MANIFIESTO
Alejo Carpentier. En esta noche aciaga que cruzamos, en
esta encrucijada de misiles y de cruces, soñemos junto al sueño de la mar.
Testigos de asombros, insomnios,
tristezas y esperanzas, pulsemos el tamaño el dolor ajeno. Preguntémoselo al mar que el mar lo sabe.
En esta noche fría, tristísima, en que andamos, noche propicia, noche creadora, noche amiga,
contamos con dos alas: con la noche y con el mar. Mientras la llama roja de
la fe flamea, mientras el fuego
azul del horizonte espera, la bandera nos invita a batallar.
La muerte, esa forma oculta de la vida, nos enseña que la vida no tiene
muerte para el que entiende a tiempo su sentido. Entendamos y hagamos
entender a quien lo dude que la Libertad es la religión definitiva; la poesía
de la libertad, el culto nuevo; mientras nosotros, los hombres, todos, los
nuevos sacerdotes. Que los pobres, las estrellas y el Pontífice lo entiendan:
la Libertad es la religión definitiva. Pidamos todo el corazón del mar para
la paz.
Al Sol amemos porque no se cansa. A los animales porque no se quejan. A los
hombres cuando al fin se alcen y traigan las estrellas hasta el suelo. Hijos
de la mar, del mar que sitúa vértigos y aspiraciones. Hijos del mar, testigo
de guerras, sueños e invasiones, una el mar el ritmo, la música, las mitras,
los fusiles, el mundo, la idea, la ocasión.
Comuniquémonos a través del mar, que es como decir a través del sueño.
Lamentémonos ahora, de que la gran obra nos falte, no porque nos falte ella,
sino porque ésa es señal de que nos falta aún el pueblo magno de que ha de
ser reflejo - que ha de reflejar - (de que ha de ser reflejo).
Renazca, entonces, la cena que recrea y enamora, lejos de la antigua cena
miserable. Tirémonos al mundo.
Añadamos, por fin, algo al mundo. Acerquémonos todos a la vida, al parentesco que a las costas de la
divina antigüedad nos ata.
Alejémonos de las cosas, pongamos un mar de por medio, para ver las cosas de
cerca... Porque, ya sabemos, el mar lo comienza todo una y otra vez, lo une,
lo disocia, lo aleja, lo transforma, lo acrece, o lo vence y nos trae
asimismo la esperanza, la dicha o la
desilusión.
Sobre la cresta de la ola a merced del mar bogamos todavía, cumpliendo
tiempos, soles irreales,
espejismos. A pedirle a la luz que nos espere. A reprocharle al alba su
tardanza. A correr el peligro de
la vida. A abrazar el asombro de la muerte. Hasta sabernos vivos sobre el
mar. A preguntar si la palabra sirve, si sirve para algo la alegría, si en el
mundo no quieren a los tristes,
si creen las espigas en el hombre, si tienen los milagros descendencia, si es cuestión de vivir
contra morir.
Barco de larga travesía, ola lenta de fuertes resonancias, cabalga el hombre
a pelo sobre el mar, el hombre
en el Pegaso de la mar, cabalga que cabalga las estrellas a caballo en las crines de la mar.
El mar rodea la ceniza del hombre, golpea, solloza, canta, reclama lo suyo;
con terrible bramido lo ciñe y
espera su regreso. Toda madera tiene color a miel marina. Hay peces que navegan en el aire, olas que
fulgen en las sementeras. El mar no está en la orilla, está en el hombre, en el paladar, en
la mirada, en la pisada de molusco y ola. Pájaro de sol, de sal, escapado de un sitiado fervor, de las
extrañas islas de la noche. Tiempo azul, la tierra es sólo mar, el
mar la piensa. Fúndete con la tierra. Fúndete con el mar. Eres sólo mar. El mar te piensa.
Somos sólo mar. El mar nos piensa, nos piensa y nos sostiene. Nos ciñe simplemente, nos espera.
Es preciso sentir la muerte girando en los talones, sentirla girando en los
Guantánamos, sentirla cagando en
los hambrones. Es el momento de hacernos solidarios. Una tempestad de fusiles nos acecha, pero
aún quedan brazos para izar banderas. Llegó el momento de morir de asombros. La hora de descargar
nuestros almácigos. De cargar con
los sueños que inventamos. A vivir mientras el alma nos suene. A morir
cuando la hora nos llegue que hay
ruiseñores que cantan encima de los fusiles, por debajo de la muerte... Porque varios tragos es la
vida y un solo trago la muerte.
