En este sentido, varios autores han investigado la
posibilidad de un sistema métrico prehistórico, llegando, por ejemplo, en
Inglaterra, a la conclusión de la existencia de una yarda megalítica como
unidad de medida. Estamos hablando del ingeniero Alexander Thom, que dice, tras 40 años
de investigaciones, que todos los monumentos megalíticos de Inglaterra y muchos de
España se han construido en base a esa unidad de medida. La yarda megalítica es de 82,9
cm La datación se puede establecer en el Bronce Final: aproximadamente unos 1.000 años
a.n.e.
Coincidimos con el análisis de Amador Rebullida, que fue su descubridor: El
surco vertical significa el eje del mundo atravesando el firmamento, figurado por el
círculo abierto por su parte inferior. La revolución del conjunto está indicada por los
brazos de la cruz, que tiene en sus extremos los siete astros móviles sobre el fondo de
las estrellas fijas, separados en dos grupos: uno de tres elementos, Mercurio y Venus que
nunca se apartan del Sol en su rotación; y el otro con los cuatro restantes, Marte,
Júpiter, Saturno y la Luna, que recorren, cada uno según su velocidad, los distintos
signos del Zodíaco. El círculo superior indica el giro de las estrellas
circumpolares. (Amador Rebullida, Astronomía y Religión en el
Neolítico-Bronce, Ed. Egara 1988)
Como símbolo de una sociedad patriarcal, sus autores no se atrevieron a grabarlo en la
montaña de Santa Bárbara, sede de la Diosa Madre desde varios milenios antes. Es un buen
indicativo del influjo que tuvo sobre las gentes de la Prehistoria la montaña de Santa
Bárbara, como centro de un culto matriarcal seguramente de toda la comarca.
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Lo mismo podemos decir del gran menhir fálico ubicado al extremo
opuesto, también contiguo a Santa Bárbara. En siglos posteriores, se construyó un
cementerio adosado al menhir, del que éste haría de elemento de protección, según la
creencia popular. |
El paso a las sociedades
patriarcales.
El que el Cosmos sea masculino nos indica que se ha producido un cambio de gran calado: el
paso de la sociedad matriarcal a la sociedad patriarcal.
¿Cómo se ha producido ésto? En el Neolítico, a un cierto grado de desarrollo
económico corresponde el fortalecimiento del papel del hombre frente al de la mujer y la
aparición de la propiedad privada. Conforme crecen los ganados, es el hombre quien los
cuida y no la mujer. Al crecimiento económico neolítico le es inherente la guerra entre
tribus vecinas: para garantizar los pastos a ganados cada vez mayores; para aumentar las
zonas de cultivo con que alimentar a una población en crecimiento; en una fase más
avanzada, para tomar prisioneros de la tribu vecina y hacerles trabajar (origen del
esclavismo) ante la falta de mano de obra ... Y las guerras las hacen normalmente los
hombres y no las mujeres (hay excepciones, no obstante). El botín de las guerras es lo
primero que se apropian el jefe militar y sus ayudantes; el paso siguiente, basándose en
la fuerza, es privatizar ganados y tierras de la propia tribu. El propio Aristóteles, en
pleno desarrollo del Estado ateniense, dice que la guerra es una actividad económica
más, junto a la agricultura o la ganadería.El trabajo del hombre llega a ser, pues,
mucho más productivo que el de la mujer. Se consolida así una aristocracia guerrera que
llega a tener mucha más riqueza que el resto de la sociedad y detenta el poder político.
La aristocracia guerrera va de la mano de la casta sacerdotal (a menudo puede ser la misma
cosa), que justifica lo que está pasando con un sistema de creencias apropiado. De jefes
militares elegidos para hechos de guerra puntuales y asambleas populares hemos pasado a
jefes militares consolidados que, aunque en principio conviven con las asambleas militares
(es la llamada democracia militar), las acabarán liquidando constiténdose en
reyezuelos de su territorio. Conocemos figuras de la Antigüedad, como Abraham o Viriato,
a lo que se les ha dado el título de pastores, lo que no quiere decir
ejercieran tal oficio sino que eran propietarios de grandes cantidades de ganado, a la vez
que detentaban el poder político y militar de su territorio. La gens griega que describe
Homero es ya una gens con ciudades amuralladas, con guerras por las mejores tierras, con
esclavos, con órganos de gobierno que van acaparando las aristocracias locales al frente
de las que figura el basileus (casos de Ulises o Agamenón). Agamenón ataca
Troya no como rey de Grecia, sino como cabeza de una coalición de ciudades griegas, cada
una independiente, que guarda su especificidad hasta en el campo de batalla, donde no se
mezclan unas con otras.
