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Benvolgut Víctor:
Mi hermano Ignacio me ha traído tu último libro, diario de un teólogo del posconcilio. entre europa y américa latina, publicado por la editorial San Pablo (Bogotá-Colombia), este año de 2013. Ya puedes suponer que me he puesto a hacer propaganda de tu libro. Posiblemente sería más verdad decir que me he puesto a hacer propaganda de la página 124 de tu libro en la que, recordando cosas de la segunda mitad del año 1987, hablas de
Ante este título, tus lectores y lectoras pueden pensar que sigues hablando de Pere Casaldàliga, a quien dedicas las tres páginas anteriores (La teología poética de Casaldàliga) o que te refieres a algún escrito de Leonardo Boff o de su hermano Clodovis o a alguno de tus (y míos) hermanos jesuitas, como son un Jon Sobrino o un Ignacio Ellacuría.
¡Pobres lectores o lectoras! Decepcionados cuando se encuentran con el nombre de un desconocido Miquel Sunyol, un compañero tuyo. Ya puedes suponer que me ha hecho mucha ilusión esta página, y no tanto por un sentimiento de autoestima satisfecha, sino porque es como una prueba de que en el largo proceso de la teología católica se dan algunos casos de que un teólogo dé públicamente la razón a otro.
Esto de dar la razón un teólogo a otro es algo tan "escatològico" y tan alejado de cualquier imaginación humana que ni el salmista (fuera quien fuera el autor del salmo 146), ni el autor (fuera quien fuese) del Tercer Isaías, ni los copistas (a quienes no les solía faltar la fantasía) de Qumrán (los del 4Q521) tuvieron la osadía de incorporarlo en su lista de "acciones escatológicas".
Y así, ni los redactores del document q, que en algunos momentos (más de los que nos pensamos, como por ejemplo, en el Padre Nuestro) no dejan de ser unos simples "copiones", no pudieron alargar la supuesta respuesta de Jesús a los enviados de Juan Bautista (Lc 7, 22 / Mt 11, 5) de esta manera:
Esto es lo que dices en tu página 124:
De hecho, hace algunos años ya me lo habías confesado:
Sobre tu escrito "Carta a otro que se va..." y mi respuesta desde Oruro, he pensado muchas veces últimamente que ahora mi respuesta sería diferente, aceptando muchas de las cosas que tú decías. Han pasado 20 años, la caída del muro de Berlín, la postmodernidad, la necesidad de repensar la teología de liberación, la apertura a las cultura, el diálogo interreligioso, [el tema de la] la mujer, la ecología, etc.
Era un breve párrafo, inserto en una carta tuya (un e-mail) de enero de 2005, contribuyendo ("sin intentar escabullirte") desde Bolivia a mi "estudio de las reacciones que se produjeron en el colectivo jesuítico de Misión Obrera al saber que el P. Arrupe, en su viaje a España de mayo de 1970, haría una visita a Franco".
Te agradecí ya en aquel momento tu colaboración y sigo considerándola como una de las mejores que recibí. Para los lectores y lectoras de tu libro de ahora, no sería perder el tiempo leer lo que decías el año 2005: sería una relectura de la página 21 a la 24. Esta relectura se puede hacer haciendo un un doble clic aquí
Esta relectura también puede servir -me parece a mí- para saber en qué "climax" han de intentar leer esta carta de ahora.
La carta "provocadora y profética" era en realidad una carta a otro que se va... La escribí durante los días pascuales de 1987 y estaba dirigida a Rafa Yuste, compañero nuestro de la Misión Obrera de Andalucía que alargaba la lista de los que "cruzaban el charco" hacia algún país de Centroamérica. En su caso, Nicaragua.
Dirigida a Rafa Yuste, tenía, sin embargo, pretensiones de ser una "carta abierta" a través del boletín Misión Obrera, pretensiones que, en un primer momento, toparon, no con la iglesia, pero sí con los criterios de la censura. Ya ves que no has sido tú el único que ha tenido problemas con la censura.
Supongo que te la haría llegar por medio de mi hermano, compañero tuyo en Oruro y que también tiene un par o tres apariciones en tu libro. En la carta a otro que se va... hacía unas tres referencias a ti: en la primera salías a escondidas, en las otras dos con nombre y apellido.
Al principio de la carta le explicaba a Rafa que la idea de escribirle me había venido después de leer cosas de Marià Corbí y le hacía una pequeña presentación de Marià:
El Mariano es uno de los miembros del Instituto Científico Interdisciplinar, que en sus principios quería mantener un diálogo abierto entre las diferentes ciencias, incluidas las teológicas. Me parece que un buen día (no sé muy bien por qué) los teólogos (los "progres" de Sant Cugat) se retiraron del diálogo.
