M A N I F I E S T O Porque
queremos el pan de cada día, flor de aliso y perenne
ternura desgranada.
Federico García Lorca En esta hora de
escombros, cuya brújula parece enloquecida, desguarnecida, volvemos al hambre
que cobija nuestra sombra desde este ruedo fantasmal del pobre. Como la
pólvora en los cartuchos de los revólveres congelados, plantadores de árboles
de humo en la floresta del incendio. Como la angustia de una espada y el puño
del pan magro que tragan los muchachos sucios de sombra y de sueños, mineros de la muerte en
la cantera de la aurora, y los harapos de las madres, higueras de los cielos
abrasados. Entre el pavoroso tesoro del hambriento, el
eterno basural de los zamuros, boca buscando vida a dentelladas, buscando
libertad, buscando aurora, hambre embistiendo en ciegas oleadas que sólo pan
y soledad devora. Es la mano del
hambre la que guía este sordo destino, esta aventura por donde el hombre
asoma cada día como una indominable dentadura. En el ruedo del hambre y de la
lluvia se agiganta la sombra de la muerte. Pan, Libertad, Dios, paz, olvido, El hombre
instinto de animal hambriento. Amor que es odio, paz que es turbia
guerra, seco rencor que nunca olvida
nada, Dios que desde su altura nos destierra.
Cuanto tocan los dientes con su frío se vuelve masa de amargor y
hastío. ¡Sólo comemos soledad y pena! Pan pide la mano cerrada y la mano
extendida, la que amenaza y la que
codicia, la que acaricia, la que cocina, la proletaria y la paria. Seguimos
con el hambre. Seguimos con el hambre todavía. El hambre es el primero de los
mandamientos. Tener hambre es la cosa
primera que se aprende. Por hambre vuelve el hombre sobre sus laberintos.
Donde la vida habita siniestramente sola. Madre antigua y atroz de la
incestuosa guerra, borrado sea tu nombre de todos
los caminos. Baja del cielo, Libertad sagrada, hazte
carne en el seno de la huerta, y entre dolor y sangre un día hermoso nos
nacerás entera. Día de redención, de amor, de gloria, será el día del parto,
en primavera, y de sangre y dolor, de sol y vida, cuando tú te hagas nuestra.
Por ti el despertar de la armonía, el sueño humano en pleno día, la paz, por ti,
la paz sobre la tierra. Salgamos a buscarla en la ladera, en el
barranco, en la huerta, en el mercado, en el solar, en el potrero, la
panadería, la vereda, la calleja. Gritemos que hay hambre en oleada atroz.
Que hay hambre junta y a montones. Que sin moneda no se compra pan. Tomemos el
arma y elijamos un ejército. No es día de contar la historia. Es día
de gestar. De empezar otra historia y otra patria. Es nuestra la canción que
escuchamos. A crecer. A sembrar la tierra otra vez. Al agua. Al sol. Al
viento. Y al camino. Otra vez a las armas. A la espiga. A hacer crecer la
luz, la Espiga!
Desde este cruce de sueños, de siglos y caminos. Desde estas lomas y
estos vientos. Desde estas soledades severas de Los Andes. Encendidos de
frío, de furia y de esperanza. En vasijas de barro, bebamos el agua, nuestro
vino! Podrá faltar el aire,
el agua, el pan. La fe, jamás. Cuanto menos aire, más. Cuanto más sedientos,
más. Ni más ni menos. Más. Al cantar el gallo. Al romper el día. Al abrir el
sol. A filo de madrugada. Con propias
armas. A sablazos y a tiros. Cuanto más a prisa, más. A puño. A sol y sombra.
A asombro propio. Desde estas soledades severas desbocadas. Así nos llamen simios, monos tropicales,
lascivos seres, megalómanos incorregibles, niños malos, pendencieros,
petulantes advenedizos, caciques motilones, hombres sin país o de levita
gris. ¡La luna alumbra nuevas intenciones!
Viaje admirable, viaje alucinado, para el viaje de sangre en rebeldía
al borde de la trocha tempranera. Veinte, cuarenta, sesenta hombres...
hombres en fila, huellas en el polvo, rostros inconclusos, sombras...
Cálidos, amargos, cándidos, furentes... Engranajes listos, entrecejo insomne,
cenizas sueltas como briznas al viento, con lágrimas salobres... Cuarenta mil millardos de millas de hombres
luz. Si nos diéramos las manos y
formáramos la rueda, sin mirarnos la cara, sin saber quién es quién...
sesenta, cien, mil, doscientas veces mil, doscientas cincuenta mil veces mil
manos fueran... el perímetro exacto, con un poco de tierra, para vivir otra
vez, para vivir a la vez. Árbol de la Libertad.
Aquí estamos. Sangre fresca! Contingente nuevo! Algún dinero! Tierra, pueblo y alarido! Siglo
nuevo! Nuevo
amanecer!
Hombres libres! No más farsa, tiranía, opresión! A liberar! A restaurar! A madrugar! La luna alumbra
nuevas intenciones!
Desde esta noche diluvial del hombre! Desde este ruedo fantasmal del hambre!
A los 100.000 amigos
de Poesia.org |