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MIS RESPUESTAS A LOS COMENTARIOS DE ATRIO

La respuesta a Oscar

ATRIO publicó el 26 de julio con el título "El surgir de la cristología" el tema que el 7 de mayo colgué en esta web: "¿Existieron cristologías antes de Jesús de Nazaret?".

Un artículo publicado en ATRIO lleva como consecuencia una retahíla de comentarios, que te pone en la imposibilidad de responder a todos ellos, incluso a aquellos que se ciñen más al texto publicado.

Si quieres ver
esa retahíla de comentarios...

A continuación la segunda respuesta que he podido dar que, para los habituales lectores de esta web, servirán -dentro de la pedagogía ignaciana- como "ejercicios de repetición", algo que puede quedar apropiado para este tiempo de descanso.

Apreciado Oscar:

Respondo con mucho gusto a la pregunta que me formula en su comentario del miércoles 3 de agosto: ¿Cómo se puede seguir siendo honestamente "cura" al mismo tiempo que pensar-escribir lo propuesto en la "web" (muy en concordancia con Alfredo Fierro)?

Y añadía: "Aclarar por mi parte que lo de Miquel Sunyol y A. Fierro me suena estar en mi misma Senda".

A finales de junio de 1970, al finalizar el tercer curso de teología, me ordenaron de sacerdote. No era el único del grupo que sabía que no debíamos vivir ni de "la Palalbra" ni de "vender la sangre de Jesucristo" (que nadie se me enfade por esta expresión). Ya a partir del segundo curso de teología (1968-1969) un grupo de compañeros ya seguíamos los estudios de teología viviendo de nuestro trabajo como debía hacer tanta gente. "Estudiar teología viviendo de nuestro trabajo" era algo que nuestro P. General, Pedro Arrupe, no consideraba factible, tal como lo explicitó en una reunión con los estudiantes de Granada durante su viaje a España de mayo 1970, en el que estaba incluida una visita a Franco ("La teología se quedaría reducida a un catecismo ampliado").

¿Trabajas o estudias?

Pero superiores más inmediatos (léase Víctor Codina) lo encontraban factible...

El primer año de sacerdocio, mientras seguía cursando el cuarto año de teología, colaboré los fines de semana en una parroquia de Terrassa donde todo el equipo (sacerdotes diocesanos, escolapios y jesuitas) seguían los mismos criterios de "vivir del trabajo". No sé si todavía se puede encontrar el libro "Una Parroquia bajo el franquismo" de Josep Ricart.

Quizás alguien se atreva a decirme que los tres siguientes años viví de "la Palabra" y de "vender la sangre de Jesucristo". Lo puede decir: fueron los tres años que duró mi estancia "misionera" en el Tchad. Puede atreverse a decirlo, siempre que tenga presente que en aquellos tres años mi cuerpo perdió 15 kilos.

Al regresar a Catalunya (verano de 1974) ya me incorporé al grupo de los jesuitas curas-obreros y durante todos estos años no he tenido responsabilidades parroquiales ni de otros organismos eclesiales. Participo en lo que antes se llamarían pomposamente "comunidades eclesiales de base" y que ahora lo podíamos dejar en "reducidos grupos domésticos eucarísticos". No me niego si algún pequeño grupo me invita a participar en su eucaristía, en donde la mayor parte de las veces me tocará el papel de "presidir". A lo largo de los años, alguna vez me ha tocado "presidir" ante auditorios más amplios… Ya puede suponer: esos momentos en que familiares, amigos y conocidos se reúnen en una eucaristía.

Esta es una primera respuesta para salvar mi "honestidad económica". Pero ya sé que su pregunta no se queda en este nivel y no es la primera vez que me han hecho esta pregunta (o parecidas). Por eso ya tengo la respuesta preparada.

A veces, después de ciertas afirmaciones, alguien te pregunta: Y, entonces, ¿por qué continuas llamándote "cristiano"?

Esas "ciertas afirmaciones" podrían ser de este tipo:

De mis lecturas en Oruro me gustó una idea de Juan Luis Segundo. Venía a decir, con muy buen criterio, que todos tenemos en nuestras vidas unos modelos, unos "testigos", que son los que dan sentido a nuestras vidas. Estos "testigos" forman una cadena, una tradición. Cada uno de nosotros debería preguntarse quiénes son nuestros testigos particulares. (Esta pregunta podría sustituir muy bien, al menos alguna vez, la ya muy clásica meditación ignaciana del Principio y Fundamento). Jesús, ciertamente, sería una anilla de esta cadena. La más importante tal vez, pero quizás no siempre para todos. Pero no es la primera: ¿qué hubiera sido de Jesús sin un Isaías o sin un Ezequiel? Precisamente porque Jesús era un eslabón de una determinada tradición fue escuchado, y entendido y seguido por una determinada gente; y, por la misma razón, se encontró, ya de salida, con los adversarios.

Ni la última y definitiva, la inmediata a nosotros: ¿qué hubiera sido Jesús para mí sin un Dostoiewski o sin un Bonhoeffer o sin un Charles de Foucauld? ¿O sin una Thérèse de Lisieux?

Delante de Jesús también nos hemos de preguntar: ¿qué he visto en él? ¿cuáles son los valores que tomo de él? ¿cuáles son sus actitudes que no comparto?. También él, como todo testimonio humano, es un "testigo", un punto de referencia limitado: limitado por todo un conglomerado de valores, de criterios, de costumbres, de visiones, de tendencias…, que vienen de muy lejos, que vienen de su "tiempo". Y limitado por opciones personales que él hizo y que no necesariamente han de ser asumidas por todos.

Y yo respondo más o menos así:

Seremos "cristianos" mientras nos mantengamos dentro de esta tradición, de esta corriente; y seremos "cristianos" aunque no podamos repetir ni las palabras ni las acciones de Jesús; lo seremos aunque rechacemos les palabras y los hechos de algunos eslabones de esta cadena

Y en un sermón de Primera comunión, una de esas ocasiones de "auditorios más amplios", le decía a la niña:

Los testigos que tú vayas encontrando, a lo largo de tu vida, son los que te animarán a vivir en este mundo de los mayores "haciendo memoria de Jesús", formando parte de esta larga cadena de testigos, en la cual también está Jesús de Nazaret, siendo para muchos el Testigo fiel (Ap 1,5), aquél de quien te puedes fiar.

Vivir en el mundo de los mayores "haciendo memoria de Jesús" es atarnos a una cadena, a una tradición, a la misma tradición a la cual Jesús se sintió atado; es como zambullirnos de cabeza dentro de una corriente, dentro de un río, en la misma corriente en la que Jesús también se metió; es dejarnos arrastrar por estas aguas vivas, sabiendo que la fuerza de las aguas abre siempre caminos nuevos.

Para ver el contexto...

Rebuscando estos textos que ya llevan muchos años en mi web, me he encontrado éste otro:

Creo que ya hace tiempo participo de ciertos estados anímicos parecidos a los descubiertos no hace mucho por todo un Leonardo Boff: "El teólogo en la Iglesia ha de ser un maquis". Creo que no es deshonesto ser un maquis en la iglesia.

Agradezco la pregunta y ha sido para mí un "placer" poder expresar una respuesta, placer que sin darme cuenta ha ido alargando la respuesta.

Muchas gracias

Muy cordialmente

Miquel Sunyol

Gracias por la visita
Miquel Sunyol

sscu@tinet.cat
10 agosto 2016
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