Pudiera ser la paz Pudiera ser la
guerra Pudiera ser la
paz Pudiera ser la guerra La guerra la
paz la paz la guerra Infatigable
huésped milenario oráculo
perenne del destino se ensaña
contra el hombre desde siempre y más contra
el hombre de este tiempo Acosa su
figura lo atropella cabalga con
los siglos dibuja y
desdibuja las fronteras donde rebota
alegre la pobreza Carga con los
sueños de los árboles y acaba con
praderas y con valles Implacable
enemiga de los hombres cruelmente los
azota en todo tiempo Primero fue
Caín quien no supo de su hermano y con él
surgieron tantas guerras que bastaría
juntarlas para poblar una segunda tierra Después fue un
pueblo en el desierto en busca de la
tierra prometida Hoy los
hombres pelean por la Luna Mañana se
disputarán el Sol Hiroshima tan
sólo fue una muestra De niños
supimos de Corea Recordamos la
suerte de Vietnam alarido de un
pueblo combatiente amarrado a sus
entrañas vivas En Sabra y
Chatila acaban de
salpicarse de sangre las estrellas ¡La sangre se
derrama sobre América! ¡A América
desangra el corazón! Cuando niños
la guerra era con la lluvia los barrizales
los cangilones Entre risco y
farallón iban nuestras vidas Había que
luchar contra corrientes de ríos
impetuosos desbordados Por dos o tres
monedas sudábamos entero el día Hombre y
animal y apero convivían a la
sombra del patrón Viniendo la
ciudad llegaron otros
vientos y otras lunas Fuimos y vamos
con la guerra La guerra
cabalga con nosotros Quienes
conocemos todos los vientos de Los Andes conocemos la
cara de la guerra Pudiera ser la
paz Pudiera ser la guerra La guerra la
paz la paz la guerra En la guerra
se trabaja el odio con pavura mientras
entonan los grillos su canción de cuna Por la guerra
Homero vislumbró la morada de los dioses y Heráclito
entrevió en ella la madre de todo porvenir Igualmente
guerra siempre ella nunca
tiene un solo modo Son muchos los
modales de la guerra La que sacude
todos los cimientos de la tierra La que
martilla todas las conciencias del planeta A la que
juegan los niños en el parque La propia cara
de la vida La que nos
acecha en el camino La que se ha
apoderado de los hombres La que no nos
deja oír ni a Schubert ni a Beethoven La que nos ha
hecho olvidar a Dulcinea La que
confirma una vez por todas que sí existió
el infierno de Dante y de Rimbaud y que fue en
el castillo de Muzot donde Rilke
escribió sus sonetos y elegías y vivió su
propia muerte La que nos
recuerda que Shakespeare tenía razón cuando nos
puso a dudar frente a
nuestra propia calavera La que nos
hace sentir amigos de tantas lejanías La que hace
que las aguas atestigüen nuestras vidas La de la
eterna metamorfosis de los hombres y las cosas La que hace
estremecer antiguas y nuevas armaduras La que se
esconde en la noche de los hombres La que nos
aleja de los ojos del amigo La que nos
confirma que el tiempo de ahora nos destruye La que nos
hace creer en el destino implacable de estos días terriblemente
deleznables La de los
gritos horrorizados de los niños
de Biafra y de Vietnam Por la que se
marchitan los follajes en el campo Aquélla que no
nos deja sorprendernos delante de tanta
sorpresa cotidiana La guerra la
enemiga de la paz La que nos
distancia tanto de la estrella La que nos ha
borrado las auroras de los hombres La que no ha
sido capaz de impedir el
alumbramiento de las flores después del
fogonazo mañanero Por
quien ya casi no sabemos del relente aquel de la primera
aldea Por quien
parece que Dios se ha vuelto sordo y se ha puesto
del lado contrario de los hombres Pudiera ser la
guerra Pudiera ser la paz La paz la
