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En el boletín ESGLÉSIA DE TARRAGONA nº 275 (julio-agosto 2013), dedicado a la "Beatificación del año de la fe", se rechaza la expresión "mártires de la guerra civil" aunque se reconoce que "la guerra civil fue el contexto sociopolítico en el cual se produjo la muerte de la mayoría" y, a continuación, se afirma que "ellos son víctimas, no de una guerra civil, sino de una persecución religiosa" (pág. 70). Y el Sr. Arzobispo, Jaume Pujol, en su artículo (pág. 6) recalca que "fueron víctimas de una persecución religiosa... los mataron por odio a la fe".
De manera parecida, el secretario de la Conferencia Episcopal Española, Antonio Martínez Camino, negó que la guerra civil fuese el marco de referencia de estas muertes. "Se beatificarán personas que murieron antes de la guerra civil, no queremos faltar a la verdad y queremos dejar claro que estoa mártires no son caídos de una guerra" (Més Tarragona, 27/09/1213, pág. 4).
La expresión «por odio de la fe»" es totalmente inapropiada y no conduce a la reconciliación que, después de tantos años, nos es todavía necesaria. Y si se quiere hablar de «persecución religiosa», es necesario, antes, preguntarse por sus causas: ¿por qué esta persecución estaba dirigida contra un grupo determinado de la sociedad?
Ellos y ellas fueron las víctimas de una iglesia que, a lo largo de los siglos, no supo transmitir a las clases sociales más depauperadas el mensaje del evangelio. Clases sociales depauperadas por la injusta distribución de la tierra en España. No es necesario ahora dar cifras, pero sí ponerse una pregunta. ¿Por qué el "pueblo" destruyó la cartuja de Scala Dei en el Priorato el año 1835? ¿Por «odio a la fe»? ¿O por odio a un sistema feudal, representado por los monjes?
Ellos y ellas fueron las víctimas de una iglesia que, durante los siglos XIX y XX -para no alejarnos demasiado en el tiempo-, había ido tomando una determinada postura social, cultural, política, manteniéndose siempre al lado de la Monarquía y de la Dictadura (la de Primo de Rivera, 1923-1930). Ésta supuso una fuerte represión del movimiento obrero y la prohibición de los derechos públicos y la supresión de partidos políticos y de las organizaciones sindicales. La Jerarquía eclesial, juntamente con la Monarquía (Alf0nso XIII), el ejército, la burguesía y los terratenientes, le dio soporte.
Ellos y ellas fueron las víctimas de una iglesia que no supo o no quiso (algunos dirían que los alimentó) detener la ola de odios que se iban acumulando. "Una de las dos Españas ha de helarte el corazón", escribiría Antonio Machado.
Ellos y ellas fueron las víctimas de una iglesia que por su beligerancia durante todo el siglo XX y sobre todo contra la República, ya se había destruido a sí misma, según la confesión de un sacerdote a Ventura Gassol: "Los rojos han destruido nuestras iglesias, pero nosotros destruimos primero la iglesia".
Esta Jerarquía eclesiástica beatificará a sus propias víctimas, pero no hará para ellas lo que sería necesario hacer en primer lugar: pedirles perdón.
Esta Jerarquía eclesiástica beatificará a sus propias víctimas, las que ella considera de su bando, pero no hará lo que quizás sería todavía más necesario: pedir perdón a todos aquellos que ella convirtió en "autores materiales" de unos odios que ella había contribuido a alimentar.
Este año, durante el cual, después de cincuenta años, un sueño ha vuelto a recorrer el mundo, ¿no podemos soñar que familiares, amigos y fieles, asistentes al acto, quedarán sorprendidos al oír: "ANUNCIO DE LA BUENA NUEVA DE JESÚS DE NAZARET SEGÚN JOAN MARAGALL"? Y, una vez superada la sorpresa, seguir oyendo con toda la paz del corazón:
Entrad, entrad, la puerta está toda ella abierta; vosotros mismos os la habéis abierto con el fuego y el hierro del odio; y ahora he aquí que encontráis dentro el Misterio más grande del Amor redivivo.
Destruyendo la iglesia habéis restaurado la iglesia, la que se fundó para vosotros, los pobres, los oprimidos, los desesperados…
Vosotros, con vuestra pobreza y vuestra rebelión y vuestra desesperación, habéis envestido su puerta y en sus muros tan firmes habéis abierto una brecha y os la habéis reconquistado.
En este escrito de Joan Maragall, La iglesia quemada, publicado -con algunos cortes por la censura- en la veu de catalunya el 18 de diciembre, la reflexión de un cristiano después de los hechos de la Semana Trágica de Barcelona (últimos días de julio de 1909), había MÁS PALABRA DE DIOS que en la Pastoral del obispo Torras i Bages del 18 de agosto (La gloria del martirio), publicada en la veu de catalunya el 31 de agosto, en donde hablaba de la eterna lucha del bien contra el mal, sin preguntarse por las causas sociales.
Gracias por la visita
Miquel Sunyol sscu@tinet.cat 3 octubre 2013 |
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