Los
llamamientos de amor y misericordia que encierran estas páginas,
se confiaron a una humilde hermanita coadjutora de las religiosas del Sagrado
Corazón, fallecida el 29 de Diciembre de 1923 a los treinta y tres
años.
han sido conservados como
un tesoro por la familia religiosa que los recibió, hasta ahora,
que parece ser el momento indicado de darlos a conocer al mundo, tan sediento
de paz, para atraerlo suavemente al único y verdadero manantial
de confianza y seguridad.
"Yo seguiré hablando
y tu transmitirás mis palabras"- decía el Corazón
de Jesús a su confidente-. "No pido nada nuevo sin duda… pero, ¿no
necesitan reanimar la fe, el amor, la confidencia? Ayúdame en esta
obra de amor".
El mismo Señor definía
así su obra: "Las palabras y deseos que doy a conocer por tu medio,
excitarán el celo de muchas almas e impedirán la pérdida
de un gran número; y comprenderán cada vez más, que
la misericordia y el amor de mi corazón son inagotables.
Durante mucho tiempo, quiso
el señor mantener oculto el instrumento que se había escogido
y le dijo un día: "Tu eres el eco de mi voz"; pero si Yo no hablo
¿que eres, Josefa ?
Cincuenta años ha
transcurrido en silencio desde la muerte de la humilde religiosa. Pero
los favores debidos a su intercesión, al ponerse en evidencia el
auténtico valor de su MENSAJE, han movido a la autoridad eclesiástica
a darlo a conocer a las almas. ¡ojalá sean muchas las que
logren conocer por su medio al Corazón abrasado de amor que hoy
se ofrece, una vez más, a las ansias del mundo".
Josefa Menéndez nació en Madrid el 4 de Febrero de 1890, en un hogar modesto pero muy cristiano, bien pronto visitado por el dolor. La muerte del padre, dejó a la jovencita como único apoyo de su madre y de dos hermanas, a las que sostenía con su trabajo. Josefa hábil costurera, conoció las privaciones y preocupaciones, el trabajo asiduo y las vigilias prolongadas de la vida obrera, pero su alma enérgica y bien templada vivía ya del amor del Corazón de Jesús, que le atraía a sí irresistiblemente. Durante mucho tiempo deseó la vida religiosa, sin que le fuese dado romper los lazos que la unían al mundo; su trabajo era necesario a los suyos y su corazón, tan amante y tan tierno, no se resolvía a separarse de su madre, que a su vez creía no poder vivir sin el cariño y el apoyo de su hija mayor. Un día sin embargo, el divino llamamiento se hizo irresistible, exigiendo los mayores sacrificio.
El 5 de Febrero de 1920, Josefa
dejaba a su hermana a su hermana ya en edad al cuidado de su madre y abandonaba
su casa y su Patria querida, para seguir más allá de la frontera
a Aquél cuyo amor divino y soberano tiene derecho a pedírselo
todo.
Sola y pobre se presentó
en Poitiers, en el convento del Sagrado Corazón de los Feuillants,
santificado en otros tiempos por la estancia en él de Santa Magdalena
Sofía Baral. Allí se había reanudado hacía
poco la obra de la Santa Fundadora y a su Sombra florecía de nuevo
un Noviciado de Hermanas Coadjutoras del Sagrado Corazón.
Nadie pido sospechar los designios divinos que ya empezaban a ser realidad. Sencilla y laboriosa, entregada por completo a su trabajo y a su formación religiosa, Josefa en nada se distinguía de las demás, desapareciendo en el conjunto. El espíritu de mortificación de que estaba animada, la intensa vida interior que practicaba, y una como sobrenatural intuición en cuanto a su vocación se refería, llamaba la atención de algunas personas que la trataron con más intimidad.
Pero las gracias de Dios permanecieron
ocultas a cuantas la rodeaban, y desde el día de su llegada hasta
su muerte, logró pasar desapercibida, en medio de la sencillez de
una vida de la más exquisita fidelidad.
