Los cubanos aprendimos que la independencia de la Patria y sus principios revolucionarios no son negociables

GRANMA, CUBA 220602

INTERVENCIÓN DE RICARDO ALARCÓN DE QUESADA, PRESIDENTE DE LA ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR, 20 DE JUNIO DEL 2002 (VERSIONES TAQUIGRÁFICAS-CONSEJO DE ESTADO)

Compatriotas:

En uno de sus más memorables discursos, el compañero Fidel Castro señalaba la verdad fundamental de nuestra historia, la de que en Cuba ha habido solo una Revolución, la que se inició el 10 de Octubre de 1868, y que, en consecuencia, los hombres de 1868, si les hubiera tocado la oportunidad de vivir esta etapa de su Revolución, habrían sido como nosotros, del mismo modo que los hombres y mujeres de las actuales generaciones de cubanos habríamos sido como ellos, si nos hubiera tocado el privilegio de vivir en los días gloriosos de octubre de 1868.

Lo que está aconteciendo hoy, el paso que están dando ustedes, en representación de todo el pueblo, es algo que hará historia, porque se inscribe en lo más profundo de nuestras tradiciones nacionales.

Los cubanos, desde Guáimaro hasta hoy, hemos discutido, analizado y aprobado los principales textos normativos de nuestra república, siguiendo dos rasgos que nos han acompañado siempre: hemos legislado en medio del combate, y lo hemos hecho no solo aquellos a quienes les fue asignada la tarea de actuar como representantes del pueblo, sino que lo han hecho ellos con el pueblo mismo.

Desde el parque de Guáimaro, donde se alzó la voz clara, firme, lúcida, de Ana Betancourt, que no era miembro de la Asamblea Constituyente, pero que, como cubana y como patriota, tuvo la posibilidad y el honor de ser ella la primera que levantase las reivindicaciones de la mujer en lo que entonces era apenas una república que estaba naciendo; desde entonces hasta la adopción de la Constitución socialista de 1976, que aprobamos después de haberla discutido, examinado con todo nuestro pueblo, de haber sido presentadas al Anteproyecto original miles y miles de observaciones, de propuestas de hombres y mujeres, cubanos y cubanas, para después no solo adoptarla, sino ratificarla en un referendo nacional por casi el 98% de los cubanos; desde entonces hasta ahora, hasta estas jornadas inolvidables en que los cubanos han retomado el espíritu de Guáimaro y de Baraguá, de Jimaguayú y La Yaya, y en medio del combate también, en medio de una lucha compleja, difícil, frente a un enemigo incomparablemente más poderoso y más arrogante también que la vieja España colonial, cuando los peligros son aún mayores, los cubanos nuevamente examinamos nuestras normas constitucionales y emprendemos el camino para introducirles reformas fundamentales con el pueblo, a partir de la propuesta popular, con la participación de todos los hombres y mujeres de nuestro país.

¿Quiénes son los que vienen esta tarde acá, ante el monumento a José Martí, portadores de esos millones de firmas recogidas en todos los rincones de nuestro país? ¿Quiénes son los constituyentistas, los parlamentarios cubanos que, por derecho propio, han venido hasta acá trayéndonos la buena nueva de que el pueblo de Guáimaro y de Baraguá y de Jimaguayú y de La Yaya está nuevamente en marcha? Los representantes de la Central de Trabajadores de Cuba, un movimiento sindical cuyos orígenes se remontan al origen mismo de nuestra Revolución, movimiento obrero que aportó sus primeros mártires en aquellas jornadas iniciales en que en la Ciudad de La Habana empezaba a levantarse la solidaridad proletaria con el movimiento iniciado el 10 de Octubre, y, desde entonces, siempre el proletariado cubano ha sido nervio y motor fundamental, no solo de sus reivindicaciones de clase, no solo de su lucha social, sino también de la defensa de la Patria, de la conquista de la Patria.

