Tema II. Introducción a Bolsa(II) |
Autor: Francisco J. Formariz
Responsable de Marketing de la Bolsa de Madrid
1. Los Participantes en el Mercado Bursátil
1.1. Los intermediarios del mercado
La LMV introdujo un importante cambio en la forma jurídica de los intermediarios bursátiles, sustituyendo a los Agentes de Cambio y Bolsa por las actuales Sociedades de Valores y Bolsa (SVB) y Agencias de Valores y Bolsa (AVB), únicas entidades autorizadas a intermediar directamente en Bolsa.
A estas entidades también se les conoce como los "miembros del mercado", dada su condición de accionistas de las Sociedades Rectoras de las Bolsas.
Las SVB y AVB deben ser sociedades anónimas y las acciones integrantes de su capital tendrán carácter nominativo.
Las SVB deberán de disponer de un capital social mínimo de 750 millones de pesetas, mientras que para las AVB será de 150 millones. En ambos casos, dicho capital deberá desembolsarse íntegramente en el momento de la constitución.
La principal diferencia entre SVB y AVB radica en su régimen de actuación. Así, las primeras pueden negociar por cuenta propia o por orden de terceros toda clase de valores, siempre dentro de los límites establecidos en la Ley del Mercado de Valores y sus normas de desarrollo; mientras que las AVB sólo podrán negociar por cuenta de terceros.
La Ley del Mercado de Valores relaciona con más detalle las actividades que los intermediarios bursátiles pueden desarrollar. Entre ellas se pueden destacar las siguientes:
Sociedades de Valores y Bolsa
Las Agencias de Valores y Bolsa también podrán desarrollar las actuaciones antes reseñadas, a excepción del aseguramiento de suscripción de emisiones, conceder créditos y realizar operaciones por cuenta propia.
Actualmente, la Bolsa de Madrid cuenta
con un total de 41 miembros, de los cuales 31 son Sociedades y 10 son Agencias.
Lista de Miembros de la Bolsa de Madrid
Las SVB y AVB, además de constituir el acceso directo al mercado para los inversores, les ofrecen sus servicios de asesoramiento en la inversión, basados en los análisis de mercado que llevan a cabo sus profesionales.
Los accionistas individuales desempeñan un papel esencial en el comportamiento de cualquier mercado de valores y, por extensión, del sistema económico en el que éste se integra. La Bolsa, en su función de fijación de precios de transacción y por tanto, de establecimiento de un valor objetivo para las empresas que en ella cotizan, no hace sino sintetizar la opinión y las expectativas de una multitud de personas físicas. Personas que se expresan de modo directo al comprar o vender un valor o que encargan a terceros que lo hagan por ellos. Aunque se trata de un concepto elemental, conviene subrayarlo porque constituye una referencia básica para analizar lo que ocurre en los mercados de valores.
No resulta sencillo definir la postura de los particulares ante la inversión en acciones, ni mucho menos ante las empresas concretas que aquellas acciones representan. A partir de algunos estudios llevados a cabo por las Bolsas más importantes pueden identificarse, al menos, ciertas barreras de entrada comunes a aquellas personas que no invierten en acciones.
El primer motivo parece evidente: "no invierto en Bolsa porque no tengo dinero". Pero si se le ofreciese una cierta cantidad, la mayoría de los preguntados admite que la dedicaría a otras cosas. En conexión con esa actitud, suele expresarse una segunda razón: si ya es difícil ahorrar, invertir en Bolsa debe serlo aún más. El desconocimiento y la falta de tiempo para familiarizarse y seguir el mercado bursátil suponen una segunda barrera de entrada. La inversión indirecta, a través de fórmulas colectivas o la gestión del patrimonio por terceros son las maneras más habituales de superar este inconveniente. Por su parte, el riesgo que conlleva la inversión en acciones constituye el tercer obstáculo más extendido. La percepción del riesgo aumenta con el conocimiento de las características de la inversión en Bolsa y la aversión o preferencia por el riesgo es una actitud muy variable de unos mercados a otros. Es decir, el riesgo constituye una barrera más o menos alta según la cultura de inversión de cada país.
Siquiera como traducción positiva de las barreras de entrada, podemos presentar a los inversores individuales como ahorradores que están interesados en temas financieros, buscan la rentabilidad de su dinero y asumen la posibilidad de perder o ganar en su inversión. Aunque pueda parecer una definición simplista a los lectores iniciados en temas financieros, en los últimos años diversas entidades han gastado miles de millones de pesetas en conseguir que los españoles cambien su actitud y se adapten a este sencillo perfil. Además de las campañas de publicidad, se ha trabajado mucho por las entidades financieras en el diseño de productos que se adaptasen a ahorradores con perfiles incompletos. En particular, se han lanzado numerosos productos estructurados que alejan en buena medida el fantasma del riesgo en la inversión en Bolsa; naturalmente, a un cierto coste. Los bonos bolsa se pusieron de moda hace un par de años y el "boom" actual se ha centrado en los fondos garantizados. Las privatizaciones y salidas a Bolsa de empresas privadas han incorporado también con frecuencia mecanismos para minimizar el riesgo cuando se han dirigido a potenciales accionistas individuales.
Pocos datos comunes más pueden encontrarse en los estudios realizados por diferentes mercados. La tipología de los inversores, su grado de presencia y sus formas de invertir varía mucho de unos paÍses a otros. Por ejemplo, en España, los inversores no residentes concentran el 37 por ciento de la propiedad de las acciones cotizadas, mientras el porcentaje no llega al diez en Italia o Dinamarca y supera el 85 en Luxemburgo.
Se estima que, a mediados de 1997, en España hay unos tres millones de accionistas individuales, lo que supondría alrededor del 10% de la población adulta.
Accionistas Individuales en las Bolsas Internacionales
Esta cifra sitúa nuestro país en una banda media-baja en relación con nuestros socios comunitarios para los cuales existe información disponible. Estaríamos por delante de Alemania, país en el que la cultura de inversión en acciones apenas empieza a comprenderse. Algo por detrás de Francia, que ha realizado un esfuerzo grande en los últimos años para popularizar la inversión en Bolsa, no sólo a raíz de las grandes privatizaciones sino con el decidido apoyo del Gobierno, a través de fórmulas fiscales favorables, como los planes de ahorro personal. Más lejos están los paises anglosajones o los nórdicos, cuya cultura de inversión está más arraigada. En ellos, el intento de hacer a los ahorradores individuales partícipes directos de la evolución de las empresas y de la marcha económica del país a través de la presencia accionarial en aquéllas se remonta ya a varias décadas atrás, cuando no a varias generaciones como en el caso americano.
No cabe duda, sin embargo, de que la evolución del número de accionistas ha sido muy positiva en los tres últimos años en nuestro pais. El fenómeno privatizador ha constituido el mayor revulsivo en este sentido, como puede apreciarse en el número creciente de inversores individuales que están acudiendo a las últimas operaciones.
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Energías e Ind. Aragonesas |
15
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Repsol |
335
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Ginés Navarro |
13
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Telefónica |
459
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Repsol |
343
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Argentaria |
359
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Sol Meliá |
35
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TelePizza |
76
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Telefónica |
1.234
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Adolfo Dominguez |
256
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Repsol |
853
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Endesa |
1.400
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La cifra récord se conseguía en octubre de 1997, con más de 1.400.000 accionistas en la última OPV de Endesa. También hay que reconocer que las circunstancias del mercado, especialmente favorables, están acompañando este movimiento.
El proceso es equiparable al que se vivió en Gran Bretaña durante los años ochenta. A principios de la década el número de accionistas se estimaba en tres millones, que se convirtieron en seis en 1985 de la mano de las privatizaciones y el buen comportamiento bursátil, hasta llegar a los once millones en 1990, cifra máxima hasta la fecha.
En cuanto al peso específico de los accionistas individuales, en la Bolsa de Madrid representaron un 50% de las transacciones en 1996, es decir 1.850.000 operaciones provinieron de personas físicas.