Y en esta vida oculta, Jesús
le descubrió su Corazón. "Quiero – le dijo- que seas el Apóstol
de mi Misericordia. Ama y nada temas. Quiero lo que tú no quieres...
pero puedo lo que tú no puedes... A pesar de tu gran indignidad
y miseria, me serviré de ti para realizar mis designios".
Viéndose objeto de estas predilecciones divinas, y ante el MENSAJE que debía transmitir, la humilde Hermanita temblaba y sentía levantarse gran resistencia en su alma. La Santísima Virgen fue entonces para ella la estrella que guía por camino seguro, y encontró en la Obediencia su mejor y único refugio, sobre todo, al sentir los embates del enemigo de todo bien, a quien Dios dejó tanta libertad. Su pobre alma experimentó terribles asaltos del infierno, y en su cuerpo llevó a la tumba las huellas de los combates que tuvo que sostener. Con su vida ordinaria de trabajo callado, generoso v a veces heroico, ocultaba el misterio de gracia y de dolor que lentamente consumía todo su ser.
Cuatro años bastaron
al Divino Dueño para acabar y perfeccionar su obra en Josefa, y
confiarle sus deseos. Como Él había dicho, llegó la
muerte en el momento señalado, dando realidad a sus palabras: "Como
eres víctima por Mí escogida, sufrirás y abismada
en el sufrimiento morirás". Era el sábado 29 de diciembre
de 1923.
Pronto se dejó sentir
la intercesión de Sor Josefa. El Corazón de Jesús
cumplía su promesa: "Este será nuestro trabajo en el cielo:
enseñar a las almas a vivir unidas a Mí". y otro día:
"Mis palabras llegarán hasta los últimos confines de la tierra".
Su corazón preparaba el camino que hoy descubre al mundo, hambriento
de Verdad y de Caridad.
Historia sencilla y sublime
a la vez la que a las almas presenta el precioso libro: UN
LLAMAMIENTO AL AMOR de Sor
Josefa Menendez,
Religiosa Coadjutora de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús.
Este opúsculo es mera
reimpresión de un capítulo del mismo.
UN MENSAJE DEL CORAZON DE JESUS
"Quiero que las almas crean en
mi Misericordia, que lo esperen todo de mi Bondad, que no duden nunca de
mi Perdón."
Yo soy el amor. Mi Corazón no puede
contener la llama que constantemente le devora.
Yo amo a las almas hasta tal punto, que he
dado la vida por ellas.
Por su amor he querido quedarme prisionero
en el Sagrario, y hace veinte siglos que permanezco allí noche y
día, oculto bajo las especies de pan, escondido en la hostia, soportando
por amor, el olvido, la soledad, los desprecios, blasfemias, ultrajes y
sacrilegios.
El amor a las almas me impulsó a dejarles
el sacramento de la Penitencia, para perdonarles, no una vez, ni dos, sino
cuantas veces necesiten recobrar la gracia.
Este mensaje está sacado de las comunicaciones que Sor Josefa recibió en varias veces, durante los últimos meses de los años 1922 y 1923.
Allí las estoy esperando; allí deseo que vengan a lavarse de sus culpas no con agua, sino con mi propia Sangre.
En el transcurso de los siglos,
he revelado de diferentes modos mi amor a los hombres y el deseo que me
consume de su salvación. Les he dado a conocer mi propio Corazón.
Esta devoción ha sido como una luz que ha iluminado al mundo y hoy
es el medio de que se valen para mover los corazones, la mayor parte de
los que trabajan por extender mi Reino.
Ahora quiero algo más; sí,
en retorno del amor que tengo a las almas, les pido que ellos me devuelvan
amor; pero no es éste mi único deseo: quiero que crean en
mi misericordia, que lo esperen todo de mi bondad, que no duden nunca de
mi perdón.
Soy Dios, pero Dios de Amor. Soy
Padre, pero Padre que ama con ternura, no con severidad. Mi Corazón
es infinitamente santo, pero también infinitamente sabio; conoce
la fragilidad y miseria humana, y se inclina hacia los pobres pecadores
con misericordia infinita.
