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Consells de lectura | I uns consells del segle XIV... | Si és la teva primera visita... |
Bultmann y Barth |
Añadiré algunas palabras a lo que dije sobre la "arreligiosidad". Seguramente recordarás el ensayo de Bultmann sobre la "desmitologización del Nuevo Testamento" . Hoy sería del parecer que Bultmann no "llegó demasiado lejos", como creen los más, sino que "no llegó lo bastante lejos". No sólo son problemáticos los conceptos mitológicos como milagro, ascensión, etc. (que en principio son inseparables de las nociones de Dios, de fe, etc.), sino que los conceptos simplemente "religiosos" han llegado a serlo. No es posible separar Dios del milagro (como piensa Bultmann), pero sí que ha de ser posible interpretarlos y anunciarlos a ambos de modo "no religioso". Porque el punto de partida de Bultmann es en el fondo liberal (esto es, abrevia el evangelio), mientras que yo quiero pensar teológicamente. ¿Qué significa, entonces, "interpretar religiosamente"? En mi opinión quiere decir: hablar, por una parte, de forma metafísica, y, por otra, de forma individualista. Ninguna de ambas maneras cuadra ni con el mensaje bíblico ni con el hombre actual. ¿No ha desaparecido en todos nosotros casi por completo la cuestión individualista de la salvación personal? ¿No tenemos realmente la impresión de que existen cosas más importantes que esta cuestión (quizás no más importantes que este asunto, pero sí que esta cuestión)? Sé que parecerá bastante monstruoso que diga esto. Pero, en el fondo, ¿no es incluso bíblico? ¿Existe en realidad la cuestión de la salvación del alma en el Antiguo Testamento? ¿No constituyen la justicia y el reino de Dios en la tierra el núcleo de todo? ¿Y no es Romanos 3, 24s la meta del pensamiento: que sólo Dios es justo, y no una doctrina individualista de la salvación? Pues no se trata del más allá, sino de este mundo, cómo ha sido creado, conservado, sometido a leyes, reconciliado y renovado. En el Evangelio, lo que está más allá de este mundo quiere existir para este mundo. Eso no lo pienso en el sentido antropocéntrico de la teología liberal, mística, pietista y ética, sino en el sentido bíblico de la creación y la encarnación, de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo. Barth ha sido el primer teólogo -y éste continuará siendo su gran mérito- que ha iniciado la crítica de la religión. Pero después la ha sustituido por una doctrina positivista de la revelación, en la que luego se dice: "Tómalo o déjalo"; tanto si se trata del nacimiento virginal, de la trinidad o del dogma que sea, todos son un fragmento igualmente necesario o igualmente importante del conjunto, que o bien hemos de tragar en su totalidad, o bien desecharlo en bloque. Esto no es bíblico. Existen grados de conocimiento y grados de importancia; esto es, debe restablecerse una disciplina del arcano, con cuya ayuda los misterios de la fe cristiana quedan protegidos de toda profanación. El positivismo de la revelación se facilita las cosas porque, en último término, erige una ley de fe y destroza lo que para nosotros es un don -¡por la encarnación de Cristo!-. En el lugar de la religión se halla ahora la iglesia -cosa en sí bíblica-, pero el mundo queda en cierto sentido solo y abandonado a sí mismo, y este es el fallo. Ahora estoy pensando cómo de manera no-religiosa -en el sentido del Antiguo Testamento y en el sentido de Juan 1, 14- se podrían reinterpretarse de forma "mundana" las nociones de penitencia, fe, justificación, regenerción y santificación. Ya te escribiré más al respecto |
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Tegel,
5 de mayo de 1944 ![]() |
Hoy serán pronunciadas sobre ti las grandes palabras del mensaje cristiano: las nociones
son quizás todavía poco comprensibles para ti. Pero también nosotros mismos estamos hoy en un punto en que nos es preciso volver a empezar a comprender estas palabras. Todas estas palabras han llegado a ser tan difíciles y tan lejanas que apenas nos atrevemos a hablar de ellas. Es verdad que presentimos un aliento nuevo y revolucionario en las palabras y acciones tradicionales, pero aún no podemos ni concebirlo ni expresarlo. Es nuestra propia culpa. Nuestra Iglesia,que durante estos años sólo ha luchado por su propia subsistencia, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la Palabra que ha de reconciliar y redimir a los hombres y al mundo. Por esta razón las palabras antiguas han de marchitarse y enmudecer, y nuestra existencia de cristianos sólo tendrá, en la actualidad, dos aspectos: orar y hacer justicia entre los hombres. Todo el pensamiento, todas las palabras y toda la organización en el campo del cristianismo, han de renacer partiendo de esta oración y de esta actuación cristiana. Cuando alcances la edad adulta, el rostro de la Iglesia habrá cambiado por completo. No nos toca a nosotros predecir el día -pero este día vendrá- en que de nuevo habrá hombres llamados a pronunciar la Palabra de Dios de tal modo que el mundo será transformado y renovado por ella. Será un lenguaje nuevo, quizás totalmente arreligioso, pero liberador y redentor, como el lenguaje de Cristo. Los hombres se espantarán de él, pero a la vez serán vencidos por su poder. Será el lenguaje de una nueva justicia y de una nueva verdad, el lenguaje que anunciará la paz del Señor con los hombres y la proximidad de su Reino. Hasta entonces la actividad de los cristianos será oculta y callada; pero habrá hombres y mujeres que rezarán, actuarán con justicia y esperarán el tiempo de Dios. Que tú seas uno de ellos y que alguna vez pueda decirse de ti: "Mas el camino de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto" (Prov 4,18). |
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Reflexiones para el día del bautizo
de Dietrich Wilhelm Rüdiger Bethge |
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Tegel,
maig de 1944 ![]() |
Dios no es
un "tapa-agujeros"
Estoy leyendo ahora con gran interés la obra de Weizsäcker sobre "la imagen física del universo" y espero que me será muy provechosa para mi trabajo. ¡Si por lo menos fuera posible un intercambio intelectual! En otras épocas leíamos y conversábamos semejantes cosas siempre en común. (24 de mayo de 1944)
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La obra de Weizsäcker, Das Weltbild der Physik, (El mundo visto por la Física) aún me ocupa bastante. Veo de nuevo con toda claridad que no debemos utilizar a Dios como tapa-agujeros de nuestro conocimiento imperfecto. Porque entonces si los límites del conocimiento van retrocediendo cada vez más -lo cual objetivamente es inevitable-, Dios es desplazado continuamente junto con ellos y por consiguiente se halla en una constante retirada. Hemos de hallar a Dios en las cosas que conocemos y no en las que ignoramos. Dios quiere ser comprendido por nosotros en las cuestiones resueltas, y no en las que aún están por resolver. Esto es válido para la relación entre Dios y el conocimiento científico. Pero lo es asimismo para las cuestiones humanas de carácter general como la muerte, el sufrimiento y la culpa. Hoy hemos llegado a un punto en que, también para estas cuestiones, existen respuestas humanas que pueden prescindir por completo de Dios. En realidad -y así ha sido en todas las épocas-, el hombre llega a resolver estas cuestiones incluso sin Dios, y es pura falsedad que solamente el cristianismo ofrezca una solución para ellas. Por lo que al concepto de "solución" se refiere, las respuestas cristianas son tan concluyentes (o tan poco concluyentes) como las demás soluciones posibles. Tampoco en esto es Dios un "tapa-agujeros". Dios ha de ser reconocido en medio de nuestra vida, y no sólo en los límites de nuestras posibilidades. Dios quiere ser reconocido en la vida y no sólo en la muerte, en la salud y en la fuerza y no sólo en el sufrimiento, en la acción y no sólo en el pecado. La razón de ello se halla en la revelación de Dios en Jesucristo. El es el centro de nuestra vida, y no ha "venido" en modo alguno para resolvernos cuestiones sin solución. A partir del centro de nuestra vida, determinadas cuestiones desaparecen, e igualmente las respuestas (estoy pensando en el juicio sobre los amigos de Job). En Cristo no existen "problemas cristianos". Pero basta ya; acaban de estorbarme de nuevo |
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Tegel,
29 de mayo de 1944 ![]() |
Un recorrido histórico |
Me formulas ahora tantas y tan importantes preguntas con respecto a los pensamientos que me preocupan estos últimos tiempos, que estaría muy contento de podérmelas contestar yo mismo. En realidad, todo se halla aún en sus inicios, y como casi siempre, me guía más el instinto por las cuestiones futuras que unas soluciones claramente percibidas. Intentaré precisar mi posición desde un ángulo histórico. El movimiento que se inició poco más o menos en el siglo XIII (no voy a perderme ahora en una discusión acerca del momento exacto) y que tendía al logro de la autonomía humana (entendiendo con eso el descubrimiento de las leyes según las cuales el mundo vive y se basta a sí mismo en los dominios de la ciencia, de la vida social y política, del arte, de la ética y de la religión) ha alcanzado en nuestros días una cierta culminación. El hombre ha aprendido a componérselas solo en todas las cuestiones importantes sin recurrir a Dios come, "hipótesis de trabajo". Eso es ya evidente en las cuestiones científicas, artísticas y éticas, y ya nadie osaría ponerlo en duda, pero de un centenar de años a esta parte, ha ido haciéndose asimismo cada vez más válido en las cuestiones religiosas: se ha puesto de manifiesto que también sin "Dios" marcha todo, y tan bien como antes. Al igual que en el campo científico, en el dominio humano a "Dios" se le va haciendo retroceder cada vez mas lejos y más fuera de la vida, está perdiendo terreno. Los historiadores protestantes y católicos coinciden en considerar esta evolución como, la gran deserción respecto de Dios y de Cristo, pero cuanto más recurren y mayor uso hacen de Dios y de Cristo para oponerse a ella, tanto más anticristiana se declara esta evolución. El mundo, que ha cobrado conciencia de sí mismo y de sus leyes vitales, se siente tan seguro de sí mismo que llega a inquietarnos. Fracasos y catástrofes no logran hacerle dudar de la ineludibilidad de su camino y de su evolución, todo lo soporta con viril serenidad y ni siquiera un acontecimiento como la actual guerra constituye una excepción. La apologética cristiana ha adoptado las más variadas estrategias para oponerse a semejante seguridad en sí mismo. Intenta demostrar al mundo, ya mayor de edad, que no le es posible vivir sin el tutor "Dios". Aunque se haya capitulado en todas las cuestiones seculares, quedan todavía las llamadas "cuestiones ultimas" -muerte, culpa-, en las que sólo "Dios" puede darnos una respuesta y debido a las cuales tenernos necesidad de Dios, de la iglesia y del pastor. Hasta cierto punto, pues, nosotros vivimos de esas llamadas cuestiones últimas de los hombres. Pero ¡qué ocurrirá si un día dejan de serlo, o si también estas cuestiones hallan una respuesta "sin Dios"? Ahora es cuando surgen los retoños secularizados de la teología cristiana, a saber, los filósofos existenciales y los psicoterapeutas, y se empeñan en demostrar al hombre seguro, contento y feliz, que en realidad es un desdichado, que está desesperado y que no quiere abrir los ojos ante la necesidad en que se encuentra, de la que él no tiene idea y de la cual solo ellos pueden salvarle. Allí donde hay salud, fuerza, seguridad y sencillez, allí presienten un dulce fruto donde mordisquear o donde colocar sus perniciosos huevos. Ante todo se esfuerzan por empujar al hombre a la desesperación interior, y entonces ya han ganado la partida. Esto es metodismo secularizado. ¿Y a quién alcanza? A un reducido número de intelectuales, de degenerados, de seres que se consideran a si mismos como lo más importante del mundo y que, por eso, les encanta ocuparse de si mismos. Pero no alcanzan al hombre normal, cuya vida cotidiana transcurre entre el trabajo y el hogar, y ciertamente en otras escapadas accesorias. Este hombre no tiene tiempo ni ganas de ocuparse con su desesperación existencial, ni de considerar su felicidad, acaso modesta, como "miseria", "inquietud" y "desgracia". El ataque de la apologética cristiana contra la mayoría de edad del mundo me parece en primer lugar absurdo, en segundo lugar innoble, y finalmente no cristiano.
Más tarde me extenderé sobre ello. |
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Tegel,
8 de junio de 1944 ![]() |
Pero antes, unas palabras aún acerca de la situación histórica. La cuestión es ésta: Cristo y el mundo mayor de edad. La teología liberal tuvo un punto débil: conceder al mundo el derecho de asignar a Cristo un lugar en el mismo mundo, en la querella entre la Iglesia y el mundo, aceptó la paz, relativamente benigna, impuesta por el mundo. Pero tuvo asimismo la entereza de no intentar remontar el curso de la historia y de admitir realmente la discusión (¡Troeltsch!), aunque también en ésta acabara siendo derrotada. Tras la derrota de la iglesia vino su capitulación, y luego el intento de un recomienzo total, que debía operarse por la reflexión sobre los propios fundamentos: la Biblia y la Reforma.
Pero el mundo se sintió totalmente incomprendido y rechazó semejante pretensión. (Es cierto que el mundo debe ser comprendido mejor de lo que él mismo se comprende; pero en modo alguno de forma "religiosa", como pretendían los socialistas cristianos). Barth fue el primero que denunció el error de estos intentos (todos los cuales, en el fondo, seguían navegando sin querer en las aguas de la teología liberal), consistente en que todos ellos pretendían reservar un espacio para la religión, en el mundo o contra el mundo. Barth sacó a campaña al Dios de Jesucristo contra la religión: "Pneuma contra sarx" (el espíritu contra la carne). Este sigue siendo su mayor mérito (segona edició de la Carta a los Romanos, a pesar de todas sus cáscaras neokantianas). Más tarde, con su Dogmática, ha puesto a la iglesia en condiciones de sostener fundamentalmente esta distinción en toda la línea. Y no fracasó luego en la Ética, como suele afirmarse -sus explicaciones éticas, en la medida en que existen, son tan importantes como las dogmáticas-, pero ni en la Dogmática ni en la Ética existe ninguna indicación concreta para la interpretación no religiosa de los conceptos teológicos. Esta es su limitación, y por ello su teología de la revelación pasa a ser "positivista": "positivismo de la revelación", como yo la llamo. En cuanto a la iglesia confesante, ha olvidado el planteamiento de Barth, pasando del positivismo a la restauración conservadora. Su mérito estriba en que sigue manteniendo los grandes conceptos de la teología cristiana, pero parece que poco a poco va agotando en ello sus fuerzas. Cierto es que tales conceptos contienen los elementos de la auténtica profecía (y entre ellos, la exigencia de verdad y la misericordia, de que tu hablas) y del culto; por eso, la palabra de la iglesia confesante sólo encuentra atención, escucha y rechazo. Pero tanto la profecía como el culto quedan embrionarios y lejanos, por faltarles la debida interpretación. Aquellos que aquí echan de menos el "movimiento" y la "vida" -como por ejemplo P. Schütz, los grupos de Oxford o los de Berneuchen- son peligrosos reaccionarios y retrógrados, porque retroceden detrás del punto de partida de la teología de la revelación, y