guerra la guerra la paz Vamos amor a
la montaña nos llama el
aire el sol la primavera graciosa la
floresta el río y toda la arboleda Juegan las
sombras cuando las nubes pasan Sentémonos
amor a ver las mariposas Hermosa la
vida y pasajera Los sueños
desde el cerro despeñándose Mi montaña
amor la madre de mis versos de mi azul de
mi pobreza mi desnudez y
mi inconstancia y vuelo Pero amor ¿y
sólo riachuelo brisa bienandanza y sol? Allá también
el campesino Yo también
hice de jornalero Conocí los
surcos y el café la pobreza de
los míos el viejo con
su carga cada sábado a mi pueblo Los adioses se
cruzaban El río
tranquilo y cristalino y nuestra sed
que lo veía mientras el
sol quemaba hombre y carga
y animal y sueños Ahora aquí
amor entre neblinas cerca de los
cielos Verdes tonos
inmensidad de azules el aire
silbando en nuestras sienes Hasta
volvieron a pasar las ovejas de mi tía aquélla que
murió de no se supo qué La naturaleza
amor que nos envuelve el alma Un volar por
los campos y veredas para
encontrarnos con el sol Tempestad
sobre invierno La música del
alma girando en mi conciencia campesina Riachuelo
paisaje sueños El amor y el
hombre que trabaja y que suda por atajar el
pan en cada surco El río
tranquilo nunca deja de correr como nuestros
sueños a la mar Es como de
tarde amor oscurece todo tiembla Dormidos de
soledad solos nos quedamos Faltan la
fiesta campesina la tempestad y
el himno del pastor Después
vendrán si es que
quedan campesinos en mi aldea Vendrán
también la tempestad y el himno después de todo amor! Pudiera
ser la guerra Pudiera ser la paz la paz la
guerra la guerra la paz La paz
compañera de la infancia La que ya nos
hubiera comprobado que sí
existieron hombres en la tierra La que hubiera
dejado vacíos los infiernos y crispado de
terror al propio diablo La paz la
cantada por David en plena aurora en aras de la
suerte del pastor camino del redil Porque acabado
todo aquí en la tierra para que
vuelvan a nacer las flores basta el azul
de alguna mariposa Pudiera ser la
paz Pudiera ser la guerra La guerra la
paz la paz la guerra La guerra la
que hace crujir las hondonadas y temblar la
espesura de la tierra La que ya
llegó a los astros y nos vigila desde el cielo La que
despelleja las lagartijas del desierto La mezquina
horripilante guerra en la que los
hombres todos nos metimos La que levanta
de raíces a los árboles y destaja el
corazón al guerrillero La que habrá
de despertar las momias de Egipto allá en Turín y hacer que
renazca un día el Che La que hace
que Bolívar y Sandino sigan vivos a pesar de la
rabia de los hombres La que ha de
devolvernos a Martí para que
armado con sus versos siembre
nuevamente la esperanza entre nosotros Aquélla por
quien se quejan los pórticos del cielo y se acabaron
las ninfas de las fuentes La que
marchitó el corazón de las mujeres y nunca más
las vimos ir al arroyo a recoger agua La que hizo
que en mi tierra se acabaran los aljibes Por quien
también fueron al traste los tinajeros espantapájaros
del tiempo Pudiera ser la
paz Pudiera ser la guerra La paz la
guerra la guerra la paz La paz por
quien hasta Dios nos escuchara o al menos
estuviera de parte de los hombres Por quien ya
habrían llegado los árboles al cielo La paz la paz
la paz la paz la paz Por quien la
Luna estaría sembrada de arboledas Por quien
hasta las hormigas habrían aprendido a hablarle más
claramente a nuestros hijos y las
cerbatanas nos hubieran confiado parte de su
azul misterio Por quien
conversáramos ya con frailejones y palmeras La paz la
morada suprema de los ángeles La que se nos
