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1. A coro en el asombro
1.1. Paso del tiempo
Alto para fijar el
horizonte, para otear la plenitud del día. Campanada de garza aleteando en
la cresta de algún ciprés dormido, en busca del anafre o del camino. Un par
de sueños despertando auroras. Un par de ojos descubriendo estrellas. Alma
escarbando abrojos, serranías. Dos luceros velando en fogarada. La Luna
vigilando, bien despierta, al hombre entretejiendo sus jornadas. Un modo de
mirar, mirar despacio las sombras infinitas de los árboles, sus quejas, sus
lamentos, sus latidos. Compás para medir la lontananza, la distancia entre
el sueño y el olvido. Hallazgo de la vida, dentro, fuera. Atinar con el
próximo jalón. Inventar nuevas rutas, nuevas eras, el viraje que a diario
nos aguarda. Hurgarse, hundirse, ser sentirse, serse.
Dar con la vena justa de la gracia o
con el alma de la patria en ascuas. Paso de lluvia en torrencial suspiro
mientras la madre su bocado implora. Un niño que en harapos llanto mira.
Una manera de sabernos vivos mientras cruzamos noche, tempestad, neblina,
vendaval y cangilón, pena, chaparrón, vida o sobrevida. Diciembre:
villancicos, serenatas, cuando bajan los ángeles a tierra para sentirle al
hombre su quejido. Diciembre: lumbre, diapasón y canto. El abrazo temprano
a nuestra madre que empieza, que prosigue, que culmina. Diciembre: el
timbre con que el viento invita a seguirle los pasos a la vida, envueltos
en rastrojos de la muerte. Remanso suspendido en la jornada para tomarle el
pulso al ventisquero, a la tormenta, al rayo, al huracán.
Sabor a trigo, a leche a miel, a
rosas, a durazno, que como un corazón recién nacido al despuntar el día
palpita entre los dedos de las hojas por su sola dulzura sostenido. Himno
con que cantamos a la vida en busca de una humanidad en paz tras un
amanecer de cara al hombre, de espaldas a la noche que nos cruza. Tras un
amanecer que al fin alumbre un día con la noche esclarecida de azul mañana
que la fe vislumbra. La luz en lontananza que nos mira. Infinito fulgor
acurrucado en nuestros pies, en nuestras vagas sombras. Los árboles, la
noche, entre los nidos. Un duendecillo en medio de la fronda. Los hombres
tras la tierra prometida. Soplo de brisas, canto, resplandor. Fabuloso
recuerdo alborozado. El hombre, tierno niño, desenfunda la alegría
escondida entre la infancia.
Pasos del viento, chispas de
luciérnagas. Paso del Tiempo, paso de la gloria con que engañamos a las
propias penas. El hombre encandilado por sus sueños. El hombre a
solas con su propia sombra. Noche de luces, noche iluminada. Para un Dios
que ría como un niño. Para un hombre que ría como un Dios. Silencio y
soledad, clara ternura, añoranza sutil sin aspaviento, hacia la luz total
de nuestras cosas, hacia la luz total de la esperanza. ¡Ay del que viva
lejos de su infancia, del que no sepa de ningún lucero, del que ignore el
color de las ovejas y del que ausente de su ser delire! ¡Feliz quien con
Francisco, atento, asista al canto matinal de los turpiales! ¡Feliz el
simple labrador que sueña en ver crecer la flor en sus plantíos! (Germán
Pardo García).
1.2. Paso del hombre
La dulce sombra del común destino
mientras murmura alrededor la noche, arrodillada en los fogones yertos.
Oscuridad de noche confundida en medio de la lumbre peregrina, encima del
estruendo del misterio. Fragancia matutina, gloria breve. La clara majestad
de los caminos. El tiempo fatigado de infinitos, el que a la muerte sin
cesar nos lleva. Una luz, un candil intermitente, soledad de un ligero
arrobamiento, sólo de asombros infinitos llena, la vida es una gloria
suspendida. Descubrirse, encontrarse, hallarse, abrirse, desencerrar la
pauta que nos falta. Vivir sin miedo, en libertad, de veras. Toparnos con
el corazón silente que nos oye, nos sigue y nos conoce. Dar con el lagrimón
de la vereda, latigazo que a todos atribula.
Gozo, bondad y sobre todo paz para la
buena voluntad del hombre. Tras esta oscuridad que nos circunda. La cresta
de un lucero que nos mira, por el postigo corazón mirando. Pausa para
mejores madrugadas. Una pregunta en pie para los hombres. Para el pobre que
nunca tiene nada. Para el triste que llora su amargura. Júbilo,
alumbramiento, bienvenida. Ara en fulgor para el altar del tiempo. Luz en
la voz y luz en las miradas. Gloria en la luz y en el amor del día.
Llamarada de paz para la nave colmada de borrascas en la noche. Algo mejor
para el mañana incierto. De nuevo niños con asombro puro. Aire de claridad
en la amargura. Cósmica fuerza sobre el mundo alzada. Los pájaros, los
árboles, la tarde, al habla con la brisa y con los hombres.
Victoria de la noche de luceros
saturada, victoria de la vida. La sangre universal cuando concilia la
Tierra con los seres y la Nada. Dios acicateando resplandores. La ternura
del hombre florecida. Paz, gozo, amor, en yunta enarbolados, para una
humanidad en pie de guerra. Latido de corderos y de ángeles anunciando la
paz a los pastores. Paso del tiempo, paso de las cosas. Paso del hombre a
solas con su sombra. Estrella en el camino de los magos. Estrella para el
hambre de los pobres. Fragua para escaparnos de la muerte cuando la noche
necia nos persigue. Manera de decir que Dios existe sin que nadie conozca
sus resabios. Vieja costumbre de jugar a Paz entretanto la tierra se
desangra.
Deseo de partir al infinito. De cara
hacia el misterio. Para siempre. Luz de la luz, en gozo reverente,
deslumbrando los tránsitos finales. Balcón por donde un niño al mundo
asombra con sus hombros cargados de juguetes. La noche fulgural donde
nacemos cuando a morir apenas comenzamos. Un niño con nosotros de la mano
la puerta del misterio nos descubre. La sombra de la aldea galopando
auroras, portachuelos, madrugadas. Definitivamente encandilados frente al
día en que el odio no amanezca, seguimos puntualmente el paso al sol,
esquivando las garras de la guerra. Diciembre altivo en las fulgentes eras.
Diciembre en el fulgor de la alegría. En los ojos azules de los ángeles y
en el hambre del pobre y su quebranto. Diciembre, alumbramiento,
bienvenida. Diciembre, asombro, arrobo y fogonazo. Diciembre, claridad en
la amargura, para el pobre que duerme en el barranco. (Germán Pardo
García).