buscan una renovación "religiosa". Aún no han llegado a comprender en absoluto el problema y hablan completamente al margen del asunto. No tienen ningún futuro (con la sola excepción probablemente, de los de Oxford, si bíblicamente no fuesen tan insustanciales). Parece que Bultmann, en cierto modo, ha rastreado los limites de Barth, pero los interpreta erróneamente en el sentido de la teología liberal de la reducción (el cristianismo es desprovisto de sus elementos "mitológicos", quedando así reducido a su "esencia"). Soy del parecer que el contenido debe subsistir en toda su integridad, incluso con sus conceptos "mitológicos" (el nuevo testamento no es un revestimiento mitológico de una verdad general, sino que esta mitologia -resurrección, etc- es la verdad misma); pero tales conceptos deben ser interpretados ahora de tal modo que no presupongan la religión corno condición de la fe (cf. la peritomh, en Pablo). Sólo así queda superada en mi opinión la teología liberal (que aún influye a Barth, aunque sea de forma negativa), pero al mismo tiempo su pregunta queda planteada y contestada realmente (¡lo que no ocurre en el positivismo de la revelación de la iglesia confesante!). La mayoría de edad del mundo ya no es entonces motivo de polémica y apologética, sino que es entendida realmente mejor de lo que ella se entiende a si misma, es decir, a partir del evangelio y de Cristo. Sigue en pie tu pregunta: ¿Dónde queda el espacio de la iglesia; no se habrá perdido por completo? y la otra cuestión: ¿No partió el mismo Jesús de la "miseria" de los hombres? Por consiguiente, ¿no tendrá razón el "metodismo" que antes he criticado? |
Cristo
y el mundo mayor de edad |
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Tegel,
8 de junio de 1944 ![]() |
Estoy leyendo estos días el excelente libro del filólogo clásico W.F. Otto (de Königsberg), Die Götter Griechenlands, (Los dioses de Grecia) sobre "este mundo de la fe, nacido de la riqueza y de la profundidad de la existencia, pero no de sus preocupaciones y nostalgias", como se dice al final. ¿Comprendes que esta formulación y la correspondiente exposición contiene para mí algo muy atractivo y que -¡horribile dictu!- los dioses así presentados me escandalizan menos que determinadas formas de cristianismo? ¿qué incluso casi creo poder reivindicar tales dioses para Cristo? Esta obra es de gran valor para mis actuales reflexiones teológicas. Por cierto, que en Dilthey hay muchas cosas sobre Cardano. |
Los dioses de Grecia
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Tegel,
21 de juny de 1944 ![]() |
¿Religiones de redención? |
En estos momentos escribo sobre la interpretación de los tres primeros mandamientos. El primero me es particularmente difícil. La interpretación usual de la idolatría, como "riqueza, voluptuosidad y honra", no me parece muy bíblica. Es una moralización. Los ídolos son adorados, y la idolatría presupone que los hombres todavía adoran alguna cosa. Pero nosotros ya no adoramos nada, ni siquiera los ídolos. En este aspecto somos nihilistas auténticos. Y ahora, unas palabras aún acerca de nuestros pensamientos sobre el Antiguo Testamento. A diferencia de las demás religiones orientales, la fe del Antiguo Testamento no es una religión de redención. Y sin embargo, el cristianismo es calificado siempre de religión de redención. ¿No se comete con ello un error capital en virtud del cual se separa a Cristo del Antiguo Testamento y se le interpreta a partir de los mitos de la redención? A la objeción de que también en el Antiguo Testamento tiene una significación decisiva la redención (huida de Egipto y más tarde de Babilonia, cf. Deutero Isaias), cabe replicar que, en estos casos, se trata de redenciones históricas, esto es, que tienen lugar "más acá del limite de la muerte", mientras que en todas partes, los mitos de la redención tienen como meta precisamente la superación de la muerte. Israel es redimido de Egipto para que, como pueblo de Dios, pueda vivir en la tierra ante Dios. Los mitos de la redención buscan, al margen de la historia, una eternidad después de la muerte. El scheol y el hades no son productos de una metafísica, sino imágenes por medio de las cuales lo que ha gozado de existencia terrena es presentado como todavía existente, aunque alcanzando el presente sólo de modo fantasmal. Pues bien, se dice que lo decisivo es que el cristianismo proclamó la esperanza en la resurrección y que así se originó una auténtica religión de redención El centro de gravedad se halla entonces más allá de la muerte. Ahí precisamente es donde yo veo el error y el peligro. Pues entonces, redención quiere decir liberación de las preocupaciones, de los peligros, de las angustias y deseos, del pecado y la muerte en un más allá mejor. Pero ¿realmente es éste el elemento esencial de la revelación de Cristo según los evangelios y san Pablo? Yo lo niego. La esperanza cristiana en la resurrección se diferencia de la esperanza mitológica por el hecho de que remite al hombre, de un modo totalmente nuevo y aún más tajante que en el antiguo testamento, a su vida en la tierra. El cristiano no dispone, como los creyentes de los mitos de la redención, de una última escapatoria de las tareas y las dificultades terrenales hacia la eternidad: al igual que Cristo ha de apurar hasta el fin su vida terrena ("Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"), y sólo así el Crucificado y Resucitado está con él, y él es crucificado y resucitado con Cristo. El más acá no debe ser abandonado antes de tiempo. En este punto coinciden el antiguo y el nuevo testamento. Los mitos de la redención nacen de las experiencias de los hombres en los límites de su existencia. Pero Cristo toma al hombre en el centro de su vida. Como ves, me preocupan continuamente unos problemas parecidos. Ahora debo documentarlos uno a uno según el Nuevo Testamento. Eso vendrá más tarde. |