El otro día, en las Orientaciones de la Provincia, leí que daban un margen de un año al Instituto Interdisciplinar antes de cerrarlo.
Ya sabes que los catalanes somos gente práctica, y es verdad que es tonto subvencionar preguntas que nadie quiere (o puede o sabe) contestar. Aquí hemos preferido subvencionar a Cristianisme i Justícia que, en vez de preguntas, da respuestas (quizás respuestas a preguntas que aquí la gente ya no se pone, aunque sean a partir de problemas bien reales).
En aquel tiempo, me parece, sólo podía sospechar que tú serías uno de "los progres" de Sant Cugat. El año pasado, con motivo de participar con un pequeño escrito (Mistagogos y catequistas) en el homenaje a Marià Corbí (más allá del tsunami cultural), me llegaron papeles de aquellos tiempos que un amigo, Domingo Melero, tenía guardados. Y podía añadir esta nota a pie de página:
Ahora, gracias a documentos que me han pasado últimamente, ya sé algo más. Para el seminario (Epistemología de la religión y teología) del curso 1978-79 se retiran dos de los tres que constaban como "teólogos sistemáticos" (sus nombres, ahora conocidos, no me obligan a suprimir el adjetivo "los progres"). Coinciden bastante (¿demasiado quizás?) en las razones aducidas. Uno de ellos dice: "Teológicamente me encuentro en un universo que a mí me resulta viejo y ya superado para mí: en el mismo problema del protestantismo liberal de la izquierda bultmaniana y de otros mil fenómenos que yo formularía así (y que son típicos de todas las épocas de crisis): reducción del cristianismo a la experiencia religiosa". Y el otro dice: "Desde el punto de vista teológico me parece un reduccionismo de la fe cristiana, típico de posturas teológicas ya antiguas y superadas (vg. Evagrio Póntico, protestantismo liberal, corrientes modernistas, los "neopaganos" de hoy)".
Ya sabes que soy un chico bastante discreto y así evitaba decir los nombres, pero ahora tu diario de un teólogo me permite decir que el segundo eras tú (el primero no es demasiado difícil imaginar quién pueda ser).
Esto tiene que ver con lo que dices en la página 54:
Los intentos de algunos teólogos de construir una fe sin ritos, sin mitos ni dogmas, basada únicamente en una experiencia religiosa personal de silencio, siguiendo a maestros espirituales, como respuesta a una sociedad industrializada y en profundos cambios, me resultan una vuelta al subjetivismo religioso tipo Schleiermacher, o a un budismo estético para selectos, muy individualista y poco comunitario, poco integrador de la realidad, sin sentido de la historia ni de la encarnación.
Y sigues:
(Esta problemática se ha agudizado últimamente sobre todo en el contexto actual del diálogo interreligioso. J.B. Metz ha expresado bien la creciente espiral: Cristo sí, iglesia no; Dios sí, Cristo, no; religión sí, Dios no; espiritualidad sí, religión no. Pero realmente una espiritualidad laica, sin creencias, sin religiones, sin dioses, ¿se puede llamar espiritualidad cristiana?)
¿Cómo no ver aquí una referencia directa a uno de los libros de Marià Corbí? (Hacia una espiritualidad laica. Sin creencias, sin religiones, sin dioses, publicado por Herder el año 2007).
En la segunda referencia ya salías con nombre y apellido:
Para mi explicación particular tenía un caso bien concreto: el de Victor Codina. El cual, después de unos apaños a su teología estudiada según el "Ratio Studiorum", logró conseguir una buena síntesis bien válida para los últimos años de nuestro franquismo. El (y otros como él) con su teología, el viejo militante comunista de mi barrio con su repartir octavillas, o los de ETA con sus "vuelos", cumplieron bien el papel de peones de la transición.
Una vez acabada la obra, el personal fue despedido, tanto el repartidor de octavillas como el predicador de las homilias multadas.
La tercera era una pregunta retórica a nuestro grupo de Misión Obrera:
¿Supimos urgirle a Victor Codina -uno de los pocos teólogos que compartió nuestro "habitat"- la necesidad de enfrentarse, aunque esto le hubiera supuesto una segunda "reconversión teológica", a estas preguntas? ¿Que objeciones le pusimos a "cruzar el charco" para buscar un sitio en donde sus escritos y charlas pudieran de nuevo sentirse útiles, kerigmáticas, capaces de convertir? La vocación misionera de Victor Codina ¿no es nuestra confesión comunitaria de que su teología, nuestra teología (la que se vende en Claret, la librería de la progresía religioso-catequética de aquí) ya no sirve para un "diálogo de frontera", ese diálogo que tan encarecidamente nos exige nuestro Padre General?