Distribución de la Contratación por Tipo de Inversor
Sin embargo, el efectivo correspondiente
a esas transacciones no ha superado en los últimos años el
10% del total, situándose en 1996 en el 8,5%, unos 860.000 millones
de pesetas en la Bolsa de Madrid, cifra que se ha alcanzado ya en la primera
mitad de 1997.
Cabe destacar la extraordinaria importancia del inversor extranjero en el volumen de nuestra contratación. En el mismo período supera el 41% del efectivo negociado, aunque el número de operaciones equivalente no llega al 18%, dado el elevado importe de la orden media de estos inversores.
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1.487.727
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1.067.414
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420.313
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1.089.221
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868.397
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220.824
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1.696.301
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1.000.237
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696.064
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1.667.843
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1.104.967
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562.877
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1.650.953
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1.340.998
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309.955
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1.834.560
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1.477.021
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357.578
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3.030.205
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2.104.444
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925.763
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3.458.308
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3.336.294
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122.014
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3.455.327
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3.001.241
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454.086
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5.122.907
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5.167.898
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-44.991
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5.859.589
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6.277.092
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-417.503
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Fuente: Dirección General de Transacciones Exteriores | |||
Importes efectivos en millones de pesetas |
Hay que tener en cuenta también que cada vez que el ciclo bursátil se muestra claramente alcista, miles de inversores se acercan al mercado. El efecto emulación es una de las razones principales de este fenómeno y ha sido descrito repetidamente por muchos autores desde que José de la Vega lo explicase en "Confusión de confusiones" hace más de trescientos años. Sin embargo, al menos en parte, se trata de un tipo de inversor en general poco estable, que acude con la expectativa de un beneficio rápido, suele tomar sus decisiones con escasa o errónea información y asume, a veces sin saberlo, un riesgo muy elevado. En definitiva, no es la clase de accionista que ha formado, en otros países, una base sólida y estable de inversión sobre la que financiar a largo plazo proyectos empresariales.
Contar con un grupo amplio de accionistas individuales es un activo valioso para un mercado y las empresas que cotizan en él. Pueden transcurrir muchos años hasta conseguir ganar su confianza y que se asiente en ellos una mentalidad inversora a largo plazo. Tienen que comprobar por experiencia propia que el rendimiento de las acciones es superior al de los demás activos financieros al cabo de los años y eso toma tiempo. Hay que contar además con un mercado financiero mínimamente desarrollado, en el que existan alternativas de inversión con las que comparar en un periodo amplio. En España esta condición no ha concurrido hasta los años ochenta.
Comparativa
de Rentabilidad entre Bolsa, Deuda y Depósitos en España
Un estudio recientemente publicado por la Bolsa de Madrid demuestra que las acciones han obtenido una rentabilidad media anual superior a la renta fija a corto y largo plazo en 6,3 puntos entre 1980 y 1997. El Indice Total Largo de la Bolsa madrileña muestra un rendimiento medio acumulativo anual del 21,6% en los últimos diecisiete años frente a los 15,3% ofrecidos por los bonos a largo plazo o un 13,2% del depósito a corto. Esta circunstancia, no constatada hasta ahora debido a la dificultad para contar con series fiables de precios de renta fija desde 1980, dado el escaso desarrollo del mercado de deuda en los primeros ochenta, es clave en el juicio que el mercado bursátil merece a los inversores y en su actitud hacia el mismo.
La mayoría de los inversores desconocen estos datos, incluidos algunos inversores institucionales importantes. Sin embargo, en otros paÍses, específicamente Gran Bretaña y Estados Unidos, los análisis de este tipo realizados ya hace tiempo movieron a los gestores de fondos de pensiones claramente hacia la renta variable. En concreto, el valor del diferencial de rentabilidad acciones-bonos en Gran Bretaña es del 5,9% entre 1919 y 1996 y en Estados Unidos del 5,5% para el periodo 1926-1990. Los resultados son comparables con el caso español, aunque los periodos de análisis son mucho más amplios.