Sí, amo a las almas después
que han cometido el primer pecado si vienen a pedirme humildemente perdón...
¡Las amo después de llorar el segundo pecado, y si esto se
repite no un millar de veces sino un millón de millares, las amo,
las perdono y lavo con mi misma Sangre el último pecado como el
primero!
No me canso de las almas y mi Corazón
está siempre esperando que vengan a refugiarse en mí. Tanto
más cuanto más miserables sean.
¿Acaso no tiene un padre más cuidado del hijo enfermo que de los que gozan buena salud? ¿No es verdad que para aquél es mucho mayor su ternura y solicitud? De la misma manera, mi Corazón derrama con más largueza su ternura y compasión sobre los pecadores que sobre los justos.
Esto es lo que quiero explicar a las almas; Yo enseñaré a los pecadores que la misericordia de mi Corazón es inagotable, a las almas frías e indiferentes, que mi Corazón es fuego y fuego que desea abrasarlas porque las ama; a las almas piadosas y buenas que mi Corazón es el camino para avanzar en la perfección y por él llegarán con seguridad, al término de la bienaventuranza. Por último, a las almas que me están consagradas, a los sacerdotes, a los religiosos, a mis almas escogidas y preferidas, les pediré una vez más, que me den su amor y no duden nunca del mío; pero sobre todo, que me den su confianza y no duden de mi misericordia. ¡Es tan fácil esperarlo todo de mi Corazón!
Yo daré a conocer que mi
obra se funda sobre la nada y la miseria; éste es el primer eslabón
de la cadena de amor que preparo a las almas desde toda la eternidad.
Haré que las almas conozcan
hasta qué punto las ama y perdona mi Corazón. Penetro el
fondo de las almas, sus deseos de darme gusto, de consolarme y de glorifícarme:
y el acto de humildad que sus faltas les obligan a hacer, viéndose
tan débiles, es precisamente lo que consuela y glorifica mi Corazón.
No importa que las almas sean débiles. Yo suplo lo que les falta.
Les daré a conocer cómo
su misma debilidad puede servirme para dar vida a muchas almas que la han
perdido.
Daré a conocer que la medida
de mi amor y de mi misericordia para con las almas caídas, no tiene
límites…Deseo perdonar... Descanso perdonando….Siempre estoy esperándolas
con amor …. ¡Qué no se desanimen! ... ¡Qué vengan!
... ¡Qué se echen sin temor en mis brazos!... ¡Soy su
Padre!
Muchas almas no comprenden cuánto
pueden hacer para atraer a mi Corazón a otras almas que están
sumidas en un abismo de ignorancia y no saben cómo deseo que se
acerquen a Mí para darles vida... La verdadera vida.
Yo te enseñaré mis
secretos de amor y tú serás ejemplo vivo de mi misericordia,
pues sí por ti, que eres miseria y nada, tengo tanta predilección
y te amo tanto, ¿qué haré con otras almas mucho más
generosas que tú?
Como no eres nada, ven... entra
en mi Corazón... a la nada le es fácil entrar y perderse
en este abismo de amor... Así iré consumiendo tu pequeñez
y tu miseria... Yo obraré en ti... Hablaré por ti... Me haré
conocer por ti...
¡Cuántas almas encontrarán la vida en mis palabras! ¡Cuántas cobrarán ánimo al ver el fruto de sus trabajos! Un actito de generosidad, de paciencia, de pobreza, puede ser un tesoro que gane para mi Corazón gran número de almas. Yo no miro la acción, miro la intención. El acto más pequeño hecho por amor ¡adquiere tanto mérito y puede darme tanto consuelo! ... Mi Corazón da valor divino a esas cosas tan pequeñas. Lo que Yo quiero es amor... No busco más que amor... No pido más que amor. El alma que sabe hacer de su vida una continua unión con la mía, me glorifica mucho y trabaja útilmente, en bien de las almas. Está, por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma no vale mucho, pero la empapa en mi Sangre o la une a aquella acción hecha por Mí durante mi vida mortal, el fruto que logra para las almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero; y esto, sea que estudie o que hable, que escriba, ore, barra, cosa, o descanse con tal que la acción reúna dos condiciones: primero que esté ordenada por la obediencia o por el deber, no por el capricho; segundo que se haga en íntima unión conmigo, cubriéndola con mi Sangre y con gran pureza de intención,
¡Cuánto deseo que las
almas comprendan esto: Que no es la acción la que tiene en sí
valor, sino la intención y el grado de unión con que se hace!
