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El "pluralismo"
de la comunidad de Jerusalén

Una reflexión sobre Ac 4, 32-35

Una palabra que cada vez vamos utilizando más es la palabra "plural" y sus derivados "pluralista", "pluralismo". Cada vez estamos más convencidos de que vivimos en un mundo "plural", compartiendo -ya sea de agrado o a la fuerza- un pluralismo cultural, dentro del cual se da una pluralista opción de respuestas religiosas.

Hace ya más de dos siglos un mayor conocimiento de las leyes de la naturaleza, del mundo que nos rodea y del cual formamos parte, supuso un fuerte desafío para las iglesias cristianas occidentales. La iglesia católica, en aquellos momentos, no supo dar una respuesta válida.

También se descubrieron las leyes que regían los documentos escritos: muchos años tuvieron que pasar para que la iglesia católica reconociera que estas leyes eran también aplicables a sus textos sagrados.

No nos extrañe, pues, que hoy a la iglesia católica (al Vaticano) estas palabras (plural, pluralismo, pluralista) no le agraden demasiado y que todo libro que en su portada lleve una de estas palabras ya sea sospechoso. A la iglesia le gusta más hablar de una iglesia una, de Jesucristo el único mediador, de la revelación única y definitiva de Dios de la que ella es la única depositaria.

Pero cada vez son más numerosos los grupos de cristianos (católicos incluidos, a pesar de la repetitivas directrices de la Congregación de la Defensa de la Fe) que hacen camino hacia una comprensión del cristianismo que se considera a sí mismo como una respuesta válida, entre otras, a la realidad infinitamente trascendente que nosotros llamamos Dios. Entre otras; no la única posible, ni la más completa, ni la mejor...

Las afirmaciones de la Congregación de la Defensa de la Fe (en continuidad ciertamente con las que hizo el Concilio Vaticano II, pero todos sabemos que el Vaticano II está pidiendo ya otro Concilio) no han de tener más valor que la solemne afirmación del concilio de Florencia de mediados del siglo XIV, la afirmación de que fuera de la iglesia no había salvación. Lo que durante unos cuantos siglos la iglesia "firmiter" creía, confesaba y predicaba, hoy día ningún católico, con un poco de juicio, se atreve a mantenerlo.

…que nadie que no esté dentro de la iglesia católica (no sólo los paganos, pero ni los judíos o los herejes o los cismáticos) puede participar de la vida eterna. Todos ellos van a ir al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles, a no ser que antes del fin de su vida fuesen unidos a ella (a la iglesia). La unidad del cuerpo eclesiástico tiene tal importancia que sólo a los que pertenecen a ella los sacramentos eclesiásticos pueden aprovechar, y ayunos, limosnas y otros deberes de piedad y ejercicios de vida cristiana pueden deparar premios eternos. Nadie, por muchas limosnas que haga e incluso si llegara a derramar su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, a no ser que permanezca en el seno y en la unidad de la iglesia católica

Firmiter credit, profitetur et praedicat, nullos intra catholicam Ecclesiam non exsistentes, non solum paganos, sed nec judeos aut haereticos atque schismaticos, aeternae vitae fieri posse participes; sed in ignem aeternum ituros, qui paratus est diabolo et angelis eius (Mt 25, 41), nisi ante finem vitae eidem fuerint aggregati: tamtumque valere ecclesiastici corporis unitatem, ut solum in ea manentibus ad salutem ecclesiastica sacramenta proficiant, et ieiunia, eleemosynae ac cetera pietatis officia et exercitia militiae christiannae praemia aeterna parturiant. Neminemque, quantascunque eleemosynas fecerit, etsi pro Christi nomine sanguinem effuderit, posse salvari, nisi in catholicae Ecclesiae gremio et unitate permanserit.

Conc. Florentinum, 1438-1445

Los cristianos que van (que vamos) aceptando su cristianismo no como la única religión verdadera, sino como un camino espiritual auténtico que una parte de la humanidad ha seguido, entre otros y abierto siempre a las influencias de otras experiencias religiosas, saben (sabemos) que han de dejar de repetir (o darles otra significación simbólica y no al pie de la letra) afirmaciones "de toda la vida", ya sean bíblicas, litúrgicas o conciliares.

Ya no podemos seguir repitiendo de la misma manera algunas afirmaciones evangélicas, como aquella de que "El Padre y yo somos uno" (Jn 10, 30). El sábado pasado fui a la parroquia de Camp-Clar para celebrar la Vigilia Pascual y me quedé sin la bendición del cirio pascual. No sé si el párroco de aquella parroquia no la hizo porque caía una fina lluvia y el fuego lo teníamos en el exterior o porque es uno de estos cristianos que saben que ya no pueden seguir repitiendo de la misma manera aquello de "Cristo, ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega, el primero y el último". Jesús (y ya sé que repito cosas que ya os he dicho) forma parte de una cadena, pero no es ni el primer eslabón ni el último.

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A afirmaciones del Concilio de Nicea ("de la misma sustancia que el Padre") (siglo IV) o del concilio de Calcedonia ("verdadero Dios y verdadero hombre") (siglo V) les puede llegar a pasar lo mismo que a aquella que con total firmeza proclamó el Concilio de Florencia en el siglo XV.

En el siglo II, las calles de Roma se despertaban el 25 de marzo (considerado el primer día en el cual el sol gana a la noche) con los gritos de "¡Ha resucitado, ha resucitado!".

No eran gritos de los fieles cristianos, eral gritos de los fieles seguidores de Atis, una divinidad que también había llegado a Roma procedente del Oriente, del Asia menor. Pluralismo también en el tema de las resurrecciones.

Los cristianos que quieren ir haciendo camino hacia la aceptación de un pluralismo religioso, reconociendo que las grandes religiones universales son caminos igualmente válidos de experimentar las Realidad Trascendente y Absoluta que podemos llamar de diversas maneras y reconociendo también que cada una de estas religiones universales tiene sus medios propios para que esa experiencia sea también proyecto de salvación y de liberación, no lo pueden hacer alegremente, pues han de ser conscientes que haciendo este camino irán dejando muchas cosas que para ellos tuvieron una profunda significación. ¿Cómo meditar ahora las palabras que el evangelio de Juan pone en boca de Jesús en la intimidad de una Última Cena: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre, sino por mí" (Jn 14,6)

* * *

Todo esto puede servir de introducción a la primera lectura de hoy, ya leída o escuchada muchas veces. Quizás algunas veces nos la han presentado como el modelo de una nueva comunidad surgida de la experiencia pascual, creada por la fuerza de la efusión del Espíritu.

Una creación original del Espíritu.

Deberíamos añadir una tercera descripción, la de 5, 12-16

Es verdad que muchos ya nos han dicho que estas dos descripciones que encontramos en los Hechos de los Apóstoles (la que hemos leído ahora [4, 32-35] y la que está un poco antes [2, 42-47]) de la comunidad de Jerusalén son más bien el modelo ideal de lo que debería ser una comunidad creyente en Jesús, y no la descripción de lo que realmente era aquella comunidad.

Esta comunidad, que consideramos nacida de la experiencia pascual y del aliento del Espíritu, ¿era realmente tan original? ¿Era una cosa como "nunca se había visto algo así en Israel"? (Mt 9, 33)

Esta comunidad ¿se creía única? ¿Se creía la única fuente de salvación?

Una advertencia:
Hablamos de la comunidad de Jerusalén, la que existió en la ciudad entre la muerte de Jesús y la guerra de finales de los 60. Podríamos decir que es una comunidad de "antes de los evangelios": no podemos, pues, darle toda una serie de creencias que vinieron mucho más tarde y que se fueron formulando en otros ambientes. No digo que sea una comunidad de "antes del Nuevo Testamento", porque, al menos, algunas cartas de Pablo (las que fueron escritas por él) son también de este tiempo, pero tampoco podemos pensar que las creencias de Pablo son las suyas. Más bien sabemos que existían fuertes divergencias teológicas.
Parece que también podemos decir que de esta comunidad no tenemos ningún documento escrito, pero esto es un problema que hoy no toca.

Esta comunidad participaba en el culto del Templo.

Alguna de vosotras podría decir: "Esto no ha salido en la lectura de hoy". Y es verdad. Y esto nos pone un problema. ¿Por qué el libro de los Hechos de los Apóstoles aporta dos "resúmenes" de la vida de esta comunidad? ¿Los podemos sumar? ¿O debemos mantenerlos por separado, como dos interpretaciones diferentes de lo que debería ser la comunidad de creyentes en Jesús? ¿Se quiso ocultar, negar, excluir que los primeros creyentes en Jesús siguieron acudiendo al Templo? ¿O el segundo resumen, el que hoy hemos leído, responde a la situación histórica de después de la guerra, cuando la ciudad destruida, todos los judíos se quedaron sin Templo?

La continuidad de seguir acudiendo al Templo está afirmada en otros lugares de los Hechos de los Apóstoles. El mismo Pablo, en sus visitas a Jerusalén, acude al Templo.

Lc 24,53 Y se pasaban el día en el Templo bendiciendo a Dios.
Ac 2,46 A diario frecuentaban el Templo en grupo.
Ac 3,1 Un día subían Pedro y Juan al Templo al tiempo de la oración
Ac 5,12 Todos los creyentes se reunían en grupo en el pórtico de Salomón.
Ac 5,42 Ni un solo día dejaban de enseñar, en el Templo y por las casas, dando la buena noticia de que Jesús es el Mesías.
Ac 21,26 Entonces Pablo se llevó a aquellos hombres, y se purificó con ellos al día siguiente y entró en el Templo para avisar cuándo se terminaban los días de la purificación y tocaba ofrecer la oblación por cada uno.
Ac 22,17 Regresé a Jerusalén, y estando en el Templo caí en éxtasis.
Ac 24,17 Después de muchos años había vuelto aquí a traer limosnas para mi pueblo y ofrecer sacrificios.

¿Qué quiere decir esto? Esta comunidad de creyentes en Jesús, judíos, ya sean de habla griega o de habla hebrea (Ac 6,1), no cortaron con el judaísmo y siguieron manteniendo a Yahvé, al culto que le era dado en el Templo y al cumplimiento fervoroso de la Ley (Ac 21,20) como centro de su fe, aceptando que este mismo Yahvé, este mismo culto ofrecido en el Templo, este mismo cumplimiento fervoroso de la Ley, eran fuente de salvación para otros grupos judíos que también acudían al Templo. Vivían, dentro del judaísmo, en un pluralismo religioso.

¿Quiénes eran estos otros grupos judíos?

El historiador judío José ben Matías, nacido poco después de la muerte de Jesús en Jerusalén, de familia sacerdotal, nos habla de cuatro grupos. Dos de ellos los conocemos a través de los evangelios: son los fariseos y los saduceos. Un tercer grupo, al que dedica una larga descripción, es el de los esenios. Este grupo es totalmente desconocido por el Nuevo Testamento. El cuarto grupo, surgido de la llamada que hicieron Judas el Galileo y el fariseo Sadoc de no acatar el censo que querían hacer los romanos, reúne todos los resistentes a la dominación romana. En el Nuevo Testamento encontraríamos algunas referencias a este grupo

¿Cómo es que este historiador judío, que vive en Jerusalén durante esta época, no habla de "los cristianos"? ¿Cómo es que los evangelios y todo el Nuevo Testamento no hablan de "los esenios"?

¿La comunidad de los creyentes en Jesús era muy diferente, en sus creencias y en su organización, a los otros grupos?

Estos son algunos de los rasgos característicos de los esenios, según José ben Matías (más conocido por su nombre romano de Flavio Josefo):

En algunos puntos su justicia es más alta: "No adquieren esclavos; en efecto, opinan que esto constituiría una injusticia y sería una fuente de discordias".

Recordemos que las comunidades paulinas aceptaban el "sistema esclavista". (Hoy aceptamos el "sistema capitalista")

Puntos de diferencia: aunque pagaran los impuestos al ¡Templo, no participaban en su culto; la mayor parte de los grupos esenios no aceptaban el matrimonio.

Recordemos el "antes casarse que abrasarse" de Pablo (1 Cor 7, 9) y las fuertes tendencias encratitas (un no al matrimonio y a la carne y al vino) en los primeros tiempos cristianos. José Torrens Montserrat se refiere al encratismo como una de las características (junto con la apocalíptica y el profetismo) del cristianismo del Asia Menor.

Ver
cuadro sinóptico

Del cuarto grupo, el formado por los resistentes anti-romanos, da un rasgo característico: "Siguen en general la doctrina de los fariseos, pero tienen un invencible amor por la libertad, ya que piensan que Dios es el único Señor y amo, y lo soportan todo, tormentos y las muertes las más horrorosas, con tal de no llamar a ningún hombre con el nombre de "señor". La resistencia anti-romana (resistencia contra los romanos y contra sus colaboradores de la aristocracia sacerdotal) tenía una teología, una teología que también encontramos en los evangelios: "No os dejéis que os llamen "maestros... ni llaméis a nadie "padre... ni os hagáis decir "caudillos"... (Mt 23,8s).

Esta comunidad no era un grupo tan extraño, no era tan original. Podía pasar desapercibida entre la variedad de grupos ya existentes o como una variante de algunos de estos grupos descritos por el historiador.

Quizás esta comunidad podría ser el ejemplo, además de una vida en comunidad de bienes, del que hoy muchos desearían 'para la iglesia: una conciencia de no ser la única instancia de salvación, una conciencia de que nuestras creencias y formas de vida nos han venido dadas por el tiempo en que nacieron, compartidas por otros grupos. Nacidas en un tiempo determinado, deben, si quieren seguir siendo significativas para las personas de otros tiempos y de otras culturas, ir cambiando.

20 abril 2009

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Gracias por la visita
Miquel Sunyol

sscu@tinet.cat
5 mayo 2009
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