Es esta constatación empírica, a veces no tan estrictamente cuantificada, la que cambia la actitud de inversión del accionista individual. Esperemos que no sean necesarios demasiados años más para provocar esa modificación en el perfil inversor de los españoles. De hecho, estamos asistiendo a un cierto proceso de cambio en la percepción del riesgo de los inversores, apoyado por el positivo rendimiento obtenido en el proceso privatizador y por la necesaria consideración de la renta variable como alternativa a la continua reducción de tipos de interés. En cualquier caso, podríamos aproximar cuál es el modelo al que a medio-largo plazo tendemos si resumimos cómo son hoy los accionistas americanos, por elegir el paradigma de mercado de valores desarrollado.
El 20% de los adultos poseen acciones en Estados Unidos y hasta un tercio de la población si incluimos tenencia indirecta (fondos, planes de pensiones...). La edad media del inversor es de 45 años, aunque el valor medio de la cartera de los mayores de 45 años es cuatro veces superior que la de los de menos de 45. Los mayores de 65 concentran casi un tercio de los valores.
Algo menos de la mitad de los accionistas americanos mantienen cuenta con un "broker", lo que marca una diferencia importante en cuanto a la movilidad o rotación de su cartera. Aquellos accionistas que trabajan con un "broker" actuaron al menos una vez en el último año en un setenta por ciento de los casos. Por contra, el porcentaje se invierte si tomamos el total de la población inversora, de la que sólo un 30% actuó al menos una vez en el último ejercicio.
En cuanto su actitud hacia el riesgo, el inversor individual estadounidense manifiesta una mayor propensión que el español. La mitad de los inversores (51%) están dispuestos a asumir el riesgo medio del mercado de acciones y una cuarta parte aceptarían incluso un riesgo por encima de la media de mercado.
En resumen, los inversores individuales españoles son en comparación menos numerosos, menos activos, comprenden peor el sentido de la inversión a largo plazo en acciones y aceptan con mayor dificultad el riesgo que comporta la renta variable. Por tanto, a pesar de los avances en los últimos años, la "cultura de las acciones" tiene todavía que empapar en buena medida la actitud del ahorrador nacional hasta llegar a un nivel comparable al de los anglosajones. Este proceso estará emparejado con la sensibilización hacia las implicaciones que tiene el accionista individual en la empresa en la que invierte y, en sentido opuesto, la mayor atención de las empresas y sus consejos de administración hacia sus accionistas.
Por el momento, salvo en círculos de inversores muy sofisticados, es difícil advertir alguna actitud referente al gobierno de las empresas por sus consejos entre el accionista individual medio. Tampoco se ha desarrollado en España apenas el asociacionismo entre los inversores individuales ni otras formas de relación entre accionistas que faciliten constituir foros de discusión sobre este u otros temas de interés.
Aunque se dedicará un capítulo
completo a la inversión colectiva, dedicaremos unas líneas
a una primera aproximación a este tema.
Si hay un fenómeno que ha caracterizado
la evolución del inversor español en los mercados financieros
durante los años noventa ha sido sin duda la inversión colectiva.
Pero la bondad técnica del producto fondos de inversión,
mayor exponente de las fórmulas de inversión colectiva, no
estaba siendo suficiente para provocar su expansión definitiva.
Ha debido completarse con un tratamiento fiscal incentivador, tanto para los partícipes como para el propio fondo, con un esfuerzo de divulgación o mercadotecnia que se ha demostrado muy rentable y con el aguijón de la competencia entre las grandes redes de distribución bancarias, la "guerra de los superfondos". El resultado es bien conocido. El patrimonio administrado se ha multiplicado por veinte desde 1990 hasta alcanzar los 23,4 billones de pesetas a mitad de 1997. El número de partícipes supera los cinco millones y medio, y aunque lo dividiéramos por dos para ajustar las participaciones en varios fondos por el mismo individuo, sería al menos diez veces superior al del inicio de la década. Lo más llamativo es que el proceso parece no perder fuerza y al cierre de junio el patrimonio gestionado había crecido un 25,3%, cifra que aumenta hasta el 55% si contamos los últimos doce meses. Este crecimiento ha venido subrayado por los nuevos fondos garantizados, que han tomado el relevo de los FIAMM, todavía los fondos más populares entre los inversores españoles.
Todo ello ha contribuido en buena medida a una mayor educación de los ahorradores. En algunos casos ha sido un mero sustitutivo del depósito tradicional, pero en muchos otros está obligando al ahorrador a convertirse en inversor, es decir, a reflexionar sobre su plazo óptimo de inversión, exposición al riesgo, comparación de rentabilidades y comisiones o a saber interpretar la copiosa información que encuentra en los medios de comunicación o recibe directamente de su gestor. En la medida en que las redes de distribución de fondos van aumentando también su preparación profesional, se convierten en difusores de cultura financiera, primer escalón para alcanzar la cultura de inversión en acciones a la que hacíamos referencia.
La tendencia es paralela a la de otros mercados, aunque es bien sabido que en los mercados anglosajones la composición de esa tendencia es muy acentuada hacia la renta variable y no sólo en fondos de inversión sino en fondos de pensiones.
A pesar de haberse duplicado la proporción en menos de un año, el peso de la renta variable en el patrimonio gestionado por los fondos apenas supera todavía el 7% del total. Muy lejos del 27% que supone en el contexto europeo y más aún del 40% a nivel mundial.
Las tendencias previsibles marcan un claro aumento de los fondos de renta fija a largo y sobre todo, de los de renta variable. Si se confirma, como parece, el proceso de moneda única europea, quien quiera más rentabilidad habrá de asumir más riesgo. Volvemos así a la necesaria sofisticación del inversor y a su mayor costumbre de invertir en acciones. La diversificación de la oferta de productos y la mayor competencia entre gestoras no hará sino animar este proceso.
Otra consecuencia de este fenómeno está siendo la acumulación acelerada de ahorro destinado a los mercados de valores y en particular, a la Bolsa.
Se estima que alrededor de un billón de pesetas ha acudido al mercado bursátil a través de fondos de inversión en renta variable o mixtos durante el primer semestre de 1997. De modo directo, los inversores individuales, han adquirido más de medio billón en las ofertas públicas de venta de acciones que se han realizado en el mismo periodo, a lo que habría que añadir los más de ochocientos mil millones que de la negociación ordinaria han correspondido a estos inversores. En total, las familias españolas, directamente o a través de fondos han dirigido al mercado casi tres billones de pesetas en la primera mitad del año en curso, cifra similar a la que todo el conjunto del mercado era capaz de mover a lo largo de un ejercicio en los primeros años noventa.
Si a esto añadimos las compras de otros inversores institucionales españoles y sobre todo, las de los no residentes, nos encontramos con un fenómeno inaudito en nuestro mercado, que no se corresponde con una oferta de valores de renta variable suficiente. De hecho, hemos asistido sistemáticamente a procesos de sobredemanda espectaculares en las últimas privatizaciones y salidas a Bolsa. Sol Meliá resultó 22 veces sobredemandada, Telepizza 46 veces y en Adolfo Domínguez, la demanda superó en 120 veces a la oferta.
Las privatizaciones han sufrido también estas fuertes demandas, exageradas a veces por el deseo de obtener más acciones en el prorrateo que suele acompañar a estas operaciones, pero muy significativas del proceso que se está llevando a cabo en el mercado.
Estos hechos ponen de manifiesto una importante
ausencia en estos momentos en el mercado: la de una mayor oferta de papel.
Actualmente cotizan en la Bolsa de Madrid
las acciones de 360 empresas españolas y 4 extranjeras; otras 130
empresas están presentes en el mercado a través de emisiones
de renta fija.
