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Sólo texto | Consejos de lectura | Y unos consejos del siglo XIV... | Si es tu primera visita... |
Este verano, gracias a que aceptaste "predicarnos" los Ejercicios Espirituales de Lamiarrita, tuvinos ocasión de conocernos personalmente. Sólo te conocía por haber condensado para Selecciones de Teología, hace ya años, unos dos o tres artículos tuyos. Tuvimos, pues ocasión de conversar y de dialogar.
Tenía interés en ello, pues de estos artículos leídos para condensarlos, sabía que me era necesario mejorar mi "canon eucarístico": suprimir los "Te pedimos" y los "Acuérdate". No me diste la formulación concreta, pero me animaste a buscarla.
Hace un par de semanas me llamaron: un amigo, uno de esos que nos vienen ya de los años del colegio, se acababa. Me hablaron de la "extremaunción". Dije que yo no sabía hacer esto y propuse -proposición rápidamente aceptada- de celebrar en la habitación del hospital, con la familia y el grupo de amigos que durante tantos años se había ido reuniendo en "equipo de matrimonios", una pequeña eucaristía.
Acepté su deseo de "confesarse" y recordé una de las cosas que nos habías dicho: que la obligación de "dar la lista" de pecados iba contra los derechos humanos. No sé si va contra los derechos humanos, pero sí que ciertamente va contra mi sentido del respeto de la intimidad de la gente que me rodea. Así que le dije: "No me vas a decir nada. Vamos a estar un momento en silencio. Tú y tu Dios; nosotros dos y nuestro Dios". Hacía ya tantos años que no decía "Ego te absolvo…"
Junto al pan y el vino puse un poco de aceite, otro fruto -en nuestra cultura mediterránea- "de la tierra y del trabajo del hombre", y con él, después de haber participado todos comunitariamente del pan y del vino, signé su frente.
Al día siguiente, antes de las perspectivas que me habían dado, se murió.
Preparé la misa de funeral y estos son los cambios que introduje en mi canon eucarístico:
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Así, pues, al celebrar ahora el memorial de nuestra redención, recordamos la muerte de Cristo, proclamamos su resurrección
y, mientras esperamos su venida, te pedimos que el Espíritu de Jesús congregue en un solo cuerpo a cuantos participamos de este pan y de esta copa.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia peregrina en la tierra, llamada a ser levadura, sal y luz: que sepamos ser, siguiendo a Jesús, anuncio incansable de tu Reino. |
||
Así, pues, al celebrar ahora el memorial de nuestra libertad, recordamos la muerte llena de resurrección de Jesús de Nazaret, para que, habiendo participado de un solo pan y de una sola copa, sepamos ser, congregados en un solo cuerpo, anuncio incansable de tu Reino | ||
En este párrafo, además de suprimir un "Te pedimos" y un "Acuérdate", he conseguido expresar algo tras lo cual llevaba unos años: no unir la muerte y resurrección de Jesús como si fuesen dos eventos con entidad propia. De alguna manera en la escuela ya nos lo habían dicho: no se podían sumar peras con manzanas. De igual manera no se puede unir copulativamente la muerte de Jesús (un hecho que está situado, aunque no las podamos precisar, en las coordenadas de espacio y tiempo) y su resurrección, situada en un "tercer día" totalmente metafórico. Y la expresión de una "muerte llena de resurrección" no puede suponer rehazo alguno por parte de posibles participantes en la celebración eucarística.
Ya viste en Lamiarrita que la tradicional "oración de los fieles" ya la situaba dentro de lo que llamamos el canon eucarístico, y la introducía con un "Acuérdate", añadiendo que era "el momento de presentar nuestras peticiones más personales". Ahora he alargado la introducción y he cambiado "nuestras peticiones" por "nuestros compromisos".
Acuérdate...
Ahora es el momento de presentar nuestras peticiones más personales |
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Al hacer el memorial de nuestra libertad no podemos olvidar que todo el universo gime y sufre dolores de parto…
Es el momento de presentar nuestros compromisos más personales |
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Es tan fácil para nosotros pedir a Dios que se preocupe de los pobres... Sigamos suprimiendo los "Acuérdate"
Acuérdate de todos aquellos que siguen vivos en el recuerdo de los aquí reunidos: que habiendo ya compartido... | ||
No olvidamos los nombres de todos aquellos que siguen vivos en el recuerdo de los aquí reunidos: que habiendo ya compartido... | ||
Y el último que suprimí
Padre de bondad, acuérdate de todos nosotros: concédenos que, juntamente con María, su madre, con los apóstoles y santas mujeres que siguieron a Jesús por los caminos de Galilea, con todos aquellos que han sido tus amigos a lo largo de los siglos, tengamos un lugar en tu Reino para dar la buena noticia a los pobres, anunciar a... | ||
Padre de bondad, nuestros nombres están vivos en tu recuerdo, juntamente con el de María, su madre, con el nombre de los apóstoles y de las santas mujeres que siguieron a Jesús por los caminos de Galilea, con el de todos aquellos que han sido tus amigos a lo largo de los siglos. Como todos ellos no rechazamos, ayudados con tu aliento, un lugar en tu Reino para dar la buena noticia a los pobres, anunciar a... | ||
Ya ves que voy "limpiando" poco a poco mi canon. En la Eucaristía del último día, en la cual formaste parte del equipo que "presidía", hiciste también, sobre la marcha, una labor de limpieza y fuiste cambiando algunas frases del modelo que seguíamos. Quizás por hacerlo sobre la marcha, no cambiaste algunas frases que, a mi modo de ver, necesitaban una limpieza mucho más a fondo. Me estremecí cuando nos hiciste "ofrecer la sangre"... ¿Querías presentarnos un Dios sediento de sangre? ¿O quizá pensaste que en aquellos parajes tan cercanos a las "brujas de Zugarramurdi" lo de "ofrecer sangre" era algo comprensible y aceptable?
Ya sé que la culpa no es tuya. La culpa es de aquellos que no me hacen caso y siguen llevando a Lamiarrita esos malditos libros de canciones y oraciones...
Los lectores de mi web ya saben, desde hace tiempo, que mi problema no yace en la cuestión de con qué títulos y de qué manera nos podemos dirigir a Dios, sino si podemos referirnos a Dios como si fuera un "tú", una persona que nos escucha y que nos habla y que puede intervenir, de una o de otra manera, según nuestras peticiones y súplicas, en los acontecimientos de nuestra cotidianidad humana.
El sermón que hice en la misa de funeral era un "plagio" de dos párrafos tuyos de uno de aquellos artículos que me tocó condensar. Lo publicaste en encrucillada en 1997 (nº 21) (¿te acuerdas?) y su título era Senso e vivencia da liturxia funeraria.
En Selecciones de Teología salió en el nº 147 de julio-septiembre de 1998.
Si quieres ver
la condensación que hice...
Si me lo indicas, puedo poner un link a tu artículo original.
Esto es lo que tú escribiste o lo que quedó después de pasar por mi tamiz:
Ante todo cambia de manera radical la manera de situarnos ante Dios y de expresar nuestra oración. Si la estructura fundamental de la liturgia es la celebración de la victoria de Dios sobre la muerte, se comprende sin la menor dificultad que no tiene ningún sentido tratar de suplicar a Dios y, menos aún, intentar aplacarlo para que sea piadoso con el difunto. No tiene ningún sentido por lo que ya dijimos al principio: por la maravilla del Dios que en la absoluta iniciativa de su amor, antes que nosotros se lo pidamos, está siempre sosteniendo, ayudando y salvando. Y ahora, más en concreto, no tiene ningún sentido por la bondad infinita del Dios de la vida, que lo hizo y lo hace todo para rescatar de la muerte a sus hijos y a sus hijas.
Asombra pensar que nosotros podamos tener la ocurrencia de intentar convencer a Dios, como si nuestro amor por los difuntos fuese mayor que el suyo, pero plegarias y ritos, objetivamente considerados, suponen demasiadas veces que nosotros somos los buenos, los cariñosos, los misericordiosos que estamos esforzándonos por convencer a un Dios cruel, justiciero y terrible, a quien es necesario propiciar por todos los medios.
La liturgia está llena de oraciones en forma de súplica que, por la manera de expresarse, hacen depender de nuestras plegarias la misericordia de Dios y, por lo mismo, parecen poner en duda el amor primero, gratuito e incondicional del Señor: "Escucha nuestras oraciones… y haz que nuestro hermano…", "Abre bien tus oídos al clamor de nuestra súplica y que tus ojos se compadezcan", "Ten misericordia… para que no sufra el castigo", "No seas severo en tu juicio…". Por otra parte, no han sido borradas fórmulas que dan la impresión de que es Dios quien manda la muerte, reforzando así una visión incorrecta del problema del mal.
Estos párrafos tuyos pasados a "sermón" quedaban así:
¿Qué imagen de Dios tenemos cuando le suplicamos que "abra bien sus oídos al clamor de nuestra súplica"?
¿Cuál es nuestra pretensión humana cuando le pedimos que "no tenga en cuenta los pecados" de nuestro hermano difunto?
¿Qué imagen de Dios podemos transmitir cuando hacemos como una llamada desesperada a su misericordia para que nuestro hermano difunto "no sufra el castigo"?
¿Qué relación establecemos entre nosotros y Dios cuando le rogamos que "no sea severo en su juicio"?
Ante Dios, ¿nos consideramos nosotros, a nosotros mismos, como los buenos, los compasivos, los misericordiosos, alejados de todo impulso de venganza, y a él como un señor de corazón endurecido, cerrado al perdón, con un cierto espíritu vengativo (la has hecho, ahora la pagarás), inflexible y terrible a la hora de separar las ovejas de los cabritos?
¿Son necesarias nuestras oraciones, nuestras peticiones, nuestras súplicas para que este Dios de corazón duro se avenga a la piedad, a la misericordia, a perdonar, a olvidar?
Dicen que un buen profesor es aquél que saber decir: "Esto no lo sé. Ya lo buscaré".
Dejadme ser un buen catequista. No sé quién es Dios, pero este Dios de nuestras oraciones, de nuestras peticiones, de nuestras súplicas no es el Dios a quien me gustaría entregarme.
No sé cómo hay que hablar a Dios, pero no quiero participar de esta pretensión de los humanos de querer, con nuestras palabras y a veces con nuestros dineros, [de querer] aplacar a Dios, de querer convencer a Dios a la misericordia.
No sé si el "Tu" (o el más respetuoso "Vos") es la palabra acertada para expresar nuestra más profunda experiencia espiritual, pero la retahíla litúrgica del "Kyrie eleyson", "Christe eleysion", "Kyrie eleyson" (ten piedad, ten piedad, ten piedad) no es para mi la manifestación del auténtico rostro de Dios.
Si hay un rostro de Dios, ¿no es el del Amor inconmensurable que todo lo abarca?, ¿el del Amor primero origen de todo?
Este Amor primero no depende de nuestras palabras, ni mucho menos de nuestros dineros, para acoger a todos aquellos que El ha engendrado.
Recordando nuestros años juveniles de "catequistas", les había dicho:
Dejadnos, pues, a nosotros dos, seguir haciendo ahora, por unos pocos minutos, faena de "catequista", esto es, poner y responder preguntas. No os sintáis considerados en poco si no me salto las primeras lecciones, como dándolas ya por sabidas, y empiezo poniendo las primeras preguntas del catecismo. Las primeras preguntas del catecismo son sobre Dios.
Posiblemente algunos de vosotros diréis: "¡Qué osadía la de éste, hablar de Dios! Osado o no, pienso que tengo un buen punto de partida: el principio repetido por los grandes teólogos de que "de Dios no sabemos nada".
Tengo un amigo que a veces me dice: "Si no sabes nada sobre Dios, ¿por qué hablas tanto de Dios?" Mi respuesta es: "Yo no hablo de Dios, yo hablo de lo que los hombres, y las mujeres, han dicho de Dios".
San Pablo manifiesta una cierta preocupación cuando habla de las reuniones de los cristianos: ¿qué podría decir alguien no iniciado o alguien no cristiano que entrara por casualidad a la reunión?
Pues bien, ¿qué imagen del Dios de los cristianos se haría un no creyente que entrara en una misa de funeral?
Tus palabras de 1997 resultaron "novedosas", a finales del 2011, a personas acostumbradas a asistir a "misas de funeral".
Andrés, con esta carta intento pagar públicamente tus "derechos de autor". Quizás me ha salido un tanto larga, pero también son largos tus derechos de autor y también fueron largas tus charlas en Lamiarrita. Pero tampoco aquí la culpa fue tuya. ¿Qué jesuita te contactó y no te habló de la Anotación nº 2 de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio?
Si la pereza no me vence, seguiré dando vueltas y compartiendo algunas de las cosas que nos dijiste.
Con toda cordialidad
Gracias por la visita
Miquel Sunyol sscu@tinet.cat 15 noviembre 2011 |
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anotación segunda
La segunda es, que la persona que da a otro modo y orden para meditar o contemplar, debe narrar fielmente la historia de la contemplación o meditación, discurriendo solamente por los punctos con breve o sumaria declaraión; porque la persona que contempla, tomando el fundamento verdadero de la historia, discurriendo y raciocinando por sí mismo, y hallando alguna cosa que haga un poco más declarar o sentir la historia, quier por la raciocinación propia, quier sea en quanto el entendimiento es ilucidado por la virtud divina; es de más gusto y fructo spiritual, que si el que da los exercicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de la historia; porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente