Ahora sí Jueves, 25 de mayo de 2000 Oír el llamamiento y presentarse. En el
patio de honor tomar el arma ˆ la lumbre genital en la batalla -. Celarla antes,
después y en la faena. Alistarse. Entrenarse permanentemente. Partir de
madrugada. Irse al frente. A primera línea o retaguardia, con trinchera o sin
trinchera, enfrentando al enemigo fuego a fuego, defendiendo, atacando,
resistiendo. Calada en el fusil la bayoneta, empuñar la destreza necesaria.
Sentir el apoyo del certero impacto de los misiles - los ángeles custodios de
la justa -. Oír rumores, nunca divulgarlos. Saber que el arte es una guerra
en grande. Hablar de vez en cuando de temas menores. Ir formando gestos,
lentamente. Usar la propia mano como almohada. Trasplantar los recuerdos.
Hacer correr un pedazo de oscuridad sobre otro. Recortar el espacio que queda
entre las cosas. Sacar de circulación nuestra imagen. Cambiar la propia
imagen periódicamente. Cambiar de imagen cada tanto como se cambia de sueño
cada noche. Crear un marco para cada cosa. Cuidarse de poseer características
ajenas a nuestro destino. Aceptar el precio de la justicia por rápida,
segura, funcional y ordenada. Oír todas las verdades y todas las mentiras.
Descifrar cuidadosamente cada una de las sorpresas vespertinas o de fines de
semana, fin de año o fin de siglo. Cambiar de voz, de nombre y de oficio para
averiguar lo imposible. Comprender la semiótica de las iguanas y las lagartijas.
Subir a la locura por la parte más accesible. Evitar aparecer en las páginas
sociales de los diarios. Preparar el pensamiento para a los escamoteos de las
cosas. Escapar de las miradas de los otros; después, de la propia mirada;
luego, de la mirada de las cosas. Aprender a olvidarse del recuerdo.
Desmadejar las líneas de la mano. Entremezclar los ojos y las cosas.
Desencajar el silencio del sueño. Recogerlo poco que existe y crear lo que no
existe. Empezar a no reflejarnos ya en los charcos. Disolver para siempre
nuestro grotesco oficio de encuadernar la nada. Rechazar cualquier
condecoración. Adorar hasta la demencia la rebelión de Adán y Eva. Dar una
vuelta a la palabra cuando haya moros en el cable. Tomar en cuenta las
notables diferencias entre un Pontífice y un Poeta de la Liberación. Valerse
de la ocasión para renovar las seguridades de alta y distinguida
consideración. Aprender afinar la guitarra con la puntería exacta del fusil
para marchar al combate con el pueblo. Conocer los secretos de la lluvia y
sus modales. Quebrar el hipnotismo de las cosas. Desenfrentarse de la vida y
mirar hacia un ojo que no nos hipnotice. Inventar respiraciones nuevas.
Inventar el regreso del mundo después de su desaparición. Llevar una mirada
de repuesto o comprar alguna en el mercado: inventar otra mirada. Y si aún
faltare algo, inventar también otra forma más concreta del hombre. Abrir el
oído al ojo o echarle ojo al oído. Despertar al silencio de la vida. Hacer
silencio para darle paso a la luz. Colocar acento al tiempo antes de las
palmadas de la muerte. Hundirse, hurgarse, ser, sentirse, serse. Dejarse ser,
dejarse ser, ser, ser. Ser lámpara en la noche de la aldea. Escuchar el
aplauso de los pájaros cuando revienta en diapasón el día a pesar del
estruendo de las hambres. Tentar, medir, pulsar, darle tiempo al camino a que
regrese. Saber de dónde nos sacó el hechizo y contar con la última embestida.
Contar las cosas increíbles como si fueran reales y las reales, como si
fuesen increíbles. Reconquistar nuestro origen. Reconocer que no hay quejido
mayor que el del amor. Estar atento al parte de guerra. Saber que existen
caminos que no hay que seguir, ciudades que no hay que asediar o atacar,
ejércitos que no conviene hostigar, preguntas que no hay que contestar y hasta
órdenes que no hay por qué cumplir. Saber lo estrictamente indispensable.
Participar en el engaño, en el ardid, la situación o la apariencia. Llevar la
astucia al máximo posible. Adaptarse a la situación, sobre todo a la
situación ajena. Avanzar por caminos tan insólitos que nunca el adversario
logre descubrir. Dar con el más vulnerable de los puntos. Batirse en retirada
o perseguirla. Contar con la moral, el ánimo, el terreno, el clima, el mando,
la ocasión y la doctrina. Descubrir el esquema general del enemigo. Como el
agua, adaptarse a las formas nuevas. Usar ataques directos e indirectos.
Pulsar la ventaja y desventaja de la hazaña. Protegerse del árbol que se
agita, del pájaro que se espanta, del polvo alborotado, del llanto de la
bandera en el contrario frente. Distinguir claramente entre terreno
accesible, deleznable, angosto, accidentado, fronterizo, clave, convergente,
difícil o mortal. Conocer al enemigo como a sí mismo para que nunca la
victoria sea amenazada. Conocer las fuerzas naturales: el fuego, el risco, el
agua por la escarpa. Contar con el agente secreto inevitable. Administrar
pertrecho y proyectil. Adelantar, vivir, sobrevivir. Resistir hasta el último
combate. Cuidar con tiento cada retirada. Huir de frente, atacar de retirada,
volver caras, triunfar en la derrota. Ir entre escaramuza y sorpresivo
encuentro halando la explosión del lauro. Rechazar la sentencia de la muerte.
Asumir alto el triunfo de la vida. Blandiendo diapasones subversivos, llevar
hasta la cima la bandera y desplegarla en rancho en cada aldea hasta colmar
la lágrima del pueblo. Coronada la lucha, asegurar la militancia plena por la
belleza y la verdad del hombre, como un golpe de amor en cada miedo, como un
claro de tierra en la mirada de cada madre que se muera. |