Barriendo y trabajando en el taller de Nazaret, di tanta gloria a mi Eterno
Padre como cuando prediqué durante mi vida pública.
Hay muchas almas que a los ojos
del mundo tienen un cargo elevado, y en él, dan grande gloria a
mi Corazón es cierto, pero tengo muchas otras, que, escondidas y
en humildes trabajos, son obreras muy útiles a mi viña porque
es el amor el que las mueve y saben envolver en oro sobre natural las acciones
más pequeñas empapándolas en mi Sangre.
Si desde por la mañana se
unen a Mí y ofrecen el día con ardiente deseo de que mi Corazón
se sirva de sus acciones para provecho de las almas, y van, hora por hora
y momento por momento cumpliendo por amor con su deber. ¡Qué
tesoros adquieren en un día! ... ¡Yo les iré descubriendo
más y más mi amor! ... ¡Es inagotable! ... ¡Y
es tan fácil al alma que ama dejarse guiar por el amor!
Escribe aún para las almas que amo: Quiero que entiendan bien el deseo que me consume de su perfección y cómo esta perfección consiste en hacer en íntima unión conmigo las acciones comunes y ordinarias. Si mis almas lo comprenden bien, pueden divinizar sus obras y su vida y ¡cuánto vale un día de vida divina!
Cuando un alma arde en deseos de amar, no hay para ella cosa difícil; mas cuando se encuentra fría y desalentada, todo se le hace arduo y penoso... Que venga entonces a cobrar fuerzas en mi Corazón... Que me ofrezca su abatimiento, que lo una al ardor que me consume y que tenga la seguridad de que un día así empleado, será de incomparable precio para las almas. ¡Mi Corazón conoce todas las miserias humanas y tiene gran compasión de ellas!
No deseo tan sólo que las
almas se unan a Mí de una manera generosa: quiero que esta unión
sea constante, íntima como es la unión de los que se aman
y viven juntos; que aun cuando siempre no están hablando, se miran
y se guardan mutuas delicadezas y atenciones de amor.
Si el alma está en paz y
en consuelo, le es fácil pensar en Mí; pero si está
en desolación o angustia, que no tema. ¡Me basta una mirada!
... La entiendo y, con sólo esta mirada, alcanzará que mi
Corazón la colme de las más tiernas delicadezas.
Yo iré diciendo a las almas
cómo las ama mi Corazón: quiero que me conozcan bien y así
me hagan conocer a aquéllas que mi amor les confíe.
Deseo con ardor que todas las almas
fijen en Mí los ojos para no apartarlos ya más, que no haya
entre ellas medianías cuyo origen, la mayor parte de las veces,
es una falsa comprensión de mi amor. No; amar a mi Corazón
no es difícil ni duro; es fácil y suave. Para llegar a un
alto grado de amor no hay que hacer cosas extraordinarias; pureza de intención
en la acción más pequeña como en la más grande;
unión íntima con mi Corazón y el amor hará
lo demás...
Mi Corazón no es solamente
un abismo de amor, es también un abismo de misericordia; y conociendo
todas las miserias del corazón humano de las que no están
exentas las almas que más amo, he querido que sus acciones, por
pequeñas que sean en sí, puedan por Mí alcanzar un
valor infinito, en provecho de los pecadores y de las almas que necesitan
ayuda.
No todas pueden predicar ni ir a
evangelizar en países salvajes. Pero todas, sí, todas pueden
hacer conocer y amar a mi Corazón, todas pueden ayudarse mutuamente
y aumentar el número de los escogidos, evitando que muchísimas
almas se pierdan eternamente; y todo esto por efecto de mi amor y de mi
misericordia. Cuando un alma tiene generosidad bastante para darme gusto
en todo lo que le pido, recoge un gran tesoro para sí y para las
almas y aparta a muchas del camino de la perdición.
Las almas que mi Corazón
escoge están encargadas de distribuir al mundo mis gracias, por
medio de su amor y de sus sacrificios. Sí, el mundo está
lleno de peligros... ¡Cuántas almas arrastradas al mal, necesitan
de una ayuda constante, ya visible, ya invisible! ¡Ay!, lo repito:
¿Se dan cuenta mis almas escogidas de cuánto bien se privan
y privan a las almas por falta de generosidad? Ofrece tu vida aunque sea
imperfecta, para que todas entiendan qué misión tan hermosa
pueden realizar, con sus obras ordinarias, con su trabajo cotidiano.
Que sepan a qué grado de
intimidad las llamo, y cómo quiero que sean celadoras de mi gloria
y de mis intereses; hay muchas que lo comprenden, pero otras no lo saben
bastante...
Mi amor transforma sus menores
acciones dándoles un valor infinito. Pero va todavía más
lejos: mi Corazón ama tan tiernamente a las almas que se sirve aún
de sus miserias y debilidades y muchas veces hasta de sus mismas faltas,
para la salvación de otras almas.
Efectivamente, el alma que se ve
llena de miserias, no se atribuye a sí misma nada de bueno y sus
flaquezas la obligan a revestirse de cierta humildad, que no tendría
si se encontrase menos imperfecta.
Así, cuando en su trabajo,
o en su cargo apostólico se siente incapaz y hasta experimenta repugnancia
para dirigir a las almas hacia una perfección, que ella no tiene,
se ve como forzada a anonadarse; y si conociéndose a sí misma
recurre a Mí, me pide perdón de su poco esfuerzo e implora
de mi Corazón valor y fortaleza... ¡Ah!, entonces ¡no
sabe esta alma con cuánto amor se fijan en ella mis ojos, y cuán
fecundos hago sus trabajos!...
Hay otras almas que son poco generosas
para realizar con constancia los esfuerzos y sacrificios cotidianos. Pasan
su vida haciendo promesas, sin llegar nunca a cumplirlas.
Aquí hay que distinguir:
si esas almas se acostumbran a prometer pero no se imponen la menor violencia
ni hacen nada que pruebe su abnegación ni su amor, les diré
esta palabra: ¡cuidado; no prenda el fuego en toda esa paja que habéis
amontonado en los graneros o que el viento no se la lleve en un instante!
...
Hay otras almas y a ellas me refiero,
que al empezar el día, llenas de buena voluntad, y con gran deseo
de mostrarme su amor, me prometen abnegación y generosidad en esta
o aquella circunstancia; y cuando llega la ocasión, su carácter,
su salud, el amor propio, les impide realizar lo que con tanta sinceridad
prometieron horas antes. Sin embargo, reconocen su falta, se humillan,
piden perdón, vuelven a prometer. ¡Ay!, que estas almas sepan
que me han agradado tanto como si nunca me hubiesen ofendido (1).
No me importan las miserias, lo
que quiero es amor. No me importan las flaquezas, lo que quiero es confianza.
El amor todo lo transforma y diviniza
y la misericordia todo lo perdona. Mi Corazón es todo amor y el
fuego que me abrasa consume todas las miserias.
¡Quiero perdonar! ¡Quiero
reinar! ...
Deseo derramar mi paz por todas
las partes del mundo. Este es el fin que quiero realizar, esta es mi obra
de Amor.
Para reparar las ofensas de los
hombres, elegiré víctimas que alcancen el perdón...
sí, el mundo está lleno de almas que desean complacerme...
