Manual para el perfecto herido de guerra"Que otros esculpan un bronce que
se ablande y que respire; ¡sea! saquen del mármol rostros vivos, vuelen a más
altura en su elocuencia, con el puntero el firmamento midan y ortos en él de
soles mil columbren... Mas tu misión recuerda tú, Romano: regir a las
naciones con tu imperio (ésas tus artes), imponer al mundo el uso de la paz,
darla al vencido, y arrollar al soberbio que la estorbe!" Virgilio. La
Eneida (VI, 1225-1235) "Que otros canten las armas y a los
héroes, los abismos del ser o la complejidad del universo. Dejadme a mí que diga la gracia
irrepetible de esta tarde de abril, la efímera hermosura de la luz, que es mi
amiga y que plácidamente acaricia el papel en el que escribo." Eloy
Sánchez Rosillo. "Apunte de una tarde" 1, ya nada queda tras la luz ¿Qué más podría pedir que acercarte el
amor en silencio? Afuera, llueve, esa danza lenta de la
lluvia acomete. Puede que nieve esta noche obuses. Mas ahora, los
francotiradores descansan, escriben cartas de amor a jovencitas o hablan para
alguna televisión orgullosos, la bota reposando sobre el vientre de la
víctima. Hay un barco con su niebla y una vela
triste y marchita, que los rayos del sol apagan. Delectación. Abandono. Débil
susurro de esquelas las noticias de las siete. La cometa besa la arena. Ya nada queda tras la luz. Sólo la
quietud acecha. Un beso, un maldito beso. Anudo los lazos. Me aferro. La
vida. Y te siento. 2, estampas de guerra Aquí, la libertad se sirve en latas de
conserva, los ancianos son el capricho más inútil y el tiempo se mide en
bajas por minuto. El agua es un tesoro. Los besos, un bien escaso que las
jovencitas reservan para los Cascos Azules. Despertarte cada mañana, una
fiesta. Y ni eso nos dejan hacer en la intimidad. Para llegar hasta tu cama he de cruzar
diez controles. Prefiero la salvación de tu cuerpo a la
seguridad del mejor fusil. Si me levanto y no te siento a mi lado, el caos en
el que vivo se me desordena. En esta guerra nos vetaron hasta la sonrisa. 3 Negro es el día sin el abanico de tus
noches. Me están arrancando de los ojos y las
manos el tiempo para respirarte. Se esconden tras olivos de aceitunas yermas
y a todas horas temo verlos demasiado tarde. Llevo seis días queriendo entrar a tu
portal. Ya ni tenemos un ángel de la guarda.
Dejó sus alas bajo la almohada un amanecer y salió a la calle con un pullover
negro. Y a él, también lo abatieron entre círculos de nieve. 4 Hacemos el amor en el cuarto de baño,
que es la única habitación intacta que esos cabrones nos han dejado después
de seis días de bombardeos. 5, la tarde es un llanto cansado La tarde es un llanto cansado, y mis
manos, curtidas en la albura de tu pecho, se despiden del aroma rancio a
tabaco americano de contrabando. Sólo veo tu espalda entre la oquedad. Te
vistes deprisa, arreglas tu pelo. De tu cuerpo quitas mis huellas con un
simple propósito de agua. Me voy porque la niebla nos ha dormido y
viajo por un sendero de cenizas. Cuando vuelva, besaré tu calma. Mirar
atrás es un ejercicio desolador. 6 Tus últimos besos, ¿qué hago con
ellos? ¿Se esconden para preservarlos del polvo, del moho y del paso del
tiempo? Dime, ¿dónde los pongo? 7, despedida Una nao se bota al fin. El viento mece
ruidos, miedos y estruendos. Me dices que no lo soportas más que te
irás, que te estás yendo, que te has ido. Sólo el recuerdo de una sombra. Ése es
el fruto de tu destierro. 8, manual para el perfecto herido de
guerra Primer y único mandamiento: aprieta
fuerte los dientes, maldice tu suerte un puñado de veces y apáñatelas como
puedas. Y reza. Reza a tu dios todo lo que sepas. Al menos, que no te roben
el consuelo de saber que no vas a ser el último. Como último recurso (sólo en
caso de que falle todo lo demás) piensa en ella. 9 Cuando todo haya terminado, cuando las
heridas de carne se cierren y podamos mirar hacia el cielo sin temor de
quemarnos la vista, tendré tiempo para darme cuenta de qué significa ser un
héroe de guerra. Y entonces vendrá la ONU y me sacará los ojos. Porque mientras
excavamos nuestras tumbas ellos pondrán sus fábricas y carreteras. y 10 Como la Muerte, ese eterno surtidor
de hielo, cuando, tras alto vuelo, brutal saeta, se lanza al vacío y a su
presa alcanza. Así, con esa misma rabia, esta mañana
tibia de domingo, te busco y te deseo entre los cascotes y las ruinas de lo
que fue nuestro apartamento. |