Fueron ellos, los obreros cubanos, los que nutrieron el Partido Revolucionario Cubano de José Martí, que fue factor fundamental en la organización de la nueva etapa de la lucha revolucionaria, después que la división nos trajese la desgraciada derrota de 1878 en el Zanjón.

Y este año, cuando allá en Miami conmemoran el centenario del momento en que nos robaron la república, en que nos robaron la independencia, en que los antiguos explotadores se reúnen en convite vergonzoso con el dueño del imperio, por supuesto que nadie de esos señores por allá recuerda que también este año es el centenario de la primera huelga obrera que, poco después de instaurada la república neocolonial, sacudió a nuestro país de un confín al otro, mostrando que el proletariado cubano comenzaba ya, desde el primer instante, a redoblar la lucha para recuperar aquella república que nos había sido arrebatada.

Así fue a lo largo de toda esa república, así fue hasta alcanzar, en 1939, veinte años antes del triunfo de esta etapa contemporánea de nuestra única Revolución, la unidad de todo el movimiento sindical cubano en una sola central unitaria, poderosa, representativa de los intereses de todos los proletarios cubanos.

Están nuestros jóvenes, nuestros jóvenes estudiantes universitarios, secundarios y quienes representan a nuestros niños; jóvenes que desde los tiempos en que el niño José Martí conoció la prisión política y el grillete han sido también desde las más tempranas edades parte de la lucha secular de nuestro pueblo, encabezados por una organización que este año cumple su aniversario 80, la gloriosa Federación Estudiantil Universitaria, que desde el momento de su fundación, a lo largo de ocho décadas, ha estado siempre al lado y junto al pueblo y a los trabajadores cubanos; ha sabido nuclear y dirigir la rebeldía juvenil, acompañada siempre por la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, que tiene sus antecedentes también en los miles de estudiantes secundarios que, a lo largo de la seudorrepública, más de una vez fueron a las calles a combatir contra los esbirros, más de una vez paralizaron nuestras aulas en protesta contra la tiranía, en demanda de libertad y de justicia.

Están nuestros campesinos, representados por la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, organización que tiene sus raíces en esos hombres del campo que formaron las filas y dieron los jefes del Ejército Libertador primero y, más tarde, del glorioso Ejército Rebelde que, finalmente, conquistaría la independencia de la Patria; que se batieron contra las peores manifestaciones del capitalismo y de la explotación en este país; que enfrentaron al latifundio y al desalojo, sin dejar nunca, ni en los peores momentos, de levantar su reclamo de justicia, su exigencia de derechos a una vida humana y noble.

Están las compañeras de la Federación de Mujeres Cubanas. Ya mencioné a Ana Betancourt, hay otras mujeres gloriosas: Mariana Grajales, símbolo no solo de la madre ejemplar, sino de la patriota ejemplar; las mujeres que combatieron junto a los hombres en nuestras largas guerras por la independencia, las que se enfrentaron en la seudorrepública, a la tiranía y al imperialismo y que han sido parte inseparable de todo el esfuerzo de nuestro pueblo en estos años de creación y resistencia después de 1959.

Los compañeros de los Comités de Defensa de la Revolución, organización, quizás, más asociada a la Revolución después del triunfo del Primero de Enero, pero que también tiene raíces más allá, porque los cubanos, desde los tiempos de Céspedes, desde los tiempos de la República de Cuba en Armas, que tuvo su asiento en Bayamo, en toda aquella comarca del oriente cubano, se organizaron por primera vez en los barrios; se organizaron por primera vez los vecinos para discutir los problemas que enfrentaban, para analizar su aporte a la guerra liberadora, para discutir y analizar la labor de sus representantes, para hacer lo que hacen hoy nuestros cederistas, porque ellos entonces habrían sido como nosotros y nosotros entonces habríamos sido como ellos.

