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La amistad con Dios ¿es posible?

Una pregunta antigua y todavía vigente

teresa_avila (52K)La lectura de un libro sobre santa Teresa de Jesús me ha vuelto a recordar una pregunta vieja y antigua. El libro lleva por título Teresa de Jesús. Biografía de una escritora. Un amigo me hizo caer en la cuenta de un detalle importante: ¿a quién estaba dedicado el libro? ¿Quién es Giulia Adinolfi? Y, naturalmente, ¿quién es la autora, Rosa Rossi?

Sobre Giulia Adinolfi he encontrado en wikipedia, en la página dedicada a Manuel Sacristán, lo siguiente: "Junto a Giulia Adinolfi encabezaron en 1979 la iniciativa de una nueva revista, Mientras Tanto, destinada a la reconsideración del ideario emancipatorio-comunista a la luz de la crítica ecologista y feminista y en torno a la matriz marxista originaria. En ella colaboraron, entre otros, Antoni Domènech, Francisco Fernández Buey o Víctor Ríos.

Son personas que las podríamos situar dentro del pensamiento marxista, marxistas abiertas a la dimensión "espiritual", al camino interior de los hombres y de las mujeres. Esta apertura marxista a la dimensión espiritual, pide, por nuestra parte, abrirnos a la consideración de que la "experiencia mística" (desde la experiencia de la oración mental hasta la experiencia de escuchar voces, de la percepción interior de visiones o de estados de éxtasis) se da también en otras religiones (ya sean indias, musulmanas, judías), incluso -aunque quizás de forma diferente- en las politeístas, y guarda grandes semejanzas con toda experiencia creativa de poetas, escritores, músicos….

Una auténtica experiencia espiritual no es patrimonio exclusivo de los cristianos, sino de todo ser humano dispuesto a poner toda su existencia en la búsqueda de aquella "palabra" que dará pleno sentido a su vida.

El libro es una biografía a partir de los propios escritos de Teresa de Jesús, cuando todavía no era considerada como una santa y redactados siempre (cosa normal en aquel tiempo) con el miedo a la Inquisición, esto es, con una fuerte autocensura. La autora pone de relieve los "silencios" de Teresa.

Ahora prescindiremos (aunque a la autora no le parezca bien) de los elementos biográficos (la autora posiblemente nos diría que no podemos olvidar su procedencia de una familia judía conversa), ni tampoco ahora es cuestión de preguntarnos por su facilidad de ir encontrando confesores jóvenes (fueran jesuitas o no) ni tampoco pondremos atención ahora a algunas expresiones en sus cartas a Jerónimo Gracián, un fraile carmelita, también más joven que ella (¡30 años!), expresiones que encontraríamos en muchas cartas entre enamorados.

La pregunta vieja y antigua, antigua en la historia y antigua en mi -y supongo que también en la vuestra- vida, la encontramos bien formulada en el libro en la página 180:

Entre quienes admitían la posibilidad de que tales experiencias pudiesen ser de origen divino, o sea, que Dios pudiese hablar directamente a los seres humanos y, por lo tanto, también a las mujeres,

Y, quienes, por el contrario, defendían que casi siempre que alguien -y tanto más si era mujer- decía haber tenido gracias particulares en la oración, no era más que una obra del demonio.

Podemos dejar hoy día de lado las frases "y, por lo tanto, también a las mujeres" y "tanto más si era mujer", aunque en tiempos de Teresa éste era un punto de fuerte discusión (pág. 57)

Existían dos opiniones distintas sobre la posibilidad de que, a pesar de todo, Dios pudiese hablar a la mujer en lo más profundo de su mente: por un lado estaban los que pensaban que esto era posible y de hecho sucedía; por otro lado, los que opinaban que era casi imposible y que, en cambio, era frecuente que fuera el diablo quien se presentase ante las mu-jeres fingiéndose un "ángel de la luz", engañándolas con voces interiores, visiones y otras experiencias celestiales.

Quizás con riesgo de equivocarnos, planteemos la pregunta en "igualdad de sexos": ¿el ser humano puede experimentar personalmente a Dios? ¿Es posible una comunicación inmediata y directa de la criatura con su Creador? O, si queréis, con las palabras que Teresa había leído en el libro del franciscano Francisco de Osuna: La amistad e comunicación con Dios es posible en esta vida y destierro, e incluso más estrecha y segura que jamás fue entre hermanos ni entre madre e hijo". ¿Es posible esta amistad con Dios?

No soy nadie para dar una respuesta a esta pregunta que, aunque vieja y antigua, sigue vigente. Pero sí que, desde hace años, me he animado a ayudar a que cada uno diera su propia respuesta.

Para hacer esta ayuda me servía, a mi vez, de un texto de Kart Rahner, Palabras de Ignacio de Loyola a un jesuita de hoy, que me permitía escribir (año 1997) cosas como éstas:

Creo que K. Rahner tiene toda la razón del mundo -dentro de su perspectiva- cuando hace esta triple afirmación (que para mí resume toda la espiritualidad que hemos recibido desde pequeños):

(Cf. Palabras de Ignacio de Loyola a un jesuita de hoy)

Coincide plenamente con aquel interés de san Ignacio en los Ejercicios de que el predicador se calle y "dexe inmediate obrar el Criador con la criatura y la criatura con su Criador y Señor" para que "el mismo Criador y Señor se comunique a la su ánima devota".

¿Qué es este comunicar del Creador con la su ánima devota? ¿Qué es este inmediate obrar del Criador con la criatura? ¿Qué es este tratar de modo directo, este poder captar el soberano designio de la libertad de Dios?

