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Mejor si seguís mi consejo de siempre: En una primera lectura prescindir de los links y de las notas
Querido Padre Arrupe:
Empiezo esta carta en el Castillo de Javier, un sitio y un nombre que para todo jesuita (y para muchos y muchas no jesuitas) está asociado a la palabra "misión". Un buen lugar para que dos jesuitas "misioneros" entren o, mejor dicho, continúen en contacto. De Ud. nadie pondrá en duda que la palabra "misionero" sea adecuada para definirle (no me atrevo a decir que sea la más adecuada); por mi parte me atrevo a reivindicar este título por mis tres años que -una vez transcurridos los largos años de la formación jesuítica- pasé lejos de mi tierra, en el Tchad, y por todos aquellos en que, ya de vuelta a mi tierra, he vivido, junto con otros compañeros jesuitas, bajo el rótulo de "Misión Obrera".
Esta carta podría tener -debería tener- una sola frase: Arrupe, ¡ya me he jubilado!; aunque quizás sería mejor corregirla un poco y decir: Arrupe, ¡yo también ya me he jubilado!
Entre nosotros dos esto ya sería suficiente, y Ud. sabría que yo, como otros compañeros de "Misión Obrera", ya he cumplido la parte que nos tocaba de nuestro "acuerdo".
Pero voy a alargar un poco más esta carta pues me gustaría que otros también la leyeran, aunque ya sé que no será leída -como las de Francisco Javier- desde los púlpitos de la Sorbona, y porque cuento con que las cosas menudas de nuestra Tierra no le estorbarán en su continua contemplación de "nuestra trinitaria divinidad".
Algunos quizás crean que es un poco pretencioso por mi parte la anterior frase de "continuar en contacto". A estos les recordaré que cuando yo tenía unos diez u once años ya entré en contacto, aunque fuese a distancia, con Ud.: una tarde fui a escuchar una conferencia suya en el Palau de la Música de Barcelona. Ud. nos hablaba como "testigo de Hiroshima". Comprenda que no recuerde las cosas concretas que dijo... Y ahora (pese a que por ello muchos me dirán que saco las cosas de sus propias coordenadas de tiempo y de lugar) me gustaría preguntarle si en estas charlas "condenaba" (en el sentido que utilizan esta palabra los autodenominados demócratas de la España actual) explícitamente la acción de los Estados Unidos.
Pasaron los años, muchos años, y tuvimos el segundo contacto. Esta vez con toda la cercanía que permite una mesa de comedor de la Casa de Ejercicios de Manresa. La fecha de la comida es fácil de precisar: el día siguiente de la boda en Madrid de Juan Luis, uno de tantos jesuitas que dejaron la Compañía durante su generalato. Con una llamada telefónica a Madrid quedó precisada la fecha: el 26 de junio de 1980 fue la boda; nuestra comida, por tanto, fue el 27, el último viernes de un junio de 1980.
Esto es, diez años después de...
Estos "diez años después de..." explican las circunstancias de este segundo contacto. Ignasi Salvat, Provincial entonces de la Tarraconense, aprovechando una reunión suya con los Provinciales de España en Manresa, organizó una comida de desagravio: invitó a algunos de Misión Obrera de Catalunya a comer con Ud. para reparar de este modo los agravios que, diez años antes, le había infligido el grupo de Misión Obrera que no aceptaba que Ud. fuera a visitar a Franco en su viaje a España de mayo de 1970.
De los que participamos en aquella comida, el que le había "agraviado" más era precisamente el propio Ignasi Salvat, cuya firma figura en tres documentos que criticaban su visita al Jefe del Estado. Otros dos (Pep Ricart i Isidre Ferreté) eran del grupo de los quince que habían firmado el documento de Misión Obrera protestando por su visita al Dictador(1). La firma de Juan N. García Nieto no figura -cosa que ahora extraña a más de uno- en ninguna de las cartas que los jesuitas le mandaron(2). Paco Xammar y yo no habíamos firmado (lo cual no quiere decir que no condenáramos su visita a Franco) ninguna carta contra su decisión de visitar al Caudillo(3). Me parece que no me dejo a nadie dentro del tintero...
No sé qué testimonios escritos habrá de esta comida en Manresa. Por mi parte puedo aportar dos, aunque no sean muy cercanos a la fecha del acontecimiento. Repasando, entre los diversos archivos de mi ordenador, mi antigua correspondencia he encontrado estos dos fragmentos.
