La trocha de la paz Nubes juntas, sueños juntos, barrio humilde, barrio cerca,
desnudo, recio, original; tiempo viejo, sueño pronto, incansable, vieja copa,
calle empinada, solitaria; siempre más lejos, más cerca, la tierra, la
niebla, la tristeza, el asombro, el odio, el enigma; el desencuentro, el
desagravio, la tregua; el otro, el pueblo, su fuerza, su razón. Quedan la vigilia, el amor, la angustia espiralada; el héroe en
su paso, la sangre, la huida; el rezo, las preguntas, el miedo, la seña, la
orfandad. Quedan alta nube, alto desconsuelo, alto sol; campo, campana,
campanario, campesino; grito, bala, presente eterno en lo fractal. Quedan la
conciencia, el rito, el brazo, las cantinas, la pena, la salida. Quedan
ansias, trizas, lucero, llanto, desvarío; embriaguez, juramento, soledad.
Quedan sueño, noche, amanecer; la pobreza, el camino, la consigna, la
canción. Queda el firme clamor hacia la fe. Locura necesaria al horizonte de frente al paso, a la mañana; al
engaño, la lumbre, el huracán. Año nuevo, mochila nueva, calle nueva,
trepando eternidad. Sonrisa en mano, sin mentira, sin miedo, sin tardanza, al
abierto, al rompe, a lo mejor. Multitud, fuego, árbol, clarín y claridad;
caminante, marinero, alforja plena, sin cortar la luz, sin dejar la sombra;
sin horario, sin retorno, con razón; sin bajar la guardia, sin bajar la
alegría; en nombre del pan, del pobre y de la cena santa Buscaremos el rincón de Dios, la guarida de las sombras, la
escarcha del jardín; calendarios, repisas, relojes, enramadas; carpinterías,
fogones, horizontes; poemas enraizados, viejas lluvias, clarinadas.
Buscaremos madrugadas, insomnios rotos, infantes llantos, tempestades; nidos
solos, silencios desbocados, aguas frescas, subversiones; patrullas,
trincheras, rabias; luces, truenos, mayos; caprichos, persistencias,
claridades. Buscaremos claveles y jazmines, voces, verdades y canciones;
proyectos y bandejas, arados y charapos; locuras tempraneras, calles, plazas;
semerucos, portachuelos, pancartas, esperanzas; presentes infinitos,
aspavientos, macundales; vientos, sueños recios, contras, azabaches,
persistencias, bendiciones. Sabremos de arrebatos; del columpio de la rabia, del camino que
lleva al desespero; de las edades del grito y la asechanza; de la vagina, de
la pereza, de las prisas; del hambre, del ladrido imperial, de los bribones.
Sabremos del instante, del naufragio, de las amargas grietas del roble; de
los burdeles del aire, de las esquinas del sueño; de los apellidos del árbol,
de las arenas del mal; de los basurales del pobre, de los molinos sin viento,
de las entrañas del daño. Sabremos de las distintas caras cristianas; de los
entierros sin hombros; de los suburbios sin santos; de los jirones de sueldo;
de los retazos del agua; de las gargantas sin voz; de los charcos del dólar;
de los gemidos del banco; de la señal del centavo. Armaremos salones, cajas, calles, plazas; armaremos casonas,
sueños, soles, tardes; milagros, camerinos y tarimas; aceras, consignas,
faroles y banderas. Armaremos de acero los cantos. Hasta de dos en dos
armarnos y amarnos hasta el fin. Echaremos las sombras al viento, a las
espaldas los arroyos del tiempo, las barricadas sin paz. Revisaremos listas
nóminas, retratos. Contrataremos, solicitaremos, inscribiremos a Dios. Perdonaremos a la cizaña, a la ortiga, a los zancudos, a los
cables, a la luz, a los técnicos, a su trabajo subliminal. Volveremos al
sitio, al encuentro, al abrazo, con la frente en el cielo y el arma sin voz.
Caminaremos despacio jardines, arrebol, sabana, aldea, alba, barrio, luna,
madrugada, ciudad. Juntaremos casa, avío, diapasón, resabios, fincas y
razones; víveres, dinero, el aceite, los garbanzos, el carriel. Cuenta
rendiremos. Ajustaremos tragos, brindis, trasnochos, alegrías. Tornaremos al
cimiento, a los caminos, a las ruanas, al cuatro, al arpa, los tiples, las
maracas. Contaremos con el voto de los pájaros, con el aplauso de la tarde,
con la confianza del vino, con las señas de la luz. Alistaremos las mesas,
las jarras, las cafeteras, los manteles. Iremos a la marcha de los árboles.
Al murciélago trizas volveremos. Echaremos el resto, apañaremos el sol.
Daremos nuestra vida por un arma en paz. Contemos con la vida. Cantémosle a la tierra, al bahareque, al
oro, al riesgo, al desafío. Salgámosle al paso al superpoder. Inspeccionemos
armas, demonios, insignias, santidades; andanzas, amenazas, mensajes,
bodegas, secretos y arsenales químicos, biológicos, nucleares. Desenterremos
el mal y sus secuaces. Reunamos tantos inspectores como sea posible. Crucemos
las fronteras del imperio. Ingresemos en sus antros, en el fondo de sus cajas
negras. Desarmemos sus desvergonzadas locuras belicistas, con la fuerza de la
paz. Vigilar mientras todos duermen. Unir lo posible
con lo imposible. Mantener abierta la palabra. Sacar la flor de las cenizas.
Llevar el infinito a cuestas. Salirle al paso a la mirada. Alentar todas las
formas. Alumbrar la maravilla. Encender relámpagos. Asombrar al tiempo.
Descubrir el secreto. Sentir las sombras. Fundar los sueños. Salvar al hombre.
Amar al viento. Decir verdad. Seguir puntualmente al sol. Sentarse en el
lugar del hambre. Acordarse del viaje hacia la sombra. Dar tiempo al camino a
que regrese. Despertar a latigazos el silencio. Mantenerse como un latido.
Llevar a peso las palabras. Reinar sobre la muerte. Revivir cada día.
Salvarse juntos. Festejar la vida. Cambiar la vida. Transformar la vida.
Asolear la eternidad. Hacer más vivo el vivir. Llegar vivos a la muerte.
Hacer buena la palabra. Hacerla arado, paz, combate, furente, empuñada,
inextinguible. Dar con la antigua trocha de la paz. Salvaguardar al hombre
que florece, la lumbre lubricante de la piedra, la huella que nos lleve al
alumbraje. |