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A partir de un sermón a un grupo de mujeres de un instituto secular en el III domingo de Cuaresma. Las lecturas señaladas eran: del libro del Éxodo 3, 1-8; de la Primera Carta a los Corintios 10, 1-6.10-12; del evangelio de Lucas 13, 1-9.
Quizás, una vez más, de las tres lecturas de hoy, la que nos puede resultar de más actualidad es la primera, la que pertenece a las Escrituras hebreas, las que nosotros -muy desconsideradamente- solemos designarlas como "Antiguo Testamento". Y una vez más, desgraciadamente, la liturgia nos da sólo un fragmento (8 versículos), pero también es verdad que, una vez en casa, por nuestra cuenta, podemos leer todo el capítulo 3 del Éxodo.
En mi época de estudiante de teología (hablo de hace cincuenta años) uno de los biblistas que estaban de moda (en el buen sentido de la palabra) era el alemán Von Rad (teología del antiguo testamento) y supongo que algunas de las cosas que decía siguen siendo válidas.
I. Teología de las tradiciones históricas de Israel.
II. Teología de las tradiciones proféticas de Israel.
Habla de la "unidad narrativa de Éxodo 3", esta unidad que la lectura litúrgica a trozos destroza, y también dice que esta "unidad narrativa es muy complicada bajo el aspecto histórico y literario de sus materiales". Intenta conectar dos épocas de la historia salvífica: la época del "Dios de los padres" y la época de la revelación de Yahvé. Quiere, por un lado, comunicar el elemento nuevo de la revelación de Yahvé (la manifestación del nombre divino) y, por otro lado, desea mostrar cómo esta nueva revelación mantiene continuidad con la historia de los patriarcas (Abraham, Isaac, Jacob). La nueva fe yahvista sabe que, a pesar de querer mantener una cierta continuidad con la antigua religión del "Dios de los padres", tendrá que sacrificar -abandonándolos- algunos elementos de la antigua religión, incompatibles ya con el marco socio-cultural de la nueva religión.
Y aquí está la actualidad de Éxodo 3: darse cuenta que la comprensión de la divinidad que hombres y mujeres tenemos va variando a lo largo de la historia.
No toca ahora discutir si su intento de relacionar el "Dios de los padres" (el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob) con el Dios yahvista de Moisés ("Yo soy el que soy") tuvo éxito o no. Ahora nos toca (bueno, es mi humilde propuesta) preguntarnos cómo, dentro de nuestra pequeña historia personal, la comprensión de "Dios" ha ido variando (si es que ha variado) y cuáles han sido nuestros intentos para evitar hablar de una "ruptura" entre el "Dios de nuestros padres" (el Dios de la infancia, de la adolescencia, posiblemente el Dios que se nos había aparecido en la zarza que ardía y no se consumía... y que nos llamaba por nuestro nombre) y nuestro Dios de hoy día.
No creo que sea necesario hablar de "nuevos paradigmas" que surgen en un "cambio de época", una nueva era axial. Así escribía no hace mucho a un compañero jesuita que se presentaba como "agnóstico":
Me alegra que no seas (como alguno de mis amigos) de los que ahora descubren "nuevos paradigmas", sino de los que nos consideramos fruto de un proceso (imparable, aunque no se haya querido reconocer), en el cual nombres como Spinoza (Deus sive natura) (Dio o naturaleza) (siglo XVII) o Hugo Grotio (Etsi Deus non daretur) (aunque Dios no existiera) (siglo XVI-XVII) alguna participación han tenido.
Sigue mi consejo:
Deja los links para una segunda lectura |
Si quieres leer este escrito:
De jesuita declarado "apofático" a jesuita "agnóstic" |
Un nombre más cercano a nosotros, eslabón de este proceso imparable, es el del obispo John A.T. Robinson (ciertamente no católico, sino de la iglesia anglicana) que en 1963 publicó honest to god (Sincero para con Dios), que causó un gran escándalo en Gran Bretaña.
Sigue mi consejo:
No todos los links te han de interesar |
Recordar lo que decía este obispo... |
Y él, obispo de Woolwich, era muy consciente que no decía cosas nuevas ni decubría nuevos paradigmas, sino que ponía al alcance del pueblo cristiano cosas ya dichas desde hacía mucho tiempo:
Ampliar este tema de Bonhoeffer
Y para seguir hablando de obispos (y sigo con obispos no católicos, pero fieles a los consejos que recibió Timoteo: "guarda el tesoro de la fe, apartándote de charlatanerías irreverentes y de las objeciones de esa mal llamada ciencia" [1Tim 6, 20]; "guarda el precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros" [2Tim 1, 14]) podríamos recordar alguna de las 12 tesis ("no tantas como las de Martín Lutero, pero mucho más radicales") del obispo episcopaliano John Shelby Spong. La primera de ellas decía:
El teísmo, como forma de hablar de Dios, es ya cosa muerta.