Y están nuestros compañeros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, que sintetiza todo lo demás, que resume las largas luchas de nuestro pueblo, que es lo mismo que decir la historia de nuestro pueblo; que incluye no solo a quienes combatieron por alcanzar la libertad en los días difíciles de la tiranía, sino también a los que después han aportado su esfuerzo, su sacrificio en la defensa de la Patria, y también a los que han llevado el mensaje de solidaridad y de internacionalismo consustancial con nuestra Revolución desde el primer día.

 

EN CUBA HAY UNA SOCIEDAD CIVIL VIGOROSA, LIBRE, EMANCIPADA

Ustedes y el proceso que acaban de culminar son una demostración de que en Cuba hay una sociedad civil vigorosa, libre, emancipada, que desempeña en la sociedad la misión que es la aspiración, el sueño de las sociedades civiles en los países capitalistas: la posibilidad de ejercer el poder, la posibilidad de decidir, la posibilidad de tomar entre sus manos el destino de su comunidad, de su nación, de su Estado; posibilidad que solo se puede alcanzar con el Socialismo, porque solo el Socialismo ofrece las posibilidades de verdadera democracia.

Es hoy un día histórico y es un alto honor para la Presidencia de la Asamblea Nacional y para los compañeros de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos recibirlos a ustedes y recibir la documentación que ustedes nos traen.

La Asamblea Nacional también responderá al señor Bush; la Asamblea Nacional también cumplirá su deber patriótico y su especial responsabilidad constitucional de responderle. Lo hará, y nadie deberá sorprenderse por ello, conforme a su propia naturaleza, conforme a su propio sentido, a su esencia, porque la Asamblea es también obrera, es también campesina (Aplausos), en ella están también nuestros jóvenes estudiantes, en ella están también los representantes de nuestros barrios, de nuestras comunidades, en ella están el hombre y la mujer, el negro y la mulata, el joven y el experimentado combatiente, todos unidos, muy orgullosos de ser un Parlamento cubano, que quiere decir un Parlamento revolucionario, que quiere decir un Parlamento continuador y heredero de Guáimaro, de Jimaguayú, de La Yaya y de Baraguá. Y vamos a responder con el mismo espíritu de integración de todo nuestro pueblo con que hemos legislado y hemos debatido los principales problemas que la Patria ha enfrentado en los últimos años, no encerrados en cámaras aisladas del pueblo, sino discutiendo con los obreros y con los vecinos los problemas más acuciantes que enfrentó la patria en los peores momentos del período especial y que con tanto orgullo y tanta naturalidad nos acostumbramos a denominar parlamentos obreros.

No le llamamos ahora parlamentos campesinos a lo que estamos haciendo, pero en los últimos meses miles de campesinos cubanos, de cooperativistas, de familiares de campesinos y de cooperativistas, han estado legislando, discutiendo con las diputadas y los diputados lo que habrá de ser una futura nueva ley de cooperativas agropecuarias.

 

NUESTROS CINCO COMPATRIOTAS LIBRARON UNA GUERRA NOBLE, CALLADA, HEROICA CONTRA EL TERRORISMO

Para nosotros los cubanos, todo esto es algo natural, algo conocido; pero me he permitido decir algunas de estas cosas porque lo que estamos haciendo tiene lugar en medio de una batalla, frente a un enemigo que precisamente pretende destruir todo eso, acabar con la democracia, acabar con el gobierno del pueblo y para el pueblo, que es el que existe en Cuba, y lo hace amenazando y ofendiendo. Amenaza a Cuba con más bloqueo, con más guerra económica; amenaza, incluso, con el riesgo de la agresión militar sorpresiva.

Como se ha señalado aquí, este señor se arroga, incluso, la facultad de atacar a cualquiera, una larga lista de más de 60 países, dice él, como hacían en sus tiempos los piratas, sin declaratoria de guerra, sin avisar, cuando le dé la gana, cuando a Bush el Pequeño se le ocurra bombardear, atacar, asesinar. Lo ha anunciado que lo haría en cualquier momento, y la lista la tiene él, la decide él, y nuestro país está en esa lista.

Nos amenaza con entregar más recursos materiales y más dinero, y, además hacerlo, lo dice con todo descaro, directamente a quienes pretende comprar para emplear como quinta columna dentro de nuestro país, a los traidores y mercenarios dispuestos a alquilarse.

Nos amenaza con más terrorismo. Hoy recordamos la publicación del mensaje que nuestros Cinco compatriotas dirigieron al pueblo norteamericano. Son cinco jóvenes que fueron detenidos arbitrariamente, sometidos a un proceso judicial falso, manipulado, carente de cualquier viso de legalidad, maltratados, ellos y sus familiares, condenados injustamente y castigados después con sentencias que no resisten ni siquiera el sentido común, por una sola razón: por haber combatido al terrorismo en Estados Unidos.

Ellos sí libraron una guerra noble, callada, heroica contra el terrorismo, y están presos y fueron castigados por un gobierno hipócrita que dice oponerse al terrorismo, pero que va a Miami, el gran campeón de la supuesta guerra contra el terrorismo, a besuquearse, a abrazarse y a emborracharse con los peores terroristas de este hemisferio, y no lo oculta, sino que lo hace delante de todo el mundo, delante de las cámaras de la televisión, delante de los fotógrafos, como diciéndole al mundo que él sí es un terrorista y que el terrorismo de sus amigos terroristas continuará, en particular, contra el pueblo de Cuba.

Amenaza el señor Bush con anular nuestra Constitución y nuestras leyes, con arrebatarnos la obra que hemos edificado trabajosamente con nuestro esfuerzo, con nuestro empeño, todos los cubanos y cubanas, y arrebatarnos la Patria.

Promete, o más bien anuncia como gran amenaza, que "vendrá una nueva Cuba", son sus palabras; y nos definió qué cosa era esa "nueva Cuba", son sus palabras: "la Cuba de hace más o menos medio siglo, la Cuba de hace más o menos 50 años". La Cuba de hace medio siglo la conocen muy bien sus amigos batistianos que estaban en el jolgorio de Miami. Recuerdan seguramente los datos oficiales que el régimen batistiano hizo públicos hace más o menos medio siglo, con ocasión del censo que se hizo aquel año, que prudentemente la tiranía lo llevó a cabo en el mes de enero de 1953, en medio de la zafra azucarera —es decir, en un momento de mayor auge económico relativo, cuando podría mostrar mejores resultados— y, en todo caso, los datos que ofreció ese censo, si en algo están adulterados, si en algo no reflejan la exactitud de los datos, no es para mostrar, lógicamente, la gravedad de la situación social, sino, para tratar de encubrirla.

Recordemos, compañeros trabajadores, compañeros campesinos, compatriotas jóvenes, compañeras; recordemos algunos datos de aquel censo hecho por el régimen batistiano, publicado por el régimen batistiano: Trabajadores: el 63,2% de la población económicamente activa carecía de empleo, dos terceras partes de lo que era el potencial laboral cubano en el momento de auge de la zafra azucarera. Campesinos y obreros agrícolas: según el censo, el desempleo alcanzaba al 73,46% de las personas que residían en las áreas rurales de Cuba. Tenían ustedes, los campesinos, eso sí, un 36% de parasitismo intestinal, disfrutaban un 31% de paludismo y un 14% de tuberculosis. Y a los jóvenes y a los niños, ese señor Bush les promete regresar medio siglo atrás, a un país donde más de un millón de personas eran analfabetas y donde 1 619 535 niños y jóvenes no tenían un aula para ir a estudiar.

A la mujer, protagonista de nuestra lucha emancipadora y testimonio de hasta dónde se ha emancipado la gente en este país; a la mujer, si regresamos 50 años atrás, le estaría ofreciendo una sociedad en la que había 13 científicas, el censo podía haberlas nombrado con nombres y apellidos. Vean qué diferencia de vida, cuántas miles y miles de compañeras, que hoy son la mayoría en las aulas universitarias, la mayoría en los centros de investigación científica; pero la añoranza del señor Bush es hacerlas regresar a aquellos tiempos en que solo 13 mujeres eran científicas, se dedicaban a la investigación científica o a la docencia científica, mientras 90 982 tenían que ganarse la vida y sostener a sus familias como sirvientas domésticas de esas personas que se reúnen con el señor Bush para planear fraudes electorales, para apoyar al terrorismo, para fraguar nuevos crímenes contra nuestra Patria. Y por supuesto que los amigos miamenses del señor Bush no dejan de recordar que al negro y al mestizo les estarían ofreciendo el racismo y la discriminación que fueron flagelo y vergüenza de este país durante la república neocolonial.

 

EL SEÑOR BUSH EXIGE QUE ANULEMOS UNA CONSTITUCIÓN EN CUYA ELABORACIÓN PARTICIPÓ TODO EL PUEBLO

El señor Bush nos exige que anulemos una Constitución en cuya elaboración participó todo el pueblo y que fue aprobada en referendo por casi el 98% de ese pueblo; él, el señor Bush, que, aparte de los votos que robó, se benefició de una cláusula de la Constitución norteamericana que tiene una extraña referencia a lo que llaman el colegio electoral, integrado por seres sin rostro y sin nombre que son los que, desde hace más de dos siglos, eligen a la persona que se instala en la Casa Blanca, en lugar del pueblo que se supone que con sus votos lo haría.

Esta cláusula, de una Constitución que fue aprobada por 55 caudillos, algunos de ellos, por supuesto, gente de mucho talento —talento tenían cuando lograron redactar un texto que, todavía intocable, perdura dos siglos después—, permite el milagro de que sea declarado vencedor en una elección para la presidencia de la república quien menos voto obtuvo; es decir, el que sacó menos votos puede llegar a ser Presidente. No hablo ahora de las trampas, no hablo del robo, no hablo ahora de todo lo que con sus amigotes de Miami él contribuyó a ser; de todas maneras, aparte de eso, la decisión no era del pueblo, sino era de ese colegio.

Por suerte para el señor Bush, esa cláusula ha permanecido intocable por un período que ya son 220 años. Pero no solo amenaza a los cubanos, sino que amenaza también a los norteamericanos, los amenaza en sus dos peroratas miamenses, con nuevas prohibiciones, con nuevas restricciones para el derecho constitucional a viajar, con nuevas restricciones y prohibiciones para el derecho de los norteamericanos a comerciar, en un contexto en que el señor Bush amenaza todos los días al pueblo norteamericano y viola todos los días derechos constitucionales y proclama, como lo acaba de hacer en West Point y lo acaba de reiterar ayer, que estamos en medio de una nueva guerra fría, es decir, una nueva ola macartista, en que, manipulando el temor, el pánico generado por las propias autoridades a partir de la atrocidad del 11 de septiembre, cercena derechos y elimina libertades de norteamericanos.

Nuestra Asamblea recibe con honor y con gratitud la petición que ustedes, en nombre de todo el pueblo, nos traen. Estamos seguros de que esa voluntad expresa de nuestro pueblo será acogida y respaldada como tiene que hacerlo una Asamblea genuinamente popular; que afirmaremos que los fundamentos políticos, económicos y sociales, consagrados en nuestra Constitución son inalterables; que afirmaremos que nuestras relaciones con otros Estados tienen que basarse en el más estricto respeto a nuestra independencia y soberanía, y que jamás negociaríamos nada bajo la agresión o la amenaza o la presión extranjera.

Desde La Demajagua los cubanos aprendimos que la independencia de la Patria y sus principios revolucionarios no son negociables.

Junto a Martí proclamamos que la Patria prevalecerá y que los cubanos sabremos defenderla y lucharemos siempre hasta la victoria.

Con el Padre común seremos fieles al juramento de Independencia o Muerte.

Y a ti, Maestro, te prometemos que seguiremos luchando y que conquistaremos toda la justicia.

¡Socialismo o Muerte!