Bueno, quizás llegado a este punto algunos puedan sentir la curiosidad de saber qué era lo que yo decía y qué era lo que tú me respondiste:
Síntesis de mi carta y de las respuestas "provocadas"
Mi Carta a otro que se va... (marzo-abril 1987)
Tu respuesta (8 septiembre 1987)
Lo que ahora quería decirte, manteniendo el diálogo fraternal, es que no encuentro nada acertado el resumen que haces de mi carta:
...que en substancia viene a decir que toda la problemática de la justicia y de la liberación corresponden al siglo XIX y que los desafíos teológicos de hoy y del futuro van por otra línea: secularización, increencia, diálogo con la ciencia y tecnología, con las religiones.
La primera parte de este resumen ("toda la problemática de la justicia y de la liberación corresponden al siglo XIX") no se encuentra ni se puede extraer de ninguno de los párrafos de mi carta. En mi vida habré dicho muchas "tonterías", pero nunca una como ésta.
Una afirmación de este tipo no la hubiera podido hacer en una carta dirigida a Rafa Yuste: él era militante (con responsabilidades) en Comisiones Obreras del campo; ante él yo demostraba mis simpatías por el SOC (Sindicato Obrero del Campo), en donde militaban en primera fila varios curas de Andalucía (entre ellos, el Diamantino), que ocupaban fincas y que todavía hablaban de la revolución agraria pendiente y que quizás segúían utilizando slogans como "Justicia y pan". No, una frase así ("son cosas del siglo XIX") no la hubiera podido decir yo a Rafa Yuste.
Un párrafo de mi carta descartaría la posibilidad de que yo hubiera dicho lo que me atribuyes:
Esta temporada estoy combinando al Mariano Corbí con Mircea Eliade. Supongo que nuestro amigo Isidre se quedaría más tranquilo si, aprovechando la coyuntura de haberme presentado a unas listas electorales en el hospital dedicara mis horas de lectura a la temática sindical.
Ya sabes que una buena traducción de “sin-dicato” (sun - dikaioj) sería la de “hacer justicia conjuntamente”. ¿Cómo me iba a apuntar yo a hacer cosas que correspondían al siglo XIX?
Haber dicho una frase así hubiera supuesto para mí olvidar muchas cosas de mi vida. Una de ellas: mi estancia de tres años en el Tchad (1971-1974). Algunas de las repuestas a mi carta podían dar la impresión de vanagloriarse de estar escritas desde el testimonio vivido de la injusticia de América Latina, olvidando que una docena de años no podían llegar a borrar la memoria de una injusticia bastante más grande que señoreaba en algunos países del África subsahariana.
Tu resumen pasa por alto (cosa incomprensible en un hombre formado en la más sana filosofía escolástica de Sant Cugat) una frase de mi carta: el adagio del "requiritur, sed non sufficit".
Nos dejas, Rafa, más solos, en medio de dos ejércitos "restauracionistas". Uno lo tenemos bien claro: el liderado por nuestro hombre de Polonia (¿a qué tipo de "padre" rezaría con el Pinochet?). El otro es fácil que tú lo vayas a engrosar. Para mí, este otro ejército de la "restauración" lo forman (¡mal que les pese!) todos estos que en Europa (aunque quizás sea un fenómeno español) se han apuntado a la teología de la liberación, sin darse cuenta del dicho escolástico "requiritur, sed non sufficit" (necesario, pero no suficiente).
El "requiritur", como tú sabes muy bien habla de la necesidad absoluta de alguna cosa; no dice de ninguna manera que una cosa, necesaria en otro tiempo, podía ser ya dejada a un lado.
Puestos a resumir mi carta a otro que se va... yo lo hacía de esta manera a Rafa:
Que nadie se me enfade (tú ciertamente no lo harás) si digo que la teología de la liberación no supera los esquemas mítico-simbólicos de una sociedad de ganaderos...
Mi carta a otro que se va... ni discutía ni ponía en duda la necesidad (el "requiritur"") de la lucha por la justicia y la liberación; quería discutir y poner en duda nuestra teología, las estructuras mítico-simbólicas en las que seguimos expresando el Deus absconditus, el que no es "ni palabra ni silencio", según la expresión del anónimo inglés del siglo XIV.
"Ni palabra ni silencio" podía ser el título de una página tuya que no puedo pasar por alto, la 103, de marzo de 1986:
Me he puesto a buscar entre mis papeles. He encontrado esta carta a la familia del 18 de febrero de 1986, escrita desde Oruro. Recuerda que estuve unos meses ("sin hacer nada") en vuestra comunidad.
