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Ignacio de Loyola
en "Después de Cristo"

Tres fragmentos de Alfredo Fierro

Ir a Pórtico
de Alfredo Fierro

Como ya he dicho otras veces, la presentación por mi parte del texto de un autor no significa mi adhesión, sino, simplemente, es una invitación a su lectura y reflexión.

La comparación de Auguste Comte

Si quiere uno atenerse a la realidad, a la verdad, a Jesús hay que apearle del pedestal al que le subió la cristología de Pablo y de Juan evangelista. El hombre de Nazaret se queda entonces equiparable a Abrahán, Moisés, Isaías, a Buda y a Sócrates, a Juan Bautista, al Maestro de Justicia, a otras figuras memorables del pasado, en parecido plano: humano, sólo humano. En la versión desmitificada de Renan había todavía admiración romántica por Jesús, pero incluso ésta vino a rebajarse mucho enseguida. Para Augusto Comte (1798 - 1857), paladín de un sector amplio de librepensadores de ese siglo, un Ignacio de Loyola supera ya al Jesús de los evangelios. De farsante y charlatán, de aventurero religioso, califica Comte a Jesús, que poco o nada habría aportado a la humanidad y cuya larga apoteosis histórica merecería ahora silenciamiento por un tiempo no menor (1).

Es ésta, sin duda, una visión sectaria y arbitraria, aunque no menos que otras habituales en las filas cristianas, que fantasean a Jesús como ejemplar prototipo de la perfección humana. Entre una y otra versión, actualmente nadie sostendría que Jesús haya sido un impostor a conciencia. No pocos le creen sincero, a la vez que equivocado. El error es compatible con la sinceridad y buena fe. Si engañó a otros -cabe sostener-, fue como consecuencia de su propio autoengaño.

Pág. 74

Manteniendo el Medievo

Catolicismo o sociedad oficialmente cristiana significa también, a mediados del siglo XVI, sin especial vinculación con Trento o con la Contrarreforma, un patrón de prácticas impuestas a la sociedad por parte de la iglesia. He ahí un par de muestras espigadas en el ramillete de otras muchas disponibles: Ignacio de Loyola obtiene del Papa Pablo III la obligatoriedad de confesarse los enfermos al entrar en un hospital, con la amenaza, encima, de negar los fármacos y los cuidados a quienes lo rehúsen, aunque en ello les vaya la vida; en parecido estilo, otro "santo", Carlos Borromeo, arzobispo de Milán de 1564 a 1584, ejemplo de prelados según directrices del Concilio de Trento, cuenta con un cuerpo de policía propio y hace detener a quienes viven en público concubinato (2).

Este catolicismo, que intenta -y suele conseguir- ocupar sin resquicio alguno la sociedad, tiene poco de nuevo o de moderno: reproduce la cristiandad del Medievo en sus rasgos más rancios. El diseño católico es realmente el mismo de aquella cristiandad sostenido en la Edad Moderna. Por eso también, retrospectivamente, cabe adjudicar el calificativo de católico al cristianismo medieval: porque anticipa características de la luego denominada iglesia católica.

Pág. 302

De Ignacio al "papa negro"
pasando por las misiones

Las misiones católicas requieren militantes dedicados a la causa a tiempo completo. Los hay en las congregaciones medievales. Pero un hombre sin duda providencial para ese tiempo, Ignacio de Loyola (1491-1556), crea la organización puntera para misionar, la Compañía de Jesús. Aprobada en 1540, antes del Concilio de Trento, ésta es una congregación religiosa de nuevo cuño, muy distinta de las monásticas y de las mendicantes: al servicio directo del Papa, como ninguna otra, y no sólo "para mayor gloria de Dios", como reza su divisa, sino también para mayor gloria de la Iglesia. Al modelo benedictino, al de las Órdenes militares, al de las congregaciones de pobreza, sigue una nueva milicia, cuyo modelo crea Ignacio, no sólo en la Regla, también en los Ejercicios espirituales, un libro semejante a la Imitación de Cristo, pero eminentemente práctico, para ejercitar tanto a jesuitas como a laicos.

