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La mística
y sus diversidades..

Extractado de Alfredo Fierro

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de Alfredo Fierro

Como ya he dicho otras veces, la presentación por mi parte del texto de un autor no significa mi adhesión, sino, simplemente, es una invitación a su lectura y reflexión.

De Francisco arranca una espiritualidad no sólo de pobreza, sino también mística. Hacia el final de su vida, en septiembre de 1224, se retira al monte Alverna, al norte de Asís. Con halo de leyenda, como todo lo suyo, se cuenta que allí experimentó una visión o éxtasis, tras el cual aparecieron impresos en su cuerpo los estigmas de las llagas de Cristo.

Místicos y teóricos de la mística pueblan el siglo XIV, entre otros, y ordenados según la respectiva fecha de su muerte, Eckhart (1327), Taulero (1361), Suso (1365), Ruysbroek (1381), a los que se añaden sabios como Ramon Llull (+1315) con escritos no sólo místicos, sino de los más variados temas. Decir "mística" para ellos y para otros muchos, condensar en esa sola palabra y en unos pocos trazos su vivencia religiosa y su doctrina, vale sólo como tosca aproximación y abreviatura. Qué es mística, en particular qué es experiencia mística, en caso de que la haya, y qué es doctrina mística -ésa la hay, sin duda-, constituye asunto discutido y no sólo arduo. No resulta fácil reducir a un solo concepto o rasgo en qué consiste la mística. Ésta no es sólo éxtasis, pasmo, arrobo del espíritu, visiones, audición de voces sobrenaturales; consiste también en toda clase de fusión o unión con lo divino, lo absoluto, y de inmersión en el mundo como unidad universal sagrada. La doctrina de los propios místicos suele asumir que a su experiencia subyace una acción inmediata de Dios por contacto en el alma. Ellos aspiran a encenderse ahí: "scintilla animae", chispa del alma, según metáfora neoplatónica que llega hasta Eckhart.

Hay muchas clases de mística: hay una mística de cimas, de instantes excepcionales, singulares; y la hay en la vida cotidiana, como estado de la mente en sosiego, en serenidad y silencio interior prolongados. Hay en ella tantos tipos como religiones, aunque la mística no sea esencial a éstas, tampoco a los monoteísmos, a los que llega en una fase relativamente tardía de su desarrollo. Existen paralelos místicos entre tradiciones religiosas diferentes; y cabe asimismo mística sin dioses o incluso sin religión, como en el budismo y en algunas modalidades del yoga.

Hay una mística del alma, de la experiencia interior e introvertida; y la hay extravertida, volcada en el exterior, en el mundo, en una inflamada visión de su unidad profunda por debajo -o por encima- de la pluralidad de los objetos, en fusión con la unidad del Todo, más allá de cualquier multiplicidad, creyendo contemplar el universo en un grano de arena o en una gota de rocío. Hay místicas en público, el trance en medio del culto popular, del ritmo o canto ceremonial, de la danza sagrada; y las hay sosegadas, silenciosas, en soledad.

Místicas hay de la exuberancia afectiva, de la emoción y el sentimiento intensos; y las hay de la noche, del desierto y de la sequedad espiritual. También las hay, en otro timbre, con predominio cognitivo, consistentes en un conocimiento guiado por un deseo de salvación, que constituye, por sí mismo, medio y camino de ser salvo. Se trata entonces de una salvación por el conocimiento, lo cual la acerca mucho a la gnosis: conocimiento superior, salvífico.

Por experiencia mística se entiende toda presunta percepción -visiones, voces- de ángeles o dioses personales, de seres superiores; pero también la superación de politeísmo y monoteísmo en un panteísmo impersonal y abstracto. Son variedades, asimismo esta última, presentes en la mística cristiana, tanto en el Medievo como en ese otro periodo floreciente suyo que arranca a mediados del siglo XVI con figuras, ordenadas también según la fecha de su muerte, como Juan de Ávila (1569), Teresa de Jesús (1582), Luis de Granada (1588), Juan de la Cruz (1591), Francisco de Sales (1622), Jacob Böhme (1624), Angel Silesius (1677) o Miguel de Molinos (1696).