El domingo, último día de Carnaval... Éste ha sido mi Carnaval. Muy devoto también porque entre sábado y domingo dije cuatro misas en la parroquia de aquí. Ahora ya tengo para ir tirando durante unas semanas...…
Lo que yo sigo recordando había sucedido aquel domingo, último día del Carnaval. Aquel fin de semana no sólo fue Estanislao Bofill ("el párroco de la parròquia") quien estaba de viaje, sino que también tú te habías largado (quizás a "dar unos ejercicios en Cochabamba a jóvenes jesuitas del Cono sur") y mi hermano debía cumplir con sus responsabilidades de ser "el párroco más alto del mundo" (era una de sus afirmaciones) en las minas. Mi "sin hacer nada" había sido tan bien asumido por todos vosotros que me enteré que vendría un sacerdote de La Paz para celebrar las misas. Yo dije que no era necesario llevar las cosas a este extremo…
De una carta a una amiga (20 de febrero del 86):
Hablando de misiones. Nunca puedes decir "de esta agua no beberé". En el Tchad nos reíamos de que los franceses habían enseñado a los niños de la escuela a decir que "nos ancêtres sont les gaulois", el Asterix, el Idefix y aquel otro tan gordo. El domingo pasado, que tuve que hacer de cura de parroquia (cuatro misas en veinticuatro horas y "bendecir" una criaturita nacida muerta), anuncié a los descendientes de incas, extremeños y de otras razas pre-imperiales que su "padre era un arameo". Dentro de la historia misional hay el caso de un misionero que, ante las dificultades de aprender la lengua del país, enseñó a los nativos el catalán. Nosotros, delante de la dificultad de aprender la "historia de salvación" de cada pueblo, enseñamos la nuestra (que tampoco es tan nuestra) y nos quedamos tan contentos. (El que yo hable aquí de "historia de salvación" no quiere decir que crea en ella).
Esta criatura nacida muerta y "bendecida" por mí en la sacristía después de la misa siempre la he recordado.
Víctor, compañero, ¿cómo, después que ante mis ojos hubiera sido dibujada la imagen de esta criatura y después de haber oído, día sí y día también, en Kyabé, "el gemido y llanto amargo de Raquel llorando inconsolable a sus hijos", hubiera podido yo escribir que "la problemática de la justicia y de la liberación corresponden al siglo XIX"?
Haré propaganda de tu libro para que lo más pronto posible se agote la primera edición y puedas hacer una segunda en la que no me hagas decir más "tonterías" de las que ya habitualmente digo.
Muy cordialmente
Miquel
Gracias por la visita
Miquel Sunyol sscu@tinet.cat 25 junio 2013 |
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Miquel:
He leído primero con curiosidad, después con interés y finalmente con fruición tu carta, en sus dos versiones.
Me alegro que mi Diario te haya gustado y que hagas propaganda de él..., aunque es difícil hacerlo llegar a España. También me alegro que te guste mi retractación "escatológica". Siento mucho no haber interpretado correctamente tu carta a Misión Obrera sobre la Teología de la Liberación y aquello del siglo XIX. No tengo el texto presente, lo leí en un boletín de Misión Obrera nacional. Estoy de acuerdo con aquello de "requiritur sed non sufficit".
Me admira tu memoria para recoger tetos y cartas del pasado. Evidentemente uno de los que se retiraron de aquellos diálogos con unos compañeros sobre teología de las religiones y espiritualidad fui yo, aunque hoy reconozca que la búsqueda de una espiritualidad es necesaria, más allá de estructuras, dogmas y morales…, pero me da mucho miedo que el deseo de compartir con otras religiones y espiritualidades nos haga poner entre paréntesis a Jesús de Nazaret. Sin embargo, creo que la mistagogía debe preceder al kerigma y que hoy día es necesario un cierto "secreto mesiánico" como el del evangelio de Marcos y mucho más un secreto eclesial.
Últimamente he trabajado bastante la Pneumatología (Creo en el Espíritu Santo, No extingáis el Espíritu, los dos a Sal Terrae, y preparo una Pneumatología desde América latina que se diría el Espíritu actúa desde abajo...) y creo que sin Pneumatología no hay Cristología, ni iglesia, ni Teología de la Liberación, que se puede convertir en una moral voluntarista y paternalista de izquierdas, pero sólo moral, con el riesgo del milenarismo y de pelagianismo larvado, "alcohol para legionarios"...
Te envío dos textos míos, uno al congreso continental celebrado en Unisinos (Brasil, octubre 2012) sobre los 50 años del concilio y 40 de la Teología de la Liberación (que parece que gustó a juzgar por los largos aplausos del público puesto de pie) y otro publicado en nuestra revista de Belo Horizonte (Prioridad Teológico-pastoral de la Pneumatología hoy).
En fin, será necesario que en la próxima visita a Barcelona charlemos más largo, con o sin "doradas al horno"... y mientras tanto quedémonos tú con la memoria del niño muer-to en el Tchad y yo con la del niño muerto en Oruro
Un abrazo
Víctor