1.3. A flor de siglo
A flor de siglo, el hombre a tientas
viaja de espaldas a su sombra. Los árboles extrañan su presencia; los lagos
y los sauces, su tristumbre. Las nieves en sus cimas lo recuerdan; las
huertas añoran sus semillas. Con amplias tiendas en Marte y en la Luna,
desolada, la tierra sólo es queja, lamentación, huracandad y grito, sin árboles,
sin lagos y sin nieves; sin huertas, sin almácigos, sin hombres. Apenas
duerme el sol en altas cimas, al lado del rugido de los vientos, en noche
sepulcral, horrenda y fría, lecho de fauces, fosas y lamentos. Soledad,
soledad, la de la tierra, con sólo el sol soldado y centinela.
A flor de siglo, casi sueño, el
hombre, sombra de paso por la noche en sombra, árbol sin tierra, fuego
entumecido. Feracidad el siglo que amanece con su canto debajo de las
aguas. Lejos, borrosos, quedos, los caminos El agorero llanto de los
pájaros esconde en su garganta la cigarra - guitarra augusta en forestal
plegaria -. Mañana cuando tornen las luciérnagas, el sol sobre la copa de
los árboles brindará por los sueños de los hombres, por el canto del bosque
y sus caudales, porque regresen todos los caminos y sol y nieve sigan
siendo hermanos.
Ligeros de equipaje, vamos o venimos.
De repente el rocío mañanero bendice nuestra suerte. A tientas cada noche,
en sueños o vigilias, reconocemos nuestra casa entre la luz de los postigos.
Una que otra luciérnaga alumbra la esperanza. El aire bailotea en la
espesura, los gallos poco a poco se despiertan y echan al voleo su largo
canto. Algún colegial abre el camino de la acera. Alguien de prisa nos
saluda. Sin pensarlo, nos hallamos estrenando sueño, día, mes, año, siglo.
Todo debe ir con acento cuando la vida
de regreso llama, cuando se aclaran todos los caminos. Encontraremos todos
nuestro viaje. Seremos lo que fuimos, mientras somos. Iremos al paso de una
sombra. El paso de una sombra nuestra vida. Modo de jugar a muerte, a
noche, a sueño, a vida. Juego antiguo, incógnito, perdido. Datos, señas,
cifras, para ocultar la noche; para asaltar el alba ante el altar del
viento. Intento, soplo, eterno el alarido. Porque toda piedra alguna vez
fue estrella. Porque venimos de polvo de estrellas, polvo de estrellas
somos y en polvo de estrellas nos convertiremos.
Si supiesen los hombres del camino,
tornarían repletos de regresos. Si advirtiesen el fuego de la aurora, sus
morrales de fuego encenderían. Si el hombre se midiese con el viento,
sabría que todo pasa como el sueño. Si atisbase la clave de los pájaros,
descubriría el sueño de la tierra. Si echasen un vistazo al sueño, al
mundo, de incógnitas su vida llenarían. Si supiesen del alma de la vida, de
su sombra el tamaño conociesen. Si la muerte los hombres divisaran,
vivirían pendientes de la vida.
"Llega un milenio y se va
otro… por el camino como yo te consumes/ y como todos te desapareces,/ pero
tu vuelo siempre da en el blanco… Por esta calle ya pasó mi entierro… Lo
voy siguiendo ahora desde lejos,/ al paso de los años… En el buzón de
tiempo las palabras/ se fraccionan en sílabas y llantos/ otras se juntan
como peces/ que huyeron de su orilla/ y algunas más se reconocen/ en las
navajas del silencio… Cada siglo es un mito o un escándalo/ pero sólo al
final nos deja atónitos/ sin saber qué ocurrió / qué está ocurriendo/ qué
dejamos atrás en los jamases/ cuál es el mundo real / el que se apaga/ o el
que nos deja el corazón sin dioses… en qué muelle en qué azar en qué
crepúsculo/ destaparán su siglo los venales/ para brindar por íntegros y
libres… tengo los pies desnudos para entrar en el siglo/ y el corazón
desnudo y la suerte sin alas/ vamos a no estrenarlo con quimeras exangües/
sino con el dolor de la alegría." (Mario Benedetti).
1.4. A ras de vida
¡Oh tiempo, llegado de las grandes
praderías! Giras. Nos acabas. Nos estragas. Nos malgastas. No eres el que
pasa. No eres el que se va. Somos nosotros los que nos alejamos. Somos
nosotros los andantes, nómadas, ermitaños de un alba sin nombre todavía.
Eres el silencio que se sienta a escuchar las pomarrosas. El arroyo que
escucha el piafar, la turbulencia. La nueva edad, la de las flores
distantes de la guerra – estandartes en la fronda -. La del viento que
entona su victoria. La del amante dormido junto al mar. La del sol que se
duerme sobre el monte. La del grito guerrillero, planetario, jugando por
fin y solamente a la palabra. La de la montaña que ha de libertarnos. La
del alma despojada de odios para que la vida sea siempre mañana.
¡Cósmico movimiento, según el antes y
el después! ¡Imagen móvil de la eternidad! ¡Orden de las sucesiones!
¡Devenir! ¡Invención! ¡Creación! El de crear, el de crecer, el de
engendrar. ¡El de las grandes galerías! Pasado el huracán, el torbellino,
el desespero, torna, apacible, el rostro de las aguas. La tierra muda de
corteza. Salvaje, nómada, la lluvia vuelve a sus trigales. Y el tiempo silba
a ras de vida, a ras de suelo, a ras de huerta, a ras de siglo. En el
perfil del siglo medita la esperanza o la espesura.
¡Tiempo inmensurable, benignas sean
las horas nuevas! Benigno el campo, los hogares. Benignos los arados.
Benigno el pan multiplicado en paz y en libertad. Benigna la sierra, la
arboleda. Un pueblo hambriento confía en tus pasos. Es tiempo de escribir
con mayúscula el amor. Es tiempo de que el prado sea más verde. De que
aminore el mal, el miedo, la prisión. De que en medio del océano resplandezca
Paz. De que aparezca otra ley, otro campo, otra ciudad. Otro pueblo, otro
trabajo, otra razón. Otro palacio, vida y dignidad.
¡Oh formas de la noche intemporales!
¡Oh ausencias insepultas! ¡Oh distancias! ¡Paso del tiempo. Paso de las
cosas! ¡Paso del hombre a solas con su sombra! ¡Oh tiempo, no absoluto,
atado al cambio, al movimiento! Somos "un fue, y un será y un es
cansado". ¡Tiempo planetario, secular, eterno, danos tiempo para el
tiempo. Senos mensurable, cómplice, propicio, camarada, salvador!
Inmensa nuestra noche. Nuestra
vigilia, inmensa. Nuestra huida de la muerte. Nuestro asombro o noche
sepulcral. Donde tanto fue diezmado, desguazado, consumido, arrebatado.
¡Salva, Oh tiempo, nuestra Paz! ¡Aconseja nuestro viaje, nuestro adiós! ¡Tú
que huyes, talas, rompes, tú que estragas, acabas y malgastas, danos
tiempo, tiempo simplemente, para buscarle tiempos a los tiempos, para
ponerle trampas a la muerte!
