¡A
libertad por todos los caminos!
José Ángel Valente
Si esa aparición es fulgurante, no es
difícil imaginar al poeta Valente continuamente al acecho, siempre dispuesto,
atento a cualquier quiebra que desencadenara la presencia del poema. Si su
vida no es muy distinta de su obra es porque toda ella estuvo marcada por el
afán de hacerse, de conquistar la palabra. "Sólo se llega a ser escritor
cuando se empieza a tener una relación carnal con la palabra", escribió
también Valente. Contaba en una entrevista que supo que podía publicar sus
versos cuando descubrió en ellos algo diferente a cuanto ya conocía. A modo
de esperanza fue su primer libro, que ganó el Premio Adonais de 1954. Hasta
entonces, su relación con la literatura puede resumirse señalando la gran
biblioteca que tenía su familia en su casa de Ourense. En esa ciudad nació el
25 de abril de 1929, y en esa ciudad, entre las paredes de esa biblioteca,
fue forjando su amor por la literatura. Las crónicas de Indias, los grandes
novelistas -de Dumas a Flaubert-, una colección de narrativa erótica de
aquellos años, la Biblia y la Historia Sagrada, San Juan de la Cruz y Santa
Teresa, Rubén Darío, los poetas románticos: todo aquello fue alimentando sus
primeros pasos por la escritura. Hasta que descubrió que tenía una voz
propia. Pero eso fue más tarde, en Madrid. Antes había cursado Derecho en la
Universidad de Santiago de Compostela. En 1948 llegó a Madrid para estudiar Filología
Romana. El mismo año que ganaba el Adonais salía para Oxford, donde trabajó
como profesor. Iniciaba así una larga vida de viajero, que lo llevó a Ginebra
en 1958, también como profesor y como traductor de organizaciones
internacionales, y, posteriormente, a París, donde dirigió un servicio de la
UNESCO. En 1986 regresó a España y se instaló en
Almería. Más allá de sus avatares personales, de los que nunca quiso hablar -
de su primer matrimonio, con Emilia Palomo, tuvo cuatro hijos, de los que
viven ahora Lucila y Patricia, quienes, junto a Coral, su segunda esposa, lo
han acompañado hasta sus últimos momentos -, y de los innumerables premios
que recibió - el Príncipe de Asturias de las Letras, el Nacional de Poesía,
el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, entre otros -, lo que en Valente se
imponía de inmediato era la intensidad de su vocación poética. La lucidez de
sus juicios, la profunda ironía de su mirada, su inagotable capacidad para
desentrañar las honduras espirituales de tantos y tantos escritores y
artistas, todo ello quedaba siempre subordinado a su pasión por la poesía. La
suya la agrupó en tres grandes ciclos poéticos: Punto cero, que reunía su
obra entre 1953 y 1976; Material memoria (1977-1992) y Fragmentos para un
libro futuro, en el que trabajaba con sus poemas de los últimos años.
"Escribir no es hacer, sino aposentarse, estar". Al Valente poeta
lo imaginamos al acecho de la palabra, es cierto, a su fulgurante aparición.
Pero también lo sabemos dueño de ella, habitándola. Ahí queda su obra,
siempre viva. Intensa e inagotable. (José Andrés Rojo: Diario El País,
Madrid, 19.07.2000). Antoni Tàpies: “Coincidíamos en muchas
cosas, como el acercamiento a la visión mística; en mi caso, con un sentido
muy laico, material. Me gusta su poesía y también sus ensayos, como el texto
que hizo sobre Miguel de Molinos y la mística heterodoxa. En muchos aspectos,
me sentía muy vinculado, aunque era más joven que yo. Era una voz singular en
la poesía española, un poeta de una grandeza cósmica, interesado por San Juan
de la Cruz y la poesía árabe. Relacionaba mucho la poesía, el arte, la
ciencia, la mística, la sabiduría, como hizo en Cataluña Ramón Llull". Víctor García de la Concha. Para el
director de la Real Academia Española, era un "pájaro solitario",
"una de las voces más puras, más interesantes y más comprometidas con la
auténtica poesía". El "gran creador de la poesía del silencio"
avanzó hacia una poesía "cada vez más austera, más despojada de adornos,
centrada en la fuerza de penetración de la palabra en el misterio". José Manuel Caballero Bonald: Su poesía
perdurará porque "es muy solvente" y sus versos tienen "una
aventura artística innegable, la aventura del lenguaje". "Era un
hombre solitario e independiente que defendía su independencia a capa y
espada, y esa forma de ser lo llevaba a veces a exagerar la nota
crítica". Luis Alberto de Cuenca: "Era una
persona extraordinaria y un grandísimo poeta, en cuyo espejo se ha mirado
gran parte de la mejor poesía española actual". Fue uno de los miembros
"más incisivos y originales" de la generación del 50. Antonio Gamoneda. Declara que se
proyectaba "en un sentido quizá llamado místico, aunque no estaba
necesariamente unido a la sobrenaturalidad, sino a la mística en el sentido
planetario, al pensamiento oriental, sufí, al de San Juan de la Cruz o al de
Miguel de Molinos". Fernando Valls: Con José Ángel Valente
desaparece el que quizá haya sido el más ambicioso poeta del llamado grupo
del 50 y el que más se había resistido a ser encasillado. En los últimos 30
años su esfuerzo consistió en seguir su propia trayectoria, al margen de
generaciones y modas, empapado en la tradición literaria española, aunque sin
perder nunca la perspectiva de la poesía universal. Consciente, como pocos, de que la aventura
del escritor es la del solitario. Hoy, ya para siempre, me gusta evocarlo
caminando por el Cabo de Gata, con un innecesario bastón entre las pitas, las
alzavaras y el viento, alejándose entre las dunas, entre el leve peso de la
luz, extasiado ante el misterioso ritmo de las olas, perdiéndose en el
infinito, hacia la nada... O cavilando entre el silencio su escritura
interior, quizá con la secreta esperanza de haber cumplido con el que fue su
único objetivo como escritor: conseguir que la palabra lleve al lenguaje al
punto cero, al punto de la indeterminación infinita, de la infinita libertad,
donde el lenguaje vuelve a nacer para decir lo que aún no está dicho. Quizá
Valente, ahora, donde quiera que esté, seguirá soñando con poder alcanzar la
revelación, oír algún día el silencio. No en vano, había escrito:
"Poética: arte de la composición del silencio". José Lezama Lima: No creo que haya en la
España de los últimos veinte años un poeta más en el centro de su espacio
germinativo que José Ángel Valente, con la precisión de la ceniza, de la flor
y del cuerpo que cae. C. Dolores Escudero: Ha muerto el mejor
poeta en nuestra lengua, desde la generación de 1927. Ha muerto José Angel
Valiente: el hombre. |