos de la subversión y
la desestabilización en el mundo juntos, al servicio del imperialismo, no podrían
subvertir el orden interno y el rumbo socialista de nuestra Revolución.
Cuando alguien sumamente poderoso nos exigió desde el
exterior cambiarlo, la respuesta de nuestro pueblo fue declarar en la Constitución de la
República el carácter irrevocable del socialismo en Cuba. No les queda otra alternativa
que inventar trucos y mentiras para alimentar sus magras y ridículas esperanzas.
Como peligros internos, pienso fundamentalmente en
riesgos de tipo social o moral que afecten a nuestra población y ocasionen daños a su
seguridad, a su educación o a su salud. Bien es conocido cuánto hemos luchado contra el
hábito de fumar y cuánto hemos reducido su consumo. Del mismo modo luchamos contra los
excesos en el consumo de alcohol o contra el hecho doloroso de que sea consumido en estado
de gestación, lo que puede provocar el nacimiento de niños con retraso mental u otras
graves limitaciones físicas.
Ante la incipiente aparición del consumo de drogas,
que llegan fundamentalmente a nuestras costas como recalos procedentes del tráfico
internacional, no hemos vacilado un minuto en adoptar todas las medidas pertinentes para
prevenir y vencer ese terrible azote que afecta a la inmensa mayoría de las sociedades de
la Tierra. Habíamos pensado de antemano que cualquier referencia al asunto traería una
lluvia de publicidad cual si fuésemos el peor y no el mejor, sin comparación alguna por
la pureza de nuestra sociedad, en este tema. Pero no dudamos en hacerlo. Todas las
batallas las hemos librado siempre y las hemos ganado con el apoyo del pueblo. Hay
todavía otras luchas por librar, algunas requieren de bastante tiempo, porque están
vinculadas a viejos hábitos y costumbres, o dependen de factores materiales que no están
totalmente a nuestro alcance. Poseemos sin embargo invencibles armas. La principal es la
educación. Aunque a ella hemos dedicado uno de los mayores esfuerzos que haya realizado
pueblo alguno, cuán lejos estábamos todavía de comprender su enorme potencial, pero
sobre todo el uso óptimo del inmenso capital humano que habíamos creado. Todo lo
transformará y seremos pronto el pueblo más educado y culto del mundo. Ya nadie lo duda
dentro y fuera de Cuba.
Con igual ímpetu se avanza en el campo de la salud,
donde ya ocupamos uno de los primeros lugares del mundo. También en este sector el
capital y la experiencia acumulados serán factores decisivos.
Avanzarán la cultura, las artes y la ciencia.
Llevaremos el deporte a las más altas cumbres.
Solo cito ejemplos aislados de las grandes tareas que
nos esperan. Ninguna será olvidada. Será preferible, como siempre, que los hechos hablen
en lugar de las palabras.
El decadente sistema capitalista imperialista en su
etapa de globalización neoliberal carece ya en absoluto de soluciones para los grandes
problemas de la humanidad, cuya cifra de habitantes se ha cuadruplicado en apenas un
siglo. No tiene porvenir posible. Destruye la naturaleza y multiplica el hambre. Nuestra
experiencia noble y humana en numerosos campos será útil a muchos pueblos del mundo.
Frente a los cambios de clima, las afectaciones al
medio ambiente ocasionadas por otros, las crisis económicas, las epidemias y los
ciclones, nuestros recursos materiales, científicos y técnicos son cada vez más
abundantes. La protección de nuestros ciudadanos ocupará siempre el primer lugar en
nuestros esfuerzos. Nada tendrá prioridad sobre esto.
Frente a peligros políticos y agresiones procedentes
del exterior, jamás se debilitará un átomo nuestra disposición de defender la Patria y
el socialismo. Por el contrario, meditamos con profundidad y perfeccionamos cada vez más
nuestros conceptos sobre la guerra de todo el pueblo, sabiendo que ninguna técnica, por
sofisticada que sea podrá vencer jamás al hombre. Unido a esto, la convicción y la
conciencia serán cada vez más fuertes.
La Batalla de Ideas, nuestra arma política más
poderosa, proseguirá sin tregua.
· Una provocación desvergonzada y desafiante
El pasado 24 de febrero, nada menos que el día que se
conmemora el inicio de la última guerra de independencia al llamado de Martí, un señor
nombrado James Cason, jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba, se
reunió en un apartamento de La Habana con un grupo de contrarrevolucionarios pagados por
el gobierno de Estados Unidos, nada menos que para conmemorar el Grito de Baire, fecha
patriótica y sagrada para nuestro pueblo. Otros diplomáticos recibieron invitación,
pero tan solo este ilustre personaje estuvo presente en el evento.
Mas el hecho no se limitó a una discreta asistencia.
Preguntado por un periodista si su presencia en el acto no confirmaba la acusación del
gobierno cubano, Cason afirmó: "No, porque yo creo que han invitado a todo el cuerpo
diplomático y nosotros como país siempre apoyamos la democracia y a las personas que
luchan por tener una vida mejor. Yo estoy aquí como invitado."