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Tegel,
27 de junio de 1944 ![]() |
Y ahora quisiera intentar proseguir con el tema teológico interrumpido el otro día. Partía del hecho de que Dios es desplazado progresivamente del ámbito de un mundo mayor de edad, de los ámbitos de nuestro conocimiento y de nuestra vida. Desde Kant, ya sólo ha conservado un espacio más allá del mundo de la experiencia. Por una parte, la teología se ha alzado apologéticamente contra esta evolución y se ha lanzado al ataque -inútilmente- contra el darwinismo, etc.; por otra parte, se ha resignado a esta evolución y se ha limitado a hacer funcionar a Dios como deus ex machina en las llamadas cuestiones últimas; es decir, Dios se convierte en la respuesta a las cuestiones vitales, en la solución de las miserias y conflictos de la vida. Así pues, si un hombre no puede exhibir nada de esto, o si se niega a meterse en estas cosas y hacerse compadecer, propiamente no se le puede hablar de Dios; o bien hay que demostrarle, a él que carece de problemas vitales, etc., que en realidad se halla profundamente hundido en tales problemas, miserias y conflictos, sin confesárselo o incluso sin saberlo. Si esto se logra -y la filosofía existencialista y la psicoterapia han elaborado unos métodos muy sutiles para ello-, entonces a este hombre se le podrá hablar de Dios y el metodismo podrá cantar victoria. Pero si no se logra persuadir al hombre de que considere y designe su dicha como una desdicha, su salud como una enfermedad, y su fuerza vital como desesperación, entonces los teólogos han agotado todos su recursos: se hallan ante un pecador obstinado, de naturaleza especialmente malvada, o ante una existencia "burguesamente saturada", y tanto el uno como el otro se hallan igualmente lejos de la salvación. Ves, ésta es la postura a la que me opongo. Si Cristo salvó a pecadores, éstos eran verdaderos pecadores, pero Jesús no empezó por convertir a cada hombre en un pecador. Los sacó del pecado, pero no los lanzó a él. El encuentro con Jesús significó ciertamente la inversión de todas las valoraciones humanas. Así ocurrió en la conversión de Pablo. Pero, en este caso, el encuentro con Jesús precedió al reconocimiento de su pecado. Cierto es que Jesús se preocupó de seres que vivían al margen de la sociedad humana, de prostitutas y publicanos, pero no únicamente de ellos, sino en cuanto deseaba ocuparse de los hombres en cuanto tales. Jesús no cuestionó nunca la salud, la fuerza, la felicidad humanas, ni las consideró jamás como un fruto podrido. De lo contrario, ¿por qué habría curado a los enfermos y devuelto la fuerza a los débiles? Jesús reivindica para sí y para el reino de Dios toda la vida humana en todas sus manifestaciones. ¡Precisamente ahora tienen que interrumpirme! Deja que te formule de nuevo en pocas palabras el tema que me preocupa: la reivindicación por Jesucristo del mundo que ha alcanzado su edad adulta. Hoy ya no puedo seguir escribiendo, porque en caso contrario la carta se retrasaría de nuevo una semana, cosa que no me gustaría. Así pues, se continuará. |
Dios
y las cuestiones últimas |
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Tegel,
30 de junio de 1944 ![]() |
Observaciones previas
sobre la interpretación no religiosa de los conceptos bíblicos |
He aquí algunos pensamientos más en relación con nuestro tema. Exponer su aspecto bíblico requiere mayor concentración y lucidez mental de la que tengo hoy. Espera unos cuantos días más, hasta que haya refrescado de nuevo. Tampoco he olvidado que aún te debo una respuesta sobre la interpretación no religiosa de los conceptos bíblicos. Pero hoy me limitaré a unas cuantas observaciones previas: El desplazamiento de Dios fuera de] mundo, fuera del ámbito público de la existencia humana, condujo al intento de conservarlo por lo menos en el ámbito de lo "personal", "íntimo", "privado". Y como cada hombre conserva en algún lugar una esfera privada, se pensó que en este punto sería más fácilmente atacable. Los secretos del ayuda de cámara, para expresarlo de un modo grosero -esto es, el ámbito de lo íntimo, desde la oración a la sexualidad-, se convierten en el coto de caza de los directores espirituales modernos. Pese a que su intención es muy distinta, se parecen en esto a los peores periodistas callejeros (¿Te acuerdas de Die Wahrheit y Die Glocke?) que daban a la publicidad las intimidades de los personajes importantes, aquí para chantajear a los hombres desde un