Profetas y Videntes 

Criterios de discernimiento                                        

Padre Felix Bourdier, TODC 
I
Reglas para discernir los fenómenos ordinarios en la Vida Espiritual, tales como las Consolaciones, Desolaciones e inspiraciones

1 ¿Cuáles son los espíritus que buscamos para discernir?

2 ¿Qué acción ejercen?

3 ¿Por qué es necesario tener reglas para el discernimiento de espíritus?

4 ¿Cuáles son los signos y efectos del buen espíritu?

5 ¿Cuáles son los signos y efectos del mal espíritu?

6 ¿Qué se debería hacer ante movimientos de consolación del buen espíritu?

7 ¿Qué se debería hacer ante la desolación y movimientos del mal espíritu? 

II 
Reglas para la aprobación de Fenómenos extraordinarios de la Vida Espiritual
(Visiones, Apariciones, Revelaciones, Mensajes, Misiones, Profecías) 

1 Resumen de las reglas de aprobación.

2 La base doctrinal de estas reglas, en el caso de videntes.

3 La base doctrinal de estas reglas, en el caso de los fieles.

III 
Reglas para el discernimiento de Fenómenos extraordinarios en la Vida Espiritual

1 Cinco causas de error.

2 Las cinco causas de un mensaje falso.

3 Estudio acerca de si la persona ofrece signos divinos.

4 Estudio de la persona en sí.

5 Estudio de la revelación en sí.

6 ¿Es la estigmatización un signo divino?

7 Estudio de los efectos producidos por la revelación.

Trabajos de referencia. 

Profetas y Videntes Místicos

Padre Felix Bourdier, TODC 

INTRODUCCIÓN

No es intención de este estudio decir nada nuevo sobre el tema porque casi todo lo que debería saberse acerca del mismo ya ha sido dicho.

En efecto, muy pocas personas hoy tienen, ya sea el tiempo o la oportunidad de estudiar los numerosos trabajos que tratan esta cuestión. Y sin embargo, en nuestros tiempos en los que abundan místicos falsos, videntes falsos y falsos profetas, quiénes no han querido en algún momento saber cómo pueden reconocer lo verdadero de lo falso y así evitar ser víctima de las decepciones del ángel de la oscuridad.

No es ni razonable ni cristiano rechazar todo con el pretexto de que la gente ha sido engañada y que la Revelación quedó cerrada con los apóstoles. El Cielo ha enviado a la humanidad numerosas advertencias en el curso de la historia como la vida de varios santos conocidos lo atestiguan. Por otra parte, es igualmente irracional y peligroso aceptarlo todo sin probarlo; Satanás sabe cómo disfrazarse de ángel de luz y en el pasado, como ahora, ha suscitado un tropel de falsos videntes y de "iluministas" que han confundido a un gran número de personas de buena fe.

Por lo tanto, no debemos ser incrédulos, cuando son posibles las manifestaciones espirituales, ni crédulos porque con frecuencia son ilusorias. Deberían ser examinadas seriamente y por un largo tiempo, y si son vistas como dudosas o de origen diabólica, deberían ser completamente desechadas; pero, por otro lado, deberían ser aceptadas cuando son de orden sobrenatural. Éste es el consejo de Pablo: “No extingáis el espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (I Tes 5:19-21).

Es para ayudar a las almas a mantenerse en el recto justo medio y para preservar esta actitud paulina de sabiduría que hemos resumido, clasificado y adaptado algunos trabajos que tratan reglas para el discernimiento de espíritus en fenómenos ordinarios y extraordinarios de la vida espiritual. Aceptamos de antemano las decisiones de la Iglesia en este tema delicado.

Padre Felix Bourdier, T. O. C. D. 

REGLAS PARA EL DISCERNIMIENTO DE FENÓMENOS ORDINARIOS EN LA VIDA ESPIRITUAL TALES COMO LAS CONSOLACIONES, DESOLACIONES, INSPIRACIONES

I . ¿Cuáles son los espíritus que buscamos discernir?

     Con esta pregunta queremos significar de dónde vienen los pensamientos, sentimientos o deseos que experimentamos internamente, sobre todo cuando reflexionamos o cuando rezamos.

     En primer lugar vienen de nosotros mismos, de nuestro propio espíritu. La función de nuestro espíritu es pensar, razonar, comparar, juzgar y adoptar ésta o aquella opinión, o ésta o aquella decisión. Pero puede suceder y de hecho sucede que estemos equivocados. Es necesario reconocer esto, para estar atentos y saber qué medios deberíamos tomar para controlar nuestro espíritu en su actividad sobrenatural.

     Están también el mundo y los demonios que incesantemente ejercen sus presiones y atracciones para “hacernos caer” en sus prejuicios, sus errores o su falsa línea de conducta. Están condenados por Nuestro Señor y por la Iglesia: “¡Ay del mundo por los escándalos!” (Mt 18:7).

     Por otro lado, está el Espíritu Santo, Nuestro Señor, la Virgen Santísima y los ángeles buenos que buscan iluminarnos e instarnos a alejarnos del mal y hacer el bien.

     Entonces, es importante poder distinguir entre ellos. 

2. ¿Qué acción ejercen?

     Esta acción es triple y opera sobre nuestros sentidos y sobre nuestras facultades a través de las consolaciones, de las desolaciones y de las inspiraciones.

     Las consolaciones son aquellos sentimientos de paz y gozo que a veces son dados a las almas, principalmente durante la oración. Algunas veces son sensibles, como las lágrimas y emociones que son percibidas por los sentidos, y a veces son espirituales o interiores, tales como las iluminaciones sobre alguna verdad o un impulso de amor hacia Dios. Estas últimas son llamadas místicas o contemplativas cuando son infundidas directamente por Dios y provocan una cierta admiración o gusto por Dios.

     Las desolaciones son aridez y sequedad en la oración, tentaciones e impresiones de tristeza y desaliento, y disgusto y aversión hacia cualquier esfuerzo dirigido a la virtud, etc.