En la Bolsa están representados
todos los sectores de la economía. En función de la actividad
de las empresas, éstas se encuadran en los siguientes sectores:
Valores más contratados (media diaria en millones de ECUS)
1996
ESPAÑA (SIBE) | FRANCIA (CAC) | ITALIA | ALEMANIA (IBIS) |
TELEFONICA 48’85
REPSOL 30’52 ENDESA 28’83 IBERDROLA 27’27 |
ELF AQUIT. 48’85
TOTAL 38’15 LVMH 33’08 CARREFOUR 29’56 |
ENI 43’53
GENERALI 22’94 STET 22’69 FIAT 22'02 |
DEUS.BANK 88’34
DAIMLER 80’55 SIEMENS 67’99 VOLKSWAGEN 56’65 |
Enero-Julio 1997
ESPAÑA (SIBE) | FRANCIA (CAC) | ALEMANIA (IBIS) |
TELEFONICA 131’24
REPSOL 67’49 IBERDROLA 44’37 ENDESA 43’66 |
ELF AQUIT. 86’14
ALCATEL 79’66 AXA UAP 59’78 GEN DES EAUX 56’47 |
DEUS.BANK 115’59
DAIMLER 112’53 SIEMENS 98’94 VOLKSWAGEN 88’36 |
La representatividad de la Bolsa de Madrid
sobre la economía española se puede evaluar comparando la
capitalización conjunta de las empresas cotizadas con el Producto
Interior Bruto (PIB). La Bolsa de Madrid ha alcanzado al final del primer
semestre de 1997 una capitalización de 252.357 millones de ECUS,
lo que supone un 40% del PIB.
La capitalización relativa al PIB
del conjunto de empresas cotizadas en la Bolsa de Madrid, similar a la
del mercado francés, se encuentra muy por delante de Francfort y
Milán
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La operativa bursátil no se limita
a la compra y venta de valores. El inversor se puede encontrar con "operaciones
especiales", que conviene conocer.
2.1. Las Ofertas Públicas de Venta (OPV)
La Oferta Pública de Venta de Valores
se produce cuando se da una intención de dirigir o colocar entre
el público una emisión o valores ya emitidos.
La empresa que desea colocar sus emisiones
públicamente, debe lanzar una OPV, cuyos requisitos básicos
son:
Una OPV puede ser una forma de acceder
a la Bolsa, o bien, si ya cotiza, vender parte o todas las acciones que
se poseen.
Las empresas que desean realizar ofertas
públicas de venta recurren, habitualmente, a campañas publicitarias
y de comunicación dirigidas al público objetivo. El ejemplo
más reciente lo tenemos en Endesa, donde el Estado ha presentado
una oferta de venta al mercado del 25% del capital de la empresa.
Se denominan así a aquellas operaciones
de venta de acciones de empresas, propiedad del Estado, al sector privado.
En España, la privatización
de empresas públicas, por la vía de OPVs, se inicia en 1986
con la empresa Gesa; la última privatización ha sido la ya
comentada de Endesa.
Las salidas a Bolsa de empresas privadas
han representado uno de los mayores alicientes al inversor en los últimos
años en la Bolsa española. La demanda, en especial en el
caso de compañías de crecimiento, ha sido espectacular. Tanto
que, en algunos casos, la desigual proporción de valores demandados
y ofrecidos ha provocado la aplicación de fuertes prorrateos.
Desde 1993 hasta hoy, la Bolsa española
ha vivido 14 operaciones de privatización y se han anunciado nuevas
ofertas públicas de venta en el corto plazo.
Una OPA es una operación financiera por la cual una empresa da a conocer públicamente a los accionistas de una sociedad cotizada en Bolsa su deseo de adquirir el control de la misma. Mediante esta operación, la empresa oferente está dispuesta a comprar el número de acciones necesario para controlar la sociedad objeto de la oferta y a pagar un precio superior al que cotizan las acciones en el momento de la oferta.
La normativa del mercado de valores establece la obligatoriedad de efectuar una OPA en determinadas circunstancias, como mecanismo de defensa de los intereses de los accionistas de sociedades cotizadas en Bolsa. Se pretende con esta normativa dar una alternativa a los accionistas cuando un gran inversor pasa a controlar un porcentaje amplio de la empresa, lo que le otorga un poder de gestión con el que otros accionistas puedan no estar de acuerdo. Por ello, se le obliga a adquirir públicamente el paquete de acciones que desee controlar, facilitando el acceso a su oferta a cualquier accionista que lo desee.
La normativa vigente establece que ese porcentaje amplio de la sociedad o participación significativa se entiende que da lugar a una OPA cuando iguale o supere el 25 y 50 %, y según cual sea el grado de participación a alcanzar, se obligará a lanzar la operación sobre un 10 % o hasta el 75 % del capital.