Los místicos no han de ser clasificados con arreglo a denominaciones confesionales, de catolicismo o protestantismo. A menudo suelen discurrir fuera de ortodoxias de uno y otro credo. La mística no es confesional. Resulta accidental que Böhme fuera luterano, mientras que Silesius se pasara al catolicismo. Cada vida de místico constituye, por sí sola, un mundo, y no hay en ellas dos iguales, tampoco en los coetáneos y fraternales -castellanos y carmelitas ambos- Teresa y Juan de la Cruz. Querer describir tan dilatados mundos en breves pinceladas lleva a trazos gruesos, que, sin embargo, deben intentarse.

En el cristianismo la mística ha surgido más tarde que en el Islam, precoz allí, ya a mediados del siglo IX. Los persas Abu Yazid Bistami (804-874) y Al-Junayd (830-910) muestran una plenitud mística que tendrá continuidad, mas no superación, en seguidores. En Al-Junayd se encuentra la expresión básica, a la par que extrema, de la mística teísta, la de unión y fusión con la divinidad: "Estamos unidos, somos uno", dice expresamente de Dios, del "adorado(1). Si la teología escolástica va a remolque de la "falsafa" o doctrina islámica (2), igualmente la mística cristiana, posterior a la del Islam. Buenaventura es coetáneo estricto de sufíes islámicos, como Yalal-al-Din Rumi (1207-1273), de quien traen origen ideas y prácticas conservadas por los derviches giróvagos, danzantes en círculos de vértigo, al modo de las estrellas, en pos del frenesí, del éxtasis. Lo es también de místicos judíos, como Abulafia, cuya viajera vida por toda Europa transcurre entre 1240, en Zaragoza, y 1291, en Malta, visitando al Papa en 1280 como embajador de su comunidad. De 1275 o fecha cercana es El Zohar (3), del judío español Moisés de León, novela mística de iniciación en la tradición esotérica de la Cábala: relato donde un talmudista recorre Palestina con su hijo y transmite enseñanzas a él y a otros discípulos.

La posterioridad cronológica no basta, sin embargo, para asegurar que haya habido influencia en una determinada dirección: del Islam al cristianismo. Tampoco tiene por qué haberla desde otras tradiciones todavía más antiguas, las de Oriente, de inclinación panteísta y no monoteísta. Al comparar al cristiano Eckhart con Sankara, que vivió en India mucho tiempo antes, entre 700 y 750, Rudolf Otto (4) ha señalado semejanzas entre ambos. Con ello, y elevando el ejemplo a categoría, Otto pone énfasis en las coincidencias entre la mística de Oriente y la de Occidente. No postula, sin embargo, derivación en esta última, por más que la de Oriente sea muy anterior. Las coincidencias, según él, dimanan de estructuras inherentes a la propia religión, a la actitud religiosa como tal.

En el orden de las influencias históricas, la mística medieval cristiana enlaza, sobre todo, con la propia herencia cristiana y con la helenista, próximas ambas en este punto. Su fuente principal es la doctrina neoplatónica de Plotino, que distingue un doble proceso metafísico, el de la "procesión" y el de la "purificación". Esa doctrina habla de "emanaciones" en cascada desde el Uno, principio originario, hasta el alma humana, la cual participa de la divinidad originante de donde en definitiva procede, y a la cual regresa, en dirección contraria, en proceso purificador.

A los místicos del Medievo les llegan esas ideas a través de libros del neoplatonismo más tardío, escritos inicialmente atribuidos a Dionisio Areopagita, un griego convertido por san Pablo al predicar en el Areópago ateniense (5). Esos escritos, cuyo carácter apócrifo sólo se admitió en el siglo XVI, alcanzaron alto aprecio en la Edad Media, y con razón, con independencia de su autoría, por su valor intrínseco para la mística y para la teología. Del anónimo autor, un sirio del primer tercio del siglo VI, que ha quedado con el nombre de Pseudo Dionisio, hay dos tratados especialmente pertinentes: Sobre los nombres de Dios, acerca de los atributos divinos, y Sobre la teología mística, acerca de la unión del alma con Dios. A los medievales esas ideas les vienen asimismo, en lo tocante a lo más íntimo y experiencial, del omnipresente e influyente Agustín, de algunas páginas de las Confesiones, las referidas al momento de la conversión (libro VIII, 12) y al coloquio espiritual con su madre en la noche víspera de embarcar en Ostia (libro IX, 10), ejemplo éste singular de elevación mística conjunta de dos espíritus.