Aún hay almas generosas que me dan cuanto tienen, para
(1) Nuestro Señor distingue aquí bien claramente
entre las faltas veniales de costumbre consentidas 0 no combatidas, y las
que son sólo faltas de fragilidad, pero reparadas.
Expresa con estas palabras que la reparación voluntaria le consuela más que lo que el alma le ofendió, por su fragilidad. Efectivamente el acto de humildad, de confianza y de generosidad que supone, la reparación exige una voluntad constante y plena que no existe, sino parcialmente, en la falta de fragilidad.
que me sirva de ello según
mi deseo y voluntad.
Quiero conquistar los corazones
por la fuerza de mi amor,
Quiero que las almas se dejen penetrar
por la verdadera luz.
Quiero que los niños, esos
corazones inocentes, que no me conocen y crecen en el hielo de la indiferencia,
ignorando lo que vale su alma….sí, quiero que esas almitas que son
mis delicias, encuentren un asilo donde les enseñen a conocerme
y donde crezcan en el temor de mi ley y el amor de mi Corazón.
Mi deseo es el que seáis
el combustible de este fuego que quiero derramar sobre la tierra, porque
de nada sirve encender la llama si no hay con qué alimentarla. Por
eso quiero formar una cadena de almas encendidas en el amor, en ese amor
que se confía y lo espera todo de mi Corazón, a fin de que,
inflamadas ellas, lo comuniquen al mundo entero.
No penséis que voy a hablaros
de otra cosa que de la Cruz.
Por ella he salvado a los hombres,
por ella quiero atraerlos ahora a la verdad de la fe y al camino del amor.
Os manifestaré mis deseos:
He salvado al mundo desde la Cruz, o sea, por medio del sufrimiento.
Ya sabéis que el pecado
es una ofensa infinita; por eso os pido que ofrezcáis vuestros trabajos
y sufrimientos, unidos a los méritos infinitos de mi Corazón...
Inculcad a las almas, con quienes
estáis en contacto, el amor y la confianza... Empapadlas en amor,
en confianza, en la bondad y misericordia de mi Corazón. Y cuando
tengáis ocasión de darme a conocer decidles que no me teman
porque soy Dios de amor.
Tres cosas especialmente os pido:
1ª El ejercicio de la Hora
Santa; por él se hace a Dios Padre, reparación infinita,
en unión y por medio de Jesucristo su Divino Hijo.
2.ª La devoción de
los Cinco Padrenuestros a mis llagas, pues por ellas ha recibido el mundo
la salvación.
3.ª En fin, la unión
constante, o sea, el ofrecimiento cotidiano de los méritos de mí
Corazón, porque así lograréis que vuestras acciones
tengan valor infinito,
Valerse continuamente de mi Sangre,
de mi vida, de mi Corazón; confiar incesantemente y sin temor en
mi Corazón; he aquí un secreto desconocido para muchas almas...
Quiero que lo conozcáis y que sepáis aprovecharlo.
Ahora quiero hablar a mis almas
consagradas, para que puedan darme a conocer a los pecadores y al mundo
entero,
Muchas no saben aún penetrar
mis sentimientos: me tratan como a alguien con quien no se tiene confianza
y que vive lejos de ellas. Quiero que aviven su fe y su amor y que su vida
sea de confianza y de intimidad con Aquél a quien aman y que las
ama.
De ordinario el hijo mayor es el
que mejor conoce los sentimientos y los secretos de su padre; en él
deposita su confianza más que en los otros que, siendo más
pequeños, no son capaces de interesarse en las cosas serias y no
fijan la atención sino en las superficiales; si el padre muere,
es el hijo mayor el que transmite a sus hermanos menores los deseos y la
última voluntad del padre...
En mi Iglesia hay también
hijos mayores; son las almas que yo me he escogido. Consagradas por el
sacerdocio o por los votos religiosos viven más cerca de Mí
y Yo les confío mis secretos... Ellas son, por su ministerio o por
su vocación, las encargadas de velar sobre mis hijos más
pequeños, sus hermanos: y unas veces directa, otras indirectamente,
de guiarlos, instruirlos y comunicarles mis deseos.
Si esas almas escogidas me conocen
bien, fácilmente podrán darme a conocer; y si me aman, podrán
hacerme amar... Pero, ¿cómo enseñarán a las
demás si ellas me conocen poco? ... Ahora bien, Yo pregunto: ¿es
posible amar de veras a quien apenas se conoce?... ¿Se puede hablar
íntimamente con aquél de quien vivimos alejados o en quien
no confiarnos bastante? ... Esto es precisamente lo que quiero recordar
a mis almas escogidas... nada nuevo, sin duda, pero ¿no necesitan
reanimar la fe, el amor, la confianza?
Quiero que me traten con más
intimidad, que me busquen en ellas, dentro de ellas mismas, pues ya saben
que el alma en gracia es morada del Espíritu Santo; y allí
que me vean como soy, es decir, como Dios, pero Dios de amor... Que tengan
más amor que temor, que sepan que Yo las amo y que no lo duden;
pues hay muchas que saben que las escogí porque las amo; pero cuando
sus miserias y sus faltas las agobian se entristecen creyendo que no les
tengo ya el mismo amor que antes.
Estas almas no me conocen; no han
comprendido lo que es mi Divino Corazón... porque precisamente sus
miserias y sus faltas son las que inclinan hacia ellas mi bondad. Si reconocen
su impotencia y su debilidad, y se humillan y vienen a Mí llenas
de confianza, me glorifican mucho más que antes de haber caído.
Lo mismo sucede cuando me piden
algo para sí o para los demás... si vacilan, si dudan de
Mí, no honran a mi Corazón.
Cuando el Centurión vino
a pedirme que curase a su criado, me dijo con gran humildad: "Yo no soy
digno de que Vos vengáis a mi casa": mas, lleno de fe y de confianza
añadió: "Pero, Señor, decid sólo una palabra
y mi criado quedará curado..." Este hombre conocía mi Corazón.
Sabía que no puedo resistir a las súplicas del alma que todo
lo espera de Mí. Este hombre me glorificó mucho, porque a
la humildad añadió firme y entera confianza. Sí, este
hombre conocía mi Corazón, y sin embargo, no me había
manifestado a él como me manifiesto a mis almas escogidas.
Por medio de la confianza, obtendrán
copiosísimas gracias para sí mismas y para otras almas. Quiero
que profundicen esta verdad porque deseo que revelen los caracteres de
mi Corazón a las pobres almas que no me conocen.
Entre las almas que me están
consagradas hay pocas que tengan verdadera fe y confianza en Mí,
porque son pocas las que viven en unión íntima conmigo.
Quiero que sepan cuánto
deseo que cobren nuevo aliento y se renueven en esta vida de unión
y de intimidad... Que no se contenten con hablarme en la iglesia, ante
el Sagrario --es verdad que allí estoy, pero también vivo
en ellas, dentro de ellas y me deleito en identificarme con ellas.
Que me hablen de todo: que todo
me lo consulten; que me lo pidan todo. Vivo en ellas para ser su vida y
habito en ellas para ser su fuerza. Allí en el interior de su alma,
las veo, las oigo y las amo; ¡y espero correspondencia al amor que
les tengo!
Hay muchas almas que por la mañana
hacen oración, pero es más una fórmula que una entrevista
de amor. Luego oyen o celebran Misa, me reciben en la Comunión y,
cuando salen de la iglesia, se absorben en sus quehaceres hasta tal punto,
que apenas me vuelven a dirigir una palabra.
En esta alma estoy como en un desierto.
No me habla, no me pide nada y ocurre muchas veces, que si necesita consuelo,
antes lo pedirá a una criatura a quien tiene que ir a buscar, que
a Mí, que soy su Creador, que vivo y estoy en ella. ¿No es
esto falta de unión, falta de vida interior, o, lo que es lo mismo,
falta de amor?