El primero pertenece a una carta a mi hermano Ignasi, el de Bolivia. Lleva la fecha del 19 de febrero de 1991 y está escrita (como Ud. puede suponer mejor que nadie por la fecha) a raíz de su muerte. Traducido al castellano, el fragmento dice así:
La comida con Arrupe también podría ser tema de un artículo, éste de alcance más familiar. No creo que mi versión fuera muy coincidente con la de García Nieto. Arrupe, cortando las sabias explicaciones de García Nieto (en el sentido de que la Misión Obrera ya se estaba abriendo a otras dimensiones), preguntó de golpe: "Pero, ¿cuántos jesuitas trabajan? Y ¿cuántos van a llegar a la jubilación?" En esta comida también hizo una comparación entre la Misión Obrera y las misiones extranjeras, como las dos cosas más difíciles de la Compañía.
El segundo fragmento pertenece a una carta a Ramir Pàmpols de julio de 1997:
De Arrupe, recordaría una comida en Manresa. Ignacio Salvat, para reparar afrentas de todos conocidas de viajes anteriores, preparó una comida entre Arrupe y un grupo de la Misión Obrera de nuestra Provincia. Salimos de Madrid, adonde habíamos ido para la boda de Juan Luis Olives, Paco Xammar, Carmencita y yo de mucha madrugada para poder llegar a Manresa a la hora de comer. Llegamos con el tiempo justo para poder hacer una breve reunión con los que allí ya estaban. Nepo García-Nieto me advierte: "Tú no digas ninguna de tus tonterías". Yo ya me hice el propósito de no abrir la boca. Empieza la comida y la conversación. Nepo comienza el discurso: "Ahora la Misión Obrera ya no es como antes; ahora abarca a gente dedicada a otros campos… etc…etc…" No pudo alargarse mucho más, porque el P. Arrupe preguntó: "Pero bueno, ¿cuántos son los que trabajan?". A partir de aquí, mi propósito de no abrir la boca ya no tenía mucho sentido.
Estas fueron sus dos preguntas: ¿Cuántos son los que trabajan? ¿Cuántos son los que se van a jubilar?
Antes le he dicho que yo, como ya otros compañeros jesuitas, había cumplido la parte que nos tocaba del "acuerdo". Algunos se preguntarán de qué "acuerdo" estoy hablando.
A estos yo les pediría que respondieran a esta pregunta: ¿Cómo el P. Arrupe, con su sentido (bastante tradicional, por cierto) de la obediencia religiosa, pudo permitir la existencia de la Misión Obrera en la Compañía?
Fue mi hermano, el de Bolivia, que de ningún modo está considerado como jesuita de derechas, el primero que me sugirió esta pregunta. Supongo que comentábamos, mientras comíamos en mi casa de Bonavista durante su última estancia en Catalunya, la reciente decisión de Isidoro Galán de dejar la Compañía. Es fácil que ahora le venga a la memoria este nombre de Isidoro Galán: durante su tiempo hubo de "exclaustrarse" dos años por ir en las listas electorales (sin ninguna posibilidad de salir elegido) del Partido Comunista. Así escribía yo unos días después (a finales de 2003) a Isidoro:
En una cosa no estoy del todo de acuerdo contigo: tu provincial no fue del todo sincero, se quedó a mitad de camino. Sólo te dijo: La Misión Obrera no existe; hubiese tenido que decir: La Misión Obrera (jesuítica) nunca hubiera debido de existir. Si existió durante un tiempo, fue consecuencia de la crisis institucional de la Orden de los años sesenta, fue una concesión hecha por la debilidad de los superiores de aquellos años.
Para ti y para otros muchos (aquí ni quiero ni puedo hablar en nombre de todos, pues fácilmente un Isidre Ferreté o un Ramir Pàmpols me desautorizarían desde el primer momento) pertenecer a la Misión Obrera era un decir al mismo tiempo: A Ud. no se le ocurra mandarme al colegio de Sarriá, pues no pienso ir. Y los Provinciales de aquellos tiempos aceptaron que nosotros dijéramos eso.
Y después de recordar una "cuenta de conciencia" con Torres Gasset(4), proseguía diciéndole:
¿Y cómo explicar los elogios del General Pedro Arrupe quien casi nos puso como modelo de toda la Compañía? ¿Cómo la concepción que Arrupe tenía de la obediencia religiosa le permitía alabar a quien le venía a decir: Oiga, que yo no soy una "ficha" más en manos del Provincial.
Por lo que yo conozco de Arrupe (ya sabes que a los diez años ya iba a escucharle sus conferencias y que un día -a los pesares de Juan N. García Nieto- llegué a comer con él) diría que Arrupe nos aceptó con una condición: De acuerdo, pero Uds. me prometen que se jubilarán en el tajo. No todos respondieron como tú a la confianza de Arrupe; yo espero poder ser fiel, a falta de unos catorce meses, a esa promesa implícita que hicimos a Arrupe.