Junto al río o al borde de la noche, entre los muñones del remordimiento,
desde los umbrales y fogones,
con el pan que amanece o el viento que espera, imprescindible reflejar la realidad, propiciar,
crear un clima nuevo. Un estilo directo, justo, que se entienda. Con palabra clara, a punta
de verdades sencillas y de axiomas antiguos. Expresar la época, el momento. Descubrir, asomar un destino.
Orientar a quien nunca pensó
tener una misión propia, a quien siempre vivió como en castigo, a
quienes sintieron lavida como un
reproche cruel. Fijar la mira, la esperanza en el advenimiento de un mundo, donde la pólvora del
combate flote entrepalabra y palabra, entre la propia pólvora y el propio suelo. Ir, antes que
con el miedo, con el sueño, Altamira adentro. Para fijar partida. Para forjar el cántaro, guaraleando
auroras, enlazando estrellas. Construir.
Reconstruir. Con fuego, amor, candela. Arriba el valor! Fuera la desidia! Al diablo
el terror, el engaño, la farsa, el dolo, el fraude! No más amenazas. No más amedrentamientos. No más falsarios
de la razón. No más odio. No más
leyes putrefactas. No más cólera contra el pobre. No más hambre por las
casas. No más muertes por las
calles. No más prisiones. Sólo casas. Sólo hogares para el hombre. Sólo campos. Sólo pan,
trabajo, libertad y sueño. Sólo arados. Sólo amor multiplicado en pan, en paz y en libertad. Muera el odio.
Muera el hambre. Muera el miedo. Vida, paz y libertad no más. Como la pólvora en los cartuchos de los
revólveres congelados, plantadores de árboles de humo en la floresta del incendio, boca buscando vida a
dentelladas, buscando libertad,
buscando aurora, hambre embistiendo en ciegas oleadas que sólo pan y
soledad devora. Que los que
saben sepan lo que puedan saber y los que estén dormidos que sigan durmiendo. Despertemos de la
gran realidad de estar muriendo ahora y en la última hora.
Desde esta loma de la historia, desde este cruce de sueños, siglos y caminos,
a sembrar la tierra otra vez.
Otra vez al viento, a la trocha y al camino. Otra vez a la las armas de la espiga. A hacer crecer la espiga!
A hacer crecer la luz, la espiga! La cabria, el arado y los cimientos! Raíz, árbol, fruto
nuevos! Sangre fresca, contingente nuevo! Ancha faja, cacha negra, algún dinero, capellada
fina. Nuevo amanecer! Nuevos ríos, llanuras, cafetales. Huertas y maizales nuevos! Hombre, ideal,
renovación! Antorcha, fuste y fuego al borde de la trocha tempranera!
Calla, crepúsculo futuro, y recógete a reír en lo íntimo de este celo de
gallos ajisecos soberbiamente,
soberbiamente ennavajados. Varios días el viento cambia de aire, camaradas. ¡Cae agua de revólveres
lavados! Insomnes almácigos en guardia, estará nuestra sombra, nuestra noche, cuestionando. Es urgente.
El tiempo apremia. Si en la celda
se acurrucan los rincones, no hemos de dejar de darle de beber a la
esperanza embotellada. Nos
espera su sombra apercibida, nos espera su sombra acuartelada. Despertemos del letargo y el secuestro.
Desentrañemos el valor. Condenémonos al
diálogo y la negociación. Librémonos de ligaduras. Legitimemos
nuestras aspiraciones. Saludemos
al sufrimiento armado. Armémonos de paz social. Inventemos el futuro. El espíritu, la rebelión, la revolución.
Realicémoslos ya. Amémonos los vivos a los vivos, que siempre no estaremos como estamos. Convivamos.
Entremos a la nueva historia. Si no
queremos antes que vivir, sobrevivir como náufragos asilados.
Debemos improvisar hasta dar con nuestro ser y el ser de nuestras cosas,
proyectos y verdades. Debemos
dar con el origen de todas nuestras cuitas, penas, alegrías, fogonazos, fumarolas y quebrantos
Debemos dar con la sombra del hombre, del hambre, sus macundales y corotos. Debemos dar con la huella de la
Paz. Debemos activar nuestro
armamento. Partir como el relámpago. Fustigar el fuego. Conciliar las
íntimas soberbias. Sacrificar.
Seguir. Obedecer. Desobedecer. Despertar el alma. Abrirla a tajos. Asomarnos a la vida. Hundirnos en cada
palmo de miseria. Velar por la esperanza. Por los nuevos caminos de la aurora.