     Las inspiraciones son los deseos, proyectos o resoluciones para emprender o llevar a cabo un acto de virtud o una práctica de piedad. 

3. ¿Por qué es necesario tener reglas para el discernimiento de espíritus?

     Tales reglas son necesarias porque, en la mayoría de las ocasiones, la acción que diferentes espíritus llevan a cabo están mezcladas con elementos buenos y malos. Como explica el Padre Rigoleux: “Cuando Dios nos da una gracia, el demonio viene al mismo tiempo con la intención de arrebatarla, o al menos para debilitarla u opacarla.”

     Además, esta acción es muy sutil, por lo tanto problemática para discernir y por consiguiente sujeto a errores de interpretación.

     Además, una acción puede ser mala mientras aparenta ser buena ya que Satanás sobresale en hacerse pasar como un ángel de luz para apartarnos del recto camino.

     Finalmente, la acción del espíritu de uno es frecuentemente incomprendida o malinterpretada como resultado de la ignorancia generalizada acerca de las reglas para el discernimiento de espíritus. 

 

4. ¿Cuáles son las reglas y efectos del buen espíritu?

     De acuerdo a los Ejercicios de San Ignacio de Loyola, son:

(a) Alegría espiritual, paz en el alma y ausencia de inquietud.

(b) Ánimo para emprender el bien, la virtud y la perfección.

(c) Remordimientos tenaces y fuertes en el caso de pecadores graves.

(d) Buenos sentimientos producidos sin una previa causa. Los sentimientos que son los resultados de una causa, tales como una prédica, un himno, una emoción, una memoria, la vista de un objeto, un pensamiento, un prodigio, una aparición, una visión o un mensaje, etc., pueden venir tanto del mal espíritu como del buen espíritu. Entonces deben ser investigados.

(e) Los otros buenos sentimientos que llevan a lo bueno y a lo mejor, y que son buenos en todo aspecto, desde el comienzo al final, deberían ser examinados, y con cuidado, cuando se trata de tomar decisiones.

     De acuerdo a Santa Margarita María, los signos y efectos del buen espíritu son:

(a) El miedo de ser engañado por Satanás apareciendo como un ángel de luz.

(b) Sentimientos de humildad, y la convicción de nuestra nada, nuestra insignificancia, nuestra impotencia de hacer cualquier bien.

(c) Atribuirle a Dios todo bien, y toda gracia, consolación, virtud, éxito: “nada de mí, todo de Dios”.

(d) Desconfianza de uno mismo, sobre todo en los casos de contemplación y virtud elevados, como así también la ausencia de un sentimiento de seguridad en la propia perseverancia; una recaída es posible en cualquier momento. “Así pues, el que crea estar en pie, mire que no caiga” (I Cor. 10:12). “Nunca te vuelvas tan seguro que dejes de temer la posibilidad de una recaída, y estate atento a las ocasiones de pecado” (Santa Teresa).

(e) Rezar contra las tentaciones y las trampas del demonio.

(f) Desprecio y humillaciones, traídos por las gracias que una persona ha recibido y viniendo de criaturas, muy a menudo de nuestros superiores. Un místico sin este signo es un místico falso, contrario a la opinión común, que es aún prevaleciente en la Iglesia, y que erróneamente considera al fracaso como un mal signo. Esto es olvidar que Cristo falló humanamente porque ÉL es “un signo expuesto a la contradicción”.

(g) La ausencia de falta de estima hacia nuestro prójimo y el crecimiento de caridad compasiva hacia él.

(h) El dolor de estar “bien visto” por otros, porque buscar popularidad es un muy mal signo.

(i) La obediencia y la sumisión a la Iglesia, a nuestros superiores, y a los deberes de nuestro estado de vida.

(j) Apertura de conciencia con el director espiritual que no necesariamente es el confesor de la persona.

(k) Conformidad y adhesión a la Sagrada Escritura y a la Iglesia. Sobre este tema Santa Teresa dice en su "Vida" (capítulos 25,26,32): “Estoy lista para soportar miles de muertes por defender un artículo del Credo; un favor puede sólo ser considerado como viniendo de Dios en la medida que esté en conformidad con la Sagrada Escritura. Si en lo más mínimo se aparta de ella, vería en eso una trampa del maligno... No considero una revelación como verdadera hasta que no se demuestre no ser contraria a la Sagrada Escritura y a las leyes de la Iglesia que estamos obligados a seguir”.

(I) El amor por las cruces y la sed por las humillaciones.

(m) El deseo de morir como causa de virtud: por ejemplo, para no pecar más, para ver a Dios y glorificarlo.

(n) La sed de Dios, por un amor perfecto y por una completa unión con Él.

(o) La fe y el abandono en la Providencia en todas circunstancias, especialmente en las cruces.

(p) El hambre por la Comunión, por la Eucaristía.

     Todos estos signos mencionados arriba son también indicados por los dos grandes Carmelitas Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Ellos insisten sobre todo, en el amor a la cruz, y también mencionan los siguientes signos y efectos del buen espíritu:

(a) Confianza en Dios, fe, y esperanza en la victoria de la Gracia.

(b) Negarse a rezar para ser liberados de las pruebas, y aún haber recurrido a la oración para que le sean dadas pruebas.

(c) Luchar para progresar en la virtud: “Por sus frutos los reconoceréis” (Mt 7:16)

(d) La producción inmediata en el alma de los buenos efectos prometidos por las manifestaciones sobrenaturales.

5. ¿Cuáles son los signos y efectos del mal espíritu?

     De acuerdo a San Ignacio, son:

(a) Tristeza, desaliento, ansiedad, sobre todo si es vano y sin causa. La tristeza a causa de Dios, sin embargo, cuando es provocada por el pecado y por la pérdida de almas, no es un mal signo sino bueno.

(b) Motivos sutiles y argumentos tortuosos y confusos para determinar esto o aquello.

(c) Todo lo que incite a la maldad.