No son los únicos los jesuitas. El siglo XVI conoce nuevas congregaciones religiosas: hospitalarias, de redención de cautivos. Y no misionan sólo jesuitas: también franciscanos, dominicos, agustinos, entre otros. A lo largo de dos siglos, la Compañía, sin embargo, será ejército de choque y de elite del catolicismo expansionista. En poco tiempo, en medio siglo, cuenta con 13.000 miembros; y por eso, junto con la Inquisición, se constituye en símbolo del poder pontificio; con demasiado poder, por otro lado. De ahí que en la segunda mitad del siglo XVIII los jesuitas sean expulsados de distintos países y, a instancias de algunos monarcas, se produzca la supresión de la Compañía en 1773. Se consigue esto de modo parecido a como en 1307 se habían suprimido los Templarios.

La supresión de los jesuítas, sin embargo, no es definitiva y ellos vuelven a ser en los siglos XIX y XX puntal y avanzadilla de la iglesia romana. A mediados del siglo XX, en un periodo de recuperada fuerza e influencia, al General de la Compañía, residente en Roma a pocos metros del Vaticano, se le llama el "Papa negro" por el color de su sotana, por contraste con el hábito blanco del Pontífice romano. En ese tiempo, la Compañía cuenta con un espectro tan amplio como la iglesia católica, y con figuras destacadas en frentes bien diversos: desde la cultura profana y el cultivo de la ciencia hasta la solidaridad con los oprimidos y el compromiso con su liberación.

Durante unos decenios, los inmediatos anteriores al Concilio Vaticano II, la Compañía ejerce un fuerte tirón sobre la iglesia católica. Más tarde, con el pontificado de Juan Pablo II, se le recortan mucho las alas, en rigor su ala izquierda. Su influencia sobre el pontificado y la política eclesiástica romana queda muy mermada en beneficio de organizaciones conservadoras, como el Opus Dei y -otro nombre de milicia- la Legión de Cristo.

Del jesuita Francisco Javier (1506-1552) se cuenta que se le fatigaba el brazo de tanto levantarlo para bautizar. Sin embargo, de la esforzada empresa suya y de otros misioneros en Oriente no ha quedado mucho: algunos grupos cristianos más bien minoritarios. Cristiandad propiamente tal nada más ha quedado en América. La misión cristiana, que allí triunfa, no tiene, en cambio, duradero éxito en África y menos aún en países de Extremo Oriente. En China, Japón, India, con civilización desarrollada y con una rica tradición religiosa escrita, el cristianismo logra implantarse tan sólo en enclaves comercialmente relacionados con Europa. El resultado de esas misiones muestra que sin apoyo del poder político, y ante sociedades con importante patrimonio religioso e ideológico, no hay quien genere cristianismo, y eso pese al valor de pioneros como Francisco Javier en India y en Japón, el también jesuita Mateo Ricci (1552-1610) en China y Roberto de Nobili (1577-1656) en India.

Es instructiva la historia de este último. En su deseo de convertir a la casta de los brahmanes se presenta él mismo como un brahmán, vistiendo y comiendo como ellos. Acepta y no sólo tolera no pocos de sus usos; los juzga compatibles con la fe cristiana. Da lugar así a la controversia sobre los "ritos malabares" y sobre otras ancestrales ceremonias que se mezclaban con los sacramentos. La controversia empezó en vida suya y pasó por varias fases, durante más de un siglo, hasta que en 1744 una Bula de Benedicto XIV (1675 - 1758) proscribió de manera definitiva y tajante tales ritos. El purismo ortodoxo impide que lo ancestral precristiano se combine con lo sacramental, lo contamine, y que los ídolos asomen las orejas por detrás de los altares.

Las misiones cristianas se han asociado a la colonización todavía en la segunda mitad del siglo XIX. Cuando las potencias europeas se reparten África, dicen querer llevar allí el patrimonio civilizador europeo, dentro del cual se halla el cristianismo. Éste contribuye, una vez más, a legitimar un trato y un comercio injustos: a la postre, la expoliación casi integral de un entero continente por media docena de países. En ese tiempo, a África, como en el siglo XVI a América, viajan ejércitos de aventureros, comerciantes armados, exploradores científicos, médicos y misioneros, dentro de los cuales sólo se salvan con dignidad algunos pocos. En el lado de la decencia, hay poco más que excepciones, como Livingstone (1813-1873) (3), inicialmente misionero, luego expedicionario, pero siempre antiesclavista, a diferencia de Stanley, y profundamente religioso. En el lado opuesto, están los comerciantes negreros en el Congo de Leopoldo II de Bélgica.

