Si vis pacem, para
bellum
Los intereses vitales de Estados Unidos, en torno a los cuales se organiza toda
la actividad del Departamento de Defensa, comprenden: Proteger su soberanía,
su territorio y su población. Prevenir la emergencia de hegemones o
coaliciones regionales hostiles. Asegurar el acceso incondicional a los mercados
decisivos, a los suministros de energía y a los recursos estratégicos.
Disuadir y, si es necesario, derrotar cualquier agresión en contra de Estados
Unidos o sus aliados. Garantizar la libertad de los mares, vías de tráfico
aéreo y espacial y la seguridad de las líneas vitales de comunicación.
En referencia a las dimensiones del
escenario en el que se dirime la
hegemonía mundial, éste se modificó sustancialmente con algunos
acontecimientos paradigmáticos, cada uno de los cuales con implicaciones y secuelas
de diferente carácter: La derrota de la guerra en Vietnam, el estallido
del mundo socialista y ahora el reciente ataque del terrorismo. Efectivamente,
el horizonte se amplió pero su control se hizo más difuso. Ni el mayor
hegemón, constituido ahora como poder global, actualmente vulnerado, es capaz
de dominar todas las fuerzas sociales, organizadas o descontroladas, que lo
conforman. En este contexto el diseño de estrategias y el propio pensamiento
estratégico se colocan en un lugar central dentro de la organización de la
dominación y la competencia. Esto repercute en la tonalidad militarista que
han ido adquiriendo las relaciones mundiales, y que tiene evidentes y profusas
manifestaciones en la vida cotidiana y en la creación de imaginarios, y explica
por qué la teoría y la praxis militar se
han ido comiendo los espacios de expresión de lo político.
En la hora presente, cuando de nuevo la cultura de la guerra enarbola sus huestes y banderas, recae en manos
del diseño y el pensamiento estratégico de la hegemonía mundial unipolar la
ocasión de optar definitivamente por la guerra o la paz. Si vis pacem, para
bellum, nos lo dice claramente De Re Militari. Llegó la hora de definiciones
claras y precisas. Como lo desea Federico Mayor: "Pasar de una cultura de guerra a una
cultura de paz. Una conciencia de paz - para la convivencia, para la ciencia
y sus aplicaciones- no se genera de la noche a la mañana ni se impone por decreto.
Se va fraguando en el regreso - después de la decepción del materialismo y
del servilismo al mercado- a la libertad de pensar y actuar, sin
fingimientos, a la austeridad, a la fuerza indomable del espíritu, clave para
la paz. Corresponde a las generaciones presentes la casi imposible tarea bíblica
de 'transformar las lanzas en arados' y transitar desde un instinto de guerra
- forjado desde el origen de los tiempos- a una conciencia depaz. ¡Aprender a
conocer, a hacer, a ser y a convivir! 'Evitar el horror de la guerra a nuestros
descendientes', 'construyendo los baluartes de la paz en el espíritu' de
todos los pobladores de la Tierra."
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