¿Me permite alargar esta carta tan alejada quizás de su cotidiana contemplación de la trinitaria divinidad? Significativas fueron sus dos preguntas; significativa también fue una tercera pregunta que Ud. no hizo, desmarcándose así de ciertas preocupaciones enfermizas que algunos de mis compañeros han manifestado durante estos últimos años. La pregunta que Ud. no nos hizo fue esta: ¿Cuántos jóvenes jesuitas seguirán su línea?
No pienso andar muy desencaminado si creo que de esta manera Ud. se alinearía con algunas consideraciones de Marcel Légaut:
La vitalidad del cristianismo se mide tanto por los múltiples grupos de este tipo que surgen, diversos en extremo, cuanto por la discreción y la rapidez de su desaparición cuando conviene. La Iglesia sólo puede vivir verdaderamente a la altura de su misión renaciendo sin cesar a partir de comunidades que la engendran después que ellas mismas han nacido de ella; comunidades que después, tras de haberla servido, se eclipsan y desaparecen.
Muy posiblemente, Ud. y yo uniríamos nuestras voces a la de Marcel Légaut para continuar diciendo:
¡Ojalá los más jóvenes puedan sucedernos! Sin embargo, ¡qué más da! Lo fundamental no es que las empresas espirituales se perpetúen, sino que nazcan sin cesar. Y yo creo que, en nuestra época en que tantas cosas se hunden, hay también nacimientos verdaderos.
Mi querido P. Arrupe: ¡Yo también ya me he jubilado!
Ahora, una vez ya jubilado y después de las oportunas celebraciones (para las cuales, según algunas voces maliciosas, estoy trabajando más que en toda mi vida laboral) podré dedicar más horas al estudio que, desde hace un par de años, siguiendo las exhortaciones de nuestros superiores, voy haciendo acerca de las reacciones que se produjeron en el colectivo jesuítico de Misión Obrera española al saber que el P. Arrupe en su viaje a España de mayo del 1970 haría una visita a Franco. Realmente, lo que hago no es un "estudio"... Tan sólo es, después de más de treinta años, una búsqueda de comprensión de "un intento real de diálogo"(5), que fue vivido, por una y otra parte (por Ud. y por los jesuitas de Misión Obrera de aquellos años) dolorosamente.
Con todo mi afecto...
Bonavista (Tarragona)
Febrero 2005
Gracias
por la visita
Miquel Sunyol sscu@tinet.cat 3 abril 2005 |
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(1) A estos tres Jesús les hubiera puesto el sobrenombre de "los hijos del empecinamiento", pues, al año siguiente (junio 1971) firman también una carta publicada en diversos periódicos de Barcelona contra la decisión de los superiores de la Compañía de expulsar a Joan Leita. Y no pierden la ocasión de "empecinarse" contra el P. Arrupe: ...disentimos del estilo que nuestras autoridades jesuíticas (y quizás no las locales, sino precisamente las más altas) han seguido en este caso concreto.
(2) Sí que firmó la carta a los periódicos sobre "el caso Leita". El P. Arrupe reaccionó escribiendo el 24 de junio una "Carta a la Provincia Tarraconense".
(3) Estos últimos días, en el Archivo de Loyola, he tenido el consuelo de ver que mi firma, y la de Francisco Xammar, aparecen en un documento, publicado en El Ciervo (abril 1975), manifestando nuestro pesar por la salida del padre Diez-Alegría de la Compañía de Jesús y subrayando que "la obediencia, tal como la concibió san Ignacio, tiene como norma suprema y última el Evangelio y el respeto a la conciencia". Aparece también la firma de Juan N. García Nieto.
(4) Mi Torres Gasset, provincial que era en Catalunya cuando yo regresé del Chad, fue más sincero. Eran mis primeros años de Misión Obrera en Tarragona, vivía todavía con Jaime Cisteró en el primer piso que tuvimos en Bonavista. La "cuenta de conciencia" (que la dimos los dos juntos al mismo tiempo) fue en el piso de La Floresta. En ella le vine a decir a Torres Gasset que yo consideraba al grupo de Misión Obrera como el "campamento base", mi lugar de inserción en la Compañía, y que a los demás los veía como a esos tíos y tías y primos segundos que ves una vez al año en casa de la abuela. Torres Gasset, quien iba tomando notas en su cuaderno, cerró cuaderno y bolígrafo y dijo: "Pleguem" (Así ya podemos acabar). Fue más sincero (eso sería por 1977), pero no tuvo el coraje de proseguir: "Búscate un piso en el barrio; ya te ayudaremos a pagar la primera mensualidad".
(5) Expresión utilizada por los jesuitas del sector universitario de Barcelona en carta dirigida al P. Arrupe protestando por la visita a Franco ("Desearíamos que este silencio nuestro pueda ser interpretado por Ud. como un intento real de diálogo")