"No tengo miedo", respondió escuetamente a
otra pregunta de los informadores sobre si su presencia en la actividad opositora no
podría ser asumida como un gesto inamistoso hacia el gobierno cubano, que denuncia a los
disidentes como grupos subversivos.
Luego, grosero e insultante, añadió en perfecto
español: "Infelizmente, el gobierno cubano sí tiene miedo, miedo a la libertad de
conciencia, miedo a la libertad de expresión, miedo a los derechos humanos. Este grupo
está demostrando que hay cubanos que no tienen miedo. Ellos saben que la transición
hacia la democracia ya está en marcha.Queremos que sepan que no están solos, que el
mundo entero los apoya. Nosotros como país apoyamos la democracia, a las personas que
luchan por tener una vida mejor y por tener justicia."
La nota de prensa dice: "Aunque diplomáticos
extranjeros suelen reunirse con disidentes, no es usual que aparezcan en actos públicos o
expresen opiniones sobre el gobierno a los medios de prensa".
"Estoy como invitado y voy a ir a todo el país
visitando a todas las personas que sí quieren libertad y justicia."
Cualquier ciudadano comprende que se trata de una
provocación desvergonzada y desafiante. Al parecer, él y los que le ordenaron esa
grosería de guapetón con inmunidad diplomática estaban revelando precisamente miedo. De
lo contrario, resulta tan extraño, que cualquiera tendría derecho a preguntarse qué
cantidad de bebidas se consumió en ese "patriótico" acto.
Como Cuba realmente tiene muchísimo miedo, se tomará
toda la calma necesaria para decidir la conducta a seguir con este extraño funcionario.
Tal vez los numerosos miembros de la Inteligencia norteamericana que trabajan en esa
Oficina de Intereses le expliquen que Cuba puede prescindir tranquilamente de tal oficina,
incubadora de contrarrevolucionarios y puesto de mando de las acciones subversivas más
groseras contra nuestro país (Aplausos). Los funcionarios suizos que los representaron
largo tiempo realizaron durante años un excelente trabajo y no hacían labores de
espionaje ni organizaban la subversión. Si eso es realmente lo que desean provocar con
tan insolentes declaraciones, es mejor que tengan la vergüenza y el valor de decirlo.
Algún día, no importa cuándo, el propio pueblo de Estados Unidos enviará a un
verdadero embajador de su país "sin miedo y sin tacha", como solía decirse de
los caballeros españoles.
En el terreno de la economía aplicaremos nuevas
experiencias que hemos adquirido en los últimos tiempos. La producción y el ahorro de
petróleo continuarán aumentando.
Estamos en mejores condiciones que nunca para
incrementar la eficiencia y establecer mucha más disciplina en nuestras empresas, que
priorizando el autofinanciamiento en divisas cometen a veces errores que en definitiva
gravitan sobre los recursos centrales del país.
Mucho hemos aprendido y mucho más seguiremos
aprendiendo. Nuevas fuentes de ingreso surgen y el rigor en la administración de los
recursos deberá incrementarse. Viejos y nuevos malos hábitos deberán ser erradicados.
La eterna vigilancia es el precio de la honradez y la eficiencia.
La anterior Asamblea Nacional cumplió una importante
etapa histórica. Esta no deberá ni podrá quedarse atrás. Las pasadas elecciones
generales fueron las mejores de nuestra historia. No lo digo por los índices, todos los
cuales mejoraron, pero apenas pueden dar una idea de calidad porque son ya muy altos. Lo
digo por el extraordinario entusiasmo de los electores, que pude ver con mis propios ojos,
y la experiencia de muchos años. En eso es difícil equivocarse. Nunca vi nada semejante.
En ese entusiasmo estaba de lleno el fruto de la Batalla de Ideas y el vertiginoso
crecimiento de nuestra cultura política.
A todos ustedes, compañeros diputados, y a nuestro
entrañable pueblo agradezco, en nombre del Consejo de Estado, la nueva confianza
depositada en nosotros, y en mi caso particular después de más de 50 años de lucha
revolucionaria, que no comenzó precisamente el día del primer combate. Sabemos que el
tiempo pasa y las energías se agotan.
Quizás la incesante lucha nos entrenó para tan larga
batalla. Pienso que el secreto puede estar en la fuerza de una gran ilusión, de un
entusiasmo inagotable y de un amor a nuestra noble causa que creció cada día de la vida;
pero esta tiene sus leyes inexorables.
Les prometo que estaré con ustedes si así lo desean
mientras tenga conciencia de que pueda ser útil y si antes no lo decide la propia
naturaleza, ni un minuto menos, ni un segundo más. Ahora comprendo que mi destino no era
venir al mundo para descansar al final de la vida.
¡Viva el socialismo!
¡Viva la independencia!
¡Viva la paz!
(Ovación.)