A Un Poeta Sajón
.
Tú cuya carne, hoy
dispersión y polvo,
Pesó como la
nuestra sobre la tierra,
Tú cuyos
ojos vieron el sol, esa famosa estrella,
Tú que
viniste no en el rígido ayer
Sino en el
incesante presente,
En el último
punto y ápice vertiginoso del tiempo,
Tú que en tu
monasterio fuiste llamado
Por la
antigua voz de la épica,
Tú que
tejiste las palabras,
Tú que
cantaste la victoria de Brunanburh
Y no la
atribuiste al Señor
Sino a la
espada de tu rey,
Tú que con júbilo
feroz cantaste,
La humillación
del viking,
El festín
del cuervo y del águila,
Tú que en la
oda militar congregaste
Las rituales
metáforas de la estirpe,
Tú que en un
tiempo sin historia
Viste en el
ahora el ayer
Y en el
sudor y sangre de Brunanburh
Un cristal
de antiguas auroras,
Tú que tanto
querías a tu Inglaterra
Y no la
nombraste,
Hoy no eres
otra cosa que unas palabras
Que los
germanistas anotan.
Hoy no eres
otra cosa que mi voz
Cuando
revive tus palabras de hierro.
.
Pido a mis
dioses o a la suma del tiempo
que mis días
merezcan el olvido,
que mi
nombre sea Nadie como el de Ulises,
.
pero que algún
verso perdure
en la noche
propicia a la memoria
o en las mañanas
de los hombres.
.