(d) Todo aquello que, ante todo presentado como bueno, evoluciona hacia lo menos bueno, lo fácil, lo malo. “Entren por la puerta estrecha” dice Jesús (Lc 13:24), y en su carta 26 y contraseña 194, San Juan de La Cruz declaró: “si en cualquier momento cualquier persona, quien quiera que sea y si es tu superior o no, intenta enseñarte una doctrina amplia y fácil, no le creas y no la aceptes, aún si él la confirmara con milagros, sino que abraza la penitencia y aún más penitencia”.

(e) Lo que sea sugerido brutal e intempestivamente ya que el Espíritu Santo actúa dulcemente.

     De acuerdo con San Juan de la Cruz y Santa Teresa, los signos y efectos del mal espíritu son:

(a) autosatisfacción estéril y vanidad.

(b) Angustia -como opuesta al remordimiento o compunción- acerca de la gravedad de los propios pecados; el verdadero arrepentimiento no consiste en ser escrupuloso.

(c) Seguridad espiritual; creyendo en la propia virtud, en la propia inmunidad y en la confirmación de la gracia. San Juan de la Cruz rehusó atribuir al verdadero Espíritu de Dios la elevada oración de una monja “porque ella mantenía una actitud de imprudente seguridad sin temer que pudiera perder su camino interiormente, mientras que el Espíritu de Dios nunca avanza sin este saludable temor para, como la Sabiduría dice, preservar el alma del mal”

(d) Falta de confianza en Dios; si es imposible para el alma redescubrir la confianza ese es un signo de que la tentación no viene de Dios.

(e) Impaciencia y murmurar cuando alguien está bajo prueba; “él que se queja o murmura no es perfecto; no es aún un buen cristiano”, dijo San Juan de la Cruz (contraseña 173).

(f) Las penitencias que sean ya sea indiscretas o por encima de nuestras fuerzas/ posibilidades, y especialmente aquellas penitencias que nos impiden cumplir con nuestros deberes de estado o el servicio de Dios.

(g) Cosas extravagantes, inoportunas o extraordinarias que atraen la estima y publicidad en la práctica de las virtudes y de la perfección.

(h) Desprecio por las cosas pequeñas.

(i) Impresiones o maneras de hacer las cosas careciendo de pureza de conducta, en las propias oraciones y en visiones y revelaciones.

(j) Simulación y falta de apertura con el confesor y director espiritual. El demonio ama permanecer oculto y no ser descubierto, actuar de incógnito.

(k) Desobediencia y falta de sumisión a la Iglesia, a sus superiores, y a los deberes de estado.

(I) Desprecio por la liturgia, por las directivas de la Iglesia y por el sacerdote.

(m) No conformidad con la Escritura y Tradición: “no es necesario buscar ningún otro signo”, escribió Santa Teresa en su "Vida", capítulo 25; “esta sola marca es suficiente para descubrir los trucos del mal espíritu”.

(n) Ese tipo de falsa humildad que, bajo el pretexto de compunción, quita todo gusto por la vida espiritual y nos deja incapaces de rezar y actuar. “Cuando la humildad procede de Dios”, dice Santa Teresa en su "Vida", capítulo 30, “es verdad que el alma reconoce y llora su propia miseria, y llega vívidamente a tener conciencia de ello, pero esta visión no le causa problema, aridez; al contrario, el alma experimenta gozo, paz, dulzura y su propia malicia/ansiedad se difunde en luz”.

6. ¿Cuál debería ser nuestra actitud hacia las consolaciones y movimientos del buen espíritu?

     De acuerdo a todos los santos que hemos estado citando arriba, deberíamos:

(a) Reconocer que tales cosas vienen de Dios y no de nosotros.

(b) De esta manera no nos ensalzarnos a causa de ello, sino que referiremos todo el mérito a Dios, y le daremos gracias por ello.

(c) Considerar nuestra propia nada, sobre todo al comienzo y al final de cada oración, por muy inspirada que haya sido.

(d) Considerar de antemano cómo será cuando estemos privados de estos buenos sentimientos.

(e) Limitarse a la razón, la Sagrada Escritura y a la Iglesia, y nunca apartarse de ellas cuando se deben tomar decisiones.

     “Tanto si tales cosas vienen del buen o mal espíritu, lo mejor es no estar con la menor preocupación acerca de eso, y permitirnos ser guiados en todo de acuerdo a la luz de la razón, las enseñanzas de la Iglesia y la doctrina de Cristo”, escribió San Juan de la Cruz (Obras, pp 253, 291, 1191, 1195).

7. ¿Qué se debería hacer en la desolación y los movimientos del mal espíritu?

     De acuerdo a los santos que hemos citado arriba, debemos:

(a) Perseverar en nuestro estado de vida y en las resoluciones que hemos tomado previamente.

(b) Darnos con el mayor fervor a la oración y penitencia.

(c) Tener esperanza y espera pacientemente al regreso de la gracia de Dios.

(d) Recordar y creer que la gracia de Dios no nos fallará.

(e) Examinar nuestra conciencia para ver si hemos sido infieles a los ejercicios de piedad o propósitos y si así ha sido, reanudarlos.

(f) Humillarse confesando que no somos impotentes para hacer algún bien, y reconociendo que cuando fuimos consolados ese bien vino de Dios.

(g) Hacer lo opuesto a lo que el demonio sugiere, como rezar, cantar, etc.

(h) Abrir nuestros corazones a nuestro director espiritual o confesor o alguien en cuyo juicio confiamos. Satanás se horroriza ante esta apertura de conciencia.

(i) Abandonar nuestro punto débil, ya que es aquí que el demonio nos atacará una y otra vez, incesantemente.

(j) Recordar que la salvación está en la cruz y la renuncia de sí mismo, el sufrimiento, las pruebas, las humillaciones. “Dios me libre para gloriarme si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”, dice San Pablo (Gal 6:14). Santa Teresa del Niño Jesús dice lo mismo: “yo hallé la alegría y la felicidad en la tierra, pero sólo sufriendo, porque yo sufrí muchísimo en la tierra; es necesario que las almas sepan esto”.