Cuando ésto sucede, el derecho matriarcal y el papel relevante de la mujer en la sociedad
están heridos de muerte. Es la gran derrota, con mayúsculas, de la mujer en la Historia
de la Humanidad. La Grecia de los tiempos heroicos es un fiel reflejo de este proceso (la
Iliada y la Odisea dan ejemplos abundantes de la derrota del matriarcado) y la Grecia
clásica es plenamente patriarcal.
Consolidar una aristocracia por encima del resto de la sociedad exige que la herencia se
haga por vía paterna. La mujer se "privatiza" y pasa a ser una servidora más
del hombre. Ha pasado de tener un papel social e igualitario a tener un papel privado y
subordinado. Se trata de garantizar la reproducción de esa aristocracia masculina. Las
familias son comunidades donde, bajo el mismo techo, viven varias generaciones con el
padre como jefe dominante.
Lo que conocemos como "Edad del Bronce" no es más que el momento de desarrollo
de las sociedades de Europa Occidental y Oriente Medio en el que se afirma el dominio del
hombre sobre la mujer, la propiedad privada y el dominio político de aristocracias que
pueden dar lugar a formas más o menos evolucionadas de Estados.
Aristóteles, el gran pensador occidental, nos da una definición de la mujer que no tiene
desperdicio. Al igual que los hijos de padres mutilados nacen unas veces
mutilados y otras no, también los hijos nacidos de mujer son a veces mujeres y otras, en
cambio, varones. La mujer es, y ha sido siempre, un varón mutilado, y la catatemia
[definida por Aristóteles como la carga femenina aportada a la procreación]
es semen sólo que no en estado puro; hay una sola cosa que no se puede encontrar en
ellas: el principio del ánima (P.Rodríguez, Dios nació mujer, Ediciones BSA 2000)
El personaje astral de Valjunquera nos ilustra de que este gran cambio también se ha
producido en la sociedad prehistórica del Matarraña.
La mujer y toda la simbología de las sociedades matriarcales son demonizados.
Así se hizo, por ejemplo, con las terribles Gorgonas con su cabeza
cubierta con amenazadoras serpientes (el símbolo de la Diosa) a modo de cabellera, largos
colmillos y ojos enormes- , que no fueron sino diosas favorables en su origen. Las
Gorgonas o Furias derivaron de Gea, la Diosa Madre Tierra, y conformaron una trinidad de
hermanas identificada con la diosa Luna, cuyos nombres fueron Medusa que significa
Sabiduría-, Esteno Fortaleza- y Euríale Universalidad-, conceptos muy
alejados, todos ellos, de los seres monstruosos en que las convirtieron finalmente los
griegos.
(
) La imagen del héroe matando al dragón o la serpiente, impuesta desde
Oriente, llegó hasta nuestra cultura religiosa actual como un símbolo de la victoria de
la luz y lo masculino sobre las tinieblas y lo femenino. En el mismo sentido la
demonización de la Diosa y lo femenino cabe ver el conocido relato bíblico de Eva. La
iconografía de la escena, con mujer activa y soberana de sí misma, junto a un árbol
que en este caso es el del conocimiento- y una serpiente, resulta una
burda y eficaz degradación del mito original con Diosa. árbol de la
vida y esperanza de regeneración (serpiente) gracias a lo femenino- que pervivió
su significado alegórico con el fin de denigrar todo lo femenino. (P.Rodríguez,
Dios nació mujer, Ediciones BSA 2000)
Es fundamental observar cómo Zeus u otros olímpicos (Heracles, Apolo, Hermes y,
por supuesto, Dionisio) y héroes como Teseo o Kadmos aparecen originariamente en Creta
como meros demonios de la fertilidad al servicio de la Gran Madre (Demeter). Como muestra
el llamado Himno a los Kouretes, Zeus no es en Creta más que un kouros, o sea
un cura, sacerdote o sirviente de la Diosa Madre, un iniciado en sus anuales
mistéricos de regeneración, que, a su vez, inicia o introduce a otros iniciados, tal y
como asimismo comparecen otros kouretes, sátiros, silenos, bacos, ménades,
coribantes, dáctilos. (Andrés Ortiz-Osés, Mitología cultural y memorias
antropológicas, editorial Anthropos)
Entre los aborígenes australianos la tradición de que en principio las mujeres
poseían todos los cultos secretos y objetos sagrados, y que los hombres se los robaron
más tarde, indica una ideología matriarcal (M.Eliade, Nacimiento y Renacimiento,
editorial Kairós, Barcelona) |
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