"No quedará nada de nadie ni
de nada / sino el tiempo tras sí mismo dando vueltas; / el tiempo sólo,
invento de un invento, / que fue inventado también por otro invento, / que
fue inventado también por otro invento, / que fue…" (Eugenio
Montejo).
1.5. Vivos todavía
Vivos todavía, bajo la sombra de la
noche, mensajera de misterios. Cabe la lumbre de un amanecer repleto
de luciérnagas. A lomo de siglo. Al compás de un mismo sueño. Dispuestos a
alcanzar el horizonte. Desde estas alboradas soñolientas. Desde el relente
de este portachuelo. Vivos bajo el caudal enloquecido. Bajo la lumbre
agazapada, el cósmico pavor de la centella. Vivos todavía. Ante la huerta,
jalonando soles, siglos, madrugadas, ventisqueros. Cruzando ríos en noches
espantosas. Cruzando mares. Invocando orillas inasibles. Capeando turbias
confusiones. Remando entre tifón o torbellino. Después del vendaval, el
cataclismo y la vorágine. Después del arrebato. Después del llanto, el
miedo, el desespero. El hombre al desamparo de los dioses. A cielo
descubierto, galopando tristumbres, soledades y esperanzas.
Vivos todavía. Llegar a enero vivos
todavía. De mano del lucero. Junto al grano y la simiente. A la derecha de
la sombra. Del remolino, el vórtice o corriente. Del lado acá del cielo
navegamos. De la sombra a la pena. De la pena al sollozo. Del sollozo al
sueño. De la Nada a la Vida. De la Vida a la Muerte. De la Muerte al
Misterio. Sobre las entrañas de la noche. Navega que navega. Rema y rema.
Asombro el de los magmas furibundos.
Vivos todavía. Huyéndole al buitre de
las aguas. Huyéndole a las garras del barranco. Huyéndole a la furia, a la
jauría. Huyendo de la tarde y de la nada. De la angustia crispada de la
muerte. Al pie de algún diciembre sin enero. Sacando cuentas, esperando
olvidos. Sintiendo las tinieblas y el relámpago. El ansia desgarrada de la
luz. El canto, el rezo, el grito, el desenfado. El coro, la canción, el
griterío. El aullido terrible de los hombres. En el lugar del hambre
todavía. En el lugar del grito todavía.
Vivos, en este mundo todavía. A la
espera del juicio, la sentencia. Frente a todos los triunfos y derrotas.
Venimos de la muerte hacia la vida. Nos espera la sombra de la estrella. Lo
saben las espumas de la mar. Lo saben las montañas diluviales. De donde
brota – monstruo de la noche – y estalla de furor entre las cumbres la
tormenta feroz del ventisquero. Primero fue el barro. Y el barro se hizo
llanto. Siempre fue el llanto y estamos en el llanto. Seguimos en las
sombras todavía. Vivos, en este barro todavía. (León Felipe).
Crujientes vendavales milenarios. Los
pliegues de los siglos cabizbajos. Alarido crispado en huracán. El hombre a
punta de hombre y tempestad. Semilla germinal a la intemperie. Entre noches
de pálpito y conjura nos quedamos de pronto sin presente, sin futuro, sin
fe, sin osadía. Desde el fugaz umbral de los fogones, crepitando en enigmas
postergados, (Mario Benedetti) pregunta que pregunta por el hombre.
1.6. Como un árbol al pie de la
tormenta
Solos, en medio de la tierra, solos,
de la raza que canta en la tormenta, en el desierto, en soledad triunfante,
interrogamos a la noche a solas: su temible imperio que pesa como un
destino, pero nada amanece que no sea la faz monótona de otro día. A
tientas, a nivel del siglo o de la niebla que cae de los remotos días, que
crece y nos envuelve, volvemos a sentarnos y hablamos ya sin vernos; charlamos
horas sin saber quién está muerto o quién vive todavía.
Solemnes a la manera del día, es
decir, con la menor solemnidad aparente, improvisamos un simulacro de
posteridad donde empieza tranquilamente el futuro, para que la alegría
llegue a ser al fin realidad y cada niño reciba, junto al alimento y el
libro, la guitarra verde y roja a la que tiene derecho como hombre. El
mundo está en un borde. No caben certidumbres rotundas. No nos queda sino
ser contraste, hacer más vivo el vivir; no convencer ni vencer, sentir lo
que las cosas, las palabras y las horas tratan de decir.
De borde en borde, con tierra tan
ajada, con patria tan dolida, como gota en el alambre, como gota de lluvia
deshojada, no dejemos de llevarnos, que un momento separado de todos los
momentos, tiene años esperándonos fuera de los años. Los días van tan
rápidos en la corriente oscura, van tan rápidos al invisible océano.
Ardamos. Respiremos. Despertemos a la gran realidad de estar naciendo
ahora, y en la última hora. (Gonzalo Rojas).
Los años caminan a zancadas. Nada
importa que el tiempo nos arrastre. El tiempo pasa muy lento en esta noche
sin fin. Acaso centellee otro viento anunciando tempestades. Hoy somos
otros en despiadada espera detenidos. Sobre la derrota, los mil y mil soplos
del camino iluminan con su fiereza a nuestra gente que se obstina.
Defendamos con urgencia los fueros de la vida, amenazada. Se necesitan
palabras que golpeen, fuego que haga visible el ramo del primer sol o a esa
mujer desconocida que es la nochepoesía, la más larga y gozosa de
las noches. (Vicente Gerbasi).
Estar aquí, por años, en la tierra,
con las nubes que llegan, con los pájaros, suspensos en horas frágiles,
partiendo en cada mesa el pan en dos, en tres, en cuatro, sin olvidar las
sobras de la hormiga que siempre viaja de remotas estrellas para estar a la
hora de nuestra cena aunque las migas sean amargas. Cuajar en cada pieza la
pausa para otro trozo de canción. Juntar con hilo de detalles cantos
inseparables de telas y palabras. Empezar a empatar o zurcir el espacio de
la caída, como lo quería Lezama Lima. Como la madre hacer aparecer la
colcha de la vida.
Qué oscuro el borde de la luz donde ya
nada reaparece. Un día nos veremos al otro lado de la sombra del muro.
Estarás y estaremos como si siempre hubiéramos estado al otro lado de la
sombra del sueño, junto a aquellos fragmentos con los que convivimos más
intensamente, junto con la imposibilidad de escribir sobre lo indómito,
junto a tus ojos y mis manos, intactos, en la tierra de la noche, como un
árbol al pie de la tormenta. Pregunta que pregunta por el hambre. Pregunta
que pregunta por la vida, sus sueños, sus vigilias, sus asombros; sus
diciembres, eneros y febreros. En vela, con la lira del insomnio,
pulsándole la cuerda a la esperanza, velando a pensamientos desatados.
Perro parado al borde de una piedra, azotado de fechas con espinas. (César
Vallejo).