     En sus "Llamas vivas" (pp. 961, 962), San Juan de la Cruz dice:"la razón por la cual muy pocas almas alcanzan el estado de perfección es porque huyen del sufrimiento... Muchas tienen el deseo de avanzar e insistentemente le piden a Dios que las eleve al estado de perfección que consiste en la plena unión con Dios; pero tan pronto como Dios comienza a hacerles sentir las primeras pruebas, estas almas retroceden y huyen del sufrimiento, y entonces huyen del camino estrecho y buscan el camino amplio de la consolación. Quieren llegar al estado de perfección sin tener que pasar por las pruebas que son el camino a la perfección”. 
II 
REGLAS PARA LA APROBACIÓN DE FENÓMENOS EXTRAORDINARIOS DE LA VIDA ESPIRITUAL 
(Visiones... Apariciones... Revelaciones... Mensajes... Misiones... Profecías) 

1. Resumen de las reglas de aprobación

     En primer lugar, el vidente debería creer en las revelaciones que le han sido dadas a él, en cuanto a estar seguro del hecho y la naturaleza sobrenatural de la revelación.

     En segundo lugar, los fieles pueden creer en ellas en la medida que estén seguros de la naturaleza sobrenatural de las revelaciones. Ciertamente que no deberían despreciarlas sin son probablemente ciertas.      Cuando las revelaciones son aprobadas por la Iglesia, los fieles pecarían si las rechazaran, pero no sería ese un pecado contra la fe.

     En tercer lugar, la Iglesia cree que tales revelaciones son posibles porque ella consiente en examinarlas y no las rechaza sistemáticamente. La Iglesia aún cree que son reales porque ha aprobado muchas revelaciones. Pero la Iglesia no cree que sucedan frecuentemente, y además juzga que son difíciles de reconocer, a causa de muchas formas de ilusión que se pueden encontrar.

     Finalmente, la Iglesia no las acepta como superior a la revelación, y no espera encontrar nuevos dogmas en estas revelaciones privadas. 

2. La base doctrinal de estas reglas, en el caso de los videntes

     De acuerdo con el manual de Teología de Hurter (Vol I, pp 516, 517): “La persona a quien una revelación privada le es dada, puede y aún debería creerla por un acto de fe divina desde el momento que esté cierta del hecho de esta revelación".

     De acuerdo al Papa Benedicto XIV, en su “Tratado de canonización de los Santos”: “la persona que recibe una revelación particular y aquellos a quienes le es transmitida por orden (par ordre), puede y debería examinar sus títulos de creencia. Si estos títulos son reconocidos como válidos, no tienen el derecho en conciencia de rechazar la adhesión al mismo.

     El Papa Juan XXIII, en su mensaje de cierre del año Mariano el 18 de febrero 1959, expresó:

     “Instamos a escuchar las saludables advertencias de la Madre de Dios con corazón sencillo y rectitud de espíritu. Los Pontífices romanos son constituidos guardianes e intérpretes de la Revelación Divina, tal como está contenida en la Sagrada Escritura y la Tradición; pero ellos tienen también el deber de recomendar a los fieles -cuando, luego de un examen maduro, lo juzgan oportuno para el bien general– aquellas luces sobrenaturales que agradan a Dios ofrecer libremente a ciertas almas privilegiadas, no para proponer nuevas doctrinas sino en orden a guiar nuestra conducta” (Cf. Santo Tomás de Aquino, II, II, q. 174. art. 6 ad 3m). 

3.  La base doctrinal de estas reglas, en el caso de los fieles
El fundamento doctrinal de estas reglas, en el caso de los fieles, nos dice Hurter: “Los fieles no están obligados a creer. Sin embargo, no está permitido que las desprecien, ya que podrían ser y aún probablemente sean divinas y la presunción está en su favor. Está permitido creer en la medida en que sea establecida su autenticidad con certeza. Pueden todavía creer en ellas, aún si su autenticidad es solamente probable, pero en este caso su consentimiento no será un acto de fe teológica sino de simple prudencia”.

     El Papa Benedicto XIV, en su Tratado sobre la Canonización de los Santos, establece: “En cuanto a lo que concierne a revelaciones privadas, no deberían ser recibidas con un sentido de fe Católica, sino con fe humana, de acuerdo a las reglas de prudencia que nos presentan tales revelaciones como probables y piadosamente creíbles. Esto no es para decir que estas revelaciones no pueden o no están destinadas a ser el instrumento de grandes gracias, aún para los fieles; pero como no son el objeto de un acto de fe teológico, ponerlas en duda o negarlas no es un pecado de herejía".

     “Sin embargo, cuando la Iglesia las ha aprobado, y aún más, cuando la Iglesia ha establecido o recomendado ciertas prácticas que emanan de las revelaciones, protestar en su contra sería una grave falta de respeto y de consentimiento de mente y voluntad los cuales debemos a las directivas y enseñanza de la Iglesia, aún cuando ella no invoque el privilegio de infalibilidad”.

     El libro de Mons. Saudreau “EL Estado Místico”, trata sobre todo este tema, en el capítulo 18 (pp. 209- 270). En la página 223, discutiendo la responsabilidad de aquellos que desprecian las revelaciones privadas, escribe lo siguiente:

     “No hay obligación de creer a menos que haya certeza, pero los motivos para creer pueden ser tales que toda prudente duda se vuelva imposible. En tal situación, quien se niegue a creer y obedecer carecería de respeto y de sumisión a Dios, y pecaría gravemente. Cuando una persona que está favorecida con una aparición o con una revelación celestial tiene pruebas suficientemente fuertes y cree sin dudar... él hace un acto, no de fe católica, sino de fe divina y teológica. Este acto es muy meritorio y puede ser causa principal de grandes gracias".

