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Richard A. Horsley
Jesús y el imperio
El Reino de Dios y el nuevo desorden mundial
En resumen, el nuevo orden mundial restablecido primero por la victoria de Pompeyo en Oriente y luego consolidado por Augusto trajo un prolongado período de paz y prosperidad a las áreas romanas y griegas ya "civilizadas" del Imperio. La pax romana permitía a los romanos extraer los bienes de las gentes sometidas en forma de tributos, para mantener el aparato militar y pacificar a las masas romanas con "pan y circo".
Este nuevo orden mundial establecido por Roma significó, sin embargo, la disolución y el desorden para las gentes subyugadas de Oriente Medio, como judíos y galileos. Las fuerzas romanas, al conquistar y reconquistar, volvían a masacrar y esclavizar a los habitantes y a destruir casas y poblados, particularmente en las áreas de la actividad de Jesús, en torno a Nazaret y Cafarnaún.
Los romanos instalaron sus propios gobernadores clientelares (los reyes herodianos y los sumos sacerdotes jerosolimitanos), que controlaban el área e imponían un cada vez más fastuoso estilo de vida al reconstruir o fundar ciudades como Jerusalén, Séforis y Tiberias. Además del trauma del terrorismo militante, el orden imperial impuesto en Judea y Galilea por los romanos significó múltiples niveles gobernantes y sus correspondientes exigencias en tributos e impuestos, amén de la tradicional carga de diezmos y ofrendas para los sacerdotes y el templo.
El impacto del control imperial occidental y los intentos de los regímenes clientelares para integrar a Palestina en la amplia economía imperial romana amenazaron seriamente la viabilidad y continuación del estilo de vida tradicional en Galilea y Judea. (pág. 50)
Los campesinos judíos y galileos vivían en comunidades rurales semiindependientes. Como base económicamente productiva del templo de Jerusalén y su sacerdocio y de las ciudades capitales herodianas de Séforis y Tiberias en Galilea, el papel de los campesinos era la entrega de productos en forma de diezmos, impuestos y tributo para sostén de los gobernantes. Si había diezmos e impuestos disponibles, ni los gobernantes sacerdotales jerosolimitanos ni los herodianos intervenían en Galilea en la vida de las comunidades provincianas. Los campesinos gozaban de cierto grado de independencia en su vida comunitaria, así como estaban preocupados en minimizar el montante de sus impuestos. Además, los campesinos judíos y galileos cultivaban su propia versión popular de la tradición israelita, que, más que la versión avalada por Jerusalén, enfatizaba los relatos de liberación del yugo opresor de líderes como Elías y los ideales de justicia de la alianza. (Pág 56).
Los galileos entre los que Jesús actuó -como la inmensa mayoría en cualquier sociedad tradicional agraria- se congregaban en caseríos y pequeñas aldeas. Las poblaciones eran comunidades de familias o casas empeñadas en la subsistencia a base de la agricultura (o pesca) a las que los gobernantes expropiaban un porcentaje substancial de la producción. Estos gobernantes intervenían en los asuntos comunales, principalmente para sacar sus impuestos. Por lo demás, los pueblos eran comunidades semiautónomas cuya forma de gobierno político-religiosa era la asamblea comunal (knesset en arameo, synagoge en griego), guiada por los ancianos del pueblo.
Los campesinos están siempre, por definición, sometidos a la ley político-económica y a la explotación de los terratenientes o gobernantes. Como enseñan los estudios comparativos, sin embargo, las protestas, los movimientos de renovación y las revueltas tienden a surgir cuando las acciones de los gobernantes impactan en las comunidades rurales tan severamente que causan su desintegración. La conquista romana y la imposición de los reyes clientelares herodianos tuvieron un impacto similar en los campesinos galileos. (Pág. 81)
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Miquel Sunyol sscu@tinet.cat Abril 2008 |
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