LA INVASION (ENERO 1952) 
Sonriendo, mostrando sus blanquísimos dientes 
de muerte y de «use usted el dentífrico Collins», 
el Almirante Gardner ha puesto pie en España 
saludado por todas las músicas canallas. 

 

Algunos esperaban que vendrían cien barcos 
cargados de materias primas y de alimentos 
pero sólo han venido quince buques de guerra 
cargados de cañones y animales de presa. 
Después vendrá el negocio de las importaciones; 
después los magazines donde exhiben sus lindas 
piernas de exportación las norteamericanas, 
mas antes es preciso saber que eso se paga. 
Tendremos autos, radios y Lucky Strike baratos; 
tendremos frigidaires del último modelo. 
Y si no nos sentimos ya dichosos con eso 
nos mandarán psiquiatras que nos curen de iberos. 

 

Pues la USA siempre paga lavándose las manos, 
aséptica, correcta, comercial, puritana, 
y los Wasps, como saben lo que es un buen negocio, 
comprarán nuestras vidas masturbándose el oro. 

 

Ya veo a los soldados de España como Cristos 
mandados por el hijo de un manager o un gangster,
 burlados Ecce-homos, traicionados, vendidos 
por aquellos que tanto nos hablan de la patria. 

 

¡Oh la USA del dólar, oh atómica agresora, 
Cartago anti-humanista, gigante que levantas 
sobre unos pies de barro tu cuerpo de oro y hierro, 
malditas sean tus madres, malditos sean tus muertos! 

 

Mas no. Cuando bajaba del «Mercury» un marino 
me ha mirado y de pronto no sé qué habrá notado 
de universal reinante, de sin palabras dicho 
que apretando su puño lo ha alzado subrepticio. 

 

¡Oh América del hombre, marino del «Mercury», 
con tu puño has alzado mi amor y mi esperanza! 
Detrás de los que mandan, los que son, intangibles,
 reservan su evidencia, trabajan sin decirse. 

 

Si a veces, con tristeza, pensáis que España calla 
y los Wasps os indignan, recordadme poeta 
junto a aquel marinero del «Mercury», mi hermano. 
Cuando gritéis «¿quién vive?», juntos
responderemos.