desterró del Paraíso La guerra la
paz la guerra La que hizo
que la noche fuera nuestra gruta cotidiana La paz la
guerra la paz Por quien ya
hubiéramos convertido al mismo Dios Por quien las
madres estuvieran a esta altura criando flores
en sus senos La paz por
quien la primavera se hubiera apoderado de
la tierra y a nadie le
faltara el sol Por quien no
hubiera fugitivos en el mundo y se hubieran
borrado las fronteras Por quien
estuviéramos repartiendo juguetes en la tierra Y los árboles
diría Vallejo fueran hombrecitos Por quien las
estrellas vivieran más cerca de nosotros Por quien ya
hubiéramos dado con el hermano que
eternamente nos espera en el espacio Por quien ya
conociéramos el corazón del colibrí y la ternura
imponente de la alondra Por quien
durmieran ya las palomas con los niños y fuera fácil
entender a los reptiles y aliarnos con
los reyes de la selva para
conquistar nuestros mejores sueños Por quien
hubiéramos descubierto el secreto
imponderable de la roca y el milagro
escondido de la malva La paz la paz
la paz Por quien ya
supiéramos por qué las rosas tienen tan
poca vida y nacieron
para vivir en los jardines Por quien
todos tuviéramos una mínima parcela aquí en la
tierra para fecundar
los sueños Por quien ya
supiéramos cuál es el parentesco que a las
costas de la divina antigüedad nos ata Por quien sólo
hubiera amantes en las noches y no se
conociera al malhechor y supiéramos
en verdad quiénes somos por qué
pensamos y apenas si reímos Por quien
tuviera el universo un sabor celeste y el mar
estuviera intercediendo por nosotros Por quien el
hombre fuera más ángel y el ángel más hombre Por quien no
le temiéramos al propio hombre e inteligencia
fuera no temerle a Dios sino confiar
en la bondad de cada hermano Pudiera ser la
paz Pudiera ser la guerra La guerra la
paz la paz la guerra La guerra se
agiganta con los siglos en sus fauces
carga el alarido de los hombres La guerra
conoce la maldad del hombre desde que éste
apareció en la tierra La guerra se
empecina en llenarnos de ruinas y de
pestes todo el universo La guerra
acaba con los sueños de los bosques
los jardines y los mares La guerra
acampa en cada aldea en cada pueblo siempre que el
hombre enceguecido la desata A la guerra
juega el niño con su hermano inocentes de
los dolores de la guerra La guerra
enfurecida llamarada cercena la
esperanza de la tierra infatigable
arrasa los rediles que tantos
soles costaron al pastor encandila las
praderas donde siembran
los hombres su ilusión La guerra se
ha olvidado de la paz aturdida como
está de tanta guerra La guerra se
apoderó del mundo infernales son
las noches de la guerra A la guerra
sólo la detendrá la misma guerra sin que quede
rastrojo ni sembrado alguno Después de la
última guerra inútil será el
sol sobre la tierra Después quizás
sea tarde para comenzar
de nuevo el sueño Después tal
vez no conozca la tierra
nueva vida ni nuevo florecer El sol
alumbrará desiertos donde
convivirán piedras con arena Pudiera ser la
paz Pudiera ser la guerra La guerra la
paz la paz la guerra Una década de
paso los hombres en
plena guerra desafiándose en espera del
primer ataque ya listos los
rehenes Una Navidad
exasperada con poquísimos
ribetes de paz Tal nuestro
sueño y tales nuestros días En una
barahúnda de amenazas van los
hombres decididos a acabarse en el primer encuentro En verdad de poquísimos
segundos depende el
inicio fatal de la catástrofe Todos la
presienten ninguno la sopesa Cada quien
prepara la ofensiva o la defensa cuando ésta ya
no cuenta Llamarada
final estallará por todo el orbe y arderán