Dios ya no puede ser comprendido con credibilidad como un Ser, de poder sobrenatural, viviendo por encima de los cielos y siempre preparado para invadir la historia humana para imponer su divina voluntad. Por lo cual casi todo nuestro hablar sobre Dios de hoy día no tiene ningún sentido, a no ser que encontremos una nueva manera de hablar de Él
Si quieres recordar las 12 tesis...
¿Cómo encontrar una nueva manera de hablar del "Dios de los padres"?
Una cierta "teología de la liberación" (¿quién de nosotros no ha estado a favor de la "teología de la liberación?", repito una "cierta" teología de la liberación, ha podido encontrar en el fragmento de hoy su base teológica-bíblica:
Ex 3, 7-10 | He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus sufrimientos. Yo he descendido para librarlos de la mano de los egipcios y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y amplia, una tierra que fluye leche y miel, al lugar de los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. |
Si el septiembre del 95 (hablo de hace más de 20 años) hubieráis participado en Madrid en el V Congreso de Teología, organizado por los teólogos más modernos y más izquierdosos de España (Asociación de teólogos y teólogas Juan XXIII, entidad no reconocida por la iglesia católica como organización católica) habriáis escuchado a Raimon Panikkar:
El Dios de la historia (a no ser que sigamos justificando holocaustos escatológicamente) ha fracasado, ha perdido su credibilidad. Para defenderlo hay que hacer piruetas de todas clases. En el fondo se reducen a dos: primero, en afirmar que a la larga, al fin de los tiempos, Dios triunfa; segundo, en sólo considerar a la corta, al Dios histórico de los vencedores. Asistimos, entonces, como en los tiempos más remotos, a una lucha entre Dioses.
La imagen más saliente del Dios bíblico, visto desde Asia, no es la de Dios como Ser, ni siquiera como Ser supremo, sino la de un cabecilla divino, el Dios de un pueblo, el Dios de unos guerrilleros, el Dios de una causa cuyos creyentes creen que es buena; el Dios de los cruzados de hace unos siglos y el de los pobres de ahora, pero que parece que de hecho es impotente para liberar la humanidad de la pobreza así como antes tampoco triunfó en los "Santos Lugares", ni antaño defendiendo Jerusalén contra los romanos.
Este Dios bíblico, caudillo de pueblos, de ejércitos o de guerrilleros viene intentando pelear causas justas según sus combatientes. Digámoslo con llaneza pero también con claridad. Yo vibro y me entusiasmo al igual que todos ustedes por el Dios de los pobres ahora y creo que su causa es justa, pero no puedo evitar dos observaciones.
La primera: también los cruzados creían luchar por una causa justa.
Segunda, y para nosotros más decisivo aún: este Dios de los pobres, que tan tarde parece haberse despertado, viene intentando restablecer la justicia desde hace mucho; pero, dicho sin sarcasmo, para los millones de vencidos y explotados en estos últimos miles de años no les ha aportado mucha consolación.
Permitidme que os diga que unos cuantos años antes (en 1987) escribía una carta a un compañero jesuita que, habiendo tenido reponsabilidades en Comisiones Obreras del Campo de Andalucía, hacía "las maletas" para irse a Nicaragua:
Cuando -con tan buen juicio- dejasteis la Parroquia de Fuentepalmera, ¿era sólo porque la parroquia os resultó una plataforma ya inservible? ¿o porque ya vuestras mismas palabras os parecieron inadecuadas e incomunicables?
El "irse a Nicaragua", ¿no es ir a buscar un marco cultural apropiado todavía a nuestros conceptos, formulaciones y formas religiosas?
El "irse a Nicaragua", ¿no es ir a buscar una coyuntura revolucionaria, el participar de unas esperanzas mesiánicas, el poder herir y matar con nuestras propias manos a la bestia apocalíptica, el revivir historia pasada con la facilidad de poder repetir papeles bien aprendidos?
Que nadie se me enfade (tú ciertamente no lo harás) si digo que la teología de la liberación no supera los esquemas mítico-simbólicos de una sociedad de ganaderos...
Si quieres leer esta carta...
...y todo el debate que se originó en nuestro grupo...
Esta carta del 1987 todavía se puede leer. Victor Codina la recordaba el año 2013, en su libro Diario de un teólogo del posconcilio. Entre Europa y América Latina, reinterpretándola muy malamente, bajo el título de Una carta provocadora y profética.
Este capítulo 3 del Éxodo, este "monte de Dios" (aquí llamado Horeb, en otros lugares será el Sinaí), del cual no se sabe si es la montaña del Dios del suegro de Moisés, Jetró, el sacerdote de Madián, o si es la montaña del Dios a quien los israelitas, una vez liberados de la opresión de Egipto, darán culto, nos da la libertad para preguntarnos (y responder) quién es nuestro Dios.
Al paso de los años he ido dando mis respuestas, las mías, que no son las respuestas que otros puedan dar:
Gracias por la visita
Miquel Sunyol sscu@tinet.cat 27 marzo 2019 |
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