De todas formas, el surgimiento de brotes místicos es relativamente independiente de filiaciones históricas concretas. Explicación suficiente es que la querencia mística se halla inscrita como una posibilidad -no una necesidad- en la estructura de la disposición religiosa, al igual que lo está en la actitud metafísica, la de una filosofía idealista, por donde a veces resulta tan difícil deslindar una sensibilidad de la otra.

En el cristianismo la mística es siempre teísta. Los místicos cristianos han acostumbrado a sumergirse en una teología negativa, esa misma que, por serlo, por decir o balbucear no lo que Dios es, sino lo que no es, suele catalogarse ya como teología mística. Tanto excluyen iconos e ideas teológicas que, en su colmo, para algunos de ellos ese Dios es nada, una Nada mayúscula, conforme escribe ya el Pseudo Dionisio. Para éste, el nombre más propio de Dios es el de "Nada ", pues no es ni unidad ni trinidad: de Dios sólo se puede hablar por negación. Igualmente en El Zohar hay un punto más allá del cual no se puede conocer ni comprender nada. Ahora bien, la lógica de una teología negativa, cuyo aserto único dice que de Dios nada puede enunciarse, está en la formulación tajante de Eckhart: no ya sólo que el nombre más apropiado sea "Nada " o que no se pueda conocer nada de Él, sino que "Dios es nada " (6).

Nada católicas son muchas tesis de Eckhart, condenadas tanto en vida suya como después de su muerte (7). Pero no discrepan de ellas los místicos de la Cábala judía: hablan de la divinidad como "nada ", sin forma ni color. De ese modo se conjugan los extremos: Dios como el Todo, Dios como la Nada. Tan opuestos extremos, en mística, se tocan.

Contra lo que suele creerse, la mística no siempre ha sido sólo contemplación y repliegue al recinto interior. La vida mística implica un momento contemplativo, una dimensión de interioridad; pero la retirada al monasterio o al desierto no le es indispensable. La mística, además, es compatible con una actividad extravertida y en ocasiones frenética. De Buenaventura y Catalina de Siena a Teresa de Jesús muchos de los "místicos" han sido eminentemente activos, siempre dentro de un orden, esto sí, conservadores del orden eclesiástico: a favor de la Iglesia, de la religión constituida.

La mística ha podido ser renovadora de conventos, pero nunca revolucionaria; jamás se ha puesto en pie contra la injusticia; no ha movido a las gentes para sacarlas de su condición sumisa y humillante. Nada que ver, por tanto, con otros movimientos medievales, espirituales y de pobreza, que aspiraban a tejer unas relaciones sociales distintas, de igualdad, de solidaridad fraterna: a crear, en consecuencia, y en suma, un nuevo estilo de vida, una nueva sociedad.

Alfredo Fierro
Después de Cristo
Pág 219-225 (extractos)
Editorial Trotta

Apostilla 1

Una experiencia de Dios, ¿la has tenido?

Dos frases acostumbran a ser citadas: una de Malraux (el novelista francés) y la otra de Rahner (el teólogo alemán):

André Malraux:El siglo XXI o será místico9 o no será.

Karl Rahner:En el siglo XXI los cristianos serán místicos o no lo serán.

Quizás la cita más completa de Rahner diría:

El hombre religioso de mañana será un místico, una persona que ha experimentado algo, o no podrá seguir siendo cristiano... El cristiano de mañana será místico o no será cristiano.

Pero mi compañero, "el jesuita agnóstico", cuando este siglo XXI ya ha recorrido unos cuantos años, confesaba:

El "jesuita agnóstico" comprende a quienes afirman que ser creyente es tener experiencia de Dios y que ser jesuita supone buscar, encontrar y cumplir su voluntad, pero honestamente debe decir que esta experiencia no le ha sido dada y que ha llegado al convencimiento de que la voluntad de Dios, sea ello lo que fuere, ha sido algo irreconocible para él, como ser humano.

Y el "jesuita declarado apofático"

... lleva tiempo preguntando a compañeros y compañeras si realmente han tenido una experiencia de Dios. Se lo preguntaba confrontándolos con dos textos jesuíticos: uno provenía del corazón de Europa (Karl Rahner); el segundo de Latinoamérica (Juan Luis Segundo).

Por si quieres recordar...
De jesuita declarado apofático
a jesuita agnòstico

Una experiencia de Dios...
¿La has tenido?
¿Piensas que la puedes tener?