También quiero recordar
a las almas consagradas, que las escogí de un modo especial para
que, viviendo en íntima unión conmigo, me consuelen y reparen
por los que me ofenden. Quiero recordarles que están obligadas a
estudiar mi Corazón para participar de sus sentimientos y poner
por obra sus deseos, en cuanto les sea posible.
Cuando un hombre trabaja en campo
propio, pone empeño en arrancar todas las malas hierbas que brotan
en él y no ahorra trabajo ni fatiga hasta conseguirlo. Así
quiero que trabajen las almas escogidas cuando conozcan mis deseos; con
celo y con ardor, sin perdonar trabajo ni retroceder ante el sufrimiento,
con tal de aumentar mi gloria y de reparar las ofensas del mundo.
Escribe, pues, para mis almas consagradas,
mis sacerdotes, mis religiosos y religiosas, todos están llamados,
a una íntima unión conmigo, a vivir a mi lado, a conocer
mis deseos, a participar de mis alegrías, de mis tristezas.
Ellas están obligadas a
trabajar en mis intereses, sin perdonar esfuerzo ni sufrimiento.
Ellas, sabiendo que tantas almas
me ofenden, deben reparar con sus oraciones, trabajos y penitencias.
Ellas, sobre todo, deben estrechar
su unión conmigo y no dejarme solo. Esto no lo entienden muchas
almas. Olvidan que a ellas corresponde hacerme compañía y
consolarme.
Ellas han de formar una liga de
amor que, reuniéndose en torno de mi Corazón, implore para
las almas luz y perdón.
Y cuando, penetradas de dolor por
las ofensas que recibo de todas partes, ellas, mis almas escogidas, me
pidan perdón y se ofrezcan para reparar y para trabajar en mi Obra,
que tengan entera confianza, pues no puedo resistir a sus súplicas,
y las despacharé del modo más favorable.
Que todas se apliquen a estudiar
mi Corazón... Que profundicen mis sentimientos, que se esfuercen
en vivir unidas a Mí, en hablarme, en consultarme... Que cubran
sus acciones con mis méritos y con mi Sangre, empleando su vida
en trabajar por la salvación de las almas y en acrecentar mi gloria.
Que no se empequeñezcan considerándose
a sí mismas, sino que dilaten su corazón al verse revestidas
del poder de mi Sangre y de mis méritos. Si trabajan solas, no podrán
hacer gran cosa; mas si trabajan conmigo, a mi lado, en mi nombre y por
mi gloria, entonces serán poderosas.
Que mis almas consagradas reanimen
sus deseos de reparar y pidan con gran confianza que llegue el día
del Divino Rey, el día de mi reinado universal.
Que no teman, que esperen en Mí,
que confíen en Mí.
Que las devore el celo y la caridad
hacia los pecadores. Que les tengan compasión, que rueguen por ellos
y los traten con dulzura.
Que publiquen en el mundo entero
mi bondad, mi amor y mi misericordia.
Que en sus trabajos apostólicos,
se armen de oración, de penitencia y, sobre
todo, de confianza, no en sus esfuerzos
personales, sino en el poder y en la bondad de mi Corazón que las
acompaña.
En vuestro nombre, Señor,
obraré, y sé que seré poderoso. Esta es la oración
que hicieron mis apóstoles, pobres e ignorantes, pero ricos y sabios,
con la riqueza y sabiduría divinas
A.M.D.G.
"Hija mía, quiero enseñarte
una lección de gran provecho: el demonio es como un perro furioso,
pero está atado; es decir, que sólo tiene cierta libertad
No puede devorar sino a quién se acrca a él.Pero su astucia
es tal, que cuando quiere alcanzar una presa, se presenta como un manso
cordero. EEsto es la mayor parte de las veces. El alma, sin darse cuenta,
va paso a paso, acercándose y y cuando ya está a su alcance,
descubre el demonio su malicia. No te descuides hija, sobre todo cuando
le creas lejos.
(Palabras de la Santísima Virgen a sor
Josefa)
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vivió sor Josefa:
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Calle Romero Robledo 25 bis
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Teléfono: 915493817
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