montañas llanuras y sembrados Vendrán
desolación llanto y alarido Y si algunos
se salvaren será para
tener que soportar las plagas y
el destierro ya sin tierra Una sola
muerte acechará a la
vuelta de los días que serán tan
pocos como su propia suerte de
sobrevivientes finiseculares Genios
maléficos se apoderarán del mundo y una nueva
creación brotará del fondo de la tierra y de todas las
simas infinitas de los mares Darwin
empezará a tener razón de nuevo En no se sabe
cuántos días el mundo renacerá y la tierra de
promisión será
totalmente pródiga como para que
los hombres empiecen a
pelear de nuevo Nada nuevo se
verá bajo aquel nuevo sol si una raza
parecida a la nuestra volviera a aparecer Pudiera ser la
paz Pudiera ser la guerra La guerra la
paz la paz la guerra La guerra que
a todos nos preocupa parece que
será la última guerra y no tendremos
tiempo de saber de su espesor Cuando más una
que otra mariposa algunos
pececillos perdidos en la cuenca o un colibrí
venido de los cielos se encargarán
de recrear el universo Y no habrá
forma de convencer al hombre nuevo si lo hubiera que la paz
dorada de los campos que la
frescura perenne de los parques que la nieve
de los altos montes que la luz del
trópico fulgente son más que
suficientes para que ancle
en ellos el amor No habrá
tiempo de escribir un nuevo Génesis y menos
todavía de exaltar en
hipérboles algún Apocalipsis Tal vez poblada la
tierra nuevamente cuando no
vuelvan a caber los hombres volverá la
guerra por sus fueros sin que
pájaros peces mariposas sean capaces
de velar por ella Pudiera ser la
paz Pudiera ser la guerra La paz la
guerra la guerra la paz Azul éste del
Mar Mediterráneo estela de
soles inmortales ¿Cuántas
gaviotas durmieron en tu sueño? ¿Por qué sin
nombre los cielos se quedaron? ¿Cuántos
soldados se esconden en tus simas? ¿Adónde fueron
tus sueños a parar? ¿El sueño de
la Grecia a dónde fue? ¿Dónde duermen
tus estrellas en el día? El mundo no te
reconoce sólo sabe de
derrotas Muchos titanes
pretenden tu morada millares de
monstruos se hospedan en
tus antros Los hombres
comparten una misma guerra La paz no
descansa entre los mares Azul éste del
Mar Mediterráneo estela de
soles infinitos El niño
marinero de Alberti ya no es ni
morenito ni galán Tampoco es el
mar donde mejor se quiere Andrés Eloy Ya al de ayer
no se parece este mar Se acabaron
las obras maestras de los hombres San Pablo no
ha vuelto a navegar Por tus aguas
sólo navega el batallón Azul éste del
Mar Mediterráneo estela de
soles vagabundos No dejes a los
hombres sucumbir que no hay
Miguel Ángel sin Piedad Azul éste del
Mar Mediterráneo estela de
soles purpurinos El sol de
rodillas en el mar a su creador
eleva su plegaria Las islas son
capillas vespertinas Los sueños
azules de la tarde prisioneros en
las naves van Hijos padres
madres todos añoran
la esperanza Cansados los
barcos se saludan en la púrpura
regia de las horas El rojo sol
enrojecido tiñe de sangre
el vesperal El grito del
hombre frente al mar se quiebra El mar
impetuoso se desborda Alarida la
tarde cuando muere Imponente cae
el sol sobre la mar Si de repente
no volvieras ¿Qué sería
entonces de los hombres? ¿Quién
abrigaría entonces la esperanza? Oh rojo sol
enrojecido viéndote
hermano de la tarde y de los hombres por ellos te
suplico yo también Triste la
plegaria de la tarde cuando el que
oficia es el mar Las olas
comulgando en procesión son realmente
muy devotas quizás ni
dignas sean de tal pan ¡En la tarde
es cuando comulga el mar! Hoy por
Occidente eleva su oración Solas las
aguas se quedan en la noche Azul éste del