Me parece que ni san Ignacio ni Rahner se contentarían con nuestras frases de que encontramos a Dios en el pobre, en los explotados, en las ansías de liberación del pueblo oprimido, en los signos de los tiempos, en cada episodio pequeño y a veces efímero de la "lucha final". Creo que ellos, con sus inmediate y modo directo, quieren llegar a afirmar que a Dios también se le puede encontrar en una "cartuja", o en la tranquilidad nocturna de un barrio dispuesto a levantarse pronto para ir al trabajo.

Y más adelante añadía:

Estoy totalmente de acuerdo con Rahner de que "en el fondo se trata de algo tremendo": el afirmar que "experimenté a Dios, al innombrable, al silencioso y, sin embargo, cercano, en la tridimensionalidad de su donación a mí […], más allá de toda imaginación plástica".

Y me preguntaba:

Esa experiencia de inmediatez, ¿no es algo que va contra muchas cosas, no sólo de razonabilidad humana, sino también contra una de las corrientes de lo más hermoso de la biblia?

En aquellos años finales del siglo pasado dejaba "para los años de la jubilación un estudio comparativo en este tema entre Rahner y el amigo Juan Luis Segundo".

Juan Luis Segundo es (o era, falleció el 17 de enero de 1996) un jesuïta del Uruguay considerado dentro del grupo de la "teología de la liberación", aunque a él le gustaría más -yo creo- ser considerado de la "liberación de la teología". Le llamo "amigo" porque, aunque no le conocí personalmente, su libro El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret me acompañó durante mi viaje a América del 85-86.

El nos dirá:

Dios no le comunica inmediatamente al alma cuál es el servicio y alabanza que espera de ella. El conocimiento psicológico, durante esa especie de esgrima interior que son los Ejercicios, le dice a cada "caballero" hasta dónde puede llevar su ofrecimiento, cuál es el mejor servicio que Dios puede esperar de él y, por tanto, su auténtica vocación, enseñándole a conocerse a sí mismo y las posibilidades espirituales latentes en él, le dice hasta dónde puede llevar la imitación de Cristo o, mejor dicho, hasta dónde una imitación mayor es compatible con el mayor servicio y alabanza de la divina majestad.

Y nos hará esta pregunta:

¿Pensamos literalmente que tal o cual consolación o desolación constituyen una comunicación directa y personal de Dios o de Satanás al ejercitante, de la misma manera que muchas personas atribuyen la duración y abundancia de las lluvias a una intervención o voluntad específica de Dios? ¿O la atribuimos a causas psicológicas, como atribuimos la lluvia a las meteorológicas?

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Un paseo por los Ejercicios Espirituales de san Ignacio acompañados por Juan Luis Segundo
El texto de Karl Rahner más ampliado
Gracias por la visita
Miquel Sunyol

sscu@tinet.cat
18 octubre 2011
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Hola Miquel:

Sobre "La amistad con Dios, ¿es posible?" me gustaría comentar que sí, es posible. En mi experiencia personal siento que es así. Mi concepto de amistad con Dios coincide plenamente con tu artículo, no con la idea de amistad de Dios que he aprendido en mi familia o en mi parroquia o en la iglesia católica en general (aunque esta idea me ha marcado, no sé si en positivo...).

Mi subjetividad en la relación con Dios, coincide enormemente con tu articulo, con lo que citas de Juan Luis Segundo, y de momento, en mi, no llega (la experiencia de mi relación con Dios) a la mística (ni alucinaciones, ni voces...), pero puedo decir que estoy aprendiendo a discernir (entre la amistad con Dios o el Demonio), como una hormiguita que trabaja en el creciemiento personal, hasta sentir en mi una experiencia espiritual importante.

En cambio, no considero en absoluto sano y saludable, la esquizofrenia i/o la ambivalencia de todos (y perdona que sea tan radical) los mensajes contradictorios vividos en el seno familiar y en la escuela entre el mensaje de Jesús y lo que se vive, como experiencia ontogénica, en família, en sociedad o entre cristianos considerados católicos y la doctrina oficial de la iglesa.

Las múltiples contradicciones que se viven en una sociedad capitalista, consumista, miedosa, manipulada y alienada no tienen nada que ver con el mensaje profundo de liberación del humanista Erich Fromm o de la misma doctrina de Jesús de Nazaret.

Las contradicciones y incongruencias de mi propia familia que sufre y carga con un dolor enorme por herencia y por la vivencia de las experiencias ontogénicas dolorosas en la infancia desde mis ancestros, impiden también una saludable relación con Dios.

Podria afirmar ahora mismo, que me siento más cercano a Dios que a mi propio padre, que me siento más cercano a María o a la Pachamama que a mi propia madre. Que los considero más cercanos que mis verdaderos padres, y la tierra i el cielo más cerca que mis propios padres biológicos. La mirada de Dios, es una mirada que se debe aprender de los padres. No dudo de que mi padre y mi madre no me hayan visto, ni que ellos no fueran vistos por sus padres. Dudo de que sus padres supiesen mirar con la mirada en la que siento que verdaderamente nos mira Dios, y nos mira la Pachamama y no como nos mira el demonio. Creo que la soledad de esta experiencia trae consigo la libertad, el precio de la libertad es una dulce y cada vez más pacifica y calmada soledad.

Gracias, Miquel, por tu valiente testimonio.

Espero que este escrito aparezca como comentario personal en tu web.

Una forta abraçada

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