Pág. 310s

Alfredo Fierro
Después de Cristo
Editorial Trotta

Apostilla 1

La protesta de un amigo

Cuando publiqué el fragmento La mística y sus diversidades..., en el cual Alfredo Fierro cita a místicos y místicas de diversos credos religiosos, un amigo, ya conocido por los habituales lectores de esta web, Domingo Melero, que había pasado diez de sus años jóvenes en la Compañía de Jesús, me protestó:

He leído lo de Fierro de la mística. Comentario: ¡¡Mira que no incluir a san Ignacio y mira que no decir tú nada al respecto!!

Y mi respuesta fue la siguiente:

¿San Ignacio entra en la categoría de los "místicos"? ¿O en la de aquellos que, por sus condiciones "psico-físico", empiezan a ver "alucinaciones"? ¿No entraría más bien en la categoría, reseñada por un San Juan de la Cruz, de los de "díjome Dios"?

Mi amigo ya sabía quiénes eran los de "díjome Dios" en san Juan de la Cruz:

Y espántome yo mucho de lo que pasa en esos tiempos, y es que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogimiento, luego lo bautizan todo por Dios y suponen que es así, diciendo: "Díjome Dios". "Respondióme Dios"; y no será así, sino que (como habemos dicho) ellos las más de las veces se lo dicen.

Y allende de esto, la gana que tienen de aquello, y la afición que de ello tienen en el espíritu, hace que ellos mismos se lo respondan y piensen que Dios se lo responde y se lo dice.

Estas líneas están en el libro segundo de la Subida del Monte Carmelo (cap. XXIX, 3) y el descubrimiento se lo debo a Rosa Rossi y a su libro Juan de la Cruz. Silencio y creatividad (pág. 93).

Quizás las mismas palabras de Ignacio (o las que le atribuye el P. González de Cámara) lo borran de la lista de místicos y místicas:

...antes siempre creciendo en devoción, es decir, en facilidad de encontrar a Dios; y entonces más que nunca en toda su vida. Y cada vez y hora que quería encontrar a Dios, le encontraba.

Autobiografía
99

¿Un místico sin "noche oscura"?

Apostilla 2

Lo que ADOLF von HARNACK dijo de MARTÍN LUTERO,

En la Universidad de Berlín en las conferencias del otoño 1899

Las conferencias de Berlín
La esencia del cristianismo
Das Wesen des Christentums

Nos atrevemos a decir, con el peligro de ser contado entre los detractores de Lutero, que aquel hombre genial poseía una fe tan robusta como la de Pablo, gracias a la cual cobró tan maravilloso poder sobre los espíritus, pero

no estuvo a la altura de los conocimientos
ya corrientes en aquellos tiempos

Ya no era una época ingenua, sinó profundamente inquieta y progresista... él no disponía de todos los conocimientos de su tiempo.

¿no lo podría decir yo de IGNACIO de LOYOLA?

no estuvo a la altura de los conocimientos
ya corrientes en aquellos tiempos

Y, ciertamente, con el mismo peligro también de ser contado entre los detractores del santo.

Esta falta de "conocimientos ya corrientes en aquellos tiempos" ¿explicaría -entre otras cosas- el no-entendimiento con Luis Vives, con quien se encontró en Brujas, en la cuaresma de 1529 durante su primer viaje a Flandes, realizado siguiendo los consejos de un fraile español?

Apostilla 3

Los Exercicios de Ignacio y el Exercitatorio de Cisneros

Montserrat es el final de la primera etapa. ¿Salía mencionado Montserrat en aquellos papeles encontrados en el desván? ¿Se adelantó el de Loyola en cuatro siglos a la visita que Heinrich Himmler realizó al monasterio de Montserrat el 23 de octubre del año 1940? ¿Perseguían los dos el Santo Graal? (4)

...después de hecha oración y concertado con el confesor, se confesó por escrito generalmente, y duró la confesión tres días... Y este fue el primer hombre a quien descubrió su determinación.

"Tres días" es quizás demasiado tiempo para hacer una confesión, incluso si esta se ha realizado "con asaz diligencia y toda por escrito", pero es un tiempo razonable para "descubrir su determinación" con todos sus detalles y discutirla; tiempo quizás demasiado breve si el confesor de los peregrinos, el francés Joan Chanon, modelo de austeridad y de todas las virtudes monásticas? (5), le enseñó los archivos sobre el Graal, por los cuales unos años más tarde preguntaría Himmler.