1.7 A coro en el asombro
Como si tú fueras el viento/ de alas
ciegas/ y yo un árbol o un hombre/ a la intemperie/ de la noche/ sacúdeme
los huesos/ tócame las raíces/ desátame los nudos del corazón/ mueve mis
hojas/ quema con tu mirada/ la piel mía o de nadie/ desgarra mi corteza de
sueños/ mi camisa de fuerza/ o de flaquezas/ mi ademán desusado/ en fin
destrúyeme/ la madera o el alma/ si esto quieres/ pero no me devuelvas a
esos sitios/ de donde vengo más vacío/ que nunca/ no me devuelvas a esas
fauces/ de donde ahora regreso/ más oscuro que una eternidad/ amortajada
por las nubes/ cubierto de ceniza/ como un rostro/ que ardió/ que arde sin
tregua/ desnudamente/ huésped del asombro. (Dionisio Aymará)
¿Quién que sea puede afirmar: No soy
del coro? ¿Quién que sea no es del coro? Huésped del asombro. Huéspedes del
asombro. Sí. Mas a coro siempre. A coro vamos y a coro llegaremos. A
coro en el asombro. En asombro al descubierto. Genética, ontogénica,
filogénicamente, nacemos con la impronta cultural de nuestra especie,
nuestro coro, inmersos en el hormigón histórico de nuestra conciencia
colectiva. Apenas si llegamos y de súbito estamos en razón de asombro, en
asombro compartido. En serendipity, en acecho, cabe la vigilia. En
hondas madrugadas, en las altas horas del alba, tras el salto del dato
inesperado, indispensable para darle aliento a la pesquisa diaria.
En asombro. Entre la armonía
del silencio, después de los sonidos y alborotos cotidianos. Al compás
de las estrellas, en alas del silencio, proclamando la fe que nos convoca
antes del alarido y la amargura. Desnudos, solitarios, en vela, insomnes.
Como peces que navegan en el aire a la orilla más pura de la calma.
Mientras a lo lejos un perro nos recuerda o el guanábano nos mira de reojo
o nos hace volver a las espigas o al fondo más lejano de los vasos. En resilencia
permanente. Como el acero cuando, a pesar de ser sometido a variaciones de
calor y desestabilizantes, cuenta con la capacidad de recuperar sus
propiedades originarias. En armónico silencio, el universo en
resilencia. El que a modo de viento grita entre las gargantas de los
montes, mientras se transforma en dulce sonido gracias a la flauta del
pastor-poeta. Entrando en el bosque donde ya han esperado tanto tiempo los
pájaros tu presencia y la mía. Llegando a la lluvia cuando sus pininos da
al despuntar la tarde o al nacer la noche.
Porque ¿dónde y cuándo nació la Poesía?
Del vientre de la noche un día que la lluvia estaba distraída. El eco de la
armonía universal. El viento en busca de un embudo de trasvase. La llama
sin tregua. El viejo embudo de trasiego, abandonado en el repecho de la
colina o en el rincón más oscuro de la cueva. El asombro, la palabra. La
rearmonización de los cuatro elementos. El juego de las sombras, el
asombro. La danza del aire en fuego, en tierra, en agua. La voz de Dios
ante la tierra sorda. La minúscula, diminuta, dorada mariposa que interrumpe
nuestra línea, nuestra plana, nuestra cuenta, nuestro asombro, asombrada
tal vez del paso de una sombra o nuestra vida. La misma que besa nuestro
sueño, nuestra alba, nuestro insomnio.
Por eso, este sueño puesto en limpio.
Camino de la vida. Dando tiempo al camino a que regrese. A coro en el
asombro. A coro, en aras del asombro vamos. ¡Asombro, el hombre todo
mientras viva! Entre corotos, trastos o trebejos. A coro, a coro. A coro
en el asombro. A son de pétalos zafados de la luna. O de esta sombra
antigua, vagabunda.
2. Parte de asombro
2.1. Asumir nuestro destino
Era el tiempo del despertar al
infortunio desde la comarca de la infancia, desde el útero feliz de la
campiña. La aldea dichosa que de antiguo requería el milagro del canto
mañanero. Comenzamos por cultivar almácigos cabe la sombra de los guamos
memoriosos de la aldea. Almácigo llamamos al primero de los sueños
al pasarlo a limpio. Y así a los seis primeros sueños en homenaje al "arbusto
sabeo" que nuestra fecunda zona viste de jazmines. (Andrés Bello).
Almácigo, semillero, en la esperanza de que algo el tiempo salvaría de
aquella siembra. Después supimos que equivalía al lentisco, al arbusto
siempre verde de cuyo fruto se saca aceite para el alumbrado y al turbinto
del Perú, bebida muy grata. Ojalá lumbre o vino fuera cada almácigo.
Andando el tiempo, llegó la noche
insomne. Ante la escalofriante letanía del dolor humano, el registro
del vía crucis diario, el dies irae, la cósmica plegaria, la
bienaventuranza nueva, la meditación en el desierto en busca de la tierra
prometida. El ansia de la Paz, la solidaridad, la fraternidad humana, la
utopía, la pazpoesía.
De sorpresa en sorpresa, en sobresalto
cotidiano, el estupor, el embeleso, el entusiasmo, llenaron nuestros ratos
y nos sentimos en asombro, al descubierto, a coro en el asombro, en
noctívaga contemplación, capturando instantes, tristumbres, arrecheras,
brincos, oquedades, lanzando pompas de jabón a los caminos del viento.
Convencidos de que "puesto en palabras/ quizá una
flor sería/ la faz del alma" (Ramón Iván Suárez Camaal). De
que el Parte de Asombro es la mejor forma de lidiar la muerte.
Justo cuando el mundo vive entre
galácticos presagios y alientos de hecatombes regionales, construimos
nuestra propia trinchera y desde ella disparamos, a diestra y siniestra,
contra obnubilados y díscolos, contra obtusos o bribones, con la más
convincente de las armas: el verso. Soldados de la Paz, disparamos nuestros
versos contra la guerra.
Sabemos que escribir es una
búsqueda, un destino, una opción, un modo de vida; una necesidad, una
pasión. Es aprisionar un asombro y pasarlo a limpio a través de la alquimia
de la letra o la palabra. Algo que se hace fundamentalmente con palabras,
con emociones, con sentimientos. Escribir es elegir un tipo de vida:
el ejercicio ordenado y voluntarioso de la creación, mediante la
autodisciplina y la vigilia creadora. (Jairo Restrepo Galeano). Antes que
mercado, glamour o falso compromiso, escribir es un acto, un vicio
solitario. "La máxima aspiración de un novelista o de un poeta, es
estar a solas con el lector. Es el momento sublime en que esos dos seres,
sangrantes, escritor y lector, se reconocen en el mero centro de una
página, y se saben hermanados por sus apremios y fantasmas." (Héctor
Rojas Herazo).
La escritura es una
manifestación estética, una obra de creación que nace con la intención de
comunicar ideas, experiencias, emociones o dudas. Algo vocacional, una
convocatoria, un llamado del alma. La escritura, la literatura, ha de ser
un fin en sí mismo y no un medio para algo. La mejor forma de ser escritor
es serlo. Y la mejor forma de ser es atreverse a ser: hundirse, hurgarse,
ser, sentirse, serse. "Encaminarse a una estrella, sólo eso."
(Martín Heidegger).
El escritor trabaja manipulando el lenguaje.
Su labor es como la de los ríos que van puliendo las piedras hasta que
producen una música determinada en el agua. El escritor pule las palabras
como si fueran piedras hasta que produzcan la música, la poesía que se
pretende. (Yolanda Delgado Batista).
"Hacer de la palabra un
instrumento certero y fehaciente. Fundar un país con palabras verdaderas,
dignas y apasionadas" (Juan Carlos Santaella). He ahí el reto. "He
aquí el enigma: / Cuándo/ con qué fuerza/ de qué modo asumir/ nuestro
destino" (Dionisio Aymará).
2.2 La poesía, larga quemadura
Soplo de aire que desde la primigenia
mañana del génesis tiene poder de creación. Hacer caber a Dios en un dedal
o al sol en el ojo de una hormiga o al mar en los labios de una perla. El
reverso de las cosas y la vida. Querer arrear la luz. Encontrarle al
silencio su guarida. Caracol donde resuena la música, el alarido o
desesperación del mundo. El soplido del universo que gime entre las rocas.
El armónico silencio, el universo en resilencia. Acto de fe en el hombre,
en la palabra y en la vida; sorprenderse, extrañarse, asombrarse; un arma
cargada de futuro; un instrumento para transformar el mundo. "La
poesía, larga quemadura, / pávida voz, diadema planetaria, / hecha toda de
cólera y ternura." (Dionisio Aymará).
"No creamos; en rigor, combinamos
palabras e ideas que existen antes, independientemente de nosotros. Un
texto es también un intertexto, como se ha dicho hasta el cansancio."
(Leonardo Rossiello). Por lo demás, "aceptar una influencia es aceptar
la tradición. Sólo quien ha sido influido muy a fondo (por uno o por muchos
escritores parientes) puede ser un creador. Los otros, los que se dejan
influir a medias, serán los escritores mediocres." (Héctor Rojas
Herazo). "Hombre culto es aquel que ha olvidado a qué libro o a qué
autor pertenece tal o cual cita, sostenía Pound. Los antiguos decían que
era necesario ocultar la fuente, que la tarea del sabio era hilvanar lo
cosechado en libros y articular con ello una expresión personal. Cada
palabra que escribimos ha sido escrita por otro, y cada idea que concebimos
ya viene manoseada por el imaginario de muchos. Lo auténtico, venga de
donde venga, gracias a una suerte de saludable instinto, lo sentimos
siempre como nuestro: terminamos absorbiéndolo. La palabra escrita está
hecha para reescribirla, y la lectura no es sino el nacimiento de un autor,
otro, para un idéntico libro." (Gustavo Valle). "Lo más
antiguo de cuanto es antiguo viene en nuestro pensar tras nosotros y hacia
nosotros" (Martín Heidegger). "El decir del poeta encarna
en la comunión poética. La poesía: búsqueda de los otros,
descubrimiento de la otredad." (Octavio Paz). "Ser con
otros, gestarse con, gestarse histórico, destino colectivo" (Martín
Heidegger). Lo importante no es que algo haya sido dicho; sino que se siga
diciendo. Poesía, Sociedad Anónima. El equipo de cuantos nos
precedieron, nos acompañan y acompañarán. La obra colectiva y anónima,
transformando y creando conciencia impersonal, (Gabriel Celaya) en cumvalía
creadora.
"La poesía tiene que empatar o
zurcir el espacio de la caída… Frente al pesimismo de la naturaleza
perdida, la invencible alegría en el hombre de la imagen
reconstruida." (J. M. Lezama Lima) "La poesía es el último
misterio que nos queda, nuestra última carta de parentesco con la
divinidad." (Jaime Jaramillo Escobar). "La poesía es una forma
personal de reflexionar sobre el misterio de las cosas. Pero una manera de
reflexionar que conduce a ella misma, que se satisface en el lenguaje. Que
regresa de las cosas a quien forcejea haciéndose más y más preguntas
inútiles sobre las cosas." (Juan Calzadilla). La poesía magia y
realidad, la belleza y la sordidez del asombro y el desencanto; una vida
nutrida en otra vida, dos vidas nutridas en un mismo ambiente; la tarea del
existir en la palabra compartida. Siendo todo vacío, azar, a la palabra no
le queda sino ser fragmentación de realidad, porción de asombro,
concomitancia, sueño, la antigua, luminosa resonancia, la misma que a las
costas de la divina antigüedad nos ata, "la invicta luz que se
coagula al florecer/ fuera del tiempo" … "La poesía
cruza la tierra sola,/ apoya su voz en el dolor del mundo/ y nada pide/ -
ni siquiera palabras."… "Este poema fue escrito en
otro siglo,/ por mí, por otro, no recuerdo,/ alguna noche junto a un cabo
de vela." (Eugenio Montejo). "Quién hubiera dicho/
que estos poemas de otros/ iban a ser/ míos/ después de todo hay hombres
que no fui / y sin embargo quise ser… quién hubiera dicho/ que estos poemas
míos/ iban a ser/ de otros." (Mario Benedetti).
2.3. Perfil
Nos hicimos a la vida tal vez en
fresca, apacible, candorosa aldea, camino del pueblo, de alguna capital o
algún amor. Entre borrasca y cangilón, vimos amanecer en muchos puertos.
Entre soledumbres, andanzas, hondonadas, horizontes, auroras y crepúsculos;
de regreso al amor ardiente de la aldea, ¿acaso las piedras preguntan por
perfil alguno? Entretanto, el hombre que vamos siendo, corre a preguntarse:
¿cuál nuestro perfil? Y es alto el perfil del Comandante, el perfil del
Académico o Levita. Son muchos los perfiles. Sin olvidar que a pesar de
cualquier otro, nuestro título mayor es el que nos da la tierra. El título
con que el terrazgo selló nuestra andadura. Nuestro único título, el de ser
hombres, y ese basta. Y cómo que si grande el título que da el Ande. Ser
andino es la fortuna mayor que nos brindó la vida. Podremos contar con uno
y mil títulos; pero el que da la tierra no podemos cambiarlo por ninguno.
Vayamos donde vayamos, todos tropezarán con el acento de la tierra, con la
gracia de la tierra, con el enhiesto perfil de nuestra tierra. Entonces,
¿por qué tanto sufrir por el perfil? La derecha no lo tiene; la izquierda,
menos. ¿Quién en sí nos da el perfil? La tierra que nos dio la vida. La
madre que nos cargó en su vientre. La madre-tierra, en unísono latido, en
nueve meses largos perfilando nuestros sueños.
Después, en angustia existencial,
amanecimos. Dispuestos a coger camino. Escogimos amor, sueño, capricho,
trashumancia, lejanía. Y hasta podremos escoger la muerte. De escogencia en
escogencia, dimos rienda suelta al hombre que de tanto hurgar hallamos
escondido. Encontrarse, fue nuestra mayor tarea. Dar con el hombre que
asomaba desde adentro. En plan de hombritud, fuimos dando tiempo al regreso
del camino. En humana completitud, completamos lo que completar se pudo. Lo
que alcanzamos a redondear de veras. Para dar con el precio de la vida:
echar un barquichuelo en la quebrada, echarlo de mañana, bien temprano,
luego irse con la tarde alucinada y estarse con la luna entre la mano para
caer en cuenta de la nada.
Completitud la vida del hombre
mientras viva. Hacerse, darse formas nuevas. Crearse a partir de lo que
fuimos, somos, hacemos y seremos. Madurar, cambiándose. Elegir nuestra
corriente existencial, en vibración consigo mismo, con aquél y aquello que
nos rodea. En búsqueda del ritmo propio, pensando a diario en qué somos,
por qué estamos y para qué servimos. Frente al sol. Lejos del perfil, que
sólo nos lo ha de dar la piedra callada del camino o la flor que
encontremos en la muerte.
2.4. Ser humano es maravillarse
"Los físicos no son gente como
los demás… y los poetas tampoco. Todo el que se dedica a una actividad que
exige mucho del intelecto y de las emociones al mismo tiempo, es natural
que sea un poco extraño… Como a muchos poetas, al físico le parece estar
buscando la "verdad". Claro que define la verdad de acuerdo con
su propio sistema de reglas, y no piensa en mucho en cuáles son éstas
(hasta que se hace viejo, cuando los buenos físicos suelen volverse malos
filósofos). Por eso acaso se sorprendería tanto como el poeta al saber que
algunas de esas reglas tienen que ver con la belleza. Una idea tiene que
ser más que cierta, tiene que ser también bella, si ha de causar mucha
excitación en el mundo de la física. En cualquier campo, la facultad de
crear tiene una dimensión emocional. Esto podrá parecer sorprendente, dado
todo cuanto siempre nos están diciendo de la objetividad científica. Pero
estas reglas sólo conciernen al modo en que una idea recibe su prueba
final. El modo de surgir una idea no suele ser nada objetivo. Y si la idea
llama la atención por su belleza, es posible que la crean aun en ausencia
de testimonios confirmadores y se aferren a ella hasta que sean abrumadoras
las pruebas en contrario. El creador de una idea científica abstracta pone
en ella tanto de su personalidad como cualquier artista en su obra… La peor
actitud posible para emprender el estudio de la física es la de un pavoroso
respeto. Como muchas empresas venturosas de los humanos, la física ha
progresado en gran parte por atenerse estrictamente a lo suyo."
"Ser humano es maravillarse. Los
niños lo hacen durante cierto tiempo, antes de que les enseñemos a
contentarse con lo evidente y dejar de hacer preguntas tontas. Es más fácil
pagar a hombres que conserven algo de niños y se planteen las cuestiones en
nuestro lugar. Entonces nos agrada suponer que todo hombre dedicado a tan
esótericos empeños tiene que ser insensible y aun tal vez inhumano. Con
nuestros artistas cometemos un error no menos grande al considerarlos
demasiado sensibles." (Robert H. March).
2. 5. Vademécum poético
El poeta muchas veces no es brújula ni
siquiera de sí mismo. Uno no puede ser brújula de nadie. Cada quien tiene
su brújula. Pero sí creo, como decía Rimbaud, que el poeta es un vidente.
El poeta es capaz de trascender hacia lo que no es visible. Cuando Rimbaud
escribe "una catedral que desciende y un lago que sube" eso no es
algo visible pero él lo está viviendo en ese momento. Yo no creo que la
imaginación ande por un lado, la sensibilidad por otro lado y el
pensamiento. Todo está unido en la vida de cada uno. Solamente así se puede
dar lo que se debe dar. El poeta nunca está conforme. Siempre cree que debe
dar algo más. Yo creo que el poeta debe estar abierto a todos los mundos,
incluso al de las hormigas. Sí, las hormigas. ¿Hace cuánto que no te
detienes a verlas? Ellas tienen su lenguaje. Como tienen su lenguaje el
viento, el agua y la noche. Hay que oírlos a ellos también. Los poetas deberíamos
estar ya bastantes cansados de escucharnos siempre a nosotros mismos.
Yo he llegado a la conclusión que los
libros están dentro de uno. Ellos nacen desde el momento en que el niño
abre los ojos. Porque desde ese momento el mundo entra en él y él lo siente
y lo escribe. "Todos tenemos un libro por dentro; algunos lo
escribimos y otros no." (Julio Ramón Ribeyro). Es una gran verdad.
Todos escribimos un libro. Los que lo llevamos a la página en blanco somos
aquellos que lo hemos escuchado en algún momento de nuestras vidas.
El libro empieza a vivir en el lector.
Mis libros no respiran hasta que están en manos del lector. En mis manos
mis libros desfallecen. Los ojos del lector siempre reaniman a las
palabras. El lector es el que le encuentra sentidos a lo escrito que el
autor jamás podrá imaginarse. El lector no se vale de nada para interpretar
una metáfora. La mirada del lector es pura, limpia.
Toda mi vida he procurado mirar lo que
se ve y lo que no se ve, lo que está al alcance de nuestra vista y lo que
se escapa a ella. Incluso he procurado ver lo que nunca veré. Creo haber
visto de todo y, sin embargo, sé que tengo mucho por ver todavía. Sé que a
veces mi mirada es una mirada perdida, pero gracias a ella he aprendido en
la poesía muchas cosas. Dirán que es una estupidez pero no es así: el cielo
no siempre está arriba de uno.
Algo sucede con frecuencia: alguien
salta el muro de atrás de la casa aprovechando la oscuridad de la noche y
se lleva una orquídea. No es algo que me agrade, pero no puedo más que
aceptarlo. Es la vida: alguien te trae algo a tu vida y otro se lo lleva.
Así, también, es la poesía.
Compartimos in extenso este
vademécum o desiderátum poético de Elizabeth Schön, expuesto ante el
periodista Rubén Wisotski; así como la frescura, diafanidad y plenitud de
su poesía.
"Hay una palabra/ larga o
corta,/ inmensa o pequeña,/ que nunca se pronuncia./ Es una palabra sin
pomo,/ de hilaza,/ temblor,/ serenidad,/ irreductible…/ La palabra que
después/ de haber engranado/ en lo ilimitado de lo simbólico,/ y de haberse
dejado arrancar/ su estandarte de apetecible pulpa,/ recupera de nuevo su
superficie/ y reabre la plenitud de lo invisible./ Nuevo el fulgor/
fragante de la voz,/ si a la rada del alba/ y al lindero del planeta/
llegan las palabras de la nave/ y bajan las cerezas infinitas/ del
navegante y la siembra." (Elizabeth Schön: La plenitud de lo
invisible).
"El intercambio de lo oscuro y
la luz,/ su ascensión,/ su regadío,/ y los desperdicios cayendo,/
desmoronándose,/ hasta hallar la pulpa/ que no es posible colorear./ No hay
plenitud más cabal/ que la de la piedra siempre piedra/ y constantemente
poseyéndose/ con su portal/ al final del último peldaño./ Redonda al
mirarla,/ lisa al palparla;/ mas cómo se agiganta/ al vislumbrar su última
verja,/ esa que se atisba en medio del sol,/ en el centro de la oscura y
primaria semilla./ Tocar sus costados,/ sus poros,/ sus cavidades,/ y
adherirnos a ella/ hasta enlazar latido con latido,/ espesor con espesor,/
hendija con hendija,/ y sentir sólo su concentración,/ su inmovilidad,
presionando más y más/ para olvidar cómo se rompen y se deshacen/ los
refugios de las presencias espaciales./ Saber que gira envuelta en luz,/
sombras,/ raíces,/ es oír la vertiente/ y entrar en el esplendor/ del
íntimo reflejo./ Si le hablamos/ nunca responde./ Si la acariciamos/ o la
destrozamos,/tampoco se rebela./ Sabe muy bien que su destrucción/ es
solamente el descanso/ de la campana repicando./ Única,/ no por su mutismo/
ni su gravedad./ Única,/ porque no desiste en su empeño/ de brindar siempre
lo mismo./ Sentirla así,/ piedra y sólo piedra./ Después callar/ y
quedarnos con ella/ y ese inquieto latido/ que no nos abandona/ aunque sea
nuestra/ la atenuante tranquilidad de la piedra;/ pero ella vive
únicamente/ de su íntimo secreto./ Alcanzar su humildad/ es hallar el
centro/ y dejar que todos los caminos crezcan./ No hay que apresarla./ Ella
yace con su carga/ y su habitual frescura/ y sin más dobleces/ que el
camino y la señal." (Elizabeth Schön: Es oír la vertiente).
2.6. Abrazo, grieta, sueño y alumbraje
Creo que hay que resistir. Pertenecer
a una obra grande que a todos nos incluya. A la vida le basta el espacio de
una grieta para renacer. El mundo nada puede contra un hombre que canta en
la miseria. Unidos en la entrega a los demás y en el deseo absoluto de un
mundo más humano, resistamos. Lo esencial de la vida es la fidelidad a lo
que uno cree su destino. Decidir conforme a la vocación, conforme a ese
llamado interior que el ser humano escucha en el silencio del alma. (Ernesto
Sábato). Lo humano del hombre es desvivirse por el otro hombre. (E.
Levinas). Cada uno de nosotros es culpable ante todos, por todos y por
todo. (F. Dostoiesvski).
Es el momento de tomar camino. De
forzar el destino. De echarse a andar. De creer, atreverse y arriesgar. De
resistir ante el reto, el desafío. De ser fiel a la llamada, a la misión.
De ir tras la búsqueda de aquello que nos eleva, nos levanta, dignifica. De
no correr detrás del viento sino tras el dolor de la alegría. Abriendo el
horizonte de las albas, vértigo sideral del infinito. Comprender que la
máxima propuesta del ser humano es la de forjarse un destino. Volverse
sobre sí mismo. Ha sonado la hora difícil, gestatoria, decisiva, de empezar
a encontrar, para sí mismos, expresiones nuevas, formas nuevas, nuevas
soluciones. (Alejo Carpentier). Que esta angustia se traduzca en el
hallazgo de nuevos caminos, de nuevos planteamientos y de nuevas
posibilidades.
Estamos viviendo, en términos
universales, uno de los más grandes procesos de metamorfosis y de crisis
espiritual y mental. Paul Valéry escribió un famoso ensayo: La crisis
del espíritu. Yo creo que estamos viviendo hoy una crisis de espíritu,
porque estamos presenciando una de las épocas, intelectualmente hablando y
culturalmente hablando, más dramáticas, difíciles y confusas de la
historia. Está haciendo crisis un mundo ante nuestros ojos, y está haciendo
crisis violentamente, rápidamente. (Arturo Uslar Pietri). La crisis
económica que se desboca por instantes y no puede ya ser mayor, deviene
naturalmente crisis espiritual. (Mariano Picón Salas).
Crisis de hombres, de pueblo, de
responsabilidad. De jerarquía, de urbanidad. De Universidad, de justicia,
de consenso, de unidad. De presunción, de egoísmo, de libertad.
Institucional, civil, castrense. Eclesiástica, profana, espiritual. De
angustia y riesgo. De malestar y esperanza. De miseria y salto. De aprieto
y desahogo. De depresión y auge. De alarma, contingencia y cambio. De
empeño, salvación, curso y paz. De tedio, de entusiasmo y de coraje.
Que nunca se nos nuble el horizonte.
Que nunca se nos cierren los caminos. Que siempre amanezcamos, con el alba,
alegres de abrazarnos con la vida. Que a pesar de las sombras del camino,
la esperanza la enciendan los cocuyos. Que no crezcan los cráteres del
miedo. Que no se empequeñezca la esperanza. Que el entusiasmo sea fe,
energía; creencia, riesgo, fuerza, madrugada; la festiva grandeza del
preámbulo, un desgarre de luces torrentosas, un mirar hacia dentro de
nosotros, una crisis fulgiendo en fogarada; resistir el milagro de la vida,
el abrazo del hombre que florece, la grieta que nos lleve al alumbraje.
2.7. Vivir es infinito
Desconfiando del aire, atravesando
tempestades, lidiando vendavales, llegamos a la última página; desafiando
auroras, hundiéndonos, hurgán-donos, siendo, sintiéndonos, luchando,
sobreviviendo, al borde de la vida todavía. Buscándole sentido a la
existencia, al paraíso, a la rama, a la hoja, a su desborde, vamos siendo;
gastándonos, desgastándonos, haciéndonos, deshaciéndonos, rehaciéndonos.
Después de larga caminata, con
temblores de alba en la garganta, asomándonos al trecho que nos falta;
halando, halando, llevándonos, naciendo, renaciendo, resonando,
desapareciendo. Voces que cambian, palabras que hablan, se quejan, gritan y
atormentan. Sintiendo, insistiendo, desistiendo, resistiendo. Muerte-vida
en las emes del viento, en el fulgor, en la gota, en el vacío, en la
agonía.
En lumbres esplendemos, florecemos en
abismos, en bordes, en jaurías. La vida es una muerte conocida; la muerte,
la otra cara de los sueños, en pleno desafío a nuestro espejo. Tan
imprudente es eso de morirse como imprudente eso de vivir. Vivimos a la
sombra de una orilla. El asunto es acompañar la vida, a sol y sombra, donde
sea preciso; saber de donde nos sacó el hechizo y contar con la última
embestida. No importa el llanto o la final salida, la vida es solamente el
compromiso de estar donde la vida misma quiso, al lado de la vida de por
vida.
Sabemos que es mucho lo que la noche
calla y por qué el cielo vive enrojecido y sigue la sangre siendo colorada
y la luna canjeando su puesto con la muerte. Lo que no sabemos es por qué
los pájaros viven todavía. Los cuerpos no están vivos, no están muertos,
están llenos de preguntas. Preguntan por el hambre, y sus costumbres;
preguntan si está el hombre desvalido. Larguísima la noche que nos cruza.
Acaso brille un lucero a la intemperie. Acaso algún horizonte vista
claridades. Somos otros en despiadada espera detenidos. El canto está
apagado, su ojo insomne, inmenso, insomne párpado nocturno.
Vivir es infinito. Inaugura tu voz en
lo más hondo. Ven a sentarte en el lugar del grito. Ven a mirar el tiempo
que comienza. Ven, gozoso, a esperar la clarinada, la memoria y certeza de
estar vivos.
Fuera de la vida
fuera de vivir a medias
no queda sino el sueño
Pablo
Mora
Porque no hay muerte sino vida
del lado allá del canto, del lado allá del vuelo,
del lado allá del tiempo.
…bajo el granado trigal de la noche insomne,
rumorosa de viento alto
y de luceros.
Fernando Paz Castillo
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Vicente
Gerbasi
2.8. Parte de asombro
Al principio fue el Asombro. Cuando,
en confusión y vacío, las tinieblas cubrían el abismo. En soledad admirable,
niños maravillados, descubrimos el mundo. Nos asombramos. Más que la duda,
nos paraliza el pavor por lo que no comprendemos. En actitud intuitiva,
poetas, conjuramos con el nombre o la palabra. Asombrados, temblamos de
espanto, por lo que debemos conjurar. Antes que explicarnos los
acontecimientos, los datos, los hechos, los instantes, preguntamos al
nombrar las cosas. Magos, cumplimos con un rito, convocamos a las palabras
para celebrar el acceso lento y penoso a la esencia de las cosas mediante el
camino de la imagen.
Poetas, en fin, llegamos a una casa en
completa oscuridad. Torpemente, tanteando, tropezando con las cosas, al
verlas desdibujadas, por entre la oscuridad, nos asombramos. Entonces,
recurrimos a la magia, conjurando, nombrando, buscando la palabra exacta
que nos conduzca al ser, a la luz que devele el misterio que nos rodea.
Como Prometeos, para iluminarnos, debemos primero conseguir el fuego, la
palabra. Con la luz, reconocemos la realidad y la admiramos. El asombro, la
admiración, la maravilla, nos permite, de sorpresa en sorpresa, acceder a
la verdad, llegar al ser, a nuestro ser.
Con la luz del día, nos integramos a
lo que comprendemos para aprehenderlo, conociéndolo en esencia. Vendrá la
noche nuevamente y como Sísifo la piedra que debemos remontar será la de
nuestro asombro en medio de la pavorosa oscuridad. La verdad es
develamiento, descubri-miento de lo que está velado, a partir del temple
del asombro, en vocación de totalidad lumínica. Con el develamiento, la
admiración, el entusiasmo por las cosas descubiertas, con la palabra
festejamos. De deslumbre en deslumbre, volvemos a nosotros, donde el
asombro nuevamente crece. Por eso, más que dar respuestas, preguntamos. Lo
develado, nos conducirá a nuevas preguntas y así al infinito como el mismo
ser. Cada respuesta conduce a más preguntas. En tanto, nuestra misión:
nombrar preguntando, siempre, como niños, preguntando. "Ve y porta/
yerra y pregunta/ a lo largo de tu único desfiladero… No somos nosotros los
que vamos tras los pensamientos; son ellos los que vienen a nosotros."
(Martín Heidegger).
"La calidad de la humanidad
reside en el interior del hombre. Nada hay más elevado en la conciencia
humana que los destellos de esta luz interior. La luz interior, la luz
humana, es lo que denominamos humanidad. Nosotros la llamamos belleza. La
belleza no es más que el resplandor de la luz en el hombre. El cielo sólo
puede ser el símbolo de esta luz de luces en el sentido de que el cielo se
convierte en un puerto… La Naturaleza es todo lo que llegaremos a conocer
del cuerpo de Dios." (Frank Lloyd Wright: A Testament). La verdad la encontramos dentro de nosotros mismos, en decir de
la famosa admonición de San Agustín: "No salgas de ti, vuelve a ti
mismo, en el interior del hombre habita la verdad".
Así, la vida puede asumirse como
contemplación, en aras del asombro, tal como fue el camino de los místicos.
Vigilar la vigilia, parece ser nuestra misión, puesto que el poeta no puede
dormir mientras la humanidad está amenazada. La labor del poeta es la de la
vigilancia. Definitivamente hay que vigilar. Como los grandes, esperar que
muera nuestra eternidad para velarla. Dar con la sombraluz escondida en el
herbaje o la arboleda. Nunca la videncia fue tan necesaria. La de hoy ha de
ser una poesía vidente, la única capaz de generar fe en la
posibilidad de construir el porvenir y el amor telúrico desenfadado y sin
banderas. (Juan Calzadilla). De regreso del futuro no queda sino darle
forma a lo invisible, desaforada, desveladamente, en asombro vigilante, permanente.
Ésta, la aventura del asombro, de la
creación (poiesis). Sin creación, sin asombro, no hay ciencia y
menos técnica o tecnología. La poesía es una forma, un método de
conocimiento, para el conocimiento de la realidad. El asombro es el
principio de la filosofía, la ciencia, la tecnología, la poesía. "Hay
un ser de las cosas muy distinto del que la ciencia nos hace conocer, el
ser que el arte descubre: la poesía. El arte –la poesía– es tan riguroso
como el pensamiento más atento. El arte –la poesía– es una de las cumbres
de la palabra, la otra cumbre es el pensamiento." (Martín Heidegger).
El asombro es poesía. El asombro es
inherente al hombre. El asombro ha hecho cavilar y progresar al hombre.
Cada nuevo obstáculo, objeto insólito, hace que lo admiremos y nos
asombremos. Primera de todas las pasiones, anclado en las raíces de la duda
y de la búsqueda, el asombro, sorprende, desafía, zarandea, reta, hala al
hombre. Mundo escuchado, huésped del asombro, a coro en el asombro, a coro
en lo iracundo. Almácigo de asombros en la noche insomne, al descubierto.
La dicha, la tiniebla, las versiones, la sombra en el muro. La
palabra en grito, el grito en coro, el coro en canción y asombro. (Mery
Sananes).
Por todo ello, este Parte de
asombro, no de guerra. Este parte de insomnio, sueño, noche, luz,
vigilia, enigma, coro, fuga, mar, muerte, estupor, encanto, grito, paz o
vida. En pasto, en noche, en cielo, en tierra, en humo, en polvo, en
sombra, en nada. (Luis de Góngora y Argote).
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