Mar Mediterráneo estela de
soles moribundos En esta hora
tristísima del hombre cómo tiritas
tú también de frío Son tantos los
presagios de la noche y tan pocos
los sueños de los hombres ¿Jesús - diría
Vallejo - qué hacer? Azul éste del
Mar Mediterráneo estela de
soles matutinos Con la aurora
vuelve el sol sobre el lomo
de las aguas a galopar en
el azul marino Valéry no sé
qué cementerio fue el que vio Las naves y
sus hombres fruncen mientras tanto
el ceño desde las
popas de sus días El sol va
creciendo en el silencio
implacable de las horas Ciertamente
alguien con el sol inciensa al
mundo Azul éste del
Mar Mediterráneo estela de
lunas amarillas También la
noche duerme en este mar La noche
ensimismada va también contigo Un velón
vigilante te cobija con unas
cuantas olas consentidas Infinitas las
noches en el mar Pobre hoy al
hombre pocas
estrellas lo acompañan ya y la luna
apenas si se acuerda de él Negro toro a
la noche nadie lidia Todo tornóse
frenesí Muchas noches
los hombres necesitan para apaciguar
tanta algarabía Azul éste del
Mar mediterráneo estela
nocturnal mediterránea estrecha
tantas costas tantas vidas como abrazos
le faltan a los hombres ensancha tú la
paz sobre la tierra acuérdate por
siempre de nosotros que en esta
hora de guerra planetaria ya no sabemos
ni con quien contar ni si vamos de
veras a vivir Pudiera ser la
guerra Pudiera ser la paz La paz la
guerra la guerra la paz Alégrate
conmigo, primavera, y vamos a
alumbrar de frente al mundo. Desde antiguo
la tierra te conoce sin que el
hombre comprenda tu presencia. Despiértate
conmigo, primavera, y anclemos en
el puerto de la vida. Prontamente
juntemos a los hombres. Fieramente
borremos sus fronteras. Apúrate
conmigo, primavera, antes que el
orbe todo se desangre y todo sea
cruel desolación. Afíncate
conmigo, primavera, en las rosas
pestañas de la aurora y démosle un
viraje a tanta sombra. Y digámosle al
hombre que te quiera, que te acoja
en las siembras de sus predios antes que
fieras guerras lo acorralen y se queme la
gruta de sus sueños. Digámosle a la
tierra que te siga en la lumbre
perenne de tu afán, que cese la
discordia entre su gente, que la antigua
paz vuelva a sus aldeas. Digámosle al
arado que abra surcos, que no ceje en
la lucha por la vida, que falta por
desgracia mucho pan. Y digámosle al
canto de los hombres que no deje
por nada de contar con el pulso
furente de la aurora. Seguramente
entonces nacerá el árbol
majestuoso de la paz y asistiremos
todos a la cena sin que
ninguno a la intemperie quede. Comunitariamente
brindaremos en la huerta
frondosa del trabajo bajo la sombra
de un inmenso sueño, muy lejos de
la sombra del patrón. Por eso yo te
invoco, primavera, en esta hora
tristísima del hombre y te suplico
por su suerte en pie. Por eso te
saludo, primavera, te anticipo el
abrazo de los hombres desde estas
barricadas de la guerra. Una leve
sospecha nos consume: al borde de
esta nueva primavera van los
hombres derecho hacia la guerra, dispuestos a
acabar con la alborada. Amigos y
enemigos se confunden con los mismos
presagios de la muerte; no bastan los
sollozos de las flores para calmar
las furias de los vientos. Definitivamente
se pelea. La sangre de
los hombres se derrama. Cada vez son
más altas las hogueras. La pavura del
hombre se agiganta. Al verse codo
a codo en la trinchera ni dueño de su
sombra ya se siente. Hablamos de la
muerte, compañero, la misma que
nos tiene sin cuidado, la que ha
perdido el precio entre nosotros, la muerte, la
infalible compañera. Pensamos en
los campos de batalla, en ellos se
