Palabra Pueblo Pólvora Palabra.
Soplo de aire que desde la primigenia mañana del Génesis tiene poder de
creación. Diosa enseñoreada en el confín del orbe, del hombre y de la vida.
Presencia humana. Señal de encuentro o desencuentro. En la diatriba, la
decisión, la suerte o el destino. Espada, transparencia, duelo, reto o
vínculo. Tapiz, alfombra, disfraz, encanto. Comunión, derrota, triunfo,
destrucción, logro o meta. Justificación, condena, liberación. Intención,
propósito, diálogo, aguijón o miel. Acción, empeño, lucha, comisión, misión.
Deliberancia, discusión. Pensamiento. Convergencia. Divergencia. Palabra en
mano, volear semillas. Dar palabra, corazón y mano. Frente a una enmascarada,
una palabra articulada, activa, justa, digna, fehaciente, clara,
transparente, verdadera. Una palabra que golpee, junte y acompañe. Sacando
cuentas y después de todo, tú sola y para siempre la palabra. Hermana mayor
del hombre, presencia las agonías, protege al pueblo, vuelca como campana su
acero y su sonido hacia todas las mañanas. Las revoluciones que empiezan por
la palabra, a las veces concluyen con la pólvora de manos del pueblo o de los
hombres. Pueblo. Saber, querer, poder
camino de la sobrevivencia, de la muerte o de la gloria. La justicia – pan
del pueblo – casi siempre hambrea al hombre. Ante un pueblo con justicia,
sobra el arma. Defender los
derechos del pueblo pareciera subversión. Mientras la llama roja de la fe flamea,
la Libertad es la religión definitiva. La poesía de la Libertad el culto
nuevo. Los hombres, todos, los nuevos sacerdotes. Las capillas, todos los
caminos de la Paz. Renazca la cena que recrea, lejos de la cena miserable. Es
preciso sentir la muerte girando en los talones. Sentirla girando en los
Guantánamos. Sentirla cagando en
los hambrones. Es el momento de hacernos solidarios. Una tempestad de fusiles
nos acecha; pero aún quedan brazos para izar banderas. Llegó la hora de
cargar con los sueños que inventamos. A vivir mientras el alma nos suene. A
morir cuando la hora nos llegue que hay ruiseñores que cantan encima de los
fusiles, por debajo de la muerte. Pólvora. Se empieza por
la palabra. Al pie de ella, nace el pueblo. Perdida, en aprieto el pueblo,
apela por la pólvora. Despierta la conciencia, se encienden las pasiones,
surge la tormenta que arrasa, renueva, restaura, limpia, purifica. Al precio de su sangre, insurge el
pueblo en busca de palabra. Se rebela. Desaforado, corre tras el pan. La guerra, el último remedio, sólo
medio; el fin, la paz. La pólvora o la guerra, esfuerzo hacia la paz. El
progreso, la civilización – injusticia armada – sistematiza, perfecciona la
barbarie en medio de la larga letanía de este inhumano laberinto de finanzas
salvajes, inconclusas, inventadas. Todos los náufragos tienen derecho a ser
salvados, el límite lo da la dimensión del barco. O revolución o
contrarrevolución. O revolucionarios o contrarrevolucionarios. Obstaculizar o
construir. La revolución es una
necesidad histórica, un hecho inevitable. De pueblo en pueblo, la revolución
un día llegará. Podrá el día estar lejano, mas sí signado y ninguna reforma,
ningún artificio, ninguna represión podrá evitar su adviento.
Definitivamente, la revolución comienza por la palabra. Perdida la palabra,
al pueblo no le queda sino asirse a la pólvora para reencontrar el camino,
que puede ser de mucha o poca sangre. Palabra, pueblo,
pólvora:
consignas para un mundo o una patria en pie de guerra. Para el pan que
haga falta. ¡Alumbre la luna nuevas intenciones desde este ruedo fantasmal
del hambre! |