Apostilla 2

Un texto de san Juan de la Cruz

Y espántome yo mucho de lo que pasa en estos tiempos, y es que cualquier alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogimiento, luego lo bautizan todo por Dios y suponen que es así, diciendo: "Díjome Dios". "Respondióme Dios"; y no será así, sino que (como habemos dicho) ellos las más de las veces se lo dicen.

Y allende de esto, la gana que tienen de aquello, y la afición que de ello tienen en el espíritu, hace que ellos mismos se lo respondan y piensen que Dios se lo responde y se lo dice.

Estas líneas están en el libro segundo de la Subida del Monte Carmelo (cap. XXIX, 3) y el descubrimiento se lo debo a Rosa Rossi y a su libro Juan de la Cruz. Silencio y creatividad (pág. 93).

Apostilla 3

Algunas afirmaciones del Maestro Eckhart consideradas heréticas en la bula In agro dominico de Juan XXII, del 27 marzo de 1329

eckhart_1 (3924K)

Mestre Eckhart, fraile dominico, había nacido a mediados del siglo XIII en Alemania. Además de las reponsabilidades de gobierno dentro de su Orden, entre ellas la de "cura monalium" (sobre los conventos de monjas), enseñó en París y Estrasburgo.

Denunciados al Papa sus errores se retractó antes de que se dictara sentencia, que llegó una vez ya muerto (1327)

Sigo la traducción de Daniel Ruíz Bueno (1963) del Enchiridion Symbolorum (publicado en Würzburg en 1854) de Henrici Denzinger (1819-1883).

La Bula distingue entre "afirmaciones heréticas " (las quince primeras [D 501-515] y las dos últimas [D 527-529 y otras (once) que serían "male sonantes, temerarios, et suspectos de haeresi " [D 516-526].

Entre las consideradas "heréticas " podemos señalar:

D-501    (1) Interrogado alguna vez por qué Dios no hizo el mundo antes, respondió que Dios no pudo hacer antes el mundo, porque nada puede obrar antes de ser; de ahí que tan pronto como fué Dios, al punto creó el mundo.
Interrogatus quandoque, quare Deus mundum non prius produceret, respondit, quod Deus non potuit primo producere mundum, quia res non potest agere, antequam sit unde quam cito Deus fuit, tam cito mundum creavit.
D-502    (2) Asimismo, puede concederse que el mundo fué ab aeterno.
Item concedi potest mundum fuisse ab aeterno
D-503    (3) Asimismo, juntamente y de una vez, cuando Dios fu, cuando engendró a su Hijo Dios, coeterno y coigual consigo en todo, creó también el mundo.
Item simul et semen, quando Deus fuit, quando Filium sibi coaeternum per omnia coaequalem Deum genuit, etiam mundum creavit.
D-509    (9) Yo he pensado poco ha si quería yo recibir o desear algo de Dios: yo quiero deliberar muy bien sobre eso, porque donde yo estuviera recibiendo de Dios, allí estaría yo debajo de El, como un criado o esclavo y El como un Señor dando, y no debemos estar así en la vida eterna.
Ego nuper cogitavi, utrum ego vellem aliquid recipere a Deo vel desiderare; ego volo de hoc valde bene deliberare, quia, ubi ego essem accipiens a Deo, ibi essem ego sub eo vel infra eum, sicut unus famulus vel servus, et ipse sicut dominus in dando, et sic non debemos esse in aeterna vita.
D-510    (10) Nosotros nos transformamos totalmente en Dios y nos convertimos en El. De modo semejante a como en el sacramento el pan se convierte en cuerpo de Cristo; de tal manera me convierto yo en El, que El mismo me hace ser una sola cosa suya, no cosa semejante: por el Dios vivo es verdad que allí no hay distinción alguna.
Nos transformamur totaliter in Deum et convertimur in eum; simili modo sicut in sacramento panis convertitur in corpus Christi; sic ego convertor in eum, quod ipse me operatur suum esse unum, non simile; per viventem Deum verum est, quod ibi nulla est distinctio.
D-511    (11) Cuanto Dios Padre dió a su Hijo unigénito en la naturaleza humana, todo eso me lo dió a mí; aquí no exceptúo nada, ni la unión ni la santidad, sino que todo me lo dió a mí como a El.
Quidquid Deus Pater dedit Filio suo ujnigenito in humana natura, hoc totum dedit mihi: hic nihil excipio, nec unionem nec sanctitatem, sed totum dedit mihi sicut sibi
D-512    (12) Cuanto dice la Sagrada Escritura acerca de Cristo, todo eso se verifica también en todo hombre bueno y divino.
Quidquid dicit sacra Scriptura de Christo, hoc etiam totum verificatur de omni bono et divino homine.
D-513    (13) Cuanto es propio de la divina naturaleza, todo eso es propio del hombre justo y divino. Por ello, ese hombre obra cuanto Dios obra y junto con Dios creó el cielo y la tierra y es engendrador del Verbo eterno y, sin tal hombre, no sabría Dios hacer nada.
Quidquid proprium est divinae naturae, hoc totum proprium est homini iusto et divino; propter hoc iste homo operatur quidquid Deus operatur, et creavit una cum Deo coelum et terram, et est generator Verbi aeterni, et Deus sine tali homine nesciret quidquam facere.
D-527    (1) Algo hay en el alma que es increado e increable; si toda el alma fuera tal, sería increada e increable, y esto es el entendimiento.
Aliquid est in anima, quod est increatum et increabile; si tota anima esset talis, esset increata et increabilis, et hoc est intellectus.
D-528    (2) Dios no es bueno, ni mejor, ni óptimo: Tan mal hablo cuando llamo a Dios bueno, como cuando digo lo blanco negro.
Quod Deus non est bonus neque melior neque optimus; ita male dico, quandocunque voco Deum bonum, ac si ego album vocarem nigrum.

