Reflexiones
Sobre
el destino
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Lo curioso del destino
es que está escrito con tinta invisible.
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Lo perseguimos con sin
descanso, a veces con los ojos entreabiertos, como intentando no mirar
a donde vamos. O quizás sea que pretendemos engañar a nosotros
mismos o algún otro, y quitarle mérito al destino. Que es
el unico que desentraña, desata, destapa, descubre. Tantas cosas
que deshace cuando en realidad tan solo construye.
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Pero lo hace con tinta
invisible, con trazos finos que sólo toman forma ante nosotros justo
un instante antes de que el futuro se manifieste presente, ante nosotros.
Los hilos del destino, tejen de manera enrevesada, confusa e indescifrable.
Pero todo como en el teatro y la mentira resulta aparente, y no es menos
el destino con la vida. Sutil y callado, como el carbón sobre el
papel, dando forma al vacío del papel en blanco. El destino.
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Se ha llegado a decir de
él que no es nada, que no existe, y lo reducen a un mero fenómeno
llamado casualidad. Pero todo, como en el teatro y la vida, es lo que parece,
pero al mismo tiempo es más. El destino y la casualidad tienen que
ver, pero no como antagonistas, no como dos versiones de la misma visión.
La causalidad de la casualidad. Ahí reside el destino, nada es casual,
y todo casualmente responde a un porqué. Es así de
sencillo, aunque puede ser tan complicado como queramos, eso ya depende
de cada uno.
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Hay quien confía
ciegamente en lo que le depara el destino, todo un tesoro digno de uno
mismo. Y entonces se abandona a un destino que no solo ha de llegar, sino
que vendrá a buscarle y le traerá aquello que espera. Pero
el destino es caprichoso y por lo general tiende a mofarse de las expectativas
de los pobres mortales. Le aburre lo sencillo, lo evidente, no tiene mérito.
Le gusta sorprender, hacer cabriolas imposibles y hacer del detalle una
obra maestra de repercusiones inquietantes.
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También hay quien
lo persigue con ahínco y empeño, convirtiéndolo en
su objetivo absoluto. La persecución es motor y obsesión
de sus vidas. En estos casos el destino no suele ser cruel, ofrece oportunidades
y da pequeñas sorpresas. Y aunque a veces puede divertirse poniendo
a prueba a sus perseguidores, la verdad es que no suele ser cruel, y el
éxito de la empresa de estos depende exclusivamente de ellos.
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No se puede negar que también
existen los reveses del destino. Esos arrebatos desmedidos e incomprensibles
que nos cogen por sorpresa desbaratando cualquier plan por perfecto o bien
atado que estuviese. La sorpresa en estos casos suele ser monumental, y
por lo general desagradable. Pocas cosas hay peores que las que echan por
tierra planes y proyectos de futuro, esperanzas y sueños, perdidos
en un suspiro. La sabiduría del destino parece obtusa y cruel en
momentos así. Se nos escapa el razonamiento borroso y oscuro del
tejedor en estas situaciones. Pero el destino está más allá
de la razón, no responde ante nadie, y por más que lo intentemos
sus trazos seguirán escribiéndose con tinta invisible hasta
que se haga tangible ante nosotros.
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El destino habla, a veces
susurra, e incluso grita, pero en cualquier caso dicta, e incluso condena.
Es la voz que oímos, queramos o no, y no acepta apelación
alguna. Pero podemos tratar de escuchar además de oír, y
entonces es cuando se puede encontrar la sabiduría del destino.
Nos conduce a veces por caminos inesperados, a veces sorprendentes, a veces
misteriosos. Y en estas ocasiones es cuando tenemos que saber ver en la
sabiduría del destino las oportunidades que nos ofrece para hacer
nuevos planes, más realistas, más ingeniosos, más
satisfactorios, más agradables, más atractivos. Oportunidades
con mayúsculas, nuevos caminos por recorrer, por descubrir. En los
que el destino se nos manifieste mil veces más con su magia de tinta
invisible y sabiduría borrosa e infinita.
El Navegante, para Vacaburra.
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