El testimonio
de Manuel Alcalá

La sorpresa y casualidad de un testimonio

El 18 de marzo de 1970 el Padre Víctor Blajot, consejero general para la Compañía de Jesús en España, me adelantaba confidencialmente la noticia, en la Casa de Escritores y "Centro Loyola" de Madrid. Se había pensado en mí como secretario y jefe de prensa del Padre Arrupe durante su inminente visita a las provincias jesuíticas españolas. Poco después, el Padre Urbano Valero, provincial de toda España, me confirmaba oficialmente el encargo, urgiéndome a ir inmediatamente a Roma para organizar algunos aspectos del viaje.

Aquella misión, totalmente sorpresiva e inesperada, me ofreció la oportunidad de conocer muy de cerca a Pedro Arrupe en un momento muy delicado de su gobierno y donde se iba a acreditar su categoría humana y religiosa.

La visita se presentaba en un horizonte muy conflictivo. Precisamente aquel mismo 18 de marzo, los siete provinciales españoles habían presentado la dimisión de sus cargos al Padre General de forma solidaria. De ello habían informado también al Papa Pablo VI.

Se trataba de un doble signo de respetuosa protesta ante la consulta de la Santa Sede a la conferencia episcopal española sobre la oportunidad de instituir una "provincia autónoma" con los jesuitas "de estrecha observancia". Los obispos españoles habían dado mayoritariamente "luz verde" al proyecto. Esto podía suponer una división irreversible de la Compañía española, y los provinciales no podían tolerarlo. Por eso dimitían.

No faltaban, por otra parte, tensiones de tipo socio-político. Algunos sectores de jesuitas, muy críticos con la dictadura franquista, se distanciaban de la visita, por haberse incluido en ella una entrevista del Padre Arrupe con el entonces Jefe del Estado español. Otro grupo, por el contrario, se ponía de acuerdo para expresar su disconformidad con el gobierno del P. General, rehusando tomar parte en algunos actos previstos para aquellas jornadas.

La prensa sensacionalista orquestaba con títulos equívocos la venida a España del Padre Arrupe. Así llegó el 2 de mayo de 1970. A las doce de la mañana, un DC9 de "Alitalia" aterrizaba en el aeropuerto de Madrid. Pedro Arrupe descendió del avión sonriente y como si nada ocurriese, cuando en realidad entraba en el ojo de la tormenta. Por lo pronto, se negó a hacer declaraciones de prensa. La semana anterior las había hecho al semanario "Vida Nueva", siendo reproducidas por varias agencias del país. Una hora después emprendía el vuelo a Alicante en un Caravelle de "Iberia". Era la primera estación de la visita. ¿Cuál era su transfondo? ¿Cómo afrontaba Arrupe tan difícil coyuntura?

El anuncio de una feliz elección

Hasta el día 13 de abril de 1970, fecha de mi desplazamiento a Roma para ultimar, como ya se ha dicho, los aspectos informativos y organizativos de la visita del Padre General a España, yo no había tratado personalmente con el Padre Arrupe. Sólo le conocía de vista, cuando por los años sesenta hacía él escala en España, como provincial del Japón, para reclutar compañeros y ayuda económica para la misión lejana. Desde entonces me había producido la impresión de un hombre espiritual, entusiasta, intuitivo y cercano. Nada más. Ahora, en aquella reunión en su residencia de Roma, todo era distinto. Estaban presentes los Padres Vincent O'Keefe y Víctor Blajot, sus consejeros, junto con Roberto Tucci, experto en comunicaciones sociales. El informe se refería sobre todo al estado de la opinión pública y sus resonancias religiosas y políticas ante la inmediata visita.

Arrupe escuchaba en silencio con su peculiar sonrisa. Aceptaba cualquier sugerencia y era muy flexible a las observaciones de todos. De vez en cuando mostraba su asombro por la complicada situación religiosa y sociopolítica española de entonces. El clima era muy cordial, y allí comenzó una amistad que ya no se interrumpiría jamás.

Era indudablemente un hombre de simpatía arrolladora. ¿Cómo había sido posible que, tras una elección universalmente bien aceptada, hubiese en algunos sectores, españoles precisamente, tanta reserva e incluso agresividad contra su gobierno, y a veces contra su persona?

Pedro Arrupe. Así lo vieron
Autores varios
Editorial Sal Terrae
Cap. IV. Gozo y martirio en España (1965-1970)
por Manuel Alcalá
(Pág. 67-69)


Gracias por la visita
Miquel Sunyol
sscu@tinet.fut.es 
23 Octubre 2003