Y entre las "male sonantes, temerarios, et suspectos de haeresi" estas:

D-520    (20) El hombre bueno es Hijo unigénito de Dios.
Quod bonus homo est unigenitus Filius Dei
D-521    (21) El hombre noble es aquel Hijo unigénito de Dios, a quien el Padre engendró eternamente.
Homo nobilis est ille unigenitus Filius Dei, quem Pater aeternaliter genuit.
D-522    (22) El Padre me engendra a mi su Hijo y el mismo Hijo. Cuanto Dios obra, es una sola cosa; luego me engendra a mí, Hijo suyo sin distinción alguna.
Pater generat me suum Filium et eundem Filium. Quidquid Deus operatur, hoc est unum; propter hoc generat ipse me suum filium sine omni distinctione.
D-523    (23) Dios es uno solo de todos modos y según toda razón, de suerte que en El no es posible hallar muchedumbre alguna, ni en el entendimiento ni fuera del entendimiento; porque el que ve dos o ve distinción, no ve a Dios, porque Dios es uno solo, fuera del número y sobre el número, y no entra en el número con nadie. Síguese: luego ninguna distinción puede haber o entenderse en el mismo Dios.
Deus est unus ómnibus modis et secundum omnem rationem, ita ut in ipso non sit invenire aliquam multitudinem in intellectu vel extra intellectum; qui enim duo videt vel distinctionem videt, Deum non videt; Deus enim unus est extra numerum et supra numerum, nec ponitur in unum [numerum] cum aliquo. Sequitur: nulla igitur distinctio in ipso Deo esse potest aut intelligi.
D-526    (26) Todas las criaturas son una pura nada: no digo que sean un poco o algo, sino que son una pura nada.
Omnes creaturae sunt unum purum nihil: non dico, quod sint quid modicum vel aliquid, sed quod sint unum purum nihil.
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Miquel Sunyol

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16 novembre 2019
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(1) Cf. en A. J. Arberry, Sufism, an account of the mistics of Islam, Londres, 1950, p. 59.
(2) Fàlsafa (filosofia) designa, dins del pensament islàmic, el corrent i les escoles teològiques que es van centrar en les interpretacions de l'aristotelisme i el neoplatonisme. Aquest corrent va complementar i a vegades es va enfrontar al kalam, més purament teològic i sovint hostil al valor donat pels filòsofs a la raó.
(3) Versión castellana en Obelisco, Barcelona, 1996.
(4) Mystique d'Orient et mystique d'Occident, Payot, París, 1951.
(5) Cfr. Ac 17, 34 (NR)
(6) Con título El fruto de la nada (y otros escritos) hay reciente edición castellana de Eckhart en Siruela, Madrid, 1998.
(7) Enchiridion symbolorum 501-529.