nos funde la esperanza. Pensamos en
mejores madrugadas para el pan
amasado con la aurora. Pisoteada está
la primavera. Son pocas las
mañanas que nos quedan. No está
quedando tiempo para el sueño. Cuidemos entretanto
a nuestros hijos mientras
trenzan sus sueños lentamente. Sigamos con la
vida que nos resta. Es tiempo de
velar por la esperanza, por los nuevos
caminos de la aurora. Es tiempo de
acercarnos a la madre a pedirle el
aliento de la vida. Es tiempo de
mirar a las estrellas, de andar con
el hermano que nos queda a la huerta
perdida entre la aldea para ver qué
semillas recoger. Es tiempo de
arrumbar los macundales, de encontrarse
de nuevo con la vida para invocar
la aurora del vidente. Es tiempo del
mejor amanecer, de esperar,
bien armados de paciencia, acampar en
espléndidas ciudades. No estoy
seguro de lo que es la muerte, sólo presiento
a veces su figura llena de una
larguísima tristeza por tantos
pasos para dar con uno. Ella revolotea
en mi conciencia como monstruo
perdido de la noche y solamente
encuentra entre mis pasos los pasos de
otra sombra que agoniza Bajo un telar
de sombras va mi vida al compás de
los salmos de la noche, muy cerca de
lo sueños de los hombres. Bajo una sola
sombra va mi sueño a espaldas de
la lumbre de la vida y cerca de la
sombra de la muerte. Mis huesos
compungidos se espeluznan en esta noche
triste, pasajera; se encrespan,
se encabritan, se abochornan, a pocos pasos
de la muerte atroz. Dejemos que se
siente la tristeza a contemplar
los pasos del destino. Las estrellas
despiertan a los hombres cuando la
noche en sus pupilas duerme. Desde la
infancia te conozco, muerte, tratando de
cargar con mi osamenta, muy cerca de
la espuma de mis sueños. Ahora que te
siento tan vecina se tropiezan
mis huesos con tu frente para ocultar
tu sombra con mi vida. Detente, loca
muerte, vil, artera. Detente allí
en la acera por ahora. Detén, tú,
muerte, la llamada ahora que voy camino
de la vida entera. Detén, tú,
muerte, la brutal carrera con que cargas
a todos en la hora en que la vida
estalla y nos aflora la crepitante
fuga de la espera. Detente,
muerte, por favor, detente. Te lo suplico
al filo de la muerte. No te vengas
así tan de repente. Estoy muy lejos
de ganar la suerte. Me falta
tiempo, tiempo simplemente para ponerle
trampas a la muerte. No hay pozo
más profundo que la noche ni hay grito
más terrible que el de guerra; no hay llanto
como el llanto de la lluvia ni furor más
rebelde que el del hambre. A la noche las
sombras la acompañan mientras el
sueño al hombre lo persigue. La lluvia casi
siempre viaja a solas; eternamente
acompañada, el hambre. Con lluvia y
hambre a cuestas viaja el hombre, el mismo que
se vuelve a las estrellas cuando pierde en
sí mismo la esperanza. Mas si la
sombra de la fe se pierde al hombre se
le acaba todo sueño. ¡Nada hay más
triste que vivir a medias! Estas piedras
conocen mi destino, mi origen, mi
mañana, mi jornada: supieron de mi
infancia desplegada a la orilla de
un río en el camino. Estas piedras,
amigo peregrino, te hablarán de
esa larga llamarada con que el
hombre encendiera su morada, acorralado a
gritos por su sino. Estas piedras
presagian foscas huellas, presagian el
incendio de los mares y el incendio
también de las estrellas. Serán muy
pronto huéspedes solares cuando bajo
del sol se queden ellas como ofrenda
en desérticos altares. Pudiera ser la
guerra Pudiera ser la paz La paz la
guerra la guerra la paz La paz
devorará por fin la guerra Se conciliará
el hombre con su infancia Se cubrirán de
flores los desiertos Y un gran amor
inundará la tierra |