punto de vista político, financiero o social; allí para someterlos a un chantaje religioso. Perdona, no puedo expresarlo de otro modo. Desde el punto de vista sociológico, se trata de una revolución desde abajo, de una insurrección de la mediocridad. Frente a una persona de alto rango, los espíritus mezquinos sólo se tranquilizan cuando la imagina "en el baño" o en otras situaciones capciosas; pues lo mismo ocurre en el ámbito religioso. Constituye una especie de satisfacción malsana saber que cada cual tienen sus debilidades y flaquezas. En mis contactos con los outcasts, con los "parias" de la sociedad, siempre me ha sorprendido que la desconfianza sea para ellos invariablemente el motivo determinante de todos sus juicios sobre los demás hombres. Ya de entrada, les parece sospechoso cualquier acto -incluso el más desinteresado- que realiza un hombre de prestigio. Por otra parte, estos "outcasts" existen en todas las clases sociales. En el jardín más hermoso sólo buscan el estiércol en el que crecen las flores. Cuanto mayor sea el desarraigo en que viva una persona, más propensa estará a caer en semejante óptica. También entre los eclesiásticos encontramos esa misma actitud, que llamamos "clerical": ir husmeando los pecados de los hombres para poderlos atrapar. Es como si sólo llegásemos a conocer una hermosa mansión cuando descubrimos las telarañas de su último sótano, o como si no pudiésemos apreciar plenamente una buena obra de teatro hasta después de haber observado el comportamiento de los actores tras los bastidores. Por esta misma razón, los novelistas de los cincuenta últimos años sólo creen haber descrito correctamente a sus personajes cuando nos los, han mostrado en el lecho conyugal, y muchos filmes juzgan necesarias las escenas en que los actores se desnudan. Ya de entrada se considera un engaño, una ficción -y una impureza todo cuanto es vestido, cubierto, puro y casto: pero con ello sólo se pone de manifiesto la propia impureza. La desconfianza y la suspicacia como actitud básica ante los, hombres constituye la rebelión de los mediocres. Desde el punto de vista teológico, el error es doble. En primer lugar, se cree que sólo se puede tratar a una persona de pecadora después de haber espiado hasta el fondo sus flaquezas o sus bajezas. En segundo lugar, se cree que la esencia del hombre radica en su trasfondo más íntimo y personal; y a esto le llamamos "interioridad". ¡Y precisamente en estos secretos humanos es donde se quiere ver el dominio de Dios! Respecto de lo primero, cabe replicar diciendo que aunque el hombre es pecador, por ello no es ni mucho menos un ser innoble. Para utilizar un ejemplo banal, ¿habrían de ser pecadores Goethe o Napoleón sólo porque no siempre fueron maridos fieles? Lo que importa no son los pecados por debilidad, sino los pecados fuertes. No hace absolutamente ninguna falta andar espiando. La Biblia no lo hace en ningún sitio. (Pecados fuertes: en el genio, la hybris; en el campesino, la ruptura del orden -¿acaso el decálogo es una ética campesina?-; en el ciudadano, el temor a la libre responsabilidad. ¿Es correcto esto?). Con respecto al segundo error: la Biblia ignora nuestra distinción entre lo externo y lo interno. ¿Y de qué sirve en realidad? A la Biblia sólo le importa el a;nqrwpoj te,leioj, el hombre entero, incluso allí donde, como en el sermón de la montaña, el decálogo se adentra en la "interioridad". El que "los buenos sentimientos" puedan sustituir el bien total, es completamente contrario a la Biblia. El descubrimiento de la llamada "interioridad" sólo se hace en el Renacimiento (probablemente en Petrarca). El "corazón", en el sentido bíblico, no es la interioridad, sino el hombre entero, tal como se yergue ante Dios. Pero como el hombre vive tanto de "fuera" a "dentro" como de "dentro" a "fuera", la opinión de que sólo podemos comprender su naturaleza después de conocer sus trasfondos anímicos más íntimos carece de todo sentido. A lo que voy es, entonces, a que Dios no sea introducido de contrabando en cualquier lugar secreto, el más recóndito, sino que se reconozca simplemente el carácter adulto del mundo y del hombre; que no se "desacredite" al hombre por su mundanidad, sino que se le confronte con Dios por su lado más fuerte. Que se renuncie a todos los trucos clericales y que no se vea en la psicoterapia o en la filosofía existencialista precursores de Dios. Para la palabra de Dios, la impertinencia de todos esos métodos es demasiado poco aristocrática para convertirse en su aliada. La palabra de Dios no se alía con la rebelión que suscita la desconfianza, con la rebelión desde abajo. La palabra de Dios reina. Ahora sería el momento de que te hablara en concreto de las interpretaciones no religiosas de los conceptos bíblicos. ¡Pero hace demasiado calor! |
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Tegel,
8 de julio de 1944 ![]() |
Pero volvamos a nuestro tema. Progresivamente voy centrando mi trabajo en la interpretación no religiosa de conceptos bíblicos. Pero, por ahora, veo mejor el problema que mi capacidad para darle solución. En el aspecto histórico se trata de una gran evolución que encamina el mundo hacía su autonomía...
El cosmos de la antigüedad es tan limitado como el mundo creado de la edad media. Un universo infinito -sea cual fuere la forma en que lo imaginemos- descansa en sí mismo, "etsi deus non daretur". Cierto es que la física moderna pone nuevamente en duda el carácter infinito del mundo, pero sin reincidir en las ideas antiguas acerca de su finitud. Dios, como "hipótesis de trabajo", ha sido eliminado y superado en moral, en política y en ciencia; pero también en filosofía y religión (¡Feuerbach!). Es pura honradez intelectual abandonar esta hipótesis de trabajo, es decir, descartarla hasta donde ello sea posible. Un médico o un científico edificante es un híbrido. ¿Dónde queda, pues, un sitio para Dios?, se preguntan ciertas almas acongojadas, y como no dan con ninguna respuesta, condenan toda la evolución que les ha acarreado semejante calamidad. Ya te escribí sobre las distintas salidas de emergencia, que conducen fuera de este espacio que tanto se ha angostado. Cabría añadir aún el "salto mortal" para volver a la edad media. Pero el principio de la edad media es la heteronomía en forma de clericalismo. El retorno a este sistema sólo puede ser un acto de desesperación, que únicamente puede lograrse a costa de sacrificar la honestidad intelectual. Se trata de un sueño según la melodía: "¡Ojalá conociera el camino de regreso, el largo camino que conduce a la niñez!". Mas dicho camino ya no existe; en todo caso, si existe no es por una arbitraria renuncia a la honestidad interior, sino sólo en el sentido de Mt 18, 3 78: por la penitencia, es decir, por una última honradez. Y nosotros no podemos ser honestos sin reconocer que hemos de vivir en el mundo "etsi deus non daretur". Y esto es precisamente lo que reconocemos... ¡ante Dios!; es el mismo Dios quien nos obliga a dicho reconocimiento. Así nuestro acceso a la mayoría de edad nos lleva a un veraz reconocimiento de nuestra situación ante Dios. Dios nos hace saber que hemos de vivir como hombres que logran vivir sin Dios. ¡El Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona (Mc 15, 34)! El Dios que nos hace vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo Dios, es el Dios ante el cual nos hallamos constantemente. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Dios, clavado en la cruz, permite que lo echen del mundo. Dios es impotente y débil en el mundo, y precisamente sólo así está Dios con nosotros y nos ayuda. Mt 8, 17 indica claramente que Cristo no nos ayuda por su omnipotencia, sino por su debilidad y por sus sufrimientos. Esta es la diferencia decisiva con respecto a todas las demás religiones. La religiosidad humana remite el hombre, en su necesidad, al poder de Dios en el mundo: así Dios es el deus ex machina. Pero la Biblia lo remite a la debilidad de Dios y al sufrimiento de Dios; sólo el Dios sufriente puede ayudarnos. En este sentido podemos decir que la evolución hacia la edad adulta del mundo, de la que antes hemos hablado, al dar fin a toda falsa imagen de Dios, libera la mirada del hombre hacia el Dios de la Biblia, el cual adquiere poder y sitio en el mundo gracias a su impotencia. Aquí es donde deberá entrar en juego la "interpretación mundana". |
Vivir sin Dios
Evolución histórica hacia la autonomía del mundo |
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Tegel,
16 de julio de 1944 ![]() |
Participar
en el sufrimiento de Dios en un mundo sin Dios |
¿Se habrán perdido algunas cartas debido al bombardeo de Munich? ¿Recibiste la carta con las dos poesías? Salió precisamente aquella noche y contenía además algunos pensamientos preliminares sobre el tema teológico. La poesía "Cristianos y paganos" contiene una idea que volverás a encontrar aquí: "Los cristianos están con Dios en su pasión". Esto es lo que distingue a los cristianos de los paganos. "¿No habéis podido velar conmigo una hora?", pregunta Jesús en Getsemaní. Esto es la inversión de todo lo que el hombre religioso espera de Dios. El hombre está llamado a sufrir con Dios en el sufrimiento que el mundo sin Dios inflige a Dios. Debe vivir, pues, realmente, en el mundo sin Dios, y no le es lícito intentar escamotear, transfigurar religiosamente su carencia de Dios; debe vivir "mundanamente" y así precisamente es como participa en el sufrimiento de Dios; le está permitido vivir "mundanamente", es decir, está liberado de todas las falsas vinculaciones e inhibiciones religiosas. Ser cristiano no significa ser religioso de una cierta manera, convertirse en una clase determinada de hombre por un método determinado (un pecador, un penitente o un santo), sino que significa ser hombre; Cristo no crea en nosotros un tipo de hombre, sino un hombre. No es el acto religioso quien hace que el cristiano lo sea, sino su participación en el sufrimiento de Dios en la vida del mundo. Esta es la metanoia: no comenzar pensando en las propias miserias, problemas, pecados y angustias, sino dejarse arrastrar al camino de Jesucristo, al acontecimiento mesiánico, para que así se cumpla Is 53. De ahí viene aquello de: "Creed en el evangelio", es decir, en aquello que Juan designa como "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). (Por otra parte, J. Jeremías ha afirmado recientemente que "cordero" en arameo podía traducirse también por "siervo". ¡Qué hermoso si piensas en Is 53! Este acto de ser arrastrado a los sufrimientos mesiánicos de Dios en Jesucristo se cumple, en el Nuevo Testamento, de distintas maneras: por la llamada, hecha a los discípulos, al seguimiento, por la comunidad de mesa con los pecadores; por las "conversiones" en el sentido estricto de la palabra (Zaqueo), por el acto de la gran pecadora -que se realiza sin ninguna confesión de pecados- (Le 7), por la curación de los enfermos (Mt 8, 17), por la acogida dispensada a los niños. Los pastores, así como los sabios de oriente, se hallan ante el pesebre, no como "pecadores conversos", sino simplemente porque, tal como son, se han sentido atraídos desde