El mundo es conducido hacia un callejón sin salida: Fidel Castro
LA JORNADA, MEXICO 260203
A continuación el
discurso pronunciado este martes por el presidente de la República de Cuba, Fidel Castro
Ruz, en la 13 Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno del Movimiento de Países No
Alineados, en Kuala Lumpur, Malasia.
Excelentísimo y apreciado
amigo Mahathir bin Mohamad, primer ministro de Malasia;
Estimados jefes y demás
miembros de las delegaciones; distinguidos invitados:
Vivimos tiempos
difíciles. En meses recientes hemos escuchado más de una vez palabras y conceptos
escalofriantes. En discurso pronunciado ante los cadetes de West Point el primero de junio
de 2002, el presidente de Estados Unidos declaró: "Nuestra seguridad requerirá que
transformemos la fuerza militar que ustedes dirigirán en una fuerza militar que debe
estar lista para atacar inmediatamente en cualquier oscuro rincón del mundo."
Ese mismo día proclamó
la doctrina de la guerra preventiva y sorpresiva, algo que jamás hizo nadie en la
historia política del mundo. Meses después, al referirse a la innecesaria y casi segura
acción militar contra Irak, afirmó: "...si nos obligan a la guerra, vamos a luchar
con el pleno poderío de nuestras fuerzas armadas."
Quien esto declaraba no
era el gobierno de un pequeño y débil Estado; era el jefe de la potencia militar más
rica y poderosa que jamás existió, poseedora de miles de armas nucleares suficientes
para liquidar varias veces a la población mundial, y de otros temibles sistemas militares
convencionales o de destrucción masiva.
Eso somos: "Oscuros
rincones del planeta." Así ven algunos a los países del Tercer Mundo. Nunca nadie
nos definió mejor, ni lo hizo con más desprecio.
Las antiguas colonias de
potencias que se repartieron y saquearon el mundo durante siglos, hoy constituimos el
conjunto de países subdesarrollados. Para ninguno existe independencia plena, trato justo
e igualitario, ni seguridad nacional alguna; ninguno es miembro permanente del Consejo de
Seguridad, ninguno tiene derecho a veto, ni decide algo en los organismos financieros
internacionales; ni retiene sus mejores talentos, ni puede protegerse de la fuga de sus
capitales, de la destrucción de la naturaleza y el medio ambiente, ocasionada por el
consumismo despilfarrador, egoísta e insaciable de los países de economía desarrollada.
Después de la última
matanza mundial en la década de 1940, se nos prometió un mundo de paz, reducir la
distancia entre ricos y pobres y que los más desarrollados ayudarían a los menos
desarrollados. Todo resultó una enorme falsedad. Nos impusieron un orden mundial que no
se puede sostener ni se puede soportar. El mundo es conducido hacia un callejón sin
salida. En sólo 150 años se habrán agotado el gas y el petróleo que el planeta tardó
300 millones de años en acumular.
La humanidad en sólo 100
años creció de aproximadamente mil 500 millones a más de seis mil millones de
habitantes. Tendrá que depender por entero de fuentes de energía que aún están por
investigar y desarrollar. La pobreza crece; viejas y nuevas enfermedades amenazan con
aniquilar naciones enteras; la tierra se erosiona y pierde fertilidad; el clima cambia, el
aire, el agua potable y los mares están cada vez más contaminados.
Se le arrebata autoridad,
se obstruye y destruye la Organización de Naciones Unidas; se disminuye la ayuda al
desarrollo; se exige al Tercer Mundo el pago de una deuda de 2.5 millones de millones de
dólares que es absolutamente impagable en las condiciones actuales; se gastan en cambio
un millón de millones de dólares anualmente en armas cada vez más sofisticadas y
letales. ¿Por qué y para qué?
Una cifra similar se
emplea en publicidad comercial, sembrando ansias consumistas, imposibles de satisfacer, en
miles de millones de personas. ¿Por qué y para qué?
Nuestra especie por
primera vez corre real peligro de extinguirse por las locuras de los propios seres
humanos, víctimas de semejante "civilización". Nadie, sin embargo, luchará
por nosotros, que constituimos la inmensa mayoría. Sólo nosotros mismos, con el apoyo de
millones de trabajadores manuales e intelectuales de los propios países desarrollados que
ven caer también sobre sus pueblos la catástrofe, sembrando ideas, creando conciencia,
movilizando a la opinión pública del mundo y del propio pueblo estadunidense podremos
ser capaces de salvarla.
Nadie necesita que alguien
se lo diga. Ustedes lo saben de sobra. ¡Nuestro más sagrado deber es luchar y
lucharemos!
Muchas gracias (Aplausos
prolongados).