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Querido Pope:
Aunque sólo pude estar cuatro días en Lamiarrita, quiero agradecer tu faena de predicador, no tanto por las cosas que nos dijiste (¡nada nuevo bajo el sol!, ya lo decía Cohelet, aquel viejo escéptico del Eclesiastés), sino por la manera de decirlo. Y también -¿por que no?- por esas pequeñas precisiones lingüísticas de quien por algunos años, antes de dedicarse "al pico y a la pala", estudió en Roma.
Entusiasmado por ese "un tal Jesús" (ese Jesús sin artículo de Mc 1,9) (h=lqen VIhsou/j avpo. Nazare.t), nos lo quisiste hacer cercano, a veces tan cercano que te olvidaste de mantener la distancia reglamentaria de los 9 metros entre los evangelistas y Jesús.
Un día nos presentaste a Jesús que inauguraba su "carrera" anunciando el Reino de Dios. Así lo leemos en Marcos (Mc 1, 15) y en Mateo (Mt 4,17). Más tarde (no recuerdo ahora si fue el mismo día o en la prédica del día siguiente) nos hablaste de Jesús en la sinagoga de Nazaret, tal como lo vemos en Lc 4, 16-22. Tu tono de voz era de quien había estado allí presente y que, después de tantos años, seguía teniendo grabado en la memoria cómo Jesús, al ir leyendo el texto de Isaías, interrumpió su lectura y se negó a anunciar " el día de la justicia de Yahvé", o, en traducción de Alonso Schökel/Mateos, "el día del desquite de nuestro Dios".
Nos avisaste (por si todavía quedaba entre nosotros alguna ánima bendita) de la pluralidad de los evangelios, de cómo cada evangelista hacía su peculiar "retrato" de Jesús.
Totalmente de acuerdo y -añado yo ahora- este "pluralismo evangélico" nos exige a nosotros una tarea de selección.
Suelo decir, desde hace algunos años, que Jesús murió, pero que sólo murió una vez. Y que sólo pudo morir de una manera. O murió en pura desesperación a lo Marcos (¿Por qué me has abandonado? de Mc 15, 34), o murió entregado fielmente en las manos del Padre a lo Lucas (Lc 23, 46), o murió como Señor de vida y muerte a lo Juan (Jn 19, 28). Tarea nuestra -de cada quien- es escoger su manera de comprender la muerte de Jesús, manteniendo, como los evangelistas, la libertad de proponer otra manera de morir.
Lo mismo debemos hacer al principio de "la vida pública" de Jesús: escoger entre las diversas presentaciones que nos ofrecen los evangelios; no sumarlas. O proponer una nueva.
Marcos (y a su rueda, Mateo) nos presenta un Jesús que empieza su actividad anunciando la cercanía del Reino. La "Buena Nueva" no es el Reino, sino su "cercanía". Según Mateo, Jesús no hace más que "repetir" a Juan Bautista (Mt 3, 2).
Lucas se desmarca de esta presentación de Marcos. Sólo ahora, a mis sesenta y seis años, me he dado cuenta de que, en el evangelio de Lucas, la vida pública de Jesús no empieza con la predicación de la Buena Nueva del Reino. Empieza en la sinagoga de Nazaret con la proclamación del texto de Isaías (Is 61, 1ss).
Tanto el relato de Marcos (Mc 1, 14-15) como el de Lucas (Lc 4,14-22) cumplen una misma función: presentar, ya desde el principio, el programa de Jesús. A Lucas no le gustó resumir el programa de Jesús en la expresión, fuertemente cargada de ideología, de "Reino de Dios", y mucho menos le gustaba recargar las tintas en su "cercanía", por lo cual el Jesús de Lucas no anuncia "la cercanía del Reino de Dios" (Mc 1,15), sino escuetamente "el Reino de Dios" (Lc 4,43).
Lucas es un autor consecuente: las mismas razones que le llevaron a descartar, en su presentación programática de Jesús, la expresión "Reino de Dios", le obligan a suprimir la frase de Isaías sobre "el día de la justicia de Yahvé", día que, en traducción de Nacar-Colunga, es "para Yahvé un día de venganza, un año de desquite para la causa de Sión" (Is 34,8). Y ese "día de la justicia de Yahvé", suprimido por Lucas, es, en Isaías 63,4, "el tiempo ya llegado de liberar a mi pueblo".
Ya ves: las reticencias ante la "teología de la liberación" empiezan ya en algunos autores del Nuevo Testamento...
Quizás no nos podamos hacer la pregunta
En el Nuevo Testamento, sin necesidad de recurrir a los evangelios de Judas o de Felipe o de la Magdalena, encontraríamos todavía más respuestas...
Pero sí que podemos preguntarnos y preguntar fraternalmente al hermano, aunque sea al final de una comida
Y, al dar una respuesta, intentar ser tan consecuentes como lo fue Lucas.
Pope, hermano, muchas gracias por las cosas que dijiste (aunque en algunas no esté de acuerdo contigo) y por la manera de decirlas.
Miquel Sunyol
Tarragona, 2 septiembre 2006
Gracias por la visita
Miquel Sunyol sscu@tinet.cat 2 septiembre 2006 |
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