     El autor luego cita numerosos ejemplos de castigos o muerte súbita infligida a sacerdotes y religiosos incrédulos, y afirma que “la mayoría de aquellos a quien Dios ha favorecido con Sus comunicaciones han sido en un comienzo contradichos, burlados, y tratados como visionarios o gente que sufre alucinaciones” (p. 231).

     “Consideramos necesario demostrar las ventajas de las revelaciones, y el peligro y la falta que hay o que puede ser el desprestigiarlas, porque en nuestra época no hay falta de escépticos; la tendencia a minimizar la importancia de lo sobrenatural, y a reducirlo al nivel más bajo posible, nunca ha sido tan acentuado; es importante cuidarse de no tener esta actitud y no olvidar la recomendación de la Escritura: “No despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (I Tes 5:20-21) (ibid., p 233). 

     Mons. Saudreau también dice (pp. 268, 269) que, de acuerdo a algunas almas privilegiadas, habrá terribles castigos en el futuro a causa del escepticismo contemporáneo sobre este tema.

     Santa Teresa aclara, en el Libro de las Fundaciones (cap. 8): “Cuando un alma es verdaderamente humilde, aún si una visión viniera del espíritu de la oscuridad, no causaría ningún daño; pero es también cierto que cuando falta la humildad, aún si viniera de Dios, no le traería ningún beneficio a esa alma”.

     De acuerdo con San Juan de la Cruz: “El segundo tipo de revelaciones concierne a los secretos de los misterios escondidos... y promesas divinas o amenazas, como así también los acontecimientos que deberían o deberán tener lugar, ya sea en todo el universo en general o en un reino particular, una provincia, un estado, una familia o una cierta persona: nuestras santas cartas contienen numerosos ejemplos de estas revelaciones... Dios aún las concede en nuestros tiempos a quien le plazca. Él suele revelar a ciertas almas lo que le sucederá a tal o cual persona, o lo que sucederá en tal o cual reino, etc”. 

III 
REGLAS PARA EL DISCERNIMIENTO DE FENÓMENOS EXTRAORDINARIOS EN LA VIDA ESPIRITUAL

     Es necesario saber que los errores son posibles y reales. Afloran menos frecuentemente en los casos de santos que en la gente ordinaria que no están muy avanzados en la virtud; pero la gente debería saber que los errores pueden suceder aún con los santos. El Padre Poulain nombra a 32 santos que fueron engañados, en las páginas 355 y 356 en su Tratado sobre las Gracias de la oración.
 

1. Cinco causas de errores

(a) Una revelación puede a veces ser interpretada incorrectamente por la persona que la recibe, porque es oscura, ya sea porque Dios no la hace completamente conocida, o a causa de las condiciones en las que está implicada en la profecía o la revelación (Ver San Juan de la Cruz, Ascensión, Libro 2, cap. 19). Tal fue el caso con San Pedro, quien al escuchar una voz que le decía tres veces: “levántate, mata y come”, (Hech 10:13), pensó que era cuestión de su comida y no una orden para bautizar a los paganos.

(b) Cuando las visiones representan escenas históricas, muy a menudo lo que representan es solamente aproximado y probable. Por lo tanto, uno se equivocaría al atribuirles una exactitud absoluta, pero Dios no nos engaña cuando Él modifica ciertos detalles. Él hace esto por una razón, a saber, para que comprendamos mejor el pensamiento secreto que ha ocultado en el misterio. En efecto, ha habido revelaciones, hechas a personas santas y aprobadas por la Iglesia, que se contradicen una con otra. Esto demuestra la falta de prudencia que es el intentar reconstruir la historia por medio de las revelaciones hechas a los santos.

(c) Puede ocurrir que durante una visión, el espíritu humano mantenga su poder de mezclar su propia acción en cierto modo con la acción divina; en tales ocasiones será autoengaño atribuirle puramente a Dios el conocimiento que es así obtenido. En una ocasión será el poder de invención el que está en juego, y en otras serán hechos o imágenes recogidas de la memoria.

     Aún aquellos que a menudo tienen verdaderas revelaciones pueden volverse negligentes en el cuidado del discernimiento y, de allí que puedan transmitir una profecía falsa.

     Además, los videntes a menudo son llevados a atribuir falsamente a la influencia divina, durante el éxtasis o los momentos de intensa unión con Dios, aquellas ideas que tienen que ver con sus propios deseos e ideas preconcebidas en cuestiones de doctrina y de historia. La actividad del propio espíritu de los videntes es una de las principales causas de error. Encontramos ejemplos de visiones llenas de errores históricos en los casos de Santa Isabel de Schoenau, el Beato Hermann Josef, Santa Hildegarda, Santa Catalina de Ricci y María de Agreda, etc.

(d) Puede ocurrir que una revelación verdadera pueda ser involuntariamente alterada, luego del acontecimiento, por el mismo vidente; este peligro es muy grande cuando la revelación escrita es muy larga, y, sin embargo, fue recibido en un modo casi instantáneo. En tales casos no es excesivo decir que no sólo no fueron dadas todas las palabras por la revelación sino que como el pensamiento en la revelación no fue detallado, el vidente, por sí mismo, lo desarrolló posteriormente.

(e) Es también muy posible que secretarios alteren el texto, sin mala intención, y en buena fe inserten sus propias elecciones de expresión en él.

2. Las cinco causas de la falsedad de un mensaje

     Es posible que un mensaje no sólo contenga errores por las cinco causas que hemos listado arriba sino que también puede ser falso en sí mismo por las siguientes causas:

(a) Puede ocurrir que la persona que dice que ha recibido revelaciones sea un mentiroso y lo haga de mala fe.

(b) Una persona puede inventar cosas en buena fe, o como resultado de una ilusión, o proviniendo de un cierto desorden de la memoria que consiste en creer y recordar ciertos hechos aún cuando tales hechos nunca han ocurrido.

(c) Una persona puede ser engañada por su propia imaginación o por su propio espíritu si ellos son muy vívidos.

(d) El demonio puede dar revelaciones o visiones falsas, como en el caso de Nicolás de Rheims en el siglo XVII. También puede el demonio producir una alineación de los sentidos de la persona en un intento de fraguar un éxtasis divino. Pero este caso es extremadamente raro y casi no conocido y ciertos ejemplos pueden ser citados.

(e) Una revelación puede ser la invención de fraguadores. Las profecías políticas a menudo pueden ser obra de ellos, estando motivados por intereses políticos o de dinero, o por el deseo de mofarse del público. Tales profecías abundan en épocas de revueltas políticas o religiosas. Una característica sospechosa, que es notable en las modernas profecías políticas, es que nunca instan a las personas a luchar contra la perversión y no indican ningún medio serio para resistirlos; en cambio dicen que el mundo cambiará de improviso, por un milagro, sin una anterior conversión de corazón y moral.

     En la primera mitad de esta parte concerniente a las reglas de discernimiento de fenómenos extraordinarios en la vida espiritual, hemos estado estudiando qué es necesario saber acerca de ellos.

     En la restante mitad vamos a estudiar qué acciones deben tomarse. 

3. Estudiar si la persona da signos divinos

     Esto significa que es necesario examinar si el vidente está absolutamente seguro de la naturaleza sobrenatural de sus revelaciones, y si él o ella obra milagros o da profecías. Si la respuesta es afirmativa las revelaciones vienen de Dios y no del maligno o la naturaleza. Veremos abajo si la estigmatización puede ser un signo divino.

     Pero las revelaciones son en realidad raramente acompañadas por tales signos divinos decisivos; por lo tanto es necesario llegar a un juicio siguiendo las reglas de prudencia, y luego de analizar las razones a favor y en contra. Para hacer esto, uno debe estudiar al individuo, la razón de ser de las revelaciones y sus circunstancias concomitantes, y los efectos de la revelación.

     Algunas personas proponen que debería probarse que ni el demonio ni nuestras ideas personales han tenido influencia en la acción de Dios, pero este procedimiento sólo difiere del anterior que hemos esbozado en el modo en que se clasifica la información y en que se sacan las conclusiones. 

4. Estudiar a la misma persona

(a) En primer lugar, cuáles son sus cualidades y defectos? Es la persona sincera, desde el punto de vista físico, intelectual y moral? Está mentalmente equilibrada? Dotada de sano juicio? Exagera o inventa? Está debilitada por enfermedad, vigilias o ayunos?

     Si las respuestas son favorables es probable que no exista razón para temer las principales causas de error.

(b) ¿Qué tipo de instrucción ha recibido esta persona? Qué lecturas ha hecho? Es necesario asegurarse que el conocimiento que se dice ha sido revelado no haya sido extraído de libros o conversaciones de teólogos, como fue el caso de Santa Hildegarda. 
(c) ¿Qué progreso ha hecho la persona en virtud desde las revelaciones? El punto más importante a saber es si la persona ha progresado mucho, luego de las revelaciones; si es así, entonces hay una gran probabilidad a favor de lo sobrenatural; de lo contrario, las revelaciones deben ser consideradas como sospechosas.

     El demonio no puede llevar a las almas a practicar virtudes sólidas de una manera verdadera y duradera. Por engaño él puede fingir alentarlos por un tiempo pero terminará en exageraciones y peculiaridades; bajo su influencia, las penitencias serán incrementadas hasta el punto de arruinarle la salud, y serán acompañados de desobediencia; la pureza de conciencia degenerará en escrúpulos, la humildad en desaliento; el celo se volverá indiscreto, y seducirá al alma sacándola del estado presente y la lanzará a aventuras que terminarán en un callejón sin salida.

(d) ¿Ha hecho la persona predicciones y todas han sido claramente expresadas y hechas realidad sin tener que invocar a sutilezas de interpretación? Cuando una sola predicción aislada se ha hecho realidad, existe una sola probabilidad de que es divina ya que pudo haber sido lanzada al azar, y el demonio puede conjeturar muchos eventos futuros a la luz del patrón usual marcado por las voluntades divinas y humanas en circunstancias similares.

     Si las profecías no se cumplen y no hay serias razones para creer que son condicionales, se presumirá que no son divinas. “y si dices en tu corazón:¿cómo reconoceremos la palabra que no ha dicho Yahvé? Si el profeta habla en nombre de Yahvé, y no sucede ni se cumple la palabra, es que Yahvé no ha dicho tal palabra; el profeta lo ha dicho por presunción; no le tengas miedo” (Dt 18:21-22).

(e) ¿Qué gracias extraordinarias de unión con Dios cree esta persona que recibió previamente y cuál es su juicio acerca de ellas? Aparte de los casos excepcionales, estas gracias son sólo concedidas cuando la persona está avanzada en la maneras de orar.

(f) ¿Le han sido enviadas grandes pruebas antes o después de las revelaciones? Por ejemplo, enfermedad, contradicciones, fracaso, y retrasos en llevar a cabo ciertos emprendimientos en los cuales la persona tenía puesto su corazón? Si la respuesta es afirmativa, es un buen signo porque la vida de los santos está llena de estas pruebas, y es imposible que las gracias extraordinarias no sean acompañadas por cruces; son una marca de la amistad con Dios. Si no hay cruces, la revelación es sospechosa.

     La prueba más común de estos favores extraordinarios es que la gente, si escucha acerca de ellos, adopta una actitud escéptica u hostil. Las críticas y dudas son una excelente ocasión de prueba para juzgar la humildad del vidente, su paciencia y su confianza.

(g) ¿Ha tomado la persona las tres precauciones indispensables para evitar ilusiones? A saber: el miedo a ser engañado, apertura a un director espiritual y no haber deseado las revelaciones?

     Está claro que creerse preservado de las ilusiones es justo la disposición necesaria para tenerlas. Asimismo, no estar dispuesto a estar abierto y considerarse un buen juez en la materia es favorable a las trampas del enemigo, quien no quiere que se le descubran sus trampas. Finalmente, una revelación debería ser generalmente considerada como sospechosa si ha sido deseada. 

5. El estudio de la revelación en sí

(a) ¿Es el texto verdaderamente auténtico? ¿O ha habido algunas correcciones o aún supresiones de ciertas expresiones y de ciertos pasajes, como inexactos u oscuros?

(b) ¿Concuerda totalmente la revelación con el dogma y con las enseñanzas del la Iglesia, así como también con las afirmaciones ciertas de la historia y de la ciencia? “Yo no considero una revelación como verdadera a menos que no haya absolutamente nada en contra de la Sagrada Escritura y de las leyes de la Iglesia que estamos obligados a seguir”, dice santa Teresa en su "Vida" (cap. 32, pág. 354).

(c) ¿Contiene alguna enseñanza o es acompañado de alguna acción contraria a la decencia o a la moral? San Juan de la Cruz dijo: “Una de las trampas del mal espíritu es divulgar los pecados de otro con tanta falsedad como aparente luz. Su fin es difamatorio”.

(d) ¿Es la revelación útil bajo el punto de vista de la salvación eterna? Se puede estar seguro que las revelaciones no son de origen divino cuando el objetivo es simplemente hacer conocer temas vulgares que no tienen utilidad alguna para el bien de las almas. Dios no dará lugar a una revelación para satisfacer la curiosidad, sino sólo por un motivo grave. Por lo tanto, y a pesar de sus escenarios aparentemente religiosos, se debe tener como cuenteras aquellas personas que, en el nombre de algún espíritu celeste, están prontas a responder cualquier consulta que se les haga a cualquier hora y en cualquier lugar, sobre temas tales como nacimientos, casamientos, juicios, enfermedades y resultados de acontecimientos políticos.

     Una revelación también debería considerarse sospechosa cuando su único fin es aclarar una cuestión disputada de teología, historia o astronomía. Debería comprenderse claramente que la salvación eterna es lo único importante a la vista de Dios. San Juan de la Cruz dice que “por el resto, su intención es que los hombres recurran a medios humanos” (Ascenso, Libro 2, cap. 22).

     La revelación debería también considerarse sospechosa si, aunque muy buena, es lugar común y puede ser encontrada en libros de ascética. En tal caso es probable que el vidente, sin darse cuenta, esté repitiendo lo que ha aprendido en su lectura, o aún está siendo abusado por el demonio, que quiere ganar su confianza para conducirlo en una de sus audaces trampas.

     Si las revelaciones o las visiones son muy numerosas, esta circunstancia, tomada en sí misma, no es signo desfavorable, porque considerarla desfavorable sería condenar a un montón de santos. Por otra parte, si las revelaciones son largas y numerosas y no contienen nada falso, deshonesto o fútil, puede concluirse, con probabilidad, que no vienen del demonio, porque de otro modo él estaría fracasando en su objetivo ya que no es posible que el demonio se oculte por mucho tiempo.

(e) Cuando las actitudes, gestos, palabras y circunstancias que acompañan a la visión son examinados en detalle, aún en el caso de personas que son muy razonables y de buena educación ¿es la revelación conforme a aquella dignidad y seriedad que es apropiada a la Divina Majestad, o contrariamente está caracterizada por peculiaridades, comportamiento grotesco, convulsiones, ...?

     Muchos autores aseguran que el demonio nunca tendría permiso para tomar la forma de una paloma o de un cordero en sus apariciones porque estos son los símbolos del Espíritu Santo y de Cristo. Pero esta doble aserción está contradicha por los hechos. Así, santa Francisca Romana vio un día al demonio que tomaba la forma de un cordero, el cual se llegó hasta ella y se echó suavemente a los pies de la santa; ella lo reconoció y el demonio se transformó en un lobo furioso.

     En otra ocasión vio siete demonios que aparecieron como siete corderos blancos, declarando que simbolizaban los siete dones del Espíritu Santo; pero nuevamente los reconoció y se cambiaron en lobos intentando atacarla.

     La celebrada Magdalena de la Cruz, que obró prodigios por medio de la acción del espíritu del mal, un día vio al diablo aparecérsele en la forma de una paloma.

(f) Durante y después de la revelación, ¿qué paz o qué inquietud experimenta la persona? Éste es uno de los más importantes medios de discernimiento. Con personas de buena voluntad la acción del buen espíritu se caracteriza por dar paz, gozo, seguridad y valor, excepto, quizás, en el primer instante. La acción del demonio, por lo contrario, produce efectos diametralmente opuestos: cuando actúa sobre personas de buena voluntad produce, excepto, quizás, en el primer instante inquietud, tristeza, desaliento, agitación y oscuridad.

     Por consiguiente, se sigue que el estado de paz o de falta de ella de la persona da un medio incuestionable para distinguir las verdaderas revelaciones de las falsas, cuando una de estas características está bien definida. Sin embargo, hay que considerar también la acción del propio espíritu: es posible que este espíritu pueda introducirse en una revelación cuando tiene lugar durante un período de profundo recogimiento y de gran paz que viene de Dios. Consecuentemente, el sentido de paz no es suficiente por sí mismo, para probar que todo es divino; sólo lo hace probable.

(g) ¿Conmina la revelación a empresas específicas como una nueva devoción, la construcción de un santuario, la creación de una obra para la que no hay suficientes recursos, una nueva congregación?

     Si éste es el caso, la obra debería ser examinada para ver si es buena en sí misma, en conformidad con el pensar de la Iglesia; útil, y de una utilidad que explique la necesidad para que se haya usado un medio tan excepcional como una revelación; oportuna, es decir, si responde a una nueva necesidad, y si puede causar daño a cualquier otra obra que sería mejor apoyar. A este respecto, el Cardenal Pitra ha dicho: “Está totalmente permitido desechar tales revelaciones, aún si han sido aprobadas, cuando se hace por razones sólidas y cuando sobre toda la doctrina contraria está establecida por documentos y experiencia incuestionable”.

