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Ay del chiquirritín , que ha nacido entre pajas.
¿QUÉ SERÁ DE ÉL?

Extractado de Alfredo Fierro

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de Alfredo Fierro

Como ya he dicho otras veces, la presentación por mi parte del texto de un autor no significa mi adhesión, sino, simplemente, es una invitación a su lectura y reflexión. Recordad que los títulos caen bajo mi responsabilidad

Por otra parte, en la medida en que los sinópticos se tomen como crónica, la imagen que sale de Jesús no es tan convincente como de ordinario se presume. Solo una selección arbitraria, a conveniencia, permite construir un Jesús ideal de perfección sin par e incomparable. En los evangelios, ciertamente, hay pasajes que lo hacen atractivo.

[...]

Jn 8, 3-11
Mt 21, 31-32
Mc 10, 14; Lc18, 16; Mt 19, 14
Mt 11, 28-30

Le caracteriza, sin embargo, no la dulzura, sino la violencia en el lenguaje y en las acciones, que en algún incidente, como en el enfrentamiento con los mercaderes en el zoco del templo, encaja bien con el celo profético y con una crítica del mercadeo y de la mercancía, pero que en otros casos causa gran perplejidad y no precisamente para admirarle. La violencia no se limita a casos contados, de excepción; se reitera en patrones de lenguaje y de conducta habitual suya.

[...]

Lc 9 59-60; Mt 8, 21-22
Mc 3, 31-34; Lc 8 19-21; Mt 12, 46-49
Jn 2, 4
Lc 10, 12; Mt 10, 15

Los exegetas han de hacer funambulismo sobre la cuerda floja de unos textos evangélicos endebles para tomar a la letra la acción compasiva de Jesús con la adúltera a punto de ser apedreada y, en cambio, pasar como sobre ascuas y presumir simplemente alegóricas la maldición de la higuera por no haberle dado fruto, cuando, encima, no era época (Mc 11, 14; Mt 21, 19) y los cerdos [de los gerasenos] arrojados al mar (Mc 5, 1-20; Lc 8, 26-39; Mt 8, 28-34). [No es de extrañar que estos gerasenos le rogaran largarse a otras tierras]. O para magnificar "he ahí a tu madre" al pie de la cruz (Jn 19, 26-27) e ignorar otras palabras a María o acerca de ella. Ahora bien, un examen serio, razonable, ha de tomar en cuenta lo uno y lo otro, y en el saldo final de los evangelios aparece un abultado cómputo en el "debe" y no solo un positivo "haber".

No solo es duro Jesús, también intransigente, tal como suena el veredicto, repetido en dos momentos, de que "todo el que mira con deseo a una mujer casada ya ha cometido adulterio en su interior" (Mt 5, 27; 18, 8). Más allá de gestos y palabras incidentales, anecdóticas, alguna declaración de principios de Jesús resuena fanática y guerrera: "No he venido a traer la paz, sino la espada, a enemistar al hijo con su padre, a la hija con su madre" (Mt 10, 34-36; Lc 12, 51-53). Es sentencia que, en combinación con alguna otra -"quien no está conmigo, está contra mí" (Lc 11, 23; Mt 12, 30)- pone los pelos de punta. ¿Qué pacifismo o qué mensaje liberador cabe extrae de estas palabras? Los cuatro evangelios están recorridos por una línea divisoria entre los "suyos", los de Jesús, y los "otros", donde, además, está la mayoría, pues la salvación queda reservada a unos pocos (Mt 7, 11; Lc 13, 23).

Los discursos apocalípticos de Jesús son virulentos y estremecedores. Puede pertenecer al género apocalíptico convencional anunciar para el fin de los tiempos hambrunas, temblores de tierra y una retahíla de calamidades jamás vistas (Mc 13, 8-20; Lc 21; 10-24; Mt 24, 7-22). Pero Jesús se atribuye a sí mismo las inmisericordes palabras del juicio final sin temblarle el pulso, ni la voz. Pertenece a los evangelios y, según ellos, a Jesús la sentencia de condena para siempre: "lejos de mí, malditos, en el fuego eterno preparado para el diablo" (Mt 25, 41). El infierno no ha sido un invento añadido por siniestros predicadores medievales; forma parte del núcleo duro de los sinópticos. De estos vienen al menos tres elementos: el castigo por el fuego, su eterna duración, la condena de los malditos por Jesús, "hijo del hombre", en funciones de juez final. Y lo que es más grave: si hubiera que señalar una invención doctrinal jesuádica o evangélica habría que señalar la del infierno, expuesta en los sinópticos con una crudeza sin análogos significativos en el judaísmo, ni en ninguna otra religión.

Aunque haya hablado del amor a todos, también a los enemigos (Lc 6, 27; Mt 5, 43), no hay trazas de que Jesús en verdad haya amado a sus adversarios. Antes al contrario: a los fariseos, que ni siquiera eran enemigos suyos, sino los más cercanos en su entorno, les desprecia e insulta como "raza de víboras" (Mt 12, 34; 23, 33).

Puede que también de estas invectivas contra los fariseos sean responsables los evangelistas en su desmedido afán de separarse de los judíos: el cristianismo nace como una secta herética desgajada del judaísmo.

Lo que no cabe, sin embargo, es rechazar tales maldiciones como cosecha propia de los evangelistas, mientras que serían de Jesús las supremas palabras de perdón en la cruz, estas, sí, de amor sin condiciones: el "perdónales porque no saben lo que hacen", referido en uno solo de los evangelios (Lc 23, 24), no en los demás.

No cabe vislumbrar intenciones liberadoras y pacificadoras en ciertas palabras de Jesús, como estas de su agonía, cuando, por otro lado, se obvian tantos otros textos que las contradicen. Los hachos y los dichos atribuidos a Jesús son muy tercos y no se dejan doblegar a capricho de una exégesis selectiva que espiga solo aquellos que valen para sus intereses. Queda Jesús muy lejos de la estampa con que cristianos de buen corazón desean recordarle. De atenerse a lo que de él se cuenta, fue adoctrinador, intransigente y quizás fanático, al igual que otros profetas.

[...]

El Jesús de los sinópticos tiene una fisonomía áspera, con aristas, refractaria a cualquier maniobra exegética para suavizarla. Quien mejor la ha recogida en certera imagen fílmica ha sido Pier Paolo Pasolini, en El evangelio según san Mateo: un varón severo, adusto. Así debió de ser; o así los evangelista lo han contado. Jesús no ríe, ni sonríe nunca; no parece haber sido jovial, ni tenido un adarme de sentido del humor. Los evangelios dicen a veces que se entristece, pero nunca que se haya alegrado o sonreído. Es un hombre habitualmente huraño, carente, además, de esa ironía -sello de inteligencia sabia-, que, en cambio poseyeron Sócrates y Buda. Seguramente, eso es consustancial a los profetas, serios siempre, malhumorados, pesimistas. Se equivocan, pues, de medio a medio quienes pretenden que "no tenía miedo de la alegría, de la felicidad, ni del sexo"(1). No hay una línea en los evangelios que autorice a suponerlo: a Jesús no se le ve alegre, ni feliz, ni mucho menos practicar sexo.

[...]

Por más que el teólogo evangélico Moltmann haya escrito un libro sobre la alegría y el juego(2), no existe base evangélica alguna para una teología de la una y de lo otro. Las religiones, también el cristianismo, se distinguen por su seriedad sin concesiones: han sido, todas ellas, empresas contra la ironía y el humor.

Alfredo Fierro
Después de Cristo
Pág 76-83 (fragmentos)
Editorial Trotta

(1) Juan Arias en El País, 8 de agosto de 2009
(2) J. Moltmann, Sobre la religión, la alegría y el juego, Sígueme, Salamanca, 1972

Apostilla 1

El dicho sobre las prostitutas

Mt 21, 31 De cierto os digo que los publicanos y las prostitutas
entran delante de vosotros en el reino de Dios.
VAmh.n le,gw u`mi/n o[ti oi` telw/nai kai. ai` po,rnai
proa,gousin u`ma/j eivj th.n basilei,an tou/ qeou/Å

En el versículo siguiente vuelve a salir la pareja de "los publicanos y las prostitutas"

Mt 21, 32 Porque Juan vino a vosotros en el camino de justicia,
y no le creísteis;
pero los publicanos y las prostitutas le creyeron.
h=lqen ga.r VIwa,nnhj pro.j u`ma/j evn o`dw/| dikaiosu,nhj(
kai. ouvk evpisteu,sate auvtw/|(
oi` de. telw/nai kai. ai` po,rnai evpi,steusan auvtw/|\

La pareja de "los publicanos y las prostitutas" sólo aparece en este texto del evangelio de Mateo.

"Los publicanos" tienen más presencia en los evangelios sinópticos, ya sea por separado o formando pareja con los "paganos" (pagano y publicano [o` evqniko.j kai. o` telw,nhj]) o con los "pecadores" (publicanos y pecadores [telw/nai kai. a`martwloi.]).



Si quieres ver los textos...

En el evangelio de Jn no aparecen ni publicanos ni prostitutas. La referencia más cercana la encontraríamos en la agria discusión que mantiene con los fariseos después del episodio de la mujer adúltera (Jn 8, 3, 11).

Jn 8, 41 Entonces le dijeron:
Nosotros no hemos nacido de fornicación.
Tenemos un solo padre, Dios.
ei=pan Îou=nÐ auvtw/|(
~Hmei/j evk pornei,aj ouv gegennh,meqa\
e[na pate,ra e;comen to.n qeo,nÅ

Un texto de John Shelby Spong

Nadie parecía conocer a su padre. Incluso es posible que hubiera sido ilegítimo. Los indicios que así lo apuntan se hallan desparramados por todo el ámbito de la tradición cristiana primitiva, como fragmentos de dinamita que no han explotado y han pasado desapercibidos. La tarea interpretativa empezó a actuar una vez más.

Marcos, el primer evangelista, escribió su historia de la vida de Jesús sin hacer la menor alusión a cuál era el nacimiento o los orígenes de Jesús. Pero este tema surgió durante la novena década de la era cristiana, y se abordó de formas muy variadas. De ese modo surgieron las tradiciones sobre la natividad de Jesús. (pág. 34)

[...]

Quizás existiera un recuerdo anterior que apoyara la tradición de que Jesús nació demasiado pronto, después de que María y José empezaran a vivir juntos como marido y mujer. Quizás la gente contó los meses y se dio cuenta de que las cuentas no cuadraban.

Una tradición del judaísmo sugiere que se examinen los orígenes de los blasfemos y los agitadores religiosos, pues, según la sabiduría popular, los hijos ilegítimos tendían a crear problemas religiosos en su vida adulta. Se creía que reflejaban el espíritu de aquel que había violado a la madre.

Quizás las historias del nacimiento milagroso de Jesús se diseñaron para contrarrestar esta crítica. Quizás Jesús fue ilegitimo, e incluso hijo de una mujer violada, y los cristianos primitivos no pudieron suprimir esta verdad.

Quienes conciben esta posibilidad argumentan que Mateo no pudo inventarse de la nada la historia de José debatiendo la posibilidad de divorciarse de María en secreto, de acuerdo con las prescripciones de la Torah en el Deuteronomio (Dt 22,23-27). (pág 89-90)

[...]

La iglesia afrontó abiertamente el escándalo de la cruz, transformando el instrumento de la ejecución en un símbolo de vida. Pero, en mi opinión, abordó menos abiertamente el escándalo del nacimiento de Jesús, y creó leyendas destinadas a encubrir una posible fuente de vergüenza. Quizás no pudo hacerse otra cosa, teniendo en cuenta los prejuicios contra las mujeres, la atmósfera acerca del sexo y la mentalidad patriarcal de la época.

Pero yo me pregunto si Jesús es menos el Cristo de Dios, el Hijo de Dios, la Palabra encarnada, si su nacimiento hubiera sido natural, producto del adulterio o la violación. Creo que no.

¿No sería fascinante descubrir el día del gran despertar que Dios dio a conocer el poder divino de su vida en forma humana a través de un ser humano que había nacido de la carne, rota y pecadora, pero que también había nacido del espíritu, dador de vida y total, y que ninguno de esos posibles nacimientos violaba o negaba el otro? (pág. 178)

John Shelby Spong
Jesús, hijo de mujer


Si quieres repasar este tema

Jesús, ¿un hijo ilegítimo?

Gracias por la visita
Miquel Sunyol

sscu@tinet.cat
6 enero 2016
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