Cuando abandona Montserrat, en el zurrón del "peregrino" (si este nombre es el más apropiado para quien va a la búsqueda de los tesoros del Templo de Salomón), además de su libro (6), en donde escondía los papeles del desván, y que llevaba muy guardado, va el Exercitatorio de la vida spiritual (7), quizás dado por su confesor (¿a cambio de qué?), quizás deslizado en el zurrón en un momento de distracción del confesor. Por alguna razón "en amaneciendo se partió ".

De poco le sirvió el madrugar.

Y yendo ya una legua de Montserrate, le alcanzó un hombre, que venía con mucha priesa en pos de él, y le preguntó si... (8)

Apostilla 4

O te confiesas o no tienes medecinas

Non est contra charitatem infirmo, nolenti confiteri, negare medicamina,
licet mortem incurrat

No va contra la caridad negar los medicamentos a un enfermo,
que no se quiere confesar, aunque se pueda morir.

Si lo quieres recordar...
La pastoral hospitalaria de san Ignacio

Extractado de:
Giacomo Martina
La Iglesia,
de Lutero a nuestros días
, II.
Pàg. 44

Gracias por la visita
Miquel Sunyol

sscu@tinet.cat
5 agosto 2021
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(1) Véanse referencias en H. De Lubac, El drama del pensamiento ateo, Epesa, Madrid, 1949, pp. 217 y 247.
(2) G. Martina, La Iglesia, de Lutero a nuestros días, Cristiandad, Madrid, 1974, vol. II, 44.
(3) De su relato de Viajes y exploraciones en África del sur hay traducción y edición reciente a cargo de S. Carral y A. Calvo, Ediciones del Viento, Coruña, 2008.
(4) Cfr. http://www.lexpress.fr/informations/quand-les-nazis-cherchaient-le-graal_681369.html
(5) Nacido en Mirapeix, País de Foix, el año1480. Ingresó en Montserrat en 1512. Fue maestro de novicios en diversos monasterios hispánicos y, durante mucho tiempo, confesor de peregrinos en Montserrat. Muere en Montserrat el año 1568. (http://www.dadescat.info/ces.htm#21)
(6) ...le vino al pensamiento de sacar algunas cosas en breve más esenciales de la vida de Cristo y de los Santos; y así se pone a escribir un libro con mucha diligencia (el cual tuvo quasi 300 hojas todas escritas de cuarto)
(7) García Jiménez de Cisneros o García de Cisneros (nacido en Cisneros en 1455 o 1456 y fallecido en Montserrat el 27 de noviembre de 1510) fue un clérigo español, reformador benedictino, abad del Monasterio de Montserrat. Su apellido puede transcribirse también Giménez y Ximénez. Es conocido como el abad Cisneros. Acometió reformas en el Monasterio de Montserrat, desde su nombramiento como prior el 3 de julio de 1493, (tras la anexión del monasterio catalán al de San Benito el Real de Valladolid, donde García había iniciado su vida monástica en 1475), y posteriormente como abad. (https://es.wikipedia.org/wiki/García_Jiménez_de_Cisneros).
(8) Los Exercicios de san Ignacio son un "latrocinio" del Exercitatorio de la vida espiritual de Cisneros

Las conferencias de Berlín

En otoño de 1899, Harnack pronuncia, en la Universidad de Berlín y en presencia de más de seiscientos estudiantes, provenientes de todas las facultades, sus famosas conferencias sobre la esencia del cristianismo, que le habían de reportar no sólo elogios y reconocimiento, sino también amargas y duras críticas. Estas conferencias se publicaron al año siguiente con el título Das Wesen des Christentums. Se trata de unas conferencias pronunciadas sin manuscrito a partir de unas notas breves y publicadas según el texto estenografiado por un oyente (el estudiante de teología Walther Becker). Este texto, una vez revisado y aprobado por el mismo Harnack, ha pasado a ser el texto oficial de las conferencias. Y, otra vez, la llegada de esta obra a manos del público provocó un gran revuelo, tanto en el mundo eclesial y teológico como en el cultural en general. A pesar de las severas críticas a que fue sometida esta obra teológica por parte de los estamentos más tradicionales, el nombre de Harnack se hizo más famoso en toda Europa y de Norteamérica. De hecho, todavía no tenía cuarenta años ...

Extractado de

L'essència del cristianisme
Prólogo de Josep Castanyé

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