Acercarnos a la madre para pedirle el aliento de la vida. Mirar a las estrellas.
Andar con el hermano que nos
quede a la huerta perdida de la aldea para ver que semillas recoger. Es tiempo de arrumbar los macundales,
de encontrarnos de nuevo con la vida para invocar la aurora del vidente. Es tiempo del mejor
amanecer, de esperar, bien armados
de paciencia, acampar en espléndidas ciudades.
Debemos fulminar ventisqueros, desesperanzas, caprichos y torpezas Debemos
tajar la angustia, trocarla en
diapasón. Fundir la paz en un lucero. Abrirnos a la luz de no sabemos qué. Debemos deshacer
tinieblas, palpar la luz, el corazón. Hablar de eclipses, de manchas y de luz. Tomar el pulso
al porvenir. Ver de cerca, de lejos. Pensar en nuestro suelo, en nuestra tierra, sus fracasos, opciones y
salidas. Debemos olvidarnos de horrores,
honores y prebendas.
Debemos prepararnos para la guerra. Más aún para la Paz. Se acaba el mundo
sin lograr la Paz. ¡Nunca más
enrojezcan los desiertos y menos los montes y quebradas. ¡Señor, danos menos fuerza para la guerra y
más valor para la Paz!
Debemos pensar en los campos de batalla. Golpear. Gritar. Empujar. Añorar.
Sumar la voz al coro. Ir al
frente. Sentir el tiroteo. ¡Volver con la Victoria! Encender la luz a pesar
del oleaje de los vientos,
frente a la sombra de los hombres. Seguir al viento nuevo a pesar de los gemidos y lamentos.
Debemos escaparnos de la sombra y hundirnos en el fondo de la luz. Debemos
proteger el sueño de los
grandes, cultivar la lucha de las flores, recoger la cosecha de los
predios. Debemos partir.
Mientras haya esperanza para el sueño.
Macedonio, Carmelo, Antonio, Gregorio, Raimundo. Aquí estamos. En esta hora
de escombros, cuya brújula
parece enloquecida, desguarnecida, volvemos al hambre que cobija nuestra sombra desde este ruedo
fantasmal del pobre. Como la pólvora en los cartuchos de los revólveres congelados, plantadores de
árboles de humo en la floresta del
incendio. Como la angustia de una espada y el puño del pan magro que tragan
los muchachos sucios de sombra y
de sueños, mineros de la muerte en la cantera de la aurora, y los harapos de las madres, higueras de los
cielos abrasados.
Horacio, Azael, Gregorio, Manuel, Mateo. Aquí estamos. Entre el pavoroso
tesoro del hambriento, el eterno
basural de los zamuros, boca buscando vida a dentelladas, buscando libertad, buscando aurora,
hambre embistiendo en ciegas oleadas que sólo pan y soledad devora. Es la mano del hambre la que guía este
sordo destino, esta aventura por
donde el hombre asoma cada día como una indominable dentadura. En el ruedo
del hambre y de la lluvia se agiganta la sombra de la muerte.
Pedro Antonio, Jesús, Aníbal, Eustoquio, Aparicio. Aquí estamos. Pan, Libertad,
Dios, paz, olvido, día a día buscando por sustento, y hombre a
hombre, como un niño perdido, como
un instinto de animal hambriento. Amargo pan, la libertad negada, amor que
es odio, paz que es turbia
guerra, seco rencor que nunca olvida nada, Dios que desde su altura nos
destierra. Cuanto tocan los dientes con su frío se vuelve masa de amargor y
Canuto, Hernán, Román, Ovidio, Jesús. Aquí estamos. Pan pide la mano cerrada
y la mano extendida, la que
amenaza y la que codicia, la que acaricia, la que cocina, la proletaria y la patria. Seguimos con
el hambre. Seguimos con el hambre todavía. El hambre es el primero de los mandamientos. Tener hambre es
la cosa primera que se aprende.
Por hambre vuelve el hombre sobre sus laberintos. Donde la vida habita siniestramente sola. Madre antigua y atroz
de la incestuosa guerra, borrado sea tu
nombre de la faz de la tierra.
Lauro, Gregorio, Rafael, Pedro, Faustino. Aquí estamos. Baja del cielo,
Libertad sagrada, hazte carne en
el seno de la huerta, y entre dolor y sangre un día hermoso nos nacerás entera. Día de redención, de amor, de
gloria, será el día del parto, en primavera, y de sangre y dolor, de sol y vida, cuando tú te hagas nuestra.
Por ti el despertar de la armonía,
el sueño humano en pleno día, la paz,por ti, la paz sobre la tierra.
Jesús, Casimiro, Cornelio, Felipe, Flaminio. Aquí estamos. Salgamos a
buscarla en la ladera, en el
barranco, en la huerta, en el mercado, en el solar, en el potrero, la panadería, la vereda, la calleja, el
solaraje. Gritemos que hay hambre en oleada atroz. Que hay hambre junta y a montones. Que sin moneda no se
compra pan. Que los que saben sepan lo que puedan saber y los que están dormidos
que sigan durmiendo.
Isaías, Nicolás, Pedro, Carmelo, Avelino, Simón. Aquí estamos. Muchos días el
aire cambia de aire. Nos espera
tu sombra apercibida. Nos espera tu sombra acuartelada. Vuelve tu rostro, Capitán, tu noble
rostro. A ti volvemos nuestros ojos... para vencer el llanto, la fatiga, las soledades que
amenazan el sitio donde ardía la llama del laurel en otro tiempo... Dios airado de la
guerra, Poderoso capitán de la ternura, Padre Libertador. Escúchanos: somos eco de tu clamor,
somos reflejo de tu luz perdurable, somos tu aliento, tu esforzada
batalla por alzarnos de la miseria y de la sombra, tu don de vaticinios compartido... Simón, Capitán,
se divisa tu rostro... La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron; de nuestra joven sangre venida de otra
sangre saldrá paz, pan, trigo,
para el mundo que haremos!
Aureliano, Severiano, Ceferino, Claudio, Ismael. Aquí estamos. Tomemos el
arma y elijamos un ejército. No
es día de contar la historia. Es día de gestar. De empezar otra historia y otra patria. Es nuestra la
canción que escuchamos. A crecer. A crecer. A sembrar la tierra otra vez. Al agua. Al sol. Al viento. Y
al camino. Otra vez a las armas. A
la espiga. A hacer crecer la luz, la Espiga! Desde este cruce de
sueños, de siglos y caminos.
Desde estas lomas y estos vientos. Desde estas soledades severas de Los Andes. Encendidos de frío, de furia y
de esperanza. En vasijas de barro, bebamos el agua, nuestro vino!
Julio, Pedro, Cipriano, Cruz, Evaristo. Aquí estamos. Podrá faltar el aire,
el agua, el pan. La fe, jamás.
Cuanto menos aire, más. Cuanto más sedientos, más. Ni más ni menos. Más. Al cantar el gallo. Al romper el
día. Al abrir el sol. A filo de madrugada. Con propias armas. Con caballo propio. Con
montura nueva. A sablazos y a
tiros, sostenidos a tiros y sablazos.
A puño propio desde este remoto villorrio perdido en las vueltas del camino.
Juan Bautista, Juan de Mata, Teotiste, Pablo, Pedro. Aquí estamos. Así nos
llamen simios, monos tropicales,
lascivos seres, megalómanos incorregibles; niños malos, bárbaros, aventureros,pendencieros, petulantes
advenedizos, caciques motilones, hombres sin país o de levita gris. ¡La luna
alumbra nuevas intenciones! Viaje admirable, viaje alucinado, para el viaje de sangre en rebeldía al
borde de la trocha tempranera.
Ramón, Natividad, Julio, Jesús, Secundino. Aquí estamos. Veinte, cuarenta,
sesenta hombres... hombres en
fila, huellas en el polvo, rostros inconclusos, sombras... Cálidos, amargos, cándidos, furentes...
Engranajes listos, entrecejo insomne, cenizas sueltas como briznas al viento, con lágrimas salobres...
Si nos diéramos las manos y formáramos
la rueda, sin mirarnos la cara, sin saber quién es quién... sesenta,
cien, mil, doscientas veces mil,
doscientas cincuenta mil veces mil manos fueran... el perímetro exacto,
con un poco de tierra, para
vivir otra vez, para vivir a la vez.
Patricio, Melecio, Manuel, Juan Vicente, Cipriano. Capacho, Independencia,
Libertad. Altar de la Patria.
Árbol de la Libertad. Aquí estamos. Sangre fresca! Contingente nuevo! Ancha faja! Cacha negra! Algún
dinero! Capellada fina! Tierra, pueblo y alarido!Siglo nuevo! Nuevo amanecer!
Hombre, ideal, procedimiento!Hombres libres! No más farsa, tiranía, opresión! A liberar! A
restaurar! A madrugar! La luna alumbra nuevas intenciones! Desde este ruedo fantasmal del
hambre! (Poesía,Sociedad Anónima) |