     Se debería advertir que las revelaciones de mujeres son probablemente falsas cuando, a través de este medio, buscan dirigir a clérigos y jerarcas y enseñarles cuando hablan sobre autoridad.

(h) Finalmente, ¿han sido las revelaciones expuestas a la prueba del tiempo y de discusión? Sin esta condición ninguna revelación puede ser considerada como fuera de cuestión, a pesar que no haya recibido ningún juicio desfavorable.

6. ¿Es la estigmatización un signo divino? 
La respuesta debe ser afirmativa si los estigmas son duraderos, incorruptibles y sin supuración o infección; si no pueden ser curados con medicación y apósitos, aún cuando a veces sanan; si sangran abundantemente y periódicamente a las horas, días o fiestas litúrgicas de la Pasión de Cristo; si son producidas en personas de virtudes heroicas; y si muestran todas las características de su origen sobrenatural cuando sus efectos y distintas circunstancias son examinados.

     Pero la respuesta podría ser negativa si las heridas no poseen las garantías arriba enumeradas; porque la autosugestión, el fraude y el demonio pueden a veces producir heridas que son aparentemente y superficialmente similares a un verdadero estigma. Sin embargo, tales casos son muy raros y no soportan un examen crítico y el paso del tiempo, que resulta en ser rápidamente desenmascarados y condenados.

     La cuestión fue tratada en el Congreso de Avon del 17 al 19 de abril de 1936, y sus discusiones y conclusiones fueron informadas en la entrega de Octubre de 1936 de Carmelite Studies. Fue también excelentemente resumido en el segundo volumen del P. Garrigou Lagrange, Los Tres Caminos de la Vida Espiritual, de la página 775 y siguientes (de la edición inglesa).

     Finalmente, debería advertirse que la gran mayoría de teólogos, psicólogos y doctores, concuerdan todos  en la opinión arriba expuesta, y no aceptan argumentos insubstanciales de los pocos doctores que mantienen que es posible producir estigmas por autosugestión. 

7. Estudiar los efectos producidos por la revelación

     En el volumen II de su trabajo, Los tres edades de la vida espiritual (pp. 325, 796- 798), el Padre Garrigou Lagrange da unas pocas y buenas indicaciones sobre cómo uno debería examinar la cuestión. En la práctica es suficiente formular una sola pregunta:

     Sí o no, la revelación ha producido buenos frutos de gracia?

(a) El principio de discernimiento es dado en los Evangelios. Nuestro Señor dice:

     “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos (Mt 7:15-18).

     A la luz de este principio, que “el árbol debería ser juzgado por su fruto”, podemos juzgar qué espíritu mueve al alma favorecida. Uno debe mirar los resultados de su influencia y compararlos con lo que el Evangelio nos dice sobre las principales virtudes cristianas; si estas virtudes son incrementadas, es un signo de que es un buen espíritu, sobre todo si estos frutos están perdurando; aquellos, ciertamente, quienes están animados por una mala intención no pueden permanecer escondidos por mucho tiempo.

(b) Los verdaderos místicos y los extáticos también producen frutos.

     Con ellos, siguiendo las revelaciones u otros fenómenos , hay siempre un desarrollo en su comprensión de los temas divinos, los que tienen que ver con la vida interior, la vida de la Iglesia, y de todo lo que atañe a la salvación o pérdida de las almas; hay también un constante incremento en el amor hacia Dios, y una devoción al prójimo que se evidencia en los trabajos que hacen y que finalizan exitosamente. Sus fundaciones perduran con frecuencia por siglos; tal fue el caso de San Francisco de Asís, Santa Teresa, y Santa Catalina de Siena quien a pesar de morirse a los 32 años, y de no saber leer ni escribir, no obstante, por un largo tiempo, jugó uno de los papeles más importantes en los asuntos de su tiempo, en particular al proteger el regreso del Papa a Roma.

     Con los místicos verdaderos hay una idea dominante que se subordina a las otras, en perfecta armonía con ellas como por ejemplo: el pensamiento de la naturaleza del Todopoderoso y de Su amor, el deseo de responder a Su amor por encima de todo, la pasión por la salvación de las almas, la búsqueda de la unión divina, etc.

     En La Psicología de los Místicos, Montmorand, quien es un no creyente, escribe en las páginas 20 y 21:

     “Los verdaderos místicos son personas prácticas de acción, no personas de razonamiento y teoría. Saben cómo organizar, y tienen el don de mando. Son muy capaces en resolver asuntos. Las obras que fundaron han sido viables y duraderas; la coronación de su obra maestra parecería tener buen sentido, un buen sentido que no es perturbado por ninguna exaltación mórbida o imaginación desordenada, y la cual es acompañada por una muy rara fuerza de penetración”.

(c) Así es cómo el mismo autor describe los frutos de los falsificadores y especialmente de los histéricos: “con los falsificadores e histéricos en particular, la inestabilidad se incrementa o crece, y con ella el disimulo y la mentira. Finalmente, se vuelven completamente dominados por una sensibilidad caprichosa". 

Trabajos de Referencia     

     Además de los trabajados ya mencionados en el texto, el autor también enumera las siguientes autoridades que el lector puede consultar sobre el tema. Algunos de ellos, sin embargo pueden estar disponibles en francés.

     En primer lugar, hay tratados detallados del Padre Scaramelli; páginas 311 a 418 del libro Gracias de la oración del Padre Poulain (Graces d'Oraison); y las lecciones 24 y 25 del libro Teología Espiritual del Padre Guibert.

     Existen también más estudios condensados en Dictionnaire du Catholicisme, cols. 874 to 877; páginas 321 a 328 del libro Iniciación de los Ejercicios del Padre Albert Valensin; y los números 953 al 957 y 1281 a 1285 de Msgr. Tanquerey's Manual.

     Finalmente hay excelentes reglas de San Ignacio en sus Ejercicios y aquellos contenidos en la Imitación de Cristo, libro 3, capítulos 54 y 55.