Salmo de Job
Que otros
descubran nuevos mundos,
mientras
hacen un infierno de éste,
que inventen
nuevas máquinas de odio
y participen
de la destrucción,
que sigan
explotando a los humildes
y gobernando
por la fuerza bruta,
que hagan
o deshagan a su antojo
las leyes
que después ellos no cumplen,
que vendan
sueños muertos o falacias
como si fueran
ideas platónicas,
que les corten
las alas a los pájaros
y amordacen
a los gorriones,
que mientan
cada vez que hablen
como vienen
haciendo desde siempre,
que conviertan
las selvas en desiertos
para arrojar
sus bombas nucleares,
que labren
un planeta a su medida
o lo destruyan
con impunidad,
que hagan
filosofías para esclavos
y mitologías
envenenadas
con el señuelo
de la libertad
enmascarada
por la xenofobia,
que Dios
siga siendo la coartada
de los tiranos
y los sacerdotes,
que abandonen
la lucha de clases
y escupan
sobre Marx o sobre Lenin,
que inventen
nuevos dioses para el triunfo
de los idólatras
de la materia
o los fanáticos
de un porvenir
envuelto
en las tinieblas del pasado,
que los poetas
canten a los héroes
de los verdugos
de la Humanidad.
En estos
versos señalado queda,
para que
no me digan que me inhibo
o que soy
cómplice de todos ellos,
cuando es
evidente mi desprecio.
Pero a mí,
para sobrevivir
en esta pesadilla
interminable
que es el
vivir, me bastan las palabras
que ahora
estoy escribiendo con desgana,
y soñar
con el próximo poema,
pues él,
mientras lo escribo, me hará libre.
(Y no me
pidan cuentas, ya he contado,
con un hastío
que no tiene límites
y una paciencia
que ni Job tendría,
los versos
y las sílabas del mundo).
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