Cuando una sociedad que cotiza en Bolsa pretende dejar de hacerlo, se obliga a los accionistas mayoritarios a comprar las acciones de los minoritarios, si éstos desean venderlas. Esta medida compensa la inmediata privación de liquidez y transparencia en la formación de precios que sufren los accionistas de una compañía cuando ésta se excluye de cotización. Son las denominadas OPAS de exclusión.
En el momento en que se tiene conocimiento de la intención de lanzar una OPA, se suspende la negociación de los valores afectados hasta que se presenta en la C.N.M.V. documentación suficiente para describir el alcance y los detalles de la oferta: identificación del oferente, clase y número de los valores a los que afecta, contraprestación, plazo, etc. En función del contenido de esta documentación y según el tipo de OPA de que se trate, la C.N.M.V. autorizara la oferta o exigirá cambios en sus condiciones, siempre con el objetivo de garantizar un trato igualitario a todos los accionistas.
En el año 1996 se presentaron 20 ofertas públicas de adquisición, por un importe total de 263.000 millones de pesetas; en 1997, hasta septiembre, se realizaron 9 OPAs.
Una de las grandes ventajas de las empresas
que cotizan en Bolsa es la facilidad que les ofrece el mercado para financiarse.
Y una de las vías más interesantes de financiación
a través del mercado son las ampliaciones de capital, es decir,
la emisión de nuevas acciones, que normalmente se ofrecen a los
accionistas que lo son en el momento de la ampliación.
Las ampliaciones de capital pueden ser
de varias clases, dependiendo del precio de emisión que se determine:
Así, el accionista con derecho preferente
tiene la posibilidad de acudir a la ampliación o bien vender dicho
derecho en el mercado, puesto que se trata de un valor negociable en bolsa,
mientras dure el periodo de ampliación de capital (normalmente entre
veinte y treinta días). La valoración económica del
derecho de suscripción está en función de su valor
teórico o de su valor de mercado, que estará condicionado
por el valor de la acción de la que procede.
Por tanto, en toda ampliación de
capital deben distinguirse tres momentos.
Antes de la ampliación
Sólo existen las acciones antiguas, que pueden ser compradas y vendidas por los inversores en la Bolsa.
Durante la ampliación
De cada acción antigua se desglosa
un derecho preferente de suscripción, cuyo valor minora el de la
acción. Es decir, ahora el accionista dispone de acciones sin derecho
o cupón y de derechos independientes, pudiendo tomar decisiones
tanto respecto a las primeras como a los segundos.
En cuanto a los derechos, puede venderlos
o bien esperar al final del periodo de suscripción para comprar
acciones nuevas en las condiciones que la empresa haya determinado.
Después de la ampliación
Nos encontramos con dos tipos de acciones, las antiguas y las nuevas procedentes de la ampliación. Conviene señalar algunas diferencias temporales entre ellas:
El Valor Teórico del derecho de suscripción preferente
Teniendo en cuenta el mercado de acciones y el de derechos de suscripción, se puede calcular un valor teórico del derecho de suscripción.
Ejemplo 1
Una empresa cuyas acciones son de 500 pts
de valor nominal, cotizan en la Bolsa de Madrid a 4000 pts. Realiza una
ampliación de capital emitiendo 2 acciones nuevas por cada 5 antiguas,
con los mismos derechos políticos y económicos.
La emisión es a la par, es decir,
a 500 pts.
Calcular el valor teórico del derecho
y el de la acción después de la ampliación.
Solución
Utilizaremos la siguiente terminología:
La ecuación de equilibrio patrimonial es:
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En nuestro caso:
Por tanto:
Y el valor teórico del derecho será:
Supongamos que antes de la ampliación poseemos 5 acciones.
Si representamos por
Se pueden presentar dos casos:
1º Se prefija el número de títulos que se reducen, es decir, V’.
Una S.A. presenta las siguientes características:
CAPITAL SOCIAL: 300.000 títulos
Solución
Ejercicios propuestos: