Maneras de no estar
muerto (primera) Subirse a los árboles y gritar, romper
cristales o jarrones de un pelotazo, levantarle las faldas a las chicas,
bañarse desnudos en el río las mañanas de mayo, hacer novillos en clase de
Lengua los jueves, robar caramelos de eucalipto en el quiosco, dejarse media
vida en los pedales de la bicicleta, compartir tu bocadillo de nocilla en el
recreo y las ilusiones más estúpidas que se hayan visto, llorar con la
ternura de Stan Laurel y Oliver Hardy. Volver a la infancia al menos dos
veces por semana. (segunda) Finge cualquier pretexto y apaga el
televisor (procura no usar el mando a distancia). Sal de internet y
desconecta tu PC. Deja de tocarte viendo películas gore. Y comprobarás, por
extraño que parezca, que al salir de tu edificio (a mano derecha) hay un
mundo en tres dimensiones - el único tuyo, no programado - que te está
esperando (sin necesidad de pagar cuotas) para que comiences a vivir. Para tu
información te diré que también hay chicas de realidad virtual (pero todas
tienen unos novios muy bestias). (tercera) Es triste reconocerlo, pero puedo saber
por los rostros y los gestos de esta gente que pasea quién no ha leído a
Pessoa, que es como decir que también sé quién ha vivido y quién no; quién,
simplemente, cruza por su vida contando las horas que le quedan para toparse
con su correspondiente muerte. (cuarta) Hay algunos que cuentan sus amistades
por el número de llamadas que reciben al cabo del día. Otros beben vino barato
en vaso largo durante horas en las tabernas y hablan de fútbol y de fútbol. (Pensar es un deporte cada día más caro
y con menos audiencia). Yo no tengo teléfono móvil. Tampoco
amigos. (Bueno, pongamos dos o tres para que no se me enfaden). Mi vida se
pasea por unas líneas de Flaubert. De alguna manera, también yo soy un
moribundo, que se aleja de los vivos para instalarse en los sueños. (quinta) in memoriam J.A.G. "El Fary", portada de un
suplemento dominical (acaba de sacar un nuevo disco). ¿Qué nos está pasando a
los españoles? Entiendo que los grandes poetas de hoy terminen sus días
lanzándose al vacío. 21 de marzo de 1999 (sexta) Ese cuarto de tu casa con una puerta de
madera mala al que nunca en quince años te has atrevido a entrar te está
llamando - más fuerte conforme te acercas. Ábrelo. No tengas miedo. Dentro
están tus hijos. Quizá - sólo es un decir - esperan de ti algo más que una
videoconsola. (séptima) Pacta con el diablo de vez en cuando. En
estos días de locos, los súcubos se metamorfosean en delicados y ceñidos
pantalones vaqueros Levi's 501 de la [talla 38 o en escotes Calvin Klein sin
mesura ni censura. Persíguelos. Conviértete en su sombra. En sus rinconces
está la vida. (octava) Aunque para vencer tu dependencia debas
comer en el balcón, nunca veas el telediario. (novena) El Hombre, ese ente anónimo y universal,
con el discurrir de este siglo, sus obstáculos y trampas, ha ido confundiendo
quimeras con quinielas, utopías con loterías, ilusiones con cupones. No hay
mayor derrota: dejarlo todo en manos del azar. (décima) Coge, niña, el capullo de las rosas, no
aguardes a que florezcan y estallen en todo su esplendor. Arráncalos y sácale
todo el partido. En este mundo repleto de prisas no merece la pena esperar
tanto. Tampoco la vida esperará a que tú
decidas. Cualquier otra puede llegar primero, y entonces ya me dirás qué
hacemos. (undécima) Aunque la duda te ofenda, duda de
cualquier cosa, por vulgar que te parezca. Sobre todo, duda de Sartre. Duda hasta
de Descartes. (duodécima) "Por qué cantáis la rosa, ¡oh,
Poetas! Hacedla florecer en el poema;" V. Huidobro. Puesto que no has de superar a Quevedo,
no te compliques. Ni te molestes. No cantes al amor en tus poemas. Es
preferible que lo practiques. Con la luz de la mesilla apagada o como
quieras. Y deja para los misóginos esos otros menesteres. (raíz cuadrada de 169) El gato negro de mi vecina atraviesa el
zaguán y se pierde en el jardín justo en el momento de coger papel y lápiz.
Dejaré los bártulos en remojo y saldré en busca de una muchacha de ojos
claros y mente abierta. Decididamente, no escribiré esta tarde.
Sé que mis enemigos se relamerán de gusto. (decimocuarta) No te dejes arrastrar por el odio, no
desperdicies tus buenos momentos maquinando iniquidades contra quien no las
merece. Que tu venganza se haga esperar, que tu mejor amigo sea el tiempo.
Todos tus deudores pagarán con creces sus cuentas, y expirarán sus culpas. Ya
tendrás oportunidad de pasarles factura un día sobre su tumba (si el toro no
te pilla a ti primero). (decimoquinta) Ni oses compartir con una mujer tu mayor
pecado, el inconfesable, ni le repitas dos veces te quiero sobre la cama en
un mismo día. En el primer caso, si das la vuelta, estarás perdido; y en el
segundo peor: la habrás perdido para siempre. (decimosexta) Como Phileas Fogg, correr al revés del
mundo, ganarle un par de días a la Muerte, burlar por un instante al Olvido;
sentirme un héroe de papel. Como Alonso Quijano, volverme cuerdo en
el momento preciso, hacer del existir una sinrazón, robarle unos granos a la
Gloria; sentirme un héroe de papel. (decimoséptima) Desconfía en todo momento: tanto de
aquéllos que dicen tener siempre de cabecera el Ulises de Joyce, como de los
que aseguran que nunca nunca han deseado a mujer ajena. (decimoctava) Por más que nos empeñemos en sentarnos a
esperarle al borde del camino, reposando el cansancio de los días, hablándole
de él a las estrellas. Por más que tiremos piedrecitas al silente río,
aprehendamos jubilosos la hermosura de esta tarde, lloremos su agonizante
caída estival. Por más que, igual que ayer, pensemos que hoy definitivamente
sí, estamos seguros, mientras imaginamos círculos por los que caminar
descalzos, Godot no va a venir. (y última) La luz vespertina del viejo malecón, la
que cada día salta ventanas, la lluvia lenta que se repite en París, el
invierno seco de Salamanca, la inesperada primavera en Murcia, ese gesto de
quitarte las gafas, compartir palomitas en un cine, conversar de Flaubert, y
una terraza, romper las bragas nuevas de tu Musa mientras Ella inspira tu
mejor poema. Acaso sea eso la felicidad, si tomamos
dosis industriales (sobre todo, la última receta). |