el pesebre (estrella). El centurión de Cafarnaún, que no realiza en modo alguno una confesión de pecados, nos es propuesto como ejemplo de fe (cf. Jairo). Jesús "ama" al adolescente rico. El dignatario (Hech 8) y Cornelio (Hech 10) son todo lo contrario a seres al borde del abismo. Natanael es un "israelita sin engaño" (Jn 1, 47); por último, José de Arimatea y las mujeres junto a la tumba. Lo único común a todos ellos es su participación en los sufrimientos de Dios en Cristo. Esta es su "fe". Nada de metodismo religioso. El "acto religioso" siempre tiene algo de parcial; la "fe", en cambio, es un todo, un acto de vida. Jesús no llama a una nueva religión, sino a la vida. Pero, ¿qué aspecto tiene esta vida, esta vida de participación en la impotencia de Dios en el mundo? Sobre esto escribiré la próxima vez; así lo espero. Hoy sólo me resta decir lo siguiente: cuando se quiere hablar de Dios "no religiosamente", es preciso hacerlo de manera que no se escamotee de algún modo la carencia de Dios en el mundo; muy al contrario, debemos ponerla de manifiesto, y es así precisamente como una luz sorprendente cae sobre el mundo. El mundo adulto es más sin Dios, y quizá precisamente por esta razón está más cerca de Dios que el mundo menor de edad. Perdona, todo queda expresado aún de forma terriblemente pesada y torpe, lo sé muy bien. Pero quizás me ayudes tú precisamente para aclararme y simplificar, aunque sólo sea por el hecho de que puedo hablarte sobre ello y de que te escucho siempre preguntar y responder. |
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Tegel,
18 de julio de 1944 ![]() |
Hoy sólo quiero enviarte un breve saludo. Supongo que tus pensamientos se hallan a menudo y con tanta intensidad aquí, con nosotros, que debes alegrarte con cualquier señal de vida que recibas, incluso si por una vez se interrumpe nuestro diálogo teológico. Cierto que continuamente doy vueltas a mis pensamientos teológicos, pero también hay horas en que me bastan las manifestaciones espontáneas de la vida y de la fe. Entonces gozo muy simplemente con los textos del día; los de ayer y los de hoy, por ejemplo, me han aportado un gozo particular; luego retorno a los hermosos cantos de Paul Gerhardt, y me alegro de poseerlos. Durante estos últimos años he aprendido cada vez más a ver y comprender la profunda intramundanidad del cristianismo. El cristiano no es un homo religiosus, sino sencillamente un hombre, tal como Jesús, a diferencia quizá de Juan Bautista, fue hombre. No me refiero a una intramundanidad banal y vulgar, como la de los hombres ilustrados, activos, cómodos o lascivos, sino a la profunda intramundanidad que está llena de disciplina, en la que se halla siempre presente el conocimiento de la muerte y la resurrección. Creo que Lutero vivió en esta intramundanidad. Recuerdo aún una conversación que hace trece años sostuve en América con un joven pastor francés. Nos habíamos preguntado sencillamente qué queríamos hacer con nuestra vida. El me dijo: "Desearía santificarme" (y creo muy posible que haya llegado a serlo). En aquel entonces, esto me impresionó mucho. No obstante, le contradije y le repliqué poco más o menos: "Desearía aprender a creer". Durante mucho tiempo no he comprendido la profundidad de esta contradicción. Creí que podría aprender a creer al llevar algo así como una vida santa. Al escribir Nachfolge, llegué ciertamente al final de este camino. Hoy veo con toda claridad los peligros de dicho libro, del que sin embargo sigo respondiendo plenamente. Publicado per Ediciones Sígueme el 1968 con el título El precio de la gracia Hoy veo con toda claridad los peligros de dicho libro, del que sin embargo sigo respondiendo plenamente. Más tarde hice la experiencia, y la sigo haciendo actualmente, de que sólo en la plena intramundanidad de la vida aprendemos a creer. Cuando uno ha renunciado por completo a llegar a ser algo, tanto un santo como un pecador convertido o un hombre de iglesia (lo que llamamos una figura sacerdotal), un justo o un injusto, un enfermo o un sano -y esto es lo que llamo intramundanidad, es decir, vivir en la plenitud de tareas, problemas, éxitos y fracasos, experiencias y perplejidades- entonces se arroja uno completo en los brazos de Dios, entonces ya no nos tomamos en serio nuestros propios sufrimientos, sino los sufrimientos de Dios en el mundo, entonces velamos con Cristo en Getsemaní. Creo que esto es la fe, la meta,noia, y así nos hacemos hombres, cristianos (cfr. Jer 45). ¿Cómo habríamos de ser arrogantes a causa de nuestros éxitos o sentirnos derrotados ante nuestros fracasos, si en la vida intramundana también nosotros sufrimos la pasión de Dios? Sabes lo que quiero decir, aunque lo exprese en términos tan breves. Estoy agradecido de que me haya sido concedido caer en la cuenta de ello, y sé que sólo he podido hacerlo en el camino de que hecho he recorrido. Por ello pienso con gratitud y paz en el pasado y en el presente. Quizás te extrañes de una carta tan personal, pero si alguna vez quiero expresar tales sentimientos, ¿a quién podría si no decirlos? Quizás llegará el momento en que también pueda hablar así a María; esa es mi gran esperanza. Pero todavía no puedo exigírselo. Que Dios nos conduzca amablemente a través de esa época; pero, sobre todo, que nos conduzca a sí mismo. Me he alegrado de modo muy especial por tu mensaje y celebro que no tengáis demasiado calor. Aún recibirás muchos saludos míos. ¿No recorrimos aproximadamente el mismo trayecto en 1936? Que te vaya bien, permanece sano y no dejes que se hunda la esperanza de volvernos a encontrar pronto. Piensa siempre en ti, con fidelidad y agradecimiento. |
El cristianismo
es de este mundo |
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Tegel,
21 de julio de 1944 ![]() |
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Miquel Sunyol sscu@tinet.cat Julio 2003 Última modificación: octubre 2016 |
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