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Muy posiblemente, cuando a finales del verano de 1976, llegué a Bonavista, si me hubiese encontrado con esta portalada con su proclama: "Yo soy la puerta, quien entre por mí se salvará" (una frase del evangelio de Juan), no me hubiera visto obligado a manifestar públicamente comentario alguno.
Aquellos años, vecinos y vecinas de Bonavista, como pasaba en la sociedad general hispánica de aquellos tiempos, vivíamos en un "uniformismo" cultural-religioso. Los que nos amontonábamos en la sala de espera del ambulatorio de La Canonja, todos teníamos el mismo color de piel. Niños y niñas en la escuela no sabían que había otros niños y otras niñas con otros colores, con otras lenguas, con otras costumbres, con otras religiones...
En el mercado dominical, la diferencia cultural venía marcada solo por todo el conjunto de paradas mantenidas por hombres y mujeres de la etnia gitana. Pero, durante la semana, la etnia gitana quedaba circunscrita en el cercano barrio de La Esperanza, sin participar ni de las escuelas del barrio ni de los servicios médicos ofrecidos en La Canonja. (No hago aquí ninguna valoración de este hecho).
Hi havia una Parròquia, hi havia una església, hi havia una porta. Porta pobre i humil, sense proclames
Había una Parroquia, había una Iglesia, había una puerta. Puerta pobre y humilde sin ninguna proclama.
Por esta puerta sin proclamas entraban, además de los fieles "de carnet", los ocasionales de "bautizos, primeras comuniones, bodas" y también, sin saber si era por una de sus últimas voluntades, los vecinos y vecinas que habían obtenido el certificado de defunción, acompañados en esta ocasión por una multitud de su lugar de origen.
Por esta puerta sin proclamas entraban también trabajadores en huelga para celebrar sus asambleas, los grupos vecinales que animaron y sostuvieron la huelga de los autobuses, la juventud del Tele-Club… También estaba abierta para recibir alguna reunión de Cristianos por el Socialismo. Y también acogía el reducido grupo que se agrupaba bajo el nombre de "comunidad cristiana de base".
Pero los tiempos han cambiado. Bonavista, como toda nuestra sociedad, vive en un "pluralismo" sociológico, cultural, religiosos. "Pluralismo" que ya te lo encuentras en cuanto entras en el CAP de Bonavista; "pluralismo", bien manifiesto a la salida de las escuelas (más manifiesto quizás en la escuela pública que en la privada, de titularidad eclesiástica). Y no es necesario hablar del mercado de los domingos.
En esta sociedad del "pluralismo" ningún colectivo sociológico-cultural-religioso puede reivindicarse como "la puerta", exclusiva, hacia la "salvación", palabra que puede tener, o mejor, que ha tenido, a lo largo de la historia de las culturas y de las religiones, una pluralidad de significados.
Ya sé que la puerta de la Parroquia de Bonavista no proclama explícitamente esta exclusividad, a no ser que pongamos nuestra atención en la referencia evangélica de Jn 10, 9; esto es, en el evangelio de Juan. De este mismo evangelio es la afirmación: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie no llega al Padre sino es por mí" (Jn 14, 6). Tampoco le tiembla el pulso cuando escribe: "Si alguno no permanece conmigo, lo tiran como a un sarmiento y se seca; los recogen, los echan al fuego y los queman" (Jn 15, 6). No es este el único evangelio en manifestar este feroz exclusivismo (feroz, por las consecuencias históricas que ha conllevado). Parece ser que, tal como Marcos había acabado su evangelio no acabó de gustar y le añadieron -para darle un último pulido- algunas frases, entre ellas ésta: "El que crea y sea bautizado, será salvado; el que no crea, será condenado" (Mc 16, 16).
¿Qué colectivo religiosos tiene el poder de condenar a todo el resto? Parece que quieran avanzar el día del juicio final y dejar bien definidos ya desde aquí quiénes se salvarán y quiénes se condenarán.
Abandonar este "exclusivismo" ("Nadie no llega al Padre sino es por mí") no es nada fácil. Mueves esta ficha y se producirá un efecto "dominó". Toda nuestra teoría (o doctrina) cristiana, construida a lo largo de muchos siglos, a través de concilios, algunos de ellos -quizás los más fundamentales- presididos y pagados por el emperador, es como un inmenso "castillo de naipes" (en nuestras comarcas también serviría el ejemplo "dels castells"): si retiras una de las primeras filas, todo el castillo se hunde. ¿De qué sirve afirmar que Jesús de Nazaret (un hombre del siglo I, cuyo recuerdo -como el de todo ser humano- está condenando a ir desapareciendo a medida que se vaya adentrando en las brumas del pasado) es el único "Dios encarnado" si, al mino tiempo reconoces que, en el amplio mercado de las religiones de hoy día, se puede adquirir el mismo producto (sea lo que sea lo que entendamos por "salvación")?
Quien ha estado considerado, por muchos, como el gran teólogo católico del siglo pasado, ya fue muy consciente de este problema y lo quiso solucionar con la teoría, bien conocida, de los "cristianos anónimos". Pero, me parece, que no sabía dar una respuesta adecuada a una primera pregunta: ¿Y usted no sería, más bien, un "budista anónimo"?
Volvamos a la portalada de nuestra parroquia. Si se hubiera hecho un "concurso de ideas", quizás, entre unos y otros, se hubiera encontrado una frase más respetuosa con todas las sensibilidades religiosas que hoy conviven en el barrio. Y sin necesidad de abandonar la venerable tradición de la escuela o colectivo teológico que tenía como referente la enigmática figura conocida como "Juan", de quien quizás lo único que podemos decir es que no tenía nada que ver con aquel "Juan, hijo de Zebedeo", propietario de una barca en el lago de Galilea.
Esta escuela o colectivo teológico, pasados unos cuantos años, ya se dio cuenta que no podía seguir manteniendo las afirmaciones exclusivistas que su "cabeza de lista" había dejado escritas en el evangelio. En la obra conocida como Los Hechos de Juan, escrito considerado apócrifo y que se acostumbra a editar formando parte de un conjunto de cinco (los considerados los más antiguos e importantes), entre los cuales el escrito también apócrifo de Los Hechos de Pablo y Tecla, encontramos esta frase: "Yo soy una puerta para ti que me llamas" (cap. 95)
¿Qué vecino o vecina de Bonavista podría ofenderse al pasar por delante de la portalada de la Parroquia de Santa María Asunta? Es una puerta que te invita (si llamas, te abriré), no es la puerta que te conmina a entrar si no quieres ir a parar "al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mt 25, 41).
La reflexión teológica ya está muy avanzada. Recordar, entre otros, Dios tiene muchos nombres (John Hick), Jesús y los otros nombres (Paul Knitter), Por los muchos caminos de Dios (diversos autores) (I, II, III, IV, V), Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso (Jacques Dupuis), Teología del pluralismo religioso (José María Vigil)...
Lástima que las homilías dominicales no acostumbren a ser un "punto de encuentro" entre los teólogos y el pueblo fiel. Más bien son una barrera.
Bibliografía:
Gracias por la visita
Miquel Sunyol sscu@tinet.cat 5 mayo 2017 |
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