Vivos todavía Hablar de vez en cuando de temas menores. Ir
formando gestos, lentamente. Usar la propia mano como almohada. Trasplantar
los recuerdos. Hacer correr un pedazo de oscuridad sobre otro. Recortar el espacio
que queda entre las cosas. Sacar de circulación nuestra imagen. Cambiar la
propia imagen periódicamente. Cambiar de imagen cada tanto como se cambia de
sueño cada noche. Crear un marco para cada cosa. Cuidarse de poseer
características ajenas a nuestro destino. Aceptar el precio de la justicia
por rápida, segura, funcional y ordenada. Oír todas las verdades y todas las
mentiras. Descifrar cuidadosamente cada una de las sorpresas vespertinas o de
fines de semana, fin de año o fin de mes . Cambiar de voz, de nombre y de
oficio para averiguar lo imposible. Comprender la semiótica de las iguanas y
las lagartijas. Subir a la locura por la parte más accesible. Evitar aparecer en
las páginas sociales de los diarios. Preparar el pensamiento para a los escamoteos
de las cosas. Escapar de las miradas de los otros; después, de la propia
mirada; luego, de la mirada de las cosas. Aprender a olvidarse del recuerdo.
Desmadejar las líneas de Saber de algas, toronjiles que cantan divinos almácigos en
guardia. Preguntarnos por el encuentro absoluto, por cuanto pasa de aquí para
allá. Pensar el presente. Guardarnos para mañana, mañana, mañana. Aguardar,
obedientes y sin más remedio, la vuelta, el desagravio de los mayores siempre
delanteros, dejándonos en casa como si también nosotros no pudiéramos partir.
Buscar al tanteo Quedarse con la diestra en alto, en busca de un terciario brazo
que ha de pupilar, entre el dónde y el gallo incierto. Adherirse a las
junturas, al fondo, a las testuces, al sobrelecho de los numeradores a pie.
Tantear el tiempo de las rondas. Pulsar el rodeo para los planes futuros.
Recordar que en las celdas también se acurrucan los rincones. Amarnos los
vivos a los vivos, apretar el alma,
que siempre no estaremos como estamos. Vernos con los demás, al borde de una
mañana eterna, desayunados todos. Saber que existe una puerta y otra puerta y
el canto cordial de las distancias. Subir. Nunca bajar. Recogerse a reír en
lo íntimo de este celo de gallos ajisecos soberbiamente, soberbiamente
ennavajados. Beberse una copa de agua desde la pulpería de una esquina cualquiera.
Cruzar en diagonal por encima del tiempo. Agarrar la hora al vuelo. Medirle
el tiempo a los recuerdos. Creer en el